Partida Rol por web

Juan Bautista se encontraba extrañamente tenso el dia de hoy.. tal vez un combate pudiese aliviar su estado actual. La noche no habia sido una dulce compañera y las pesadillas se hacian cada vez peor...

Caminando hacia la arena, el espadachin vislumbro al joven de las cadenas que se encontraba entrenando con uno de los muñecos de practica. Se acerco hacia el y con un tono medio serio y medio en broma le dijo.

-Buenos dias Renato... necesito distenderme, que tal un combate?

Luego poso su mano sobre la empuñadura de su espada, y espero la respuesta del chiquillo.

- Adelante, yo también necesito entrenar - contestó Renato mientras, con displicencia movía sus cadenas y lanzaba un tibio golpe a la pierna derecha del caballero

- Después de todo con los muñecos no se consigue mucho... no contestan los golpes - añadió demostrando con los hechos que esa opción, incluso, le restaba velocidad.

Renato inicio el combate con algo de desgano, Juan Bautista no estaba en el animo para ese tipo de practicas asi que se limito a adelantarse un paso y poner su espada en el cuello de su oponente.

-Un muñeco no te hubiera cortado la cabeza....yo si. Procura tener mas seriedad a la hora de tus combates o estos terminaran muy rapido Renato...

Luego de sus palabras Juan Bautista envaino su espada a la vez que se dio me dia vuelta y siguio su camino hacia la arena y su proximo combate.

Habia sido un entrenamiento, no valia la pena derramar sangre innecesaria... pero al pequeño le quedo bien claro que un momento de desconcentracion le podia valer la cabeza.

Había entrado en la arena con el paso calmo… con el oscilar sereno de las caderas y los brazos… leve vaivén que acunaba las dagas que pendían de mis manos… Y el miel de los ojos se entornaba hacía los gritos salvajes de aquellos que clamaban nuestra sangre… y la sonrisa, se teñía de desprecio… Ignorantes, herejes… pueblo maldito…

Llegué a la frente de aquel hombre… Sus cadenas se enrollaban a sus brazos melosas… caricia de acero para su piel que no lo sería para la mía… Y hundí el ámbar de los ojos en aquellos suyos que me observaban tranquilos… casi indiferentes… resignados…

Bien hallado… Renato… Corazón valiente… La inclinación había sido suave… blanco espigado del talle que oscilo mientras los ojos permanecían firmes… mientras el tatuaje de mi frente reinaba en la mirada... y en el porte… Me alegra que nuestras sendas se hayan vuelto a enredar...

- Si, si, enredar - reconoció el pequeño de las cadenas mientras comenzaba a sacudir sus brazos y mover sus armas en torno a su cuerpo - Trataremos de enredarte - insistió, sorprendido por la elección de terminos de la sacerdotisa.

Sus palabras fueron el preludio de sus movimientos, cada una de sus cadenas apuntó a un brazo distinto mientras el pícaro sonreía, contento de practicar con la serevidora del profeta.

Lanzó sus cadenas con la sonrisa en los labios... y apenas despegué la mirada de él... la conciencia... la sonrisa que también se dibujaba en los míos para girar entre ellas... Para, remolino blanco y azabache... escapar de sus eslabones con el suave oscilar a un lado y otro de la cintura...

Un segundo.. .y estuve a su lado... Un segundo y el olor a jazmín acompañó el dolor punzante de mi planta en su brazo... Un corte rápido que derramó su sangre sobre una arena que parecía reírse al recibirla.... cómo se reían los cientos de gargantas que nos observaban... que gritaban por más... siempre más....

El dorado de los ojos se posó en él.. en la mueca de dolor de su rostro... con pesar... y aún así... la sonrisa serena reinaba en los labios... en el porte... en el talle cuando un nuevo giro me separó de él...

Ni un grito... Eres fuerte, Renato... aunque quizá te pueda más el orgullo que la fuerza... En todo caso no importa de dónde provenga... tu valor está ahí... el giro de las dagas dibujaba caminos de acero ante mí.. ante mi voz... voz que los esquivaba como antes hiciera mi cuerpo con aquellas cadenas... Y los ojos orgullosos se posaban en él de nuevo mientras el brillo de reconocimiento se desbordaba de ellos... mientras su sangre también se desbordaba de él, y de la herida terrible de su brazo...

Los caminos se enmarañan siempre por una razón... Siempre hay un motivo... Quizá el que me trae aquí es demostrarte que puedes ser el mejor hasta que tú mismo lo creas con firmeza.... el miel se afilaba a cada palabra...

Sabes?... me gusta tu sonrisa....

El dolor del brazo fue atemperado por las palabras de la sierva del profeta que repartía halagos con la misma facilidad con que usaba su arma. Renato encajó los dientes y volvió a sonreir, descartando que un gesto el daño que la daga había causado en su brazo.

- No lo creo - El pequeño de las cadenas sacudió la cabeza y volvió a intentar un lance con sus armas - No es valor, no es orgullo, no es fuerza - se explicó mientras una de sus cadenas impactaba con fuerza en la sien de la sacerdotisa - Solo es hambre... o por lo menos el deseo de no volver a sufrirlo -

Mientras se explicaba, Renato volvió a insistir con un golpe al rostro - Tu tendrás motivos más gloriosos, más divinos, más importantes, pero lo mío es simple. Mientras continúe aquí. Mientras no me echen. Mientras sigan resucitándome seguiré comiendo. Y eso, para quien sufrió el hambre es tan, o más, importante que cualquier misión -

Más allá de sus gestos, más allá de los movimientos de sus cadenas el pequeño de las cadenas sonaba convencido. Quizás no eran solo palabras. Quizás realmente la comida era toda su motivación... o quizas no.

Al escuchar su voz, el dorado de los ojos pareció opacarse... como lo hizo la sonrisa... como lo hizo el orgullo de los hombros durante un segundo... Uno breve... uno en el que su voz resonó en mi pecho... y en mi conciencia...

El dolor de su golpe latía en mi sien... nublándome los sentidos y el equilibrio... y obligada por el me tambalee levemente mientras agitaba la cabeza para alejarlo de mí.... para volver a tomar aire.... y encarar el destino....

No.... Corazón valiente... No.... Había levantado la mirada que ahora parecía llamear bajo el sol de aquel día... había levantado la barbilla... mientras los hombros volvían a dibujarse fuertes... orgullosos... mientras el paso ondulante me acercaba a él... y la sonrisa volvia a reinar en los labios como la Diosa reinaba en los ojos...

Mis motivos no son gloriosos ni divinos... son resultado del crepitar del Fuego de mi corazón... Y los tuyos... Renato... no son simples... las dagas giraban a mi alrededor como lo hacía la voz suave... que se expandía confidente como la niebla en la noche... El hambre.... eso es lo que te empuja a estar aquí? El miedo a pasar hambre te impide marchar a otro lugar y elegir un trabajo? O conseguir una tierra... y cultivarla con tus manos?....

Los ojos se me afilaron.... león del desierto... y el paso aún recortó más la distancia... y las posibilidades... No... no acuses al hambre por haber elegido usar tus manos como armas... y no como herramientas.... No sería... justo...

Apenas había iniciado el ataque cuando su cadena de nuevo golpeó mi frente... y mi movimiento pareció congelarse en el aire... mientras una brecha aún más profunda vertía el rojo de mi vida sobre mi mejilla... sobre mi cuello... sobre un pecho que ya apenas latía...

Tú... eres un.... guerrero....

Las rodillas cedieron al embite de la muerte... incapaces ya de sostener mi orgullo... y sobre ellas caí para desplomarme un segundo después sobre la arena.... La Diosa ensangrentada en mi frente... La Diosa blanca en mi sueño....

La sonrisa dulce... siempre en los labios...

- Es lo que se hacer - contestó el pequeño, algo avergonzado ante la diatriba de la sacerdotisa - Y no lo hago tan mal... - continuó su frase, en voz baja al ver como esta caía a la arena y quedaba tendida.

Renato dejó caer las cadenas y espero respetuoso que llegaran los monjes para retirar el cuerpo y curarlo - Aunque me hagas sentir avergonzado de ello - añadió para sus adentros sin querer reconocer que las palabras le habían llegado al corazón.

Antes de entrar en la arena escucho el familiar silbido de las cadenas de Renato que cortan el aire. Y cuando entro, desenvaino mi acero y me aproximo a mi rival.
Saludos, joven Gladiador. Aquí me tienes listo para un combate mas.
Me pongo en posición de guardia y observo las trayectorias que describen las cadenas de Renato mientras digo.
Adelante, que empiece el combate.

- Pues veamos como nos va! - contesta el pequeño de las cadenas, orientando su cuerpo al marino y tratando de pensar una estrategia. Fueron solo unos instantes, y apenas terminó de hablar una de sus cadenas apuntó al rostro de Juan de Alvarado, mientras la otra, buscaba una de sus piernas.

Rápidamente, Renato se lanza al ataque y logra tocarme tanto en la cabeza como en una pierna.
Aunque logro detener parte de la potencia de su golpe sobre mi cabeza, he de retroceder mientras me limpio mi sangre con la zurda.
Tras este primer lance, me recupero y ataco.

He de intentar igualar el combate,. Por tanto, lanzo una estocada directa al rostro de Renato y, aprovechando su sorpresa, descargo mi acero en un tajo sobre su pecho.
Sin duda, este combate va a ser mucho mas reñido que el ultimo. Algo que me satisface.

Al ver que ha conseguido la primera sangre, Renato actúa casi sin pensar, con un veloz giro de su cuerpo consigue que una de sus cadenas impacte con fuerza en el cuello de Juan Bautista que contenpla asombrado como las filosas puntas de una de las cadenas envuelven su cuello y le hacen saltar más sangre... y toda su vida.

Renato estaba feliz, había tenido una mañana agradable. Parecía que por fin los hados estaban con el y acompañaban a sus cadenas. Un par de victorias sin recibir heridas habían logrado que el pequeño de las cadenas se sintiera seguro de si mismo. Quizás demasiado seguro.

Hasta que se le acercó su maestro. El gladiador más temido del circo, el que era capaz de parar casi cualquier golpe - Bienvenido - exclamó Renato mientras comenzaba a sacudir sus cadenas y se preparaba a seguir con su racha - Espero que estés preparado - lo saludó mientras sus armas salían disparadas en dirección al cuerpo del de los escudos.