Partida Rol por web

En medio de uno de los niveles superiores, en una de las torres que suben hacia la cúpula que protege la ciudad de las nieves, Bajo un grueso cristal hay un pequeño bosque, creao por un noble hace tiempo para que sus esclavos recordasen su hogar. Algunos norteños encuentran solaz de nuevo entre los árboles. Es un lugar en el que sentír nostalgia de su tierra.

Entre los bosques, Adrian parecía más relajado. Ricardo notó marcas en algunos árboles, marcas que no veía desde hacía años, en las tierras de los hombres. Símbolos dedicados a los dioses antiguos de los norteños. Tal vez por mercaderes libres, o por esclavos que dejasen sus deberes para pasar por ellí. Para recordar lo que eran. Adrián se arrodilló un breve momento ante uno, murmurando en silencio. Después se levantó.

Dime, Ricardo. ¿Por que estás aquí? ¿Por qué estas en la arena?

Camino entre los arboles, al principio no me fijo, pero luego veo los simbolos, el tributo a los dioses.
Sin quererlo recuerdo a mi tío hablarme de ellos, precisamente mientras caminabamos por los bosques de nuestras montañas, mientras me enseñaba a cazar.
Sonrio.
Sí, tío Roberto hablaba bien de los dioses, decia que no nos daban más que aquello que nos mereciamos. Los dioses ayudaban a quien se ayuda a sí mismo, al que hace todo lo que puede y más por los suyos. Nos daban voluntad para sobrevivir.
Hacía tiempo que no pensaba de esta manera

La pregunta de Adrian me despierta de mi essoñamiento.

¿Qué por qué estoy en la arena? Porque no me queda nada más por lo que vivir que no sea matar a esos cabrones. auqnue eso signifique que a veces tengo que matar a otros humanos,orcos o otras cosas. Pero al final siempre aparece algún elfo oscuro al que pueda matar.

Adrian suspiró. Conocía bien ese sentimiento. Me recuerdas a un hermano norteño que conocí de joven. Él también vivía obsesionado con la sangre de los Elfos Oscuros. Pero al final eso no le trajo nada. Hizo un gesto con la mano, mostrando algunos esclavos, incluso algún gladiador más que estaba en el lugar, buscando lo que los Elfos seguramente le habían arrebatado. Todos ellos se cambiarían por tí en un instante, tu eres libre, puedes volver a tierras humanas, encontrar otra vida. Le miró fijamente a los ojos. A menos que lo que temas es olvidar.

Ricardo aparto los ojos incapaz de mantener la mirada.

Par...mrrmrr...para que voy a volver, para encontrar otro pueblo, establecerme, casarme, y que antes o despues esos bastardos vuelvan a cojernos y pasar de nuevo por ello, o alguien a quien yo quiera.
No gracias, prefiero estar aquí, aquí no tengo lazos con nadie, no me importa nadie, si alguno muere no me afecta y no me puede hacer daño.
Olvidar, ojala pudiese olvidar

Comprendo. Adrián deja pasar un rato, en el que ambos hombres contemplan lo que les rodea. Todos tenemos un pasado. Después, vuelve a encararse al joven Norteño. Algo sucede en la ciudad, Ricardo. Hace poco los jueces prendieron y torturaron a uno de los nuestros por un asesinato a un Elfo Oscuro. Un asesinato que no cometió, pero que confesó tras horas de tortura. No quiero que los nuestros sufran las culpas de otros. Todos tenemos bastante sufrimiento tal y como están las cosas. Cruzó los brazos, molesto al recordarlo. Algunos de los gladiadores vienen a mi para que les aconseje. Todo llega a mis oídos. Algunos me susurran sobre una insurrección, un golpe a los Elfos que sin duda fracasará y matará a muchos de los nuestros. Temo lo que pueda ocurrir si deciden hacerlo.

Seria una estupidez, los elfos oscuros los matarian a todos sin pensarselo e irian a por más esclavos afuera para reemplazarlos.
Pero... ¿por qué me cuentas eso?, yo no puedo hacer nada

¿No te has fijado, verdad? Adrián suspiró. Los demás te miran con admiración, Ricardo. Ven en tí la promesa de algo que fueron. Que desean desesperadamente volver a ser. Tus victoris y tu desprecio al enemigo del norte han avivado fuegos que puede que nos consuman a todos.

Adrian posó una mano sobre el hombro de Ricardo. Sé que no has pedido eso. Y que no lo quieres. Lo único que no sé es si actuarás en favor de tu pueblo.

Levanto la mirada y esta vez la mantego, con un deje de furia.

Yo no he pedido nada, yo no he prometido nada.

Dime Adrian, ¿qué es lo que quieres de mi?

Ricardo alzó un poco la voz en la última frase

Solo avisarte. Adrián levantó las manos, mostrandole las palmas. Vienen tiempos tumultuosos para nosotros, y no quisiera que te veas metido en el fuego cruzado. Después se dió la vuelta, para dejarle. Puede que hayas dado la espalda a los Dioses, Ricardo, pero seguro que ellos a tí no. Antes de que todo esto pase, creo que te han reservado un papel en ello.

Ricardo observa como se aleja el veterano guerrero y se queda solo en el bosque. El bosque de los dioses del norte, sus dioses.

Su mente bulle de recuerdos, recuerdos que lleva tiempo intentando olvidar.

De repente caé de rodillas con lagrimas en los ojos. Y grita.

¿Donde estabais entonces? ¿donde estabais cuando de verdad os necesitabamos? ¿Cuando mataban a vuestra gente y las convertían en esclavos?

En un susurro.

¿Donde estabais entonces? ¿Y donde estais ahora?

Limpiandose las lagrimas con la manga se levanta y se marcha, en el bosque sólo está el silencio roto por el viento al mover los arboles.

¿Y donde estabas tú, Ricardo, cuando los Dioses querían que ayudases a tu pueblo? la voz parecía infantil, sin provenir de ninguna parte. Ricardo no podía distinguir su procedencia.

Ricardo se para de inmediato en cuanto escucha esa voz. Se gira al momento intentando ver quien se ha atrevido a increparle, la furia se refleja perfectamente en su cara.

Si ha sido uno de esos elfos oscuros juro que lo mato

¿Quién eres? Da la cara. Muestrate y atrevete a preguntarmelo a la cara

Ira. ¿Es lo único que queda del hombre, entonces? La voz infantil torturaba a Ricardo. Sea pues. Antes de que acabe la semana, tendrás la sangre de tu gente en tus manos, y sabrás que tú, y no tus enemigos, la ha causado. Entonces, decidirás si quieres ser un asesino o un héroe. La voz parecía desvanecerse, mientras terminaba la frase. Y entonces, Ricardo se quedó solo. Solo como hacía tiempo que no se sentía.

VUELVE, MUESTRATE COBARDE

Pero era inutil allí no había nadie. Excepto un hombre solo, y por primera vez en mucho tiempo, asustado.

Ricardo aparece por el bosque. Camino lentamente, mirando a cada arbol, buscando.
Se dice a sí mismo que está aquí buscando a Adrian, pero sabe que no es del todo honesto.
La última vez oyo voces. Voces que le recriminaban su actitud, voces que le cambiaron.
El bravo guerrero que no retrocede ante nadie ni nada en la arena, tiene miedo al adentrarse al profundo bosque.

Adrian, ¿estas por aquí?. Tenemos que hablar

Adrian hace lo que tiene que hacer, Rodrigo. Todos tenemos un papel que cumplir en esto. La niña mira un charco, embelesada, no parece tener más de 6 años.

Pero reconoces la voz. Es la voz que te habló aquel día. La voz que lleva acosándo tus sueños durante días.

Ricardo se sobresalta al oir la voz, realmente no esperaba, no queria una respuesta.
Con cautela se acerca a la niña.

¿Quién eres niña? ¿Qué haces aquí sola?... ¿Qué sabes de lo que ocurre?

Aunque intenta que no se note, hay un ligero temor en la voz del norteño.

Ver. La respuesta de la niña es casi ausente, como si no prestase apenas atención a Ricardo. Mañana serás otro hombre, Ricardo. Espero que para mejor.