Partida Rol por web

Tape el micrófono del teléfono.

-Zack tu madre no sabe nada de ella. Estoy hablando con mi padre. Ahora os cuento algo.escuche el comentario de Kitty.espero que este bien y que no haga ninguna tontería.la verdad es que ahora me sentía tremendamente culpable por haber discutido con ella.

Habia terminado de hablar con mi padre.

-Ya he hablado con mi padre. La estas buscando. Dice que nos vayamos a casa que ya es de noche. Va ir al centro comercial a mirar. Aunque he pensado que igual a ido a la estacion. Lo mismo quiere ir a algun sitio no se. La verdad es que estaba bastante nerviosa y preocupada. No podia quitarme de la cabeza el hecho de haber discutido con ella y haberla dicho algunas cosas que no debia de haberla dicho.

- No vamos a casa aún, pensemos en los lugares donde concurre habitualmente. - le digo a Robin en respuesta de su comentario.

Me quité las zapatillas y los calcetines y los metí en la mochila, antes de adentrarme en la playa a dar un paseo. Miré el móvil y vi que Jayden me había respondido, así que le escribí y continué con mi paseo.

Me acerqué a la orilla, aunque sin mojarme los pies, ya que la visita había sido completamente inesperada y después tenía que ir a clase. Me quedé mirando el mar unos momentos, su color, su inmensidad, mientras casi sin darme cuenta comencé a pensar en mi padre.

Aparco el coche en el parking junto a la playa, saliendo del mismo con las gafas de sol puestas. Llevo la chupa oscura, pero me la quito y la dejo en el asiento antes de cerrar. Me asomo a las dunas y busco a Diana en la distancia.

No había un sólo día que no me acordara de él, de mi padre, ni un solo día que no dedicara tiempo a echarle de menos, aunque la verdad es que el día anterior había sido muy movido, y aquello había provocado que el dolor en mi pecho no fuera tanto. ¿Estaba eso bien?

Mis ojos se aguaron y enrojecieron levemente, pero evité llorar. Me froté los ojos y miré el teléfono, leyendo que Jayden vendría hacia aquí. Al mirar el móvil reparé en la conversación con Morgan, pensando en si el chico estaría bien. Lo de ayer había sido incómodo para mí, pero seguramente mucho más para él. Tan solo éramos conocidos, pero parecía buen chico.

Escribí un mensaje a Morgan y comencé a dar un paseo por la arena, a la espera de que Jayden llegara. En una de las veces que miré hacia el aparcamiento le vi, tenía que ser él, con sus gafas de sol y su pelo perfecto.

Me acerqué algo hacia la zona y levanté mi brazo, agitándolo para que me viera.

-¡Jaaaaay-deeeeen! – grité para llamar su atención.

Asomado a las dunas, veo a lo lejos a Diana pasear descalza por la arena. Me grita, agitando su brazo, y aunque a esta distancia ella no logre verlo se me ilumina el rostro al verla. Levanto también mi brazo, llamando su atención para que vea que la he visto. Me giro y regreso al coche, descalzándome y metiendo el calzado en el maletero. Entonces regreso a las dunas, tras remangarme un poco los vaqueros por encima de los tobillos.

Camino por la arena con calma, descendiendo la duna principal mientras mis pies se hunden con fuerza en la arena, dirigiéndome directamente hacia donde se encuentra Diana.

Buenos días... -Digo fijándome en su original camiseta. Miro alrededor, comprobando que, a estas horas, la playa es un lugar bastante solitario. Siempre se corre el riesgo de que aparezca alguien, o que cualquiera pueda vernos desde más allá de las dunas. Estoy deseando abrazarla y besarla, pero debo respetar lo que me pidió- Es complicado ocultar lo nuestro en un lugar tan publico, ¿eh? -Le comento con complicidad, quitándome las gafas con una sonrisa y colgándolas del cuello de mi camiseta- Tengo tu chaqueta en el coche, muchas gracias por eso... ¿Qué hacías aquí tan sola?

Mi sonrisa se amplió al ver que Jayden reparaba en mi presencia y me respondía con el mismo gesto. Bajé mi mano al ver que se daba la vuelta hacia el coche, y agarrándome a las asas de la mochila empecé a caminar hacia él, mientras él lo hacía en mi dirección, encontrándonos finalmente.

-Buenos días. – le respondía ante su saludo y asentí ante el comentario de ocultar lo nuestro. – Ya, lo siento… - dije algo avergonzada, mientras veía como se quitaba las gafas, y me miraba con sus azules ojos. – P-podemos ir a otro sitio si quieres.

Volví a sonreír cuando me dio la gracias por la chaqueta.

-Gracias, ya me la darás después. ¿Aquí? Nada, dar un paseo, iba caminando a clase y me apeteció. Pensarás que estoy loca. – le saqué la lengua, comenzando a caminar. – Entonces, ¿No tienes nada hasta mates? No te imaginaba tan madrugador, jeje. 

Veo su gesto avergonzado y con él me inspira toda la ternura del mundo. Llevo una mano a su rostro, apartando un fino mechón de pelo de su mejilla.

Eh, no te preocupes... -Le digo con gesto amable- Un poquito de ti es mejor que nada. Algún día te sonsacaré tus motivos... -Río tras decirlo, y me sitúo a su lado para pasear- Aquí se está bien, podemos pasear como dos amigos, es agradable. Así que, si tú estás loca, será que yo también lo estoy. -Ne echó a reír de nuevo, pero esta vez dejo de hacerlo rápidamente para mirarla de reojo con una sonrisa picante- Loco por ti.

Antes de que le de tiempo a decir nada, cambio de tema, como quien no quiere la cosa.

Sí, soy muy madrugador, me gusta levantarme temprano y hacer cosas, ya sabes. Montones de ellas. Hoy llevo levantado desde... que oí el móvil. -Le saco la lengua, guiñándole un ojo. Es ella quien me ha despertado al whatsappearme, pero no me importa en absoluto. Prefiero estar aquí con ella que sólo en la cama- No me has dicho si tu madre dijo algo de lo de anoche...

Trató de hacerme sentir mejor, pero en cuanto escuché lo de descubrir mis motivos me dio un escalofrío. Quizás si supiera los motivos no estaría tan contento, quizás ni siquiera lo entendiera, o puede que incluso no quisiera estar aquí ahora conmigo, enfadado.

Pensar en ello me inquietó, pero oírle decir que estaba loco por mí me sumergió de nuevo en este momento, agachando mi mirada un momento, avergonzada, pero sonriéndole después. Ni me dejó responder, cuando mencionó lo referido a que era madrugador, comenzando con que le gustaba aprovechar el día y…

¿Qué? ¡Mierda!

-¡Perdona! – dije parándome en seco y mirándole. – No quería despertarte.  Joe, no doy una… - le agarré suavemente del brazo un momento, volviendo a soltarle para retomar el paseo. - ¿Mi madre? Uff, no lo sé. A mi no por lo menos. – reí nerviosa. – La verdad es que cuando te fuiste metí la pizza en casa, le di un beso y me fui a dormir sin hablar con ella. Y hoy no estaba… Me da mucha pereza esa conversación. – volví a reír. – Por cierto, ¿No me habías dicho de desayunar juntos? ¿Te ha dado tiempo antes de venir?

Diana evita decir nada sobre sus motivos y el hecho de que yo quiera sonsacárselos, aunque detecto cierta incomodidad con el tema. Supongo que es algo serio para ella, no se, es que no lo comprendo. Yo tengo tantas ganas de gritar a los cuatro vientos lo feliz que estoy a su lado... Pero si para ella es importante estar así, así sea. No digo nada al respecto.

Hey, tranquila, boba... -La agarro por el hombro contrario, mi brazo a través de su espalda, y tiro de ella hacia mí, riendo. Me ha gustado ese gesto impulsivo suyo de agarrarme el brazo, es algo a lo que podría acostumbrarme- Si hubiera querido dormir habría dejado el móvil en silencio. ¿Crees que prefiero estar en la cama que aquí contigo? En todo caso... -Cierro los ojos con gesto juguetón, levantando el rostro ligeramente como si imaginara algo- ...contigo en la cama. Hmmm... Jajaja.

La suelto tras gastar la broma, que no es tal en realidad, y me centro en el otro tema.

¿Desayunar? ¿Con lo que he tardado en venir crees que me ha dado tiempo? Si me he saltado dos semáforos en rojo y todo... Jaja. Nos da tiempo a tomar algo antes de tu primera clase, ¿no?

Me gustó su forma de reconfortarme, agarrándome por el hombro, y llevándome contra él. No hacía nada de frío, al contrario, pero aun así me hubiera quedado de ese modo toda la mañana. Continuó explicándose, terminando con una de sus bromas, para no variar.

Reí al ver el gesto que hacía con los ojos cerrados, plantándole mi mano abierta en toda la cara y empujándole ligeramente hacia atrás, en un impulso fruto de su atrevimiento y mi vergüenza.

Tal como sospechaba no había desayunado, así que sí, sería mejor ir a tomar algo.

-Espero que lo de los semáforos también sea broma…- dije mirándole de reojo, fingiendo enfado, aunque realmente no me hacía gracia. – Podemos ir a tomar algo, sí... ¡El último en llegar al coche elige sitio! – dije repentinamente, antes de echar a correr rumbo al aparcamiento.

Aún estoy con los ojos cerrados cuando siento la mano de Diana empujándome de la cara hacia atrás. Ambos reímos, jugando, y seguidamente me mira con fingida cara de enfado mientras me recuerda eso de los semáforos.

Sí, es broma, sólo ha sido uno y me lo he pasado en ambar, jeje. -Le digo mirándola también de reojo, antes de verla echar a correr por sorpresa- ¡¡Eh, tramposa!! ¡¡Jajaja!! -Corro tras ella hacia el aparcamiento, pero sin esforzarme, quedándome siempre justo por detrás de ella para ponerla nerviosa. Cuando llegamos junto al coche, me detengo suspirando- Ufff... Pues parece que me ha tocado elegir, qué lata... -Sonrío, con una idea ya en mente, y abro el coche sacando una toalla del maletero, junto con mi calzado- Toma, para que te quites la arena de los pies.

No podía parar de reír mientras echábamos aquella improvisada carrera, con Jayden también riendo y estando a punto de darme alcance más de una vez. Tenía más que claro que podría haberme ganado de haber querido, y es que su condición física era muchísimo mejor que la mía.

Su forma de sonreír al decir que elegir era un fastidio me dio a entender que algo tramaba.

Mientras no quiera ir al Sandy, la verdad es que me da igual.

Cogí la toalla que me ofreció tras sonreírle, y me senté en un bordillo a limpiarme los pies. Tras ello saqué mis cosas de la mochila y me calcé, devolviéndole la toalla tras sacudirla.

-Gracias. Y… ¿Dónde quieres desayunar? ¿Te apetece algo en especial? – le pregunté, esperando a que él también estuviera listo y poder entrar en el coche.

Cuando Diana termina de limpiarse los pies, me devuelve la toalla y la uso para quitarme yo mismo la arena, sentado en el borde del maletero del coche. Acto seguido, me pongo las deportivas y respondo a la pregunta de Diana, aunque sólo a medias.

Te voy a llevar a desayunar a un lugar que seguro que no conoces. -Le digo de forma enigmática, abriendo la puerta del copiloto e invitándola a entrar- Un lugar que, para mí, es muy especial. -Una vez entra y se sienta, me agacho y le doy un beso en la mejilla, y cierro la puerta. Pero antes, le susurro algo- Como tú.

Doy la vuelta y entro por la otra puerta, arrancando el coche mientras me pongo las gafas de sol. Salimos del aparcamiento de la plata, pero en vez de coger la carretera que se dirige hacia el centro, tomamos una más estrecha que desemboca en un camino que atraviesa las arboledas colindantes a la playa. El camino se bifurca varias veces, pero lo conozco bien, y es lo bastante ancho y plano para que venir en coche no suponga un problema. Finalmente alcanzamos un pequeño claro desde el que se ve el mar de fondo, y aparco junto al inicio de un puente de madera que libra una hondonada destinada a conducir el exceso de agua en tiempo de lluvia torrencial. Al otro extremo del puente puede verse la cabaña, una edificación de madera muy bien conservada y bastante amplia.

Espero no haberte decepcionado, hoy prefiero ofrecerte un desayuno casero. -Le digo a Diana quitándome las gafas y dejándolas en la guantera. Señalo la cabaña- ¿Qué te parece? Es la "vieja" cabaña familiar. Bueno, el emplazamiento más bien. Hace ya años que derribaron la antigua cabaña de mi abuelo materno, y mi madre se empeñó en construir esta en su lugar. Fue antes del divorcio... -No me gusta recordar eso, pero lo hago con una media sonrisa forzada. Hace mucho que decidí que los problemas entre mis padres no me robarían la alegría- Mi padre se dejó un dineral que no quería gastarse y aún hoy se mosquea cada vez que nombro la cabaña, jeje. -Cosa que no me molesto en hacer, para las escasas veces que hablamos...- Venga, vamos dentro y tomemos algo, ¿vale?

Me alegro de haber tenido esta idea. Este lugar no es ningún secreto, mis amigos han venido varias veces, porque organizo reuniones y fiestecillas un poco privadas algunas veces sólo para allegados aquí. Pero es especial para mí, y quiero compartirlo con ella. Además, es un lugar lo bastante íntimo y discreto para poder ser nosotros mismos sin necesidad de fingir ni ocultarnos.

Cuando Jayden estuvo listo me respondió, aunque sólo a medias.

¿Un sitio que no conozco? Eso tampoco es tan difícil…

Sonreí ante la idea, y más aún cuando añadió que era un sitio especial para él. Al entrar en el coche y acercarse me hizo estremecer con tan solo un beso en la mejilla, pero ya su susurro me dejó rendida a sus pies.

Sin mediar más palabras montó en el coche, se puso las gafas y me llevó por caminos secundarios, a través de una arboleda cerca de la playa, hasta una preciosa cabaña.

Antes de bajar me explicó qué lugar era aquel. No me extrañaba que fuera un sitio especial, era realmente precioso, aunque supuse que el que fuera una propiedad familiar incluiría buenos recuerdos en ella. Una cosa estaba clara, y es que a la familia de Jayden eso de reconstruir edificios le gustaba.

Bajamos del coche y me quedé observando la fachada de la cabaña mientras nos acercábamos. Aquel lugar era como de ensueño, y la casa de cuento. Todo era precioso.

La cabaña-picadero de Ken.

Se me vino de pronto a la mente y me reí por lo bajo, aunque pronto se me quitaron las ganas de reír al reparar en lo de “picadero”.

Igual por eso es tan especial este sitio...

Suspiré y seguimos hasta el interior.

-No te molestes mucho por mi, yo ya he desayunado, no tengo mucha hambre. – le dije, sonriendo.

Diana dice que ya ha desayunado. Una lástima, porque las tortitas me salen bastante bien. Pero bueno, si no tiene hambre no merece la pena, lo reservaré para otro día. Aún así, ya que estamos aquí, al menos le enseñaré el interior.

Aunque no tengas hambre te tomarás algo conmigo, ¿no? La mañana es muy larga y tienes que coger energía. -Le digo guiñándole un ojo mientras cruzamos el puente.

El interior de la cabaña es muy acogedor. Totalmente elegido, diseñado y decorado por mi madre, que otra cosa no tendrá, pero gusto sí. Es un espacio diáfano enorme, de techos altos, ideal para reuniones y celebraciones. Hay bancos, sofás, butacas y hasta cojines en el suelo, todo alrededor de dos grandes chimeneas que ahora están apagadas, pero que en invierno son un gustazo. Más allá hay una cocina, y luego están las habitaciones y el baño, a los que se accede por un corredor auxiliar.

Bueno, pues esto es. -Digo nada más entrar, abriendo los brazos tras encender las luces- Luce más con las chimeneas encendidas, pero bueno... ¿Qué quieres tomar? ¿Zumo, refresco, algo para picar? Tienen que quedar bastantes cosas de la ultima vez que vine con los chicos... -Me adelanto en dirección a la cocina, que está al fondo- A veces hago fiestas aquí, pero son más como reuniones privadas, ¿sabes? Aquí sólo vienen los colegas, paso de invitar a todo el instituto...

La cabaña no era solo espectacular por fuera, el interior era incluso muchísimo más impresionante, y es que más que una cabaña, aquello parecía una mansión de madera. Le seguí a la cocina, mientras me preguntaba qué quería tomar.

-Un zumo está bien. – le dije mientras continuaba admirando la cabaña, y el continuó hablándome del lugar.

Reuniones privadas… Esto va mejorando.

-Sí, parece ideal para eso. – comenté caminando hacia la zona de los sofás. – Tampoco vas a meter a cualquiera aquí… - Aunque yo tampoco metería en mi casa a cierta gente con la que se relaciona, pero bueno. – Es un sitio espectacular. – dije girándome para mirarle, dedicándole una sonrisa.