Partida Rol por web

Veis un hombre copulento con ropas de trabajador de los muelles que se dirige a la puerta del bar para salir. Más allá de la puerta se ectiende una densa capa de niebla, csí como si estuviera formando una barrera sólida. El hombre musita un breve adios al camarero y se sumerge en la brumosa noche. Su forma es visible tenuemente sólo durante unos pocos segundos, justo al cruzar la puerta, mientras se encuentra iluminando por la luz de la taberna. De repente, parece recibir un tirón desde fuera por una fuerza invisible y desaparece instantáneamente de vuestra vista. Lo que sólo puede ser su voz, grita:

¡Que demon...por los Dioses de la Luz! ¡No, alejaos de mí! No, no, nooooooooooo.....

Su último grito desgarrador parece cortar como un cuchillo, y deja a la taberna sumida en un profundo silencio.

Tras un buen tiempo viajando, por azares del destino acabó uniendose a aquel variopinto grupo. Cada uno era de un padre y una medre, pocos parecidos habían, religiones diferentes... y pero eran buenos compañeros. Estaban relajándose durante un tiempo desde la última aventurilla que habían tenido, conversando (ella comunicándose con papel y tinta, debido a su lengua cortada), comiendo y riendo de los recuerdos de fallos y aciertos.

En la cena, ella comió mucho menos que los demás, por lo que empezó a tocar un poco con las cuerdas de su Ethawl, para dar algo de ambiente al lugar. tocar junto al fuego era estupendo.

Pero en un momento oyó un grito, tan fuerte que se oyó sobre el sonido de sus cuerdas. Miró sorprendida hacia allí, he hizo una señal hacia la puerta. Metió el Ethawl en la bolsa, dónde guardaba sus cosas, y empezó a  andar hacia la puerta.

el enano compartía unos agradables momentos de juerga con sus compañeros. No hacía mucho que compartían el mismo camino, y nadie le hubiera dicho al tosco enano que se encontraría tan bien entre aquel grupo tan dispar.

Había comenzado a darle un gran sorbo a su enorme jarra de cerveza cuando un desgarrador grito hendió la noche. 

¡¡¡Por las barbas de mi madre!!! ¿¿¿Que ha sido eso??? dijo mientras dejaba su jarra en la mesa.

La chica de la música se levantó y ya se dirigía a la puerta. 

Espera chica, no vayas sola. Te acompaño.

Se puso en pie y agarró un gran hacha que había dejado apoyada en la pared con la misma facilidad con la que un niño sujeta un palito de madera

Aunque Carl no acostumbraba a comer ni beber desde hacia ya tiempo, no por ello dejaba de celebrar las cosas con sus compañeros y se tomaba alguna que otra jarra de cerveza. No muchas, para que el aliento no distrajera su buen juicio a la hora de encontrar compañia femenina agradable.

En eso estaban en ese momento cuando un terrible grito hizo que la atestada taberna se quedara en silencio. Como aventurero experimentado que era, al igual que el resto del grupo, se levantó rápidamente para ver qué había sucedido. Keri ya casi estaba llegando a la puerta, e Himor le iba a la zaga. Carl no pensaba ser el último.

Hay que ser precavidos, ese grito no augura nada bueno.

 A Irmon nunca le habían agradado las tabernas, todas ellas juntaban todos los rasgos que repudiaba de las ciudades, en especial por las noches, momento en el que parecía que toda la población había decidido ir a estos lugares a emborracharse y dejarse llevar por los deseos corporales y las pasiones mundanas. El monje no había tenido aún la oportunidad de rechazar la invitación de Hîrmôr, el cual prácticamente le había empujado dentro de la taberna al darle un fuerte manotazo en la espalda mientras que le ofrecía pasar la noche con un variopinto grupo. 

 Al entrar Irmon se había quedado sorprendido y a la vez halagado por estar entre ellos, sentimiento que rápidamente rechazó. Había escuchado grandes hazañas de todos ellos y conocía en persona a unos pocos de anteriores aventuras, pero ninguno muy a fondo. Podía sin embargo saber que se encontraba entre personas si no iguales, mucho más poderosas que él, pero no perdió la calma, de hecho ya no recordaba la última vez que la había perdido.

 Tras saludar al grupo e intercambiar algunas palabras que el consideró insustanciales y vacías de contenido se dirigió a la barra a por un vaso de agua ante la incrédula mirada de todos los que le escucharon el pedido, los cuales a penas contuvieron las risas y fueron, sin embargo, ignorados por el monje. Nada más se sentó con el grupo escuchó aquel helador grito. Ya preparado y desconocedor del miedo reacciona rápidamente saltando con una acrobacia la mesa que le separaba de la puerta y saliendo a la densa niebla, preparado para cualquier cosa.

Turno 1

El grupo se encontraba reunido en Kalstrand y el Rincón de Khale había sido su punto de encuentro. Guthlan todavía no tenía del todo claro qué era lo que estaba haciendo allí pues los últimos días todavía resultaban confusos para su memoria, y si bien había tenido el día entero para recordar, no estaba muy seguro de haber hallado todavía el hilo sobre el que volver a tejer sus últimos recuerdos. 

El día había amanecido sombrío, y arrastrado por la pesadumbre de las brumas matinales, había permanecido todo la jornada en la posada en la que se alojaban. La densa niebla apenas si permitía que la claridad del día penetrara en el amplio salón y la humedad del ambiente invitaba a la charla y al calor de la hoguera.

Las agujas del reloj recorrieron una a una las horas que separaban la mañana de la noche y aún así, siguió sin conseguir sacar en claro la razón de su presencia en aquél lugar. 

El ambiente de la posada se fue cargando poco a poco a golpe de minutero, y para la hora de la cena casi se veía tan poco como en el exterior. 

Apenas si se percató del hombre cuando se acercó a la puerta para salir de la posada, y no había reparado más que unos segundos en él cuando se encontraba en la barra, sin embargo cuando abrió la puerta de la taberna para salir, un escalofrío recorrió su espina dorsal, lo que le hizo girarse para ver cómo se despedía de uno de los camareros y se adentraba en la fosca calígine.

El movimiento armónico de la despedida fue brúscamente roto por un súbito y violento zarandeo, absorviendo al corpulento estibador. Solo la angustiosa voz del necesitado se adentró en el salón de la taberna en busca de una ayuda que seguramente llegaría tarde. 

Como animales espoleados por un látigo, sus compañeros reaccionaron al escalofriante grito de terror Keri, Hîrmôr, Carl, Irmon, en primera instancia se abalanzaron hacia el exterior, sin embargo, seguro que no serían los únicos.

Su mente trabajó deprisa en busca de dar con una solución al difícil problema que se les planteaba en forma de hombre en apuros a manos de un hostil agresor. Y no era una cuestión baladí, pues últimamente esta tan acostumbrado a tratar con amenazas tan terribles que no acertó a vislumbrar una solución inocua para librar un ciudadano normal agredido, máxime cuando no era capaz de localizar la fuente de la amenaza. 

No obstante tampoco deseaba quedarse de brazos cruzados, por lo que llevándose una mano al cinturón, y desenvainando una varita, desapareció de la vista de todos.

Turno 1

Guthlan se movió rápido buscando el exterior de la posada al igual que el resto de sus compañeros, sin embargo, a diferencia de estos y para no interrumpirles en su salida, él lo hizo volando por encima de sus cabezas.

Las tabernas  no son precisamente  mi lugar preferido  , ya no lo eran ni cuando todavía sentía apetito  por la comida y la bebida  y mucho menos ahora  que solo las frecuento  por obligación. El resto del grupo gusta de reunirse en torno a una mesa , con comida y bebida  ,donde  mi vaso de leche  desentona como un elfo en una  reunión de  matadores enanos pero las cosas estan así.

En la enesima  vuelta de la cucharilla en el vaso de leche un grito lastimero llama mi atención y me distrae de las espirales  hipnoticas de mi bebida. La mayoria de mis acompañantes reacciona con celeridad y profesionalidad , desenvainan armas y se dirigen hacia la niebla y lo que quiera que ha atrapado al pobre  desgraciado. Desenvaino mi espada  y me dirijo hacia la puerta mientras un halo luminoso que emana de mi persona  me rodea.Rao  guia mi mano y destruye al malvado

-Como al final sea una broma pesada.-Pienso echando mano a mi bastón.

-Si, si, aquí todos somos muy serios y muy duros.-Digo al ver las reacciones de los demás ante el grito procedente del exterior en un intento de quitarle hierro a la situación.-En fin, vamos a ver de que se trata.

Me pongo en pié, termino mi vaso de zumo de limón de un trago y me acerco a la puerta con mi bastón en la mano.

Una ciudad nueva.

Un mundo nuevo.

Una nueva aventura...

Whalen abrió los ojos y descubrió que se encontraba en un mundo diferente pero similar. Antes de avandonar Toril, una epifanía había llegado a su alma. Unos nombres rebotaban en su cabeza; nombres de aliados en forma de acertijo. Crípticos, susurraba la divina voz en su mente. "Los ojos que hablan" y "el caminante"; "el espíritu favorito" y "la hoja del sol poniente"; "la sangre del Wyrm"; y también "el dragón de dos almas en conflicto" y "el acero y la magia". Nombres de campeones del bien y que ocultaban toda un historia detrás, como la suya propia. Algo estaban predestinados a hacer en este nuevo lugar, pero Whalen aun no sabía exactamente qué. En todo caso, Ilmáter había guiado su sendero y tras un estudio somero del nuevo mundo a visitar en la sagrada biblioteca de Lana, la magia de su divino padre le transportó hasta aquí.

Sus pies tocaros la nueva tierra y enseguida extrañó el olor del mar en el aíre. Quizás estaba cerca y el viento soplaba desde el interior, pero no parecía probable. Cerca, a cierta distancia, una población se alzaba y supo que era allí donde debía ir. Sabiendo que Ilmáter guiaba sus pasos, decidió que nada debía ocultar para entrar en este lugar. No cubrió su aspecto con disfraz alguno ni redujo su tamaño a uno más normal. Si su destino estaba en aquel lugar, guiaría sus pasos por el sendero y este saltaría a su encuentro.

Su figura musculosa e imponente, de más de 3 metros de altura, le llevó a través de la avenida principal de la población. Aun no era tarde y la luz del sol resplandecía en su despedida, lo que hizo que la gente contemplara atónita su aspecto. Grande y poderoso, pero con una actitud amable y una sonrisa en el rostro, Whalen avanzó sin temor hasta dar con una posada. Al parecer era el lugar donde se congregaría la gente tras la jornada de trabajo para departir y tomar algún descanso y solaz antes de abordar la cama en pos del descanso que precede a un nuevo día de trabajo. Si su destino estaba allí, aquel lugar concurrido le ayudaría a encontrarle. Entró y no pasó inadvertido, pero su educación fue su tarjeta de visita. No portaba armas a la vista, por lo que a pesar de su aspecto no parecía una amenaza mayor que el borracho herrero que a veces montaba peleas cuando alguien mencionaba a su mujer y a ciertas libertades que se tomaba con los vecinos cuando él estaba en la fragua. Tomó asiento en una esquina de la sala, consciente de que muchas miradas estarían posadas en él, y tras pedir a una camarera una ración de pescado frito casero y un vaso de vino blanco, sacó un libro y se puso a leer.

Al principio se enfrascó en su lectura, pero su aspecto generaba demasiadas miradas curiosas. Finalmente, según se llenaba la posada, algunos parroquianos se acercaron a preguntarle qué era. Whalen les atendió con cortesía, pero no dio demasiadas explicaciones. Era una larga historia y no era su intención contarla recién llegado a la ciudad. Un grupo de personajes llamó entonces su atención. Eran poderosos, de eso no cabía duda. Y tampoco parecían cuadrar con el grupo habitual de trabajadores que acuden a las tabernas tras horas de duro trabajo. Eran aventureros. Llamó su atención una mujer, que parecía no decir nada, pero cuyo hermoso rostro parecía expresar con una mirada cualquier deseo y pensamiento. ¿Sería ella uno de los nombres que zumbaban en su mente? ¿Podía ser ella "Los ojos que hablan"? Whalen se planteaba levantarse para acudir a su encuentro, cuando un grito desgarrador, de un hombre que acababa de salir del local, atronó en sus finos oídos. Sin perder un momento, fiel a sus dictados, Whalen miró por la ventana para ver que ocurría y qué podía hacer él.

Al otro lado del vidrio, una densa niebla había caído con el paso de las horas, y ahora apenas se veía unos paso más allá. Lo que fuera que atacaba al parroquiano lo hacía confiando en el amparo del velo que sin duda ocultaría su crímen de ojos curiosos. Pero había formas de penetrar la densidad de la niebla y ver a través de ella...

Viendo que no era el único que se había levantado para actuar, y que varios de los aventureros habían desenvainado armas con la clara intención de ayudar al desdichado, comprendió que si trataba de salir por la puerta como todos, se crearía un embotellamiento por exceso de entusiasmo y nada podrían hacer para evitar molestars unos a otros. Así pues, decidió tomar un atajo.

Como las ventanas de vidrio suelen ser caras y la madera barata, pero complicada para reparar, Whalen se sumergió un instante en una paz interna. Adoptó una pose encogida y desapareció del interior de la posada, para aparecer de golpe en el exterior, donde había oído que pedían auxilio. La niebla era espesa como puré, pero Whalen no necesitaba sus ojos para traspasarla. Tenía un finísimo oído que para estas situaciones venía de maravilla. Escudriñó su alrededores y también por encima de su cabeza. La niebla lo cubría todo, pero no podía descartarse que algo volando hubiera atacado al pobre hombre. Para asegurarse, y ayudar a que todos los bienintencionados pudieran ver mejor, comenzó a brillar, alejando la bruma de sus cercanías. Así al menos aumentaba las posibilidades del resto de ver al atacante y a la víctima y poder así actuar.

Sea como fuere, Whalen ahora tenía la certeza de que este era el lugar adecuado. Ilmáter había guiado bien sus pasos...

Cuando salis/volais/apareceis en la niebla sólo`podeís ver unos pocos pies a vuestro alrededor, tu, Guthlan aún estando en altura te pasa lo mismo, la niebla cubre toda la ciudad, la única fuente de luz son las antorchas que extrañamente no se apagan a pesar de que la niebla es MUY MUY FRIA, dandoos una desagradable sensación.

En cuanto os centrais , veís el cuerpo decapitado del trabajador, del cual mana sangre, donde la pierna ha sido arrancada y parece seer que su cabeza ha sido arrancada a mordiscos.

En cuanto levantais la vista, como surgidos de la niebla, aun a pesar de todos vuestros sentidos ciegos y visión en la oscuridad, veís esto

Estan a unos 30 pies

Iniciativa

Aquellos bichos daban escalofríos, ¿Eran... los habitantes del lugar? Algo les había pasado, eran.. muertos vivientes, eso era seguro. Con rapidez, descolgó su arco, que llevaba en la espalda, y disparó una flecha al monstruo más cercano, ya que no parecía que tuviesen buenas intenciones.

Aquello la verdad es que ya era algo dentro de la práctica, aunque hacía mucho que no veía tantos juntos.

La situación da un poco de miedo. Está más frío que la guarida de mi señor y la niebla es casi igual de densa. La humedad me transporta por un instante a recuerdos pasados, pero entonces veo as antorchas y los no muertos. Algo falla.

-En fin...-Digo aferrándome a mi bastón.-¿Alguien habla no-muerto? ¿No? Ya me parecía. A palos con ellos pues. 

No muertos.Digo casi escupiendo la palabra como si el mero hecho de pronunciarla manchara mis labios.El halo de luz que me rodea se intensifica como si se alimentar de la justan ira  que   que me invade al ver a esas abominaciones  caminar por las calles de una ciudad .Os destruire porque sois una afrenta para todo lo que es  bueno y puro .Acierto a decir mientras cargo contra el primer enemigo con  usando la espada  bastarda  a modo de  lanza 

No se, la idea que tirarias todos iniciativa y luego os hago una lista de quien va antes y después. Pero bueno, los tres que habeis declarado, hareis esas acciones tal como lo habeis hecho, puede que alguna se pierda o no...El resto solo iniciativas y despues de la lista y del orden de acciones declarais y tirais dados xD.

 Había pocas cosas que pudiesen alterar la paz mental de Irmon y estas criaturas eran una de ellas. Realzados de entre los muertos, estas aberraciones iban contra todo principio y ley de la naturaleza, tan venerada por el monje. Tras tomarse un pequeño instante para retomar la calma analiza fríamente la situación y al ver, que sus acompañantes inician el combate sale a por su enemigo más cercano.

Arghhh, muertos andantes.

Pocas cosas le daban más asco al enano. Pero pocas cosas le daban más placer que destruir, bueno quizás después de los orcos, de los trasgos, de los gigantes, de los trols, de los osgos, de los drows, de algunos elfos, de los magos y de los hechiceros. Quizás falte alguno pero las ansias de combate eran mayores.

Sus compañeros habían atacado abalanzándose contra el enemigo sin atender a ninguna estrategia, propio de ellos.

Habrían tenido que esperarles, formando una línea defensiva y los demás hacer ataques de distancia. Si alguno hubiera sobrevivido acabar con ellos cuerpo a cuerpo.

Pero las ansias por destruir eran mayor en algunos de los compañeros incluso que las de él mismo.

Frunciendo el entrecejo esperó al enemigo, sabía que con sus piernas cortas no llegaría tan lejos como los demás. Dio un paso adelante para interceptar a cualquier monstruo muerto que se les acercara, y así proteger a la chica del arco.

Al aparecer en medio de la niebla y centrar sus sentidos, Whalen en seguida detectó la posición a su alrededor. Y no le gustaba lo que veía.

Por un lado había cerca de él varios de los héroes que estaban en la posada. Habían acudido en auxilio del pobre desdichado haciendo honor a su reputación de protectores. Aquella reacción satisfizo a Whalen, pues vio que en ellos había tanto valor como piedad, al acudir en auxiñio de un desconocido en mitad de la noche. Sin duda Ilmáter había guiado sus pasos a gentes valiosas.

Pero lo que había por otra parte ya no le gustó tanto.

El cuerpo caído del parroquiano yacía en el suelo, desmembrado y sangrante. Un rápido vistazo al rostro decía que nada se podía hacer ya por él. Si los terribles ataques que le habían causado aquellas heridas no lo habían matado, sin duda la pérdida de sangre lo había hecho. Eso le llevó a los posibles causantes de dicha brutalidad. Unas diez figuras avanzaban en la niebla. Su aspecto era en de hombres normales, pero tenían un aspecto poco habitual entre los humanos normales. Centrandose en los detalles de aquellos seres, rebuscó en su memoria por si podía dar con alguna respuesta al enigma. En ellos había algo que exudaba maldad y agresividad, y junto a la niebla de aquella noche, una nuebla sobrenatural, ponían a prueba los nervios de cualquiera.

Pero claro, Whalen no era un cualquiera...

Viendo el despliegue que se disponían a hacer sus compañeros, Whalen decidió también actuar, pero no tan alocadamente. A fin de cuentas no tenían la certeza de qué eran aquellos seres ni el peligro que representaban. Vió como el enano se quedaba a cubrir a la hermosa joven, que había sacado un arco y se disponía a dar covertura al resto de luchadores, lo que la dejaría indefensa si estos resistían y superaban la carga inicial. Aplaudió mentalmente la actitud táctica y protectora del enano y lo imitó quédandose en su lugar para no apiñar posibles enemigos, pero no se limitó a quedarse sujetando arma alguna, pues ninguna blandía en sus manos. Whalen no las necesitaba...

Con un gesto rápido, adoptó una postura marcial con las piernas separadas y los brazos en posición de guardia. Entonces comenzó a lanzar golpes hacia los enemigos, tres puñetazos, una patada y un barrido de cola, como si estubieran justo a su lado en vez de a 30'. Aquellos golpes al vacío parecían una chaladura, pero para asombro de los presentes, una onda de poder salió disparada después de cada golpe lanzado, dirigiéndose a cada uno de los enemigos, alcanzándoles y dañándolse como si el golpe físico se hubiera efectuado.

Whalen esperó que aquello fuera suficiente para menguar las fuerzas enemigas y así aquellos que cargaban tuvieran más facilidades para enfrentarlos.