Partida Rol por web

MOMENTO: DESCONOCIDO.

LUGAR: ÁREA DE RECUPERACIÓN.

Mientras cubrió sus partes menores con ropa interior miró absorto a los dos objetos y supo que le eran familiares. El medallón con el extraño símbolo, sin duda. El libro... también pero no de esa manera. Lo conocía pero no de esa forma.

Escuchó a sus espaldas la exigencia de la mujer cuyo nombre no recordaba para que no la miraran cuando se vestía.

Me es conocida, sin duda. Su nombre... su nombre... empezaba por... M. Sí... errr... humm... M.

Daeron, principalmente absorto en los objetos asintió con la cabeza a M. sin necesidad de mirarla y sin buscarle lógica a su petición. Podía hacerlo, no le costaba y ella estaría feliz. Finalmente decidió terminar de vestirse él también, cosa que hizo.

Escuchó la voz de uno de los tipos, el que no tenía la piel rosa fucsia ni tenía una armadura pesada puesta. Se dedicaba a emitir plañidos a partir de los quejidos del resto uniéndose al coro pero sin darse cuenta de ello. Asintió con la cabeza, pensando que ya iba ganando las fuerzas suficientes como para cometer suicidio por sí mismo, dando la razón al individuo que pretendía hacerse el borde. O rincón. O esquina. Lo que fuera. No lo tenía claro ni recordaba con claridad actos del pasado ni expresiones.

- Si después de tanto tiempo durmiendo aun no has recuperado las fuerzas, vuelve al tanque a seguir descansando. No vaya ser que te hernies. Aunque quizás todas las fuerzas se te han ido a la lengua. Esa no para - le admitió, descubriendo que el tipo parecía llamarse Callahan, según aseguraba M. No le sonaba de nada. O quizás sí, pero como su mente, su memoria, sus recuerdos los sentía desordenados, mutilados y borrados, como si fuera una cinta de película a la cual le han dado tijeretazos, eliminando porciones de la misma y luego pegándolos para hacer de su pasado algo ilógico e insustancial, no tenía claro si había conocido alguna vez a aquellas personas o pertenecían a las partes eliminadas.

Se sentó y cogiendo el libro sintió, percibió, intuyó, supo que aquel grimorio no tenía relación alguna con su pasado. Con su vida anterior. Con su planeta de origen. Aquel manuscrito era de otro mundo, no de la Tierra. Lo abrió y frunció el ceño, poniendo una cara de circunstancias e incomprensión ante lo que veía.

- Es un libro de formulaciones...- murmuró para sí, no comprendiendo qué hacía un libro de aritmética allá -... que combina con extrañas palabras ¿arcanas? - percibió y creyó entender. No comprendía por qué se le hizo por un momento familiar. Nunca había poseído un libro semejante y no entendía lo que decía ni para qué servía. O tal vez sí y como otras muchas cosas había perdido el recuerdo de ello.

Un gruñido y toses le llamó la atención y vio cómo era liberado de la cápsula un tipo bajito y barbudo. Muy bajo, aunque enormemente robusto.

Eso es un... ¿enano?, se preguntó recordando sobre la existencia de aquella raza.

MOMENTO: DESCONOCIDO.

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Comprobar que su armadura no era tal como la recordaba fue altamente decepcionante, se sentía como el que va a uno de esos tugurios donde venden mercancía de contrabando y termina siendo estafado de alguna manera. Pero era lo que había, mejor que nada, debería medir las situaciones de combate donde poder sacar el mayor provecho. Estuvo un rato entretenido mientras se la equipaba, coincidiendo con la reanimación de la antigua alcaldesa de Santa Fe y sus primeros minutos de consciencia.

El pudor y el decoro servía de poco en aquellos momentos, pero el veterano combatiente concedió a la histérica y desorientada mujer aquello que pedía, tampoco es que le costara demasiado concedérselo. Además, su atención se centraba más en conocer quienes quedaban vivos en aquellas cápsulas, conocer sus identidades y lo que podrían aportarles, que observar sus encantos femeninos por admirables que fueran. Comenzó a dar una serie de consejos a varios de los presentes para que los fueran considerando, así como alguna que otra respuesta por alusión.

— Deberías calmarte, tómate tu tiempo, pero no necesitamos llamar la atención sobre nosotros hasta que logremos sacar al resto y aclaremos nuestros recuerdos. — Aquello iba dirigida a Muxu, que acababa de llamar cerdo a Xavier.

— Por muchas ganas de morir que tengas, busca dentro de ti, seguro que te queda algo por lo que vivir otro día, ¿No te queda nada por lo que luchar? ¿Nada o nadie de quien vengarte? Aférrate a eso, de momento. — Dijo a Daeron, tratando de ayudarle a encontrar una razón de existir en aquel momento, por pequeña que fuese.

— En cuanto a ti, no puedo estar más de acuerdo con Daeron, sigue su consejo y ponte a dormir otro rato. Lo hagas o no, por favor, métete la lengua por el culo y piensa que será lo próximo de utilidad que vas a pronunciar con ella. Si no se te ocurriese nada, mejor cállate. —

Para entonces, Shidi había tenido tiempo suficiente para ver en el interior de aquellas cápsulas que mostraban botones de encendido en verde. Sus recuerdos se activaron de inmediato al detectar a varios no-humanos, esbozando una mueca de disgusto. Eso es lo primero que Halberd Hammertaff vería en su cara. Desistió en su idea de abrir otra, ya le había quedado claro que cada cual solo podía activar una sola. Entonces, puestos a tener que aguantar subrazas, se dirigió a donde estaba encerrado Thomas Covenant.

— Este podría ser de ayuda, también es mago según mis recuerdos, aunque está algo sonado. — Señaló. 

MOMENTO: DESCONOCIDO.

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Halberd se incorporó con el suelo aún moviéndose bajo sus pies y retrocedió hasta apoyarse en el lateral de la cápsula de la que acababa de salir. Su mente estaba funcionando a todo lo que daba, tratando de buscar una explicación y encajar todo lo que veía.

Los desconocidos debían de haberlo sacado de una de las cápsulas, y a juzgar por su número, ellos debían de haber hecho lo mismo. Y detalle importante, si esos tipos de aspecto peligroso hubieran querido matarle ya estaría más que muerto. ¿Tal vez los conocía? No lo sabía. En cambio, sí se acordaba de Muxu. Era su amiga... ¿No...? La volvió a mirar y de repente ya no estuvo tan seguro.

Los sistemas de ventilación hacían recircular un aire fresco con un deje a rancio que hacía temblar de frío a Halberd. Examinó la sala y cómo uno de los tipos altos sacó algo de una de las alacenas que habían tras la mesita. Habían varias abiertas, así que comprendió que cada uno parecía tener la suya. La suya estaba delante. Una vez superada la ola de terror inicial, el enano sintió una punzada de curiosidad por conocer los mecanismos y sistemas de la tecnología que daba vida a ese sitio y particularmente las cápsulas de reanimación.

Impulsado por esa curiosidad, el enano se recompuso algo más. Seguía observando a los otros con cierta desconfianza, especialmente al tipo de los reflejos rosas que lo había mirado con disgusto. El individuo en cuestión señaló a una de las demás cápsulas, y entonces Halberd se giró para mirarlas con atención. En tres de ellas, flotando inertes e intubados, creyó ver tres conocidos. ¿Lo eran? Era posible. Al menos conocía sus nombres.

Tiritando de frío y consciente de que estaba desnudo, volvió a centrar su atención a la mesita y la alacena que tenía enfrente y que sabía que le estaba asignada. Ordenó a sus cortas y recias piernas que lo llevaran hasta la ropa interior, que aún temblorosas le respondieron. El suelo de metal granulado cada vez era más firme y consiguió llegar hasta su mesa sin caerse.

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El tipo de la piel fucsia le habló con palabras amables y de ánimo. Se le hacía familiar, sí. Pero no recordaba conocer a nadie con ese tono de piel tan... llamativo.

Maldita sea, rezongó llevándose los dedos a las sienes, tratando de buscar en sus recuerdos algo positivo por lo que no buscar un descanso definitivo. Pero en su mente, principalmente, solo tenía los recuerdos de gente pasada que murió trágicamente, entre ellos su amada Indira. No recordaba que hubiera supervivientes de aquella catástrofe. Todos sus amigos y su esposa perecieron en la desastrosa incursión a aquella población. Posteriormente a eso todo era confuso, caótico y desordenado. No, no tenía nada positivo a lo que aferrarse.

En esa anarquía mental sí que intuía la presencia de M. y quizás el tipo de color rosa. Había también algo llamativo en el tipo de la armadura ultrapesada que también se le hacía familiar. Del resto de seis personas... pues no se acordaba por el momento.

Entonces Piel Rosa dijo algo que le sorprendió mientras señalaba a una cápsula con un individuo que no era capaz de verlo con claridad bajo ese baño de líquido turquesa. 

- ¿Cómo que también es mago? ¿Mago de hacer magia? - preguntó incrédulo haciendo recuerdos. Sí que recordó entonces que en su pasado acontecían hechos sobrenaturales. Efectos y sucesos mágicos. Sí, la magia existía y por alguna razón se le hacía muy familiar -. Si dices también... es que hay otro ¿Y quien es ese otro? - preguntó mirando a los presentes. El tipo de la armadura le pareció que no, como tampoco Piel Rosa o el "locuaz" Callahan, con aspectos de tipos duros y curtidos en combate. Guerreros. Quizás lo fuera M. o el enano recién liberado.

MOMENTO: DESCONOCIDO.

LUGAR: ÁREA DE RECUPERACIÓN.

Halberd se puso la ropa interior que había en la mesita de metal inmaculado, sin perder mucho de vista a los tipos altos. Sencillamente no eran de fiar. Eso lo sabía... ¿pero por qué? El suave sonido de la alacena al abrirse le hizo girarse, y sus ojillos de enano brillaron cuando vieron el maletín de herramientas. Fue a recogerlo de la repisa con ambas manos, pero se detuvo a un centímetro, como si fuera una ilusión que fuera a desaparecer al contacto.

Miró hacia atrás a los demás. Parecían todos igual de desubicados. Cogió aire y agarró con las manos el maletín con mucho cuidado, sintiendo el reconfortante peso de las herramientas. Mucho mejor. Estar mínimamente vestido también le ayudaba.

Se giró hacia el resto y las cápsulas. ¿Hablaban de magos? Halberd miró al mago zumbado al que se referían, pero no lo conocía de nada. Y lo que era más, la magia no le gustaba absolutamente nada. Era peligrosa y no traía más que desgracias... Aunque no sabía bien por qué. Como fuera, no sería él quien lo sacara de ahí...

— Quizás... — dijo con voz gangosa por la mucosidad. Carraspeó y volvió a intentarlo — Quizás el otro mago sea ese de ahí. — dijo señalando la cápsula donde se encontraba un elfo con pelo blanco. No sabía por qué, pero conocía su nombre, y creía recordar algo raro de él, que podía ser perfectamente magia...  Y además esas orejas... hizo una mueca llegando a la conclusión de que tampoco le gustaban los elfos.

Con el maletín entre sus brazos, se acercó a observar las cápsulas y los cuerpos en letargo de los que creía conocer. Los examinaba ceñudo tratando de recordar, y luego miraba el enorme botón verde que había en cada uno de ellos.

MOMENTO: DESCONOCIDO.

LUGAR: ÁREA DE RECUPERACIÓN.

La cabeza del ciborg se giró para ver qué había sacado el enano del armario, alacena o lo que fuera eso, y no pudo evitar sonreír al ver que se trataba de herramientas... Aunque, naturalmente, era complicado ver nada bajo su blindaje. Pero seguramente más pronto que tarde necesitaría de sus servicios, así que que estuviera equipado para lo que iba a necesitar le venía como anillo al dedo. 

-Los recuerdos van y vienen. Os conozco y a la vez no, así que no lo sé. Al menos podéis dar gracias, vuestro despertar ha sido mejor que el mío-replicó con tranquilidad. 

MOMENTO: DESCONOCIDO.

LUGAR: ÁREA DE RECUPERACIÓN.

Halberd estaba frente a las cápsulas y se giró cuando escuchó la extraña voz que salía de debajo de la armadura extrapesada de combate. Desorientado al salir de la cápsula no había reparado en esa maravilla hecha de piezas móviles, servomotores y tornillos. Volvió a echar un vistazo a las herramientas. Eran tan brillantes... Sería una gozada desmontar esa armadura con unas herramientas tan fantásticas. Imágenes fugaces de un taller abarrotado de aparatejos llegaron a su mente. El tenía un taller igual, ordenado en su desorden...

Se acercó un poco al cyborg casi inconscientemente, atraído por la fascinante tecnología que lo recubría. Le doblaba la altura.

— Hum... Gracias. — era evidente que con esos cierres no era una armadura de quita y pon, pero le parecía que dentro había algo humano. Algo en su interior le dijo que le convenía permanecer cerca de esa mole blindada. Parecía mucho más amistoso que el tipo ese de los reflejos. Tenía pintas de asesino, como esos de la Coalición.

¿Quiénes?

Sacudiendo la cabeza volvió a centrar su atención en los tanques que albergaban los cuerpos en letargo.  No los conocía, pero sabía cosas de ellos... Miró los botones verdes. Había que sacarlos de ahí, suponía, aunque uno de ellos directamente no le gustaba y otra la recordaba desagradable de algún modo, pero el por qué no lo sabía. Miró a Muxu. Muxu era su amiga, ¿no? Entonces lo haría por ella. Eso hacían los amigos, pensó pulsando el botón de Alexa.

MOMENTO: DESCONOCIDO.

LUGAR: ÁREA DE RECUPERACIÓN.

Bostezó aburrido.

-¡Cuánta hostilidad! -dijo sin dirigirse a nadie en particular. 

Lo cierto era que no le interesaban demasiado. No de momento. Y tampoco le daba demasiadas vueltas a las sensaciones de desconcierto, potenciales lagunas y ecos de recuerdos que parecían implantados. Ni siquiera miraba sus brazos de carne y hueso en vez de los que le hubieran correspondido. Para él, aquel mero hecho ya lo había despertado a una realidad que había asumido desde un primer momento. Era consciente de sí mismo, sabía que no era el Xavier Callahan que se había mirado al espejo por última vez y sabía que tenían el tiempo contado allí dentro. Porque aquello no era un sueño. Un sueño pecaba de caótico e irracional y aunque allí hubiera elementos que no se correspondieran con sus recuerdos, todo era muy real. No necesitaba un pellizco ni que nadie le pegara un puñetazo para saberlo. 

Ya les había advertido del aire viciado y potencialmente tóxico, de las dos puertas de salida y de que la energía estaba a punto de agotarse lo cual implicaría ausencia de luz, que el sistema de aire no recirculara y, quizás incluso, que no pudieran abrir las puertas llegado el caso salvo que estas fueran unas puertas manuales normalitas y corrientes. La única respuesta recibida había sido que se metiera la lengua en el culo si no tenía nada de utilidad que decir. ¡En fin! La estupidez era una constante en la humanidad y estaba claro que allí también estaba presente. 

Si quería salir de allí, estaba claro que iba a tener que confiar en sus propios medios. En su inteligencia y en sus habilidades, fueran estas pocas o muchas. La ayuda de otros sería bienvenida, pero visto lo visto, dudaba de que si no cambiaban de perspectiva y dejaban de mirarse al puto ombligo, fueran a servir de algo. Y es que siempre habría algunos que merecían la extinción.

Así que deambuló de una puerta a otra, observándolas, registrando con la mirada todo el espacio y cualquier hueco que se le hubiera podido escapar en el breve vistazo anterior. 

MOMENTO: DESCONOCIDO.

LUGAR: ÁREA DE RECUPERACIÓN.

Halberd pulsa el botón verde ante la cápsula de la Mística Alexa, iniciando así el proceso automatizado de su reanimación.

Xavier examina las dos puertas de salida de la sala de los tanques de clonación, en lo que él considera que deben ser el Este y el Oeste. Llega a la conclusión de que, si llegara a fallar del todo la energía, haría falta aplicar mucha fuerza, esfuerzo y tiempo para conseguir abrirlas.

MOMENTO: DESCONOCIDO.

LUGAR: ÁREA DE RECUPERACIÓN.

ALEXA:

Abres los ojos. Vives y percibes.

Parpadeas, burbujeas en el líquido en el que estás sumergida al tratar inconscientemente de gritar.

Las máquinas se están desacoplando de ti, liberándote, soltándote.

Te asfixias, las máquinas te desintuban, es desagradable.

El nivel del líquido que llena el tanque comienza a bajar rápidamente conforme se vacía por el fondo.

Vislumbras unas figuras al otro lado, crees que son seis individuos vivientes. Al menos no son fantasmas, pues lo notarías. Algo es algo.

El tanque se abre. El aire frío corta tu piel.

Sales tambaleándote de la cápsula, sin fuerzas. Unas manos te sostienen para que no caigas y te golpees contra el suelo metálico.

Vomitas, liberando tus vías respiratorias de mucosidad.

Parpadeas. Respiras. El aire es rancio, tocado por los malévolos espíritus de la radiación.

MOMENTO: DESCONOCIDO.

LUGAR: ÁREA DE RECUPERACIÓN.

Halberd contempló con asombro todos los automatismos que se activaron al pulsar el botón verde. El funcionamiento era fascinante, pero terrorífico al mismo tiempo. La biotecnología era un campo extraño para él, más dado a artilugios meramente mecánicos y electrónicos.

¿Ah, sí? ¿Sin nada más, Halberd?

El pensamiento se vio interrumpido al sujetar como pudo a la mujer que se precipitaba al suelo de metal. Esos humanos desgraciados no habían movido un dedo cuando él salió y cayó de rodillas, echando la papilla.

Halberd se apartó un poco, dejando espacio para que la mujer que creía reconocer como Alexa pudiera largar de sus pulmones todo lo que tuviera que largar.

MOMENTO: DESCONOCIDO.

LUGAR: ÁREA DE RECUPERACIÓN.

Su sueño acabó de golpe, con espasmos, vómitos y ahogo. Algo, una especie de tentáculo metálico, estaba extrayéndole el intestino por la boca, entre la agonía de morir y la de vivir. No, no era su intestino, era... ¿el propio tentáculo metálico? ¡Almas incontables!, ¿qué estaba sucediendo? 

Cuando el líquido se vació, y ella con él, su cuerpo rodó por el suelo, o casi, porque alguien la sostuvo en el último momento. No podía ver nada, sólo el velo acuoso que aún persistía sobre sus córneas, evitando la ceguera en su letargo. Tosió, tosió hasta esputar cada una de las flemas de aquella mucosidad asfixiante. Que, sin embargo, había evitado precisamente que se asfixiara, solo que ahora...

Ahora...

¿Dónde estaba? No, aún había otra pregunta que contestar, antes. ¿Quién era ella? Porque ella, Alexa, no debería estar allí, ni en ninguna parte. ¿O no era Alexa...?

La visión regresaba, poco a poco. La consciencia. Pero no la memoria. Ante sus ojos sus brazos se elevaron, sus manos. Sus tatuajes. Reconoció sus tatuajes. 

-Sí... soy Alexa.

Y entonces, tras sus manos, les vio. Otros más, y las cápsulas. Otros que no conocía, o quizá sí, la miraban como ella a ellos. Entrecerró los ojos, desconfiando.

MOMENTO: DESCONOCIDO.

LUGAR: ÁREA DE RECUPERACIÓN.

Daeron le interrogaba, algo no cuadraba en su memoria si éste supuesto aliado le hacía esa pregunta... ¿Le estaban acaso manipulando mentalmente? ¿Cómo había llegado ahí esos falsos recuerdos que no lograba del todo distinguir? Echó un vistazo alrededor de la sala, se había puesto de pronto en tensión. Recordó como mientras se estuvo colocando la armadura, fue capaz de darse cuenta de que algo no era como antes, algo en el claro, aunque no estaba del todo seguro, anomalías que empezaba a detectar. Por ejemplo, tuvo la sensación de sentirse extraño dentro de sí mismo, como cuando te mueves por el mismo tipo de habitación sin ser la misma que la anterior, una vez y otra.

"Joder, parece como si no fuera yo mismo."

Otra pregunta, más clara esta vez, Shidi parpadeo por fin tras no haberlo hecho más tiempo del que pudiera ser normal, se había ausentado de la sala por momentos, pero su cuerpo había quedado allí, inmóvil.

— ¿Qué? Sí, eso creo recordar... Pero dímelo tú, mis recuerdos me dicen que hablo con uno. — Dijo, respondiendo a las dos cuestiones en una sola frase. — Hasta que averigüemos más sobre nosotros mismos, lo mejor será ayudar a los próximos en salir de sus cápsulas. — Añadió; Cuanto más multitud, más cobertura, pensó.

Calaham no lo comprendía. Pese a la información útil que hubiera podido proporcionar momentos atrás, todos salvo el cyborg necesitan que nadie les diera por culo con tanto texto, necesitaban recuperarse. El silencio era una medicina estupenda que ayudaba a aclarar las ideas si te dejaban ordenarlas, claro. Además, el proceso de despertar a todos y cada uno de los aún con vida, les llevaría algo de tiempo. Por apetecible y sensata que fuera la idea de evadirse por propios medios, se le había pasado por la cabeza claro está, tal vez precisara la colaboración esencial de alguien.

MOMENTO: DESCONOCIDO.

LUGAR: ÁREA DE RECUPERACIÓN.

Lo primero que escuchó fueron unas frases sin sentido para ella que decían algo acerca de recuerdos, y ayudar a salir de las cápsulas. Miró al tipo, un hombretón de piel... ¿color rosa chicle? Luego miró a quien la había sujetado para que no cayera, un enano de rostro amable. Y luego, al resto, de nuevo. El caso es que sin reconocer a ninguno, tampoco podía estar segura de que no les conocía... hasta que vio a Muxu. El nombre se le apareció en la mente con luces de neón incorporadas, ¡Sí! Muxu, su amiga. O algo parecido. La miró, interrogativa.

-¡Ey! ¿Qué... está pasando aquí...? ¿Eres tú, cierto? ¿Cómo hemos llegado...? No, ¿dónde estamos? Te recuerdo... ¿y a ellos?

A medias. Así que... bueno, como gotas de rocío depositándose poco a poco sobre su memoria, algunos recuerdos aparecían, confusos, pero reales. Y si lo de los recuerdos era a lo que se refería Rosa Chicle, quizá lo de ayudar en lo del resto de las cápsulas era necesario... vio los botones verdes. Y los que aún estaban allí confinados, intubados como ella, aún le ardían las entrañas.

Había que elegir uno, pensó. Un pobre diablo, el elfo... ¿porqué tenía la sensación de que también les conocía...? La chica. El enano, ¿también...?

Se decidió por pulsar el botón del que le pareció más vulnerable, más endeble. El pobre hombre seguramente debía ser un débil ente de gran fragilidad... podía ayudarle ella, o quizá no lo hiciera nadie. Apretó el botón de la cápsula de Thomas.

Y justo al hacerlo se dio cuenta de que andaba en cueros. No le importó demasiado, parecía que todos ellos acababan de colocarse una muda sobre sus pieles desnudas, y buscó la suya. Allí estaba, la tomó y se la puso. Como un guante. Luego vio abrirse la alacena que había justo frente a la mesilla, frente a su cápsula. Se acercó, con curiosidad. 

MOMENTO: DESCONOCIDO.

LUGAR: ÁREA DE RECUPERACIÓN.

El predicador no perdió el tiempo. Había quien había asumido el papel de niñera asistiendo a los neonatos. Estaban los que simplemente miraban, los que se recuperaban, los que se quejaban o los que no tenían claro qué hacer. Nada reprochable y todo entendible, pero para Xavier, el tiempo corría en su contra. No solo en su propia contra sino en la de todos. 

Las puertas eran hidráulicas, metálicas, pesadas y automatizadas. Algo que no les convenía si la energía fallaba porque abrir aquellas puertas posiblemente escapara a sus capacidades o costaría más de la cuenta. Miró la pared que correspondía a cada una de ellas, donde como una flor en un prado, destacaba un panel, un panel iluminado por una luz verde idéntica a la de los tanques y que le llevó a pensar que ambas puertas estaban desbloqueadas. Mientras se mantuvieran así no tendrían problemas pero, ¿cuánto duraría aquel prometedor verde?

-Mejor asegurarse -musitó por lo bajo. Su diestra se alzó y se posó sobre el panel de la puerta del este. 

MOMENTO: DESCONOCIDO.

LUGAR: ÁREA DE RECUPERACIÓN.

Alexa pulsó el botón verde del tanque que contenía el cuerpo inerte del mago Thomas Covenant, iniciando así los protocolos automáticos para su reanimación.

Después se acercó a su mesita para ponerse su ropa interior e investigar el contenido de su alacena.

Entretanto, Xavier abría la puerta a una cámara lateral sumida en sombras, inspeccionándola desde la cámara de los tanques.

Shidi, sabedor de lo traumático del despertar, acudió junto al tanque de Thomas para ayudarle en lo que pudiera.

MOMENTO: DESCONOCIDO.

LUGAR: ÁREA DE RECUPERACIÓN.

La puerta se abrió silenciosa, sin emitir ni un solo ruido. Más allá se abría una cámara, en penumbra, en la que apenas podía atisbarse nada. Y entonces lo vio. 

-¡Joder! -exclamó dando un par de pasos atrás y llevándose la mano al pecho que latía desbocado. Se tomó unos segundos para tranquilizarse y respirar con normalidad al tiempo que le hacía un gesto a Briaeros para que se acercara, algo que reafirmó llamándole a un tiempo por su nombre-. Briaeros, ven aquí. Rápido. 

En ningún momento apartó la mirada de su objetivo. ¿Qué cojones es eso?, pensó. 

-Fíjate -dijo cuando sintió al hombre de hojalata a su lado-. ¿Qué crees que puede ser? -con un dedo señaló al horror tecnológico con forma de robot y aparentemente desconectado que se hallaba apoyado contra la pared de lo que parecía un quirófano, una sala que a diferencia de la suya no tenía energía en aquel momento. 

MOMENTO: DESCONOCIDO.

LUGAR: ÁREA DE RECUPERACIÓN.

Briaeros había optado por mantenerse al margen, pues seguramente una figura como la suya encima no era lo más relajante para despertar, menos aún para buscar aire en los pulmones. Por eso, cuando escuchó la exclamación de Callahan y su llamada, no dudó en acercarse a ver de qué podía tratarse. 

MOMENTO: DESCONOCIDO.

LUGAR: ÁREA DE RECUPERACIÓN.

THOMAS COVENANT:

Has sido abducido. Estás en su platillo.

Las máquinas trabajan sobre ti, las agujas se desconectan y se retiran.

Te están torturando, te están viviseccionando. Han paralizado tu cuerpo, pero no te han anestesidado.

Esos horribles seres, Ellos...

Eres desintubado, la máscara repiratoria es retirada, el tanque se vacía.

Ellos ya han ganado, Ellos están en todas partes... Pueden hacer contigo lo que quieran.

El tanque se abre, das un paso al frente, pero las fuerzas te fallan, tus piernas no te sostienen.

Un brazo fuerte enfundado en acero te sostiene. ¿Es esa la armadura de Shidi?

No puedes respirar, te sientes terriblemente agobiado, mientras el hombre de la piel fucsia fosforito te intenta tranquilizar con palabras amables y te indica que debes inclinarte y vomitar todos los mocos que bloquean tus pulmones.

Así lo haces, es una experiencia desagradable, pero no tanto como la de ser viviseccionado por Ellos... ¡¿Dónde están ellos?!

Tu mirada se cruza con la de un grupo de personas. Todos parecen Rifts Warriors... aunque te extrañaría que uno de Ellos no se hubiera infiltrado en este grupo.

Parece que algunos llevan armadura, otros sólo ropa interior. Tú estás completamente desnudo y empapado. Notas el aire frío y un tanto rancio. Es un aire que quema muy ligeramente, de un modo extraño, como el interior del OVNI...

MOMENTO: DESCONOCIDO.

LUGAR: ÁREA DE RECUPERACIÓN.

Halberd escuchó la exclamación del tipo vestido con el traje de camuflaje, y se giró para ver al cyborg dirigirse hacia una de las puertas.

Se aseguró de que Alexa se sostenía por su propio pie e incluso caminaba hacia su mesita asignada y liberaba a otro de los durmientes. Esa mujer le resultaba desagradable, sí, pero también era amiga de su amiga, y no quería que se cayese. ¿No se supone que los amigos de tus amigos son amigos?

Entonces, aferrado a su maletín, siguió a Briaeros con paso rápido. Al llegar al umbral se asomó con curiosidad desde detrás de la enorme silueta del cyborg, a ver de qué se trataba.