Partida Rol por web

Contaba mentalmente el tiempo que calculaba tardarían los rusos en darles por el saco otra vez con la artillería. Ziska tenía razón, no podían aventurarse con tan poco margen. Debían esperar. Sólo un poco más. Gritó las órdenes como pudo.

—¡Rademacher, proteja ese flanco! Fuego a discreción. Ziska y el nuevo, vigilen al frente y denles duro a los que se acerquen. Hans, ayúdeme a conseguir esos uniformes. Prepárense después para cubrirse bajo la roca. ¡Tomen cobertura!

Señor, los rusos se nos echan encima, no dará tiempo a conseguir uniformes*. Descarga!!!!! y sin mas aprieto el gatillo descargando una ola de muerte entre los rusos que avanzaban con expresiones desde el odio hasta el miedo extremo.

Yo no entendía nada. Apareció un que cayó en la trinchera y John acabó, al parecer con alguno más. Por lo visto en la primera oleada habían conseguido llegar a nuestras posiciones defensivas.

En el leve lapso de tiempo entre la anterior oleada y esta que comenzaban a hacer los malditos rusos, se les ocurrió coger uniformes rusos. - ¿Qué más dará morir con un uniforme u otro?

Por fin Iván decidió dejar de matarse entre ellos y venir a matarnos a nosotros. Así pues, volví a disparar a aquellos infelices que corrían como locos por el lecho helado del Don.

Vamos! disparar Joder! que se nos echan encima!

Hans tuvo que hacer caso omiso a las ordenes de Phillip, era una locura ponerse a hacer el tonto con los uniformes rusos mientras aun les atacaban. 

Cambio el cargador, se apoyo en la trinchera, y volvió a descargar las balas de su MP40 contra los rusos que se acercaban.

Con el tiempo justo, obedezco las órdenes de Luidl y me dedico a proteger el flanco donde estoy. En cuanto se acercan lo suficiente, comiendo a disparar una ráfaga tras otra, sin apenas mirar a cuantos acierto.

Aunque solo sea por el número de locos rusos, cada vez se acercan más. No sé si esta vez podremos contenerlos. 

Ziska dispara algo mejor esta vez...

Oís los gritos de Hurra vociferantes de una nueva oleada de infantería soviética. La defensa alemana abre fuego con todo lo que tiene mientras vosotros vaciáis cargador tras cargador. Resulta espeluznante ver como los hombres que tenéis en frente caen uno tras otro. Una carnicería como no habíais visto jamás. En el desierto era otra cosa, había cierta caballerosidad y un hombre era un hombre. En el frio invierno, la santa madre Rusia manda a sus hijos a morir a pecho descubierto y vosotros matáis y matáis de una manera maquinal. Jamás en vuestra infancia podríais haber imaginado que segaríais tantas vidas en una lucha a vida o muerte; ellos o vosotros.  Una sección proveniente de retaguardia ocupa vuestro flanco derecho reforzándolo, pero echar la vista atrás no es muy alentador. Solo unos pocos hombres y equipo se dirigen apresuradamente al frente para reforzar la línea, mientras hordas y hordas de hombres y equipo os envisten de frente.

Como una gigantesca guadaña invisible, los primeros disparos barren la primera oleada de la carga soviética, derribándolos sobre el hielo. La segunda oleada es segada de manera similar. Para hacerse una idea de cómo puede atacar y morir la infantería soviética, uno ha tenido que estar sobre la orilla del Don en Rostov.
Sobre sus muertos y heridos las siguientes oleadas se lanzan al asalto. Y cada una se acerca un poco más que la última antes de ser abatida.
 

Finalmente y cuando ya dabais la situación por perdida el enemigo se da la vuelta y huye hacia sus comisarios que brutalmente los repelen para que vuelvan al ataque. La tercera oleada se prepara y avanza trepando sobre montañas de sus propios muertos.

Esto no va a parar jamás, ¡hay que hacer algo ya! – pienso intentando adivinar el futuro inmediato al ver la nueva ola humana de color caqui avanzar hacia nosotros. – Stabsgefreiter quedarnos es cometer suicidio. Podríamos refugiarnos debajo de aquella piedra – señalando el pedrusco del promontorio sobre la trinchera – y luego que Ivan avance y quede a nuestras espaldas podremos tomar los uniformes que necesitemos e ir por el bastardo de Hettich. – hago una pausa mientras succiono de mi pipa congelada – Pero tan solo es una humilde sugerencia. Usted manda. – y termino saludando a mi superior tras chocar mis botas.

Entretanto junto mis cosas y miro a Ziska. – Si fuera tú aconsejaría desarmar la ametralladora. No creo que detengas otra oleada de Rojos. Para hacerlo necesitamos todo el jodido ejército alemán. – le hablo en susurros mientras aguardo por la respuesta del jefe de la unidad.

Aprovecho el breve receso para empezar a recoger el uniforme del soldado ruso más cercano que ha caído en la trinchera.

-Señor si me ayuda alguien más aquí, podemos recoger los uniformes, armas y documentación rusa de estos dos- le digo a Luidl. -Si luego nos ocultamos en la piedra caída, podremos infiltrarnos cuando los rusos se retiren definitivamente.

- De acuerdo, Falkenhagen.- Ziska recoge la ametralladora y se la carga al hombro.- Vamos para allá. Échame una mano con la cinta.

Philipp echó una mirada de rechazo al recien llegado. Esas palabras le han costado el cuello a mas de uno por derrotista. No quiero que nadie de mi unidad pierda la vida, pero mucho menos que nos meta en un problema con ese tipo de comentarios. Que no se vuelva a repetir. Arrojó su subfusil al suelo de la trinchera. Von Bray, encarguesé de coordinar la defensa mientras Hans y yo desnudamos a estos y nos ponemos sus uniformes. Cuando vea que ha llegado el momento abandonen las armas y nos meteremos bajo la roca. Hans y yo entraremos los ultimos por si algún ivan asoma las narices e intentaremos hacernos pasar por buenos ruskis que os hemos hecho prisioneros y os llevamos a que os interroguen. Conserven los puñales pero asegurense de que están muy bien escondidos. Si rechazamos el ataque buscaremos más uniformes. En marcha. Hans uno para usted y otro para mi. Coja el arma del caido y toda su munición y documentación.

-¡Bien gente, ya habéis oído al jefe!- me acerco a donde están mis compañeros y señalo una posición lo más cercana al agujero que ha dejado la piedra pero sin salir de la trinchera.

-Ziska y el nuevo con la ametralladora. Sven y Wolfram fuego a discreción en cuanto estén a tiro. En cuanto la cosa se ponga fea o ya se hayan cambiado el uniforme, entramos en el agujero sin las armas, solo con nuestros cuchillos escondidos.- Entonces les doy un pequeño toque amistoso en el casco de cada uno

-¡Suerte compañeros!

En cuanto la siguiente marea de hombres se acerca lo suficiente, comienzo a disparar ráfaga tras ráfaga de mi subfusil

- ¿Luidl, no has aprendido que cada vez que nos hacemos los héroes pringamos? Nos escapamos del campo de prisioneros, salvamos un cañón, reventamos un tanque y nos condenan a un batallón penal. En Creta tomamos un aeródromo, y acabamos en esta letrina.

- Por amor de Dios, un uniforme ruso ensangrentado no nos sirve de nada. Pero coged armas de los muertos.

- Falkenhagen, a la cinta de los cojones.

Hans termino de llevar el cadáver a la trinchera y se afano en desnudarlo y desnudarse. Conforme comenzó a desabrocharse el uniforme el frio comenzó a helarle el pecho como si los mismos dedos de la muerte le apretaran el corazón.

Se cambió lo más rápido que pudo y tiritando comenzó a rebuscar los documentos de identificación del muerto. Los guardó y se puso a hacer lo mismo con la munición que pudiera llevar.  

Dejo el subfusil ruso a un lado y tomo su MP40 de nuevo, los rusos estaban justo encima cuando comenzó a disparar. Mas valía gastar la poca munición alemana que le quedaba y reservar la rusa para cuando estuvieran en mitad de las líneas enemigas.

Gracias a Dios tuvo contener la tiritera que aún tenía tras su desnudez en mitad de Rusia y descargo las pocas balas que le quedaban en toda la fila de rusos.