Partida Rol por web

El joven hechicero fue alcanzado en medio de la trifulca en el estómago, como había pensado él en un principio. Apenas se mantenía en pie, mientras se agarraba el corte. Myrna le ayudó a acomodarse mejor en las escaleras, y apretó la herida para evitar que la sangre siguiera saliendo. La situación era desagradable del todo.

- Menudo día..., resacas..., destripamientos..., aunque ahora mismo no estoy pensando precisamente en el dolor de cabeza. -bromeaba el hechicero casi susurrando, haciendo la menor fuerza posible para evitar que la sangre siguiera saliendo. Parecía como si la escenita apenas le afectara.

 Miro a el hechicero y la semielfa.

-Mejor que guardes fuerzas, no te conviene hablar, seguramente los guardias  podrán ayudarnos- Les dice al hechicero y la semielfa

Mira con sus ojos ambarinos a la nigromante agradeciéndole sin palabras su gesto. No suele estar acostumbrada a que la ayuden, aunque sabe que no lo ha hecho por ella

- No tiene caso llorar por la leche derramada, diría mi madre. Al menos estamos vivos y los enanos han huido, junto con los otros dos. Con algo de suerte, volveremos a encontrarnos con ellos y la pagaran. Espero que no sean bien recibidos en la ciudad si consiguen regresar de la fortaleza – pienso con resignación recordando mis 50 monedas perdidas, mientras finjo escuchar a los guardias y respondo con evasivas a sus preguntas.

"Uvcmkmonfonfonfeogrrrr joder, eso me deja sólo 75 monedas para comprar la maldita arma de plata!Trabajar para esto!", protesto mentalmente.

Por unos segundos me pasa por la cabeza intentar largarme y dejarle la deuda a la elfa oscura, pero al ver todos aquellos guardias ineptos, incapaces de atrapar a 3 enanos paticortos, esperando en las puertas de la choza de la curandera hacen que me resigne a ser pobre de nuevo. Saco mi bolsa de monedas, hago cuentas mentales y saco 25 piezas de oro, pensando en repartir el gasto a partes iguales entre los 3. Pago a la curandera mi parte, a pesar de que mi herida no los valia, pero era lo mínimo que podía hacer por cagarla de aquel modo y que el mago acabara con el estomago abierto.

-Aqui tiene, no se lo gaste todo de golpe, uuuhhh -bromeo, como si la mujer fuera a hacer vida loca con nuestro dinero y a pegarse la juerga padre.

-Ithi, vamos a tener que buscar una solución para lo del arma de plata, no tenemos suficiente dinero por separado...- digo, fastidiada.

 Saca de su bolsa 25 monedas, y las pone sobre la mesa.

-Ahí las lleváis, aunque todo estaba controlado- Seguidamente sale de la tienda, y se dirige a su próximo destino

"Hay que joderse humano y mestizas, agh"

Sin nada más que decir, la drow y la nigromante se separan y cada una se dirige por su cuenta hacia la puerta que conduce hacia el camino del norte, el cual conduce hacia la fortaleza de Handukar, objetivo común de todos los aventureros que suelen pasar por la ciudad de los desesperados.

Por su parte Ithilon y Myrna deciden probar suerte y para su sorpresa, descubren que dar un baño de plata a sus armas es mucho menos costoso de lo que esperaban. Con unas diez monedas de oro menos en sus bolsillos, pero con la confianza renovada al poseer ahora armas con las cuales enfrentarse a los licántropos, los dos amigos también enfilan de nuevo hacia el norte.

El sendero es único, por lo que el hechicero y la ladrona no tardan en distinguir a la nigromante, caminando unos 200 metros mas adelante, y a la drow, que va a la cabeza a unos 300 metros.

Al igual que antes, los aventureros se encuentran con que a medida que el tiempo pasa y la ruta se aleja de la ciudad, el camino se va haciendo menos practicable al adentrarse en la arboleda que se extiende mas allá del rio que hace de frontera natural para la urbe.

Poco a poco la distancia entre los 4 aventureros se reduce, conforme el cansancio y la dificultad de la marcha aumentan. Ahora solo 30 metros separan a Akordia de Ithilon y Myrna, mientras que Arya esta a la mitad de eso, lo cual no deja de ser una ayuda, cuando de entre los arbustos que medran a los costados del rustico sendero emergen una multitud de bandoleros kobolds, dispuestos a desvalijarlos de sus vidas y sus pertenencias, en ese preciso orden.

Una docena de kobolds atacan con armas de filo y porras claveteadas, mientras que otros 4 se quedan en retaguardia, lanzando flechas y cubriendo a un kobold cubierto con una capa de pieles y plumas, que gesticula y hace ademanes frenéticamente, señalándolos a ustedes y con los ojos completamente blancos.

 Paro en seco a ver a los Kobols -Por favor.....- dijo, conociendo a las pequeñas criaturas que los drows usaban como carne de cañón

Gracias a la niebla que causo la nigromante, veía mucho mejor ya que el sol no daba de lleno.

Sacudió el látigo tratando de derribar a uno y acercarlo a ella.

Los aventureros retomaban de nuevo la aventura, y se dirigían a la fortaleza que habían dejado ya horas atrás. Myrna e Ithilon no tardaron en ver a la elfa oscura y a la nigromante de la taberna, las cuales caminaban delante suya bastante distantes. Tras el incidente de la taberna y el gasto económico que supuso el tratamiento de las heridas provocadas allí, la posibilidad de comprar armamento de plata fue directamente anulada, y eso les dejaba un claro punto débil, del que cualquier grupo de licántropos podrían aprovecharse, por suerte el joven conocía algunos conjuros y había una nigromante cerca con la que intentar hacer frente a ese tipo de adversidad si se diera el caso, además el hechicero se encontraba en plena forma gracias a la curandera, las heridas del estómago habían desaparecido y la resaca también. Pese a la tranquilidad de la situación los problemas no tardaron en aparecer y un grupo de kobolds apareció de entre la maleza sin ninguna intención agradable. El hecho de que se tratasen de varios obligó a usar al joven un conjuro de campo con el que poder abarcar mas espacio. De esta manera, calculó la ubicación de los allí presentes para no golpear a ninguno, extendió las manos al frente y una bocanada de fuego apareció de la nada.

Otra vez el mismo camino boscoso y horrendo y espantoso del día anterior. Camino tediosamente detrás del mago que va siguiendo a la elfa oscura y a la nigromante.

-Que coñ...?!- mascullo al toparme de narices con la espalda de Ithilon que ha frenado de golpe y ha empezado a canturrear cosas de las suyas.

-Oh. Ahora kobolds. Qué bien- digo con nulo entusiasmo. Suspiro resignada.

"En fin, al menos conseguimos pagar un baño de plata para mis cuchillos, ya no estaremos tan indefensos, además se ven realmente preciosos así... jur jur".

 Me doy cuenta de que hay 4 en la retaguardia que no parecen avanzar. "Custodian algo o a alguien, es obvio", así que lanzo hacia uno de los lados del camino para ocultarme entre los arbustos y avanzar sigilosamente en dirección hacia lo-que-sea-que-guarden-esos-kobolds.

La neblina convocada por la nigromante resulto útil, pues los kobolds que se lanzaban al ataque repentinamente frenaron su acometida, entendiendo que tenían que vérselas con artes mágicas y por lo tanto, se movieron con mayor cuidado, dispersándose.

Akordia logro golpear a uno de ellos, aunque no consiguió arrastrarlo hacia ella, mientras que el hechicero creaba una cortina de llamas que se extendían desde sus dedos que sirvió para mantener lejos a las criaturas y Myrna se escabullía entre la maleza próxima en busca de lo que protegían los arqueros.

Como no tardo en descubrir la ladrona, lo que custodiaban los kobolds era a un hechicero, el cual lanzo una esfera flamígera hacia el centro del camino, arrojando a los aventureros a los 4 vientos aunque sin dañarlos demasiado. Habían quedado ligeramente tocados por las llamas, pero ahora estaban separados y los kobolds estaban en ventaja de 3 a 1.

Aprovecho mi capacidad para moverme sigilosamente entre la maleza para acercarme dando un rodeo y situarme a las espaldas del hechicero que están protegiendo para realizar un ataque sorpresa y rebanarle el cuello al mago kobold antes de que nadie se de cuenta...

Un pelin aturdida por los diferentes conjuros, definitivamente, odiaba la magia. Se recupera de su ligero aturdimiento, y reacciona rápidamente, sacando las cimitarras.

Flexiona ligeramente las piernas y las separa, para así tener posición defensiva y poder tener también más posibilidad de movimientos. Se prepara para usar una de sus habilidades especiales, ataque paralizante.