Partida Rol por web

¡Mi Señor , Mi señor! dije como aquel joven entusiasta que se encuentra con alguna sorpresa que no esperaba. Llamando la atención de Don Miguel le hago ver el hallazgo, del cubo del pozo saco una botella opaca tapada con un sólido tapón, se la doy para que haga con ella lo que vea conveniente.

La botella que le entrega Goderico al caballero está bien taponada, y aunque no podéis ver su interior dada la opacidad del cristal, intuís por su peso que debe estar llena. Lo extraño es que al moverla no notáis el vaivén de ningún líquido.

Abro la botella, pero m,e separo del muchacho al hacerlo.

separaos de aqui, yo abrire el frasco.

El tapón estaba fuertemente incrustado, pero con un enérgico tirón don Miguel logró extraerlo. Una nube de vapor verde silbó a través del cuello de la botella nada más abrirla: se trataba de una botella mágica en la que se encerraba un Genio.

El vapor verde se solidificó inmediatamente y apareció el Genio. Ante vosotros se levantó un Djinn de más de cuatro metros de alto, con el cabello recogido en una larga trenza negra.

Cruzó los brazos sobre el pecho y os lanzó una mirada iracunda. - ¿Quienes sois vosotros, extranjeros, para atreveros a despertar a un Djinn que duerme el sueño de los justos? Has de saber que no me gusta que me molesten mientras descanso. ¡Vamos, os escucho!. -

Anonadados ante el tamaño del desabrido Djinn, no sabíais bien que responder...

Parpadeo con fuerza los ojos por si mis sentidos no me engañaban miré a mi señor por si veía lo mismo que yo, y viendo su cara comprendí que así era. No me atreví a hablar a aquel ser de tamaño gigantesco que ahora solía mostrar enfado por haberle despertado, más empecé a recordar aquellas historias venecianas que hablaban de una costumbre local; lanzar una moneda al fondo de todas las fuentes para que se cumpliera un deseo. ¿Quizás este ser sería aquella criatura capaz de hacerlo pero en esta parte del mundo? Así que titubeando y nervioso me atreví a pronunciar un deseo quiero saber si concedes deseos y si es así cuantos.

No semos nos de los que nos plazcan ver cautivos ni Djinn enjaulados en botellas.

Si quereis la libertad tomarla, si podemos ayudaros decidnos cómo, et si tu puedes ayudarnos ayudanos pues.

¡Shangri-La!y  la Fortaleza de Alamüt, ¿conoceislas?

El Genio estalló en risas al escuchar las palabras de Goderico que hablaban sobre deseos... y no sólo uno, sino varios.

El caballero en cambio intentó aclara su situación ante el tenebroso Genio. Pero no había hecho más que empezar a resumir su aventura y las razones que le habían llevado a ella, cuando el Genio le interrumpió. - Nada me importan tus bufonadas caballerescas, extranjero. Pero da gracias a Alá por haberme encontrado en un buen día. Hoy estoy de buen humor y te dejaré ir sano y salvo. ¡Pero no vuelvas a molestarme o te pesará! ¡Buenas noches! - Y aunque era en realidad pleno día, el Genio volvió al interior de la botella para seguir disfrutando de su siesta interrumpida.

Ambos templarios se miraban atónitos. ¿Estarían realmente de suerte por no haber sufrido la ira del Djinn? ¿O quizás aquello era un juego del genio? Realmente no conocían aquellas tierras y las criaturas que la poblaban, y menos sabían que hacer ahora con aquella botella... Quizá delvolverla al pozo sería lo mas sensato...

Le hice un gesto a mi señor para que tapase la botella, ahora que el temible genio se había metido en ella era mejor mantenerlo cerrado antes de que saliera otra vez para utilizar sus terribles poderes, pues suponía que algunos tendría. En cuanto mi señor tapó la botella señor es mejor llevarnos al genio quién sabe si es posible que nos pueda servir de ayuda si alguna vez estamos amenazados por las tribus del desierto, yo me hago responsable de la botella dije ensimismado por esa terrible criatura pero que tampoco quería dejar en ese pozo, ya que era fascinante poseer un genio.

Después de un merecido descanso mientras decidían que hacer con la botella del Djinn, los templarios dejaron el oasis y su pozo a sus espaldas y siguieron cabalgando por el desierto. Afortunadamente, el paisaje desnudo dejó pronto paso a un suelo rocoso, pero cubierto de arbustos. Jergos y otros pequeños habitantes de este árido paisaje correteaban de acá para allá y os observaban con mirada divertida. Al cabo de un rato don Miguel y Goderico llegaron a una zona más accidentada. Rocosas paredes escarpadas enmarcaban ahora el camino que siguen. El sol azotaba cruelmente sus hombros cubiertos con una rica cota de malla.

Llegaron a una especie de garganta o cañón que les pareció difícil de franquear. En el centro se levantaba un montículo de tierra de un metro y veinte centímetros de altura, aproximadamente. A la derecha, una estrecha franja de tierra en la que crecían escuálidos arbustos bordeaba la pared rocosa. A la izquierda, parecía continuar el mismo camino por el que avanzan, un poco más ancho y sin vegetación.

Seguí con mi Señor escondiendo la valorada botella, pues me hacía mucha ilusión llevar a un genio en ella, y aunque no sabía cómo actuar con esta criatura, quizás pudiese obtener esa información en alguno de los pueblos que encontráramos en el camino.

Me parece mi señor que el camino más cómodo para cruzar esta garganta es el mismo camino que está a la izquierda, si vos no pone excusa tomaremos éste pues.

Así que si mi señor no se queja tomamos el camino de la izquierda, observando siempre el camino para no ser emboscados y con la ballesta sacada y cargada. Y con el disfraz puesto...

sea a la izquierda.

el caballero toma precauciones sacando esta vez espada y escudo y descabalgandose.

Don Miguel condujo su caballo hasta la pared de la izquierda por la brida, evitando cuidadosamente, el montículo de tierra, que no les inspiraba la menor confianza. Pero, de repente, parece como si el mundo diera vueltas a su alrededor: el suelo se hundió a sus pies. El caballo se encabrita, y mientras don Miguel cae, Testa retrocede con presteza evitando caer junto a su amo al fondo de una especie de galería subterránea.

Goderico, atónito, contempla impotente la escena.

Allí abajo, una luz difusa causa tu extrañeza. Caminas hacia el resplandor: una hornacina, que parece una sepultura, ha sido excavada en la roca, bajo la superficie. En la hornacina hay alguno, pocos, objetos: copas de metal burdamente talladas, en cuyo interior se pudren antiguas ofrendas, rodean el esqueleto del difunto, un guerrero de levada estatura. Probablemente un noble. Observas dos detalles interesantes: de su cintura penden una daga de plata con la empuñadura recubierta de diamantes y una bolsa repleta.

Consigues agarrar a la descontrolada montura del caballero. Fuertemente sujetas las bridas, intentas acercarte al borde para asegurarte de que don Miguel está bien, pero al hacerlo notas que el suelo podría seguir hundiéndose...

Tranquilo zagal, no me manqué.

Aca hay rarezas y algun tesoro, demasiado tentador. quedate arriba manten la guardia que ya otearé un rato por aquestos bajos.

Me a cerco a esos objetos tentadores, y a otros igualemnte intrigantes, pero despues de gastar tiradas de escuchar, rastros, descubrir....

Aquello estába tranquilo y en silencio. Era una tumba, poca cosa debía moverse por ahí si las leyes de Dios aún funcionaban. Eso te recordó que debías evitar aquella tentación. La riqueza no está en los metales, sino en los actos. No estaría bien saquear la tumba de alguien que probablemente hubiera sido de noble cuna, al igual que lo eras tu.

Me voy hacia atrás tomando las riendas del caballo de mi señor para después atarlo en algún lado, si veo que no hay dónde atarlo lo sostengo con la mano.