Partida Rol por web

Mercy notó como Kurt tensaba el cuerpo y lo relajaba nuevamente mientras ella mantenía la mirada en Troy. ¿Se habrá dado cuenta de que está ahí? Se preguntó a si misma sin dejar de observar al joven, el cual parecía más dolorido de lo que se reflejaba en su rostro. En ese instante fue Troy quien puso la mirada sobre la joven y levantó las cejas. Mercy se dió cuenta de que era a ella y apartó el rostro, pegándolo al hermoso cuerpo de Kurt, para que nadie viese como me se habían enrojecido las mejillas en ese instante.

El murmullo comenzó a resonar por toda la sala. Todos tenían algún comentario, alguna opinión al respecto, pero ¿alguíen arrojaría algo de luz sobre esto? Mercy creía que no, hasta que una voz comenzó a alzarse sobre el resto. Al lograr escuchar con claridad las palabras de aquel hombre, el cual aseguraba ser vecino de los Spencer, a Mercy se la heló la sangre. Su rostro empalideció de golpe y su cuerpo se tensó. Estuvo al borde del colapso. Soltó a Kurt y caminó por el salón buscando a su padre.

Caminaba como un zombi entre la gente, con la mirada perdida y cara de terror. La imagen de aquel Santa Claus fuera de lugar cuando volvía a casa después de pasar la mañana fuera. Su extraño mirar, ver como la seguía por el rabillo del ojo... No se borraba de su cabeza, las imágenes se repetían una y otra vez en ella.

Temblorosa, logró llegar hasta el escenario, en sus ojos comenzaban a brotar lágrimas de dolor y espanto. Tan sólo balbuceaba Papa... papa...

Con una sonrisa triste y forzada, Sidney agradeció a Troy la paciencia y el apoyo que le estaba mostrando, aunque seguía pensando que lo único que movía al chico para permanecer a su lado era la lástima y que lo único que deseaba era largarse de su lado cuanto antes. Y la confirmación a sus pensamientos vino cuando, a los pocos minutos de irse Troy, la chica miró hacia donde él le había indicado y comprobó que ya no estaba.

Se hundió en su asiento sumida en pensamientos que, a cada segundo que pasaba, se iban volviendo más oscuros. Empezaba a creer que ella era la culpable de todo lo que estaba pasando, todos los que se cruzaban en su vida y le importaban de una forma u otra, acababan muertos o yéndose de su lado. Ni siquiera su amiga Kat había mostrado interés alguno en estar a su lado, seguramente cansada de aguantar la melancolía y la tristeza que últimamente rodeaban a Sidney.

La frustración y la rabia empezaron a calar hondo en la joven, hastiada de su debilidad, de su timidez y de su cobardía a la hora de enfrentar los problemas. Derek acababa de morir de manera trágica y ella, sumida en un dolor que era incapaz de mitigar, se daba cuenta que ni siquiera le quedaban fuerzas para seguir llorando. Simplemente buscó focalizar en alguien el resentimiento que empezaba a sentir y sus ojos se centraron en el director Cameron. Aquel hombre que formaba parte de su familia, del cual nadie se había dignado a nombrar hasta el funeral, el hombre de hierro que no parecía tener sentimientos fue el centro de su atención, culpándolo de todo lo malo que estaba sucediendo. En el fondo sabía que era una chiquillada, que no tenía razón alguna para odiar a aquel hombre, pero centrar su rabia y su dolor en alguien que no fuera ella, la hizo sentirse mejor.

Ni siquiera el barullo de voces y lamentos a su alrededor consiguieron sacarla de su ensimismamiento, hasta que algo captó su atención. Las palabras que alguien pronunció refiriéndose a un Papá Noel sospechoso hicieron que Sidney se enderazara en su asiento, recordando lo sucedido la tarde anterior cuando Kat y ella se encontraban en el centro comercial. Aquel Papá Noel que las había estado siguiendo, incluso rayando en el acoso, aquel hombre que las había inquietado tanto era el sospechoso. Sí, aquel Papá Noel desconocido tenía que ser el responsable del cruel asesinato de los Spencer.

Tenia que hablar con el sheriff, contarle lo de la cita y lo sucedido en el centro comercial y tendría que hacerlo sola porque, a pesar de que Troy había mostrado su buena voluntad, se había ido y ya no podría contar con él para acompañarla. No importaba, si todo el mundo quería alejarse de ella que lo hiciera, faltaba poco para terminar el curso y graduarse y asi, por fin, largarse de aquel maldito pueblo que sólo había traído desgracias a su vida.

Estaba temblando de ira cuando los murmullos empezaron a apagarse para dejar hablar a aquél chiflado. ¿Santa Claus? ¿Era siquiera posible? Pensó para sí mismo, mientras reprimía una mueca de asco. No podía ser, por supuesto, Papá Noel, pero aquellos disfraces eran una plaga en aquellas fechas, y cualquiera podría haber usado uno para pasar desapercibido. Si era así...

Justo en esos momentos Mercy se soltó de él y empezó a balbucear, caminando de manera autómata hacia su padre. ¿Que ocurría? Después del espectáculo que había dado en casa de Dereck no tenía muchas ganas de encontrarse de nuevo con el Juez, pero el padre de las Wells era en esos momentos el único que podría ayudarle a buscar al malnacido que había asesinado a su amigo. 

Tardó unos segundos, pero al final salió corriendo apartando a la gente hacia su pareja, alcanzándola cuando ella llegaba al escenario y cogiéndola por detrás, agarrándola con sus fuertes manos de los brazos y hablándole al oído aunque en voz alta, más para que saliera del trance que para ocultar sus palabras. 

- ¿Qué te ocurre? ¿Estás bien? 

Troy hizo un gesto de afirmación a la pregunta de Kat, como si el asunto no tuviese importancia. Estaba bastante seguro de que no había sido muy convincente. Comenzó a caminar lentamente hacia la pared donde se había apoyado previamente mientras oía el murmullo de la gente. No estaba prestando demasiada atención, tan solo quería que aquello terminase pronto. Pero el murmullo se fue apagando hasta que solo quedó una voz. "¿Qué cojones...?", pensó al oir la historia sobre Santa Claus. ¿Realmente alguien se la jugaría vistiéndose de un modo tan llamativo para llevar a cabo un delito así? Pero algo lo sacó de sus pensamientos. Mercy subió al escenario, claramente alterada. Troy no pudo evitar el instinto de acercarse y dió un par de pasos, pero frenó al ver a Kurt subir tras ella. Estaba demasiado confuso. Se giró hacia Jim y levantó los brazos en señal de "¿qué pasa aquí?".

Jim no se separaba ni un centímetro de Lindsey mientras hablaban. El contacto con ella le hacía sentirse algo más seguro y relajado, aunque una semilla de inseguridad y terror amenazaba con germinar en su cabeza para alojarse de forma permanente. Las reconfortantes palabras de su pareja dejaron lugar a un pequeño atisbo de calma en el que, por vez primera, Ryan Wells se imponía como una figura protectora que infundía seguridad en el chico, en lugar de ser el temible y estricto padre de las Wells. Sin embargo la revelación que sucedió a la desaparición del murmullo generalizado hizo eclosionar aquella semilla y hundió al chico en un estado de desasosiego absoluto.

“Fue Santa Claus” enunció claramente una voz entre el público. La voz, que no fue la de Jim, pero enunciaba lo que el chico deseaba gritar desde hacía rato, penetró como un carámbano en el alma del chico. El chico que hablaba, que vivía también cerca de los Spencer, confirmó los terrores que Jim había albergado desde que presenció la escena en casa de Derek. Entonces… fue él. Fue Santa Claus. El mismo Santa Claus. No pudo ser otro. Yo… Sintió como toda su sangre abandonaba su rostro tornándolo casi blanco. Miró a Lindsey para cerciorarse, pero era imposible que ella no hubiera escuchado la declaración del chico en el absoluto silencio que se había formado. Sin decir nada, Jim cerró los ojos y los mantuvo cerrados por al menos treinta segundos. Cuando los abrió miró alrededor suyo para ver las caras de la gente. Gestos de incredulidad, de horror, de tristeza… y muchas cabezas giradas hacia el pasillo, dónde Jim vio a una Mercy ensimismada caminar hacia el escenario del salón de actos.

Jim ya no entendía nada, pero tampoco se esforzaba por hacerlo. Había llegado a su límite; su mente fluía ahora como un cauce desbocado que le impedía “agarrarse” a un solo pensamiento, y sabía que debía pararlo. De la mejor manera que sabía. Llevaba más de un día y medio sin probar su “medicina herbal”, y ahora su cuerpo se lo pedía más que nunca. No estaba seguro de qué opinión le merecería eso a Lindsey, y si bien en otra situación eso le hubiera hecho descartar la idea, en este momento no encontraba otra posible solución.

Miró de nuevo a su alrededor, observando la situación y si sería demasiado evidente una huida del lugar, cuando su mirada se encontró con la de Troy, que gesticulaba en su dirección. Jim sólo pudo devolverle una mirada vacía sobre su rostro blanco y un gesto imposible de interpretar. Suspirando se giró en dirección a Lindsey y le habló al oído.

- Deberías ir a ver que le ocurre a Mercy. Yo necesito tomar el aire un segundo, o me va a dar algo… Ahora nos vemos.

Con un beso rápido pero cariñoso se despidió de Lindsey y se dirigió tratando de pasar desapercibido entre la gente hasta dónde se encontraba Troy y se puso a su lado, charlando con el sin mirarle directamente. 

Jim se acercó a Troy en silencio, tratando de recuperar la compostura facial, pero fracasando en el intento. Al menos, su mente había salido del letargo anterior gracias al movimiento físico. Llegó al lado de su amigo y dirigiendo su mirada hacia el pasillo, como la mayoría de los asistentes, comenzó a hablar en voz baja a Troy.

- Hoy se ha torcido todo, ¿eh? Parece que nada sale bien últimamente.

Jim intentaba mantener una conversación informal enmascarando su turbado estado de ánimo, pero ni su rostro girado ocultaba la palidez que le acompañaba, ni su tono de voz denotaba la más mínima tranquilidad.

- Troy… tío… - Jim no quería hablar del tema, pero dada su lamentable forma física sentía que poner sobre aviso al chico que no temía encararse con el quarterback del equipo era la mejor opción. – Yo he visto al asesino. Bueno, al Santa Claus. El que se supone que es el asesino.

Jim tragó aire durante unos segundos. Necesitaba salir a tomar el aire y fumar, pero no quería abandonar el lugar, preocupado por el estado de Mercy y, hasta cierto punto, por el de Kurt, que podía estallar en cualquier momento. Soltó la bocanada de aire que estaba acumulando y se dirigió de nuevo a Troy, esta vez mirándole con sus atemorizados ojos.

- Iba a por mí, Troy. Fue a por Linnie y a por mí en el centro comercial y luego… luego me siguió a casa, pero le vi. Debió asustarse o algo por que le viera y fue a por otra persona. Tío, ese Santa loco ha matado a Derek, tío… Pero era yo, tío, era yo… venía a por mí.

Ver a Mercy caminando como la tonta que era en dirección a su padre, el ruido a su alrededor, la casi confirmación de que el tipo vestido de Santa había sido el asesino, seguramente el mismo tipo del centro comercial, lo que la hacía pensar que simplemente había estado buscando una víctima y que cualquiera, incluida ella o Kat, podían estar ahora en lugar de los Spencer, consiguieron que se empezara a poner nerviosa, le faltaba el aire y necesitaba un poco de tranquilidad.

Sidney sintió un escalofrío mientras intentaba que su cabeza no estallara llevándose las manos a las sienes. Tenía que salir de aquel lugar, estar rodeada de gente le estaba creando un estado de ansiedad que, como no lo controlara, se pondría a dar voces como una histérica.

Sin fijarse en la gente que la rodeaba, si eran conocidos o desconocidos, y decidiendo que ya hablaría con el sheriff después, Sidney se levantó intentando pasar desapercibida, yendo por uno de los pasillos laterales para que la gente no pudiera verla bien. Se dirigió hacia la puerta de salida, escabulléndose como si de un ladrón se tratara, buscando el aire frío del exterior y la tranquilidad y la soledad que tanto deseaba en esos momentos.

Y allí estaba Lindsey, conversando entre susurros con su novio hasta que la voz de un joven la detuvo en seco. En ese momento donde no sólo confirmaba lo que Jim le había comentado, lo que ellos vieron el día anterior y la masacre de la familia Spencer, hizo que la animadora se paralizara por breves instantes. 

Tanto fue el terror que surgió desde lo más profundo de su ser, nublando en su mente hasta el más ridículo pensamiento. Simplemente asintió a lo que dijo su novio, correspondió el beso de forma autónoma y allí quedó mientras Jim se reunía con Troy, era evidente que querían hablar ellos dos. 

Sin un explicación coherente, la chica se incorporó acomodando su falda mientras su mirada se posaba en Mercy. No sabía si el mero hecho de ser gemelas o que, ambas en ese preciso instante padecían el mismo terror en su piel, erizándolo todo. Salvo que en Lindsey, a diferencia de su hermana que salió a buscar su padre, ella allí quedó. Movilizada por recordar la mirada de aquel asesino, las palabras de su novio y el triste final de los Spencer. Una y otra vez con lo mismo en la cabeza, sin saber que diantres hacer. 

Y tras un esfuerzo sobrehumano, bajó de las escaleras dedicándole una mirada a su novio, para luego continuar su camino hacia donde se encontraba su hermana. Sólo que Kurt la atajó antes y le hablaba en voz baja, suspiró por ello poniendo los ojos en blanco, hasta que rompió su silencio.

- Mercy... Nuestro padre no va a permitir que ese asesino siga en la calle... Además lo tienes a él. - intentó decir en un tono completamente aterrado e incómodo en la frase final. Se abrazó así misma y se sintió sola entre la multitud porque Mercy tenía a Kurt allí, no la necesitaba a su lado. Giró sobre si misma y se encaminó hacia la puerta, quería pensar o quitarse el miedo... Lo que suceda más rápido. 

Y allí quedó, sentada en los escalones de afuera abrazada a sus piernas y la mirada perdida en la lejanía. Ni cuenta se dio que Sidney estaba en el mismo lugar, atrás habían quedado las burlas o bromas de mal gusto, otros pensamientos inundaron la mente de Lindsey y a través de ello permaneció en silencio esperando a que su novio regrese. 

- Joder, tienes peor cara que yo. -susurró al ver venir a Jim.

Troy escuchó lo que le contaba, intentando darle algo de sentido. Pero cuanto más oía, menos entendía todo lo que había ocurrido. Jim parecía ir enserio, muy enserio. Parpadeó repetidamente mientras sacudía la cabeza, como quien comienza a caer en un sueño lúcido cuando está apunto de quedarse dormido.

- Espera, espera, frena. -dijo intentando no levantar más el tono.- ¿Me estás diciendo que el rollo del Santa Claus va enserio? ¿Por qué iba a ir a por vosotros? Y en mitad del puñetero centro comercial, donde cualquiera podía verle.

Observó más movimiento en la sala, como si el haber nombrado al tal Santa Claus hubiese desatado una neurosis aquí y allá. Sidney y Lindsey salieron, ambas claramente afectadas. Se volvió a girar hacia Jim

- Si no me lo estuvieras contando tú ya te habría mandado a tomar por saco.... Aquí no podemos hablar, vamos fuera y me lo cuentas con detalle.

Troy observó la llegada de Jim, notando su mala cara. Hablaron en susurros, aunque Troy tuvo que hacer un esfuerzo para no subir el tono de voz en algún momento. Estaba notablemente confuso tras escuchar hablar a su amigo. ¿Realmente estaba ocurriendo todo aquello?

Siguió con la mirada a Sidney cuando esta salía. Aquel comentario sobre Santa Claus parecía haberla afectado también. Incluso Lindsey parecía no estar bién, y tras lo explicado por Jim era de esperar. Se giró una vez mas hacia él, habló en voz baja y recogió sus cosas. Se dirigió a la salida, con la mirada puesta en Mercy. Esperaba que se diera cuenta de que salía de la sala.

La fuerza del abrazo de Kurt, sus palabras, lograron sacar a Mercy de aquel extraño estado en el cual se vió envuelta. Su cuerpo aún temblaba y continuaba pálida, permaneciendo inmóvil y mirando a su alrededor. ¿Cómo he llegado aquí? Se preguntó sintiendo los fuertes brazos de Kurt sobre su cuerpo y escuchando la voz de ¿Lindsey?

Para cuando Mercy reaccionó, su hermana iba ya caminando hacia la salida del lugar. La siguió unos instantes con la mirada hasta que se dió cuenta de que Troy estaba tambien junto a una de las puertas, cargado con sus cosas. Fruncí el ceño. "¿Te vas?" le preguntó la muchacha en silencio a Troy, aunque quizás él ni estuviera mirándola a ella.

Y-yo... yo... Dijo al fin la joven. N-No estoy segura.

Aun temblaba aunque ya se había comenzado a recuperar de aquella extrema palidez.

Mercy se dió la vuelta y se abrazó con fuerza a Kurt. Yo... mi hermana.. osea.. ya saes, ¿no? Balbuceó a Kurt. Su voz, osea.. está tan rota como yo.. ¿saes?

Luego se separó del musculoso joven y le miró a los ojos. No creo que tarde, ya saes... mi hermana puede ser lo peor... ¿no? Y.. osea, yo... luego tendré que hablar con mi padre, ¿saes? ¿Me esperarás aquí? ¿Por favor? Osea, no quiero perderme como antes, ¿saes no?

Volvió a darle un abrazo a Kurt antes de separarse de él, mientras esperaba su respuesta para salir de allí al menos dos minutos, respirar hondo y ver si su hermana estaba bien antes de enfrentarse a sus miedos y hablar con su padre.

El juez Wells mantenía su rostro pétreo y serio por las circunstancias. Se encontraba junto al sheriff, como una autoridad más intentando aparentar tranquilidad. Su mirada estaba fijada en el fondo de la sala y su gesto era pensativo. Tardó un rato en percatarse de que su hija había llegado hasta el escenario y no fue hasta que se escuchó un murmullo en ese lado que se dio cuenta de que Kurt y Lindsey también estaban allí.

Lindsey ya se iba, pero Kurt y Mercy continuaban hablando. Ryan se acercó de manera discreta y trató de transmitir calma a su hija.

-Tranquila, mi pequeña. Todo va a solucionarse. Detendrán a ese hombre.

Asintió a Mercy con la cabeza, sin atender demasiado pero escuchando lo necesario. La abrazó y después la soltó para dejar que se fuera detrás de su hermana, que también parecía preocupada. Y en todo esto no perdió detalle de los movimientos de Troy. Por un instante había apartado de su mente el tema que les había llevado ahí, y es que en su cabeza ahora empezaban a destacarse imágenes que no parecían tener mucho sentido pero que algo le decía que estaban relacionadas. No podía aclarar bien sus pensamientos, pero si había notado, sin lugar a dudas, como Troy reaccionaba al ver a su chica acercarse de manera autómata a su padre, y sólo se había detenido al verle a él detrás. Ahora el chico se había ido y justo detrás salía Mercy. ¿Iba de verdad con Lindsey? ¿Acaso ocultaba algo? ¿Se estaban liando a sus espaldas? Su rostro empezaba a cubrirse de un rojo suave que denotaba un calor generado por la ira. 

A punto de dar un paso adelante y sujetar a la chica, las palabras del juez le detuvieron en seco y le hicieron volver a la realidad. El padre de las Wells intentó consolar a su pequeña, pero esta ya estaba marchándose y sólo quedaron ellos dos entre tanto alboroto. Tras una última mirada de soslayo, cargada de veneno, hacia la puerta por la que iban saliendo primero una hermana y luego la otra, se giró hacia Ryan de nuevo serio. 

- Siento lo de esta mañana señor - Agachó la cabeza, arrepentido durante un instante, para después volver a alzarla y mirar directamente a los ojos del hombre -. Sin embargo sigo dispuesto a encontrar al hijo de puta que ha hecho esto. 

No buscaba una respuesta, ni estaba dispuesto a ser detenido, nada. Era una simple declaración. Y con ella aún en los labios volvió a darse la vuelta y siguió a los demás hacia la salida con el rostro completamente serio y ajeno a todo, mirando únicamente de reojo, a la que pasaba, hacia donde Kat permanecía sentada. Fue apenas un segundo, después apartó la mirada y salió al exterior, esperando descubrir primero que pasaba allí fuera.

Apenas un par de palabras se cruzaron entre Kat y Troy justo cuando se escuchó "Santa Claus".

 Ella estaba de pie dispuesta a acercarse a Sidney para hablar cuando se quedó paralizada escuchando cómo se repetía una y otra vez cada vez más alto esa frase. Se sentó de nuevo, casi se desplomó. Echó un vistazo rápido a su alrededor, las cosas se estaban poniendo cada vez más extrañas por momentos, extraña la nueva pareja que parecía haberse formado entre Jim y Lindsey, extraña la relación de Kurt y Mercy, más extrañas las miradas cómplices entre Mercy y Troy. Pero lo extraño nunca había sido algo malo para Kat, le gustaban las cosas extrañas, raras, pero no sólo se había vuelto raro el ambiente, sino también peligroso, oscuro, aterrador. Cómo no recordar el otro día en el centro comercial con Sidney cuando un siniestro Santa Claus las había seguido, las había acosado.

Estaba claro quién había sido el asesino de Dereck y su familia, pero ¿Por qué? 

Kat siguió sentada viendo como salía la gente que conocía por la puerta, intentaban huir, aunque fuese huir de ese momento, de ese lugar. Ella también quería salir corriendo y huir, quería correr detrás de Sidney... Pero siguió sentada, aguantó la respiración justo en el momento que Kurt pasó a su lado y la miró, fue apenas un segundo, una milésima de segundo. 

Cerró los ojos, respiró hondo, se levantó y salió por la misma puerta por la que todos los demás creían escapar de la realidad.

No era momento de estar parada, de asustarse, de autocompadecerse... No, ella es la reina de las sombras, y ahora las sombras acechan en cada esquina. 

Nada más traspasar la puerta, agradeció el frescor en su cara y, por unos instantes, se quedó observando el exterior buscando el mejor lugar para esperar. Si por ella fuera se iría a casa, pero quería hablar con el sheriff, contarle lo que había pasado en el centro comercial el día anterior con Santa Claus, hablarle de Derek y de la cita a la que nunca pudo llegar.

Caminó unos pasos hasta quedar junto al muro de las escaleras y allí se sentó, sin importarle el frío y húmedo suelo. Desde su posición podía ver quién entraba y quién salía del recinto y, de esa forma, poder controlar el momento más adecuado para hablar con el agente de la ley.

Frunció el ceño cuando vio salir a Lindsey, lo que menos le apetecía en aquellos instantes era aguantar las estupideces de aquella arpía, desvió la mirada haciéndose la tonta, esperando que la animadora no la viera. Pero lo peor vino cuando a todo el mundo le dio por hacer lo mismo, vaya... qué originales, la rabia empezaba a ganarle la carrera al dolor. Todos parecían querer salir del instituto como ella acababa de hacer. La otra gemela, Kurt, Troy, incluso Kat, imitaron sus pasos, pero Sidney ni se movió, ni hizo gesto alguno de llamar su atención, prefería pasar inadvertida en aquellos momentos y observar la reacción de sus compañeros. Eso era algo que le despertaba curiosidad y, a pesar de la tristeza que la embargaba, quería descubrir qué sentía cada uno de ellos, al igual que había hecho cuando murió Malcolm.

Jim siguió a Troy de cerca y le acompañó fuera del aciago lugar donde una tormenta de voces respondía a la acusación de un Santa Claus asesino. La diferencia de temperatura impactó a Jim con la fuerza de un golpe directo, haciéndole recuperar la consciencia escondida tras el velo del miedo. Habiéndose despertado de su terror egoísta Jim observó al muchacho al que seguía y se dio cuenta de que venía particularmente cargado de cosas. Haciendo memoria, las sombras que construían el recuerdo de la escena frente a la casa de Derek le confirmaban que Troy ya iba cargado entonces, pero estaba demasiado alterado como para reparar en ello en aquel momento. Mientras caminaban por fuera, Jim sacó la cajetilla de tabaco de su bolsillo y lio un cigarrillo con marihuana mientras hablaba al chico desde detrás.

- No hay mucho que contar… Linnie y yo estábamos en el centro comercial. Ahora… Linnie y yo estamos… saliendo juntos… - dijo vergonzosamente, sintiéndose raro al confirmarle lo evidente a Troy. – Bueno, estábamos en el centro comercial cuando un tipo disfrazado de Santa Claus empezó a mirarnos siniestramente. Salimos por patas, claro, pero aunque íbamos en coche a toda leche, el tío parecía estar siempre detrás de la siguiente esquina, muy… siniestro. El tío nos siguió durante varias calles, hasta que le perdimos en casa de los Wells. Pero por la noche… - Jim dudó antes de seguir hablando. No estaba seguro de la certeza de lo que había visto, pero sabía que Troy era de fiar y podía compartir esa última parte sin miedo a que le tomara por loco. – Por la noche lo vi bajo la ventana de mi habitación. Creo. No estoy seguro, me giré un segundo y luego ya no estaba, pero juraría que vi cómo me miraba desde fuera. Y ese día no había fumado nada desde por la mañana, te lo prometo.

Jim acompañó esta última afirmación con una larga calada al porro que acababa de encender. Siguió al muchacho hasta que paró y se puso a su lado. Contempló su rostro y tuvo la impresión de estar observando por segunda vez las marcas que cubrían la cara de Troy, pero de nuevo, no había reparado en ello en el primer momento. Un poco avergonzado, sabiendo que en caso de preguntar debería haberlo hecho antes, estuvo a punto de no decir nada, pero un nudo en su estómago, fruto de la preocupación por el que podría considerarse su mejor amigo ahora que Lindsey era algo más, le empujó a ello.

- Troy… ¿Te ha…? ¿Te ha pasado algo? ¿Te has peleado? ¿Y todas esas cosas?

Mientras hablaban, la puerta de salida se abrió varias veces, dejando salir a un variopinto grupo de compañeros conocidos de Highbrooke.

Se encontraron bajo el pequeño porche que había en la entrada lateral del instituto, en la puerta a la que daba entrada al salón de actos del que acaban de escabuirse. No habían salido juntos, pero el espacio era tan pequeño que no les quedaba más remedio que convivir en él. Varios coches de la oficina del sheriff habían sido aparcados allí y las luces rojas y azules parpadeaban en silencio como medida disuasoria para posibles agresores.

Fuera había empezado a nevar, algunos copos caían pesadamente sobre el pueblo y un frío helador congelaba el ambiente. Los rayos del sol apenas se podían ver y un cielo plomizo cubierto de nubes oscurecían el entorno. Ningún viento soplaba y todo se encontraba anormalmente quieto, como si estuvieran sumergidos en una bola de cristal de souvenir, con los copos de nieve flotando en torno a ellos.

Primero Sidney y a continuación Lindsey, para después ser seguida por Troy a quien acompañaba Jim, ellos dos iban hablando entre ellos en susurros. Uno a uno habían ido saliendo todos de la cruda realidad del interior del salón de actos al pequeño remanso de fría paz que les proporcionaba el exterior del instituto. Una falsa sensación de tranquilidad, como en el ojo del huracán.

Troy salió, acompañado de Jim. Al poner un pié fuera, no pudo evitar cierto escalofrío por el contraste de temperaturas, a pesar de que la sala de actos no había sido un lugar cálido en todos los años que Troy había pasado en aquel centro. Hizo un gesto discreto con las cejas hacia Sidney. Dejó sus cosas junto a la pared, intentando no poner cara de molestia cuando alguna parte del cuerpo le pinchaba de dolor. Se encendió un cigarro mientras escuchaba a Jim hablar, y por encima del hombro de su amigo pudo ver que no eran los únicos en salir. "Joder, qué reunión", pensó. En ese momento, Jim cambió de tema. Troy sacudió la cabeza y frunció el ceño.

- Olvídate de mi cara. -dijo en voz alta, intentando desviar el tema. Comenzó a caminar lentamente- Corrígeme si me equivoco, pero... Me estás diciendo que un tío vestido de Santa Claus, a plena luz del día y en el punto mas concurrido de Birchmont, os estubo siguiendo. -señaló a Lindsey, buscando alguna respuesta por su parte. Volvió a centrarse en Jim- Y después te siguió hasta tu casa, donde cualquiera podría haberle visto. -resopló, claramente confuso.- Enserio tío, no tengo motivos para desconfiar de tí, pero... La historia no tiene ni piés ni cabeza. ¿Estás seguro de que era el mismo hombre?

Y allí estaba la animadora perdida en sus pensamientos, cuando una voz la devuelve a la realidad. Era troy conversando en voz alta con Jim, en realidad le cuestionaba el simple hecho de que un Santa Claus anduvo persiguiéndolos largo rato, al punto del escalofrío y el colapso por el terror en si. 

- Tiene razón, nos ha seguido en un auto. Incluso me ha costado perderlo de vista, no fue nada fácil, encima la carretera cubierta por la nieve y sin poder aumentar la velocidad. Fue una situación terrible... - respondió a Troy reflejando palidez en su rostro, jamás en todos sus años escolares, Lindsey denotó tanto temor delante de todos. Era una animadora y muy engreída, aquello sin dudas sorprendía pero te imaginabas que en el fondo existía la verdad en sus palabras. 

Luego de aquella confesión, vuelve a perderse en sus pensamientos. Al margen de ello, no deseaba interrumpir la conversación entre Troy y su novio.