Partida Rol por web

-Oh, no William-dijo James negando con la cabeza-Ya me he enfrentado a ellos antes. Te voy a sacar de aquí. ¡Vamos!

La resignación nunca había sido un rasgo de carácter que hubiese apreciado en su antagonista. Verlo que había llegado a semejante grado de degradación fue más de lo que podía soportar. James comenzó a llevarse a Renford tirando de él hacia los acensores, escapando de la tétrica figura que les perseguía.
 

James abandono toda búsqueda en pos de la seguridad de su hija, la cual había llegado al altillo oculto de alguna forma inexplicable. Sin embargo allí estaba, condenada a bailar hasta la muerte de no ser por la intervención de su padre.

Dejando todo de lado, James llevo en brazos a Julie y la depositó en su cama, pero en un segundo de descuido la muchacha desapareció sin dejar rastro.

Entonces el avejentado empresario se percató que la lluvia golpeaba la ventana de la habitación, y aquello fue el fin de la búsqueda por información dentro de su propia mansión. El altillo oculto por algo se encontraba sellado.

Cosas horribles sucedían a todos sus visitantes indeseados. Y James, por el momento, era uno de ellos.

Y así fue que James momentos después encontró a su hija en la cocina preparando un emparedado, ignorante de todo lo que sucedía en James.

Las preguntas podrían ser inapropiadas para su hija, generando confusión, intriga y curiosidad por partes iguales. Entonces el decidió callar.

Ahora James se encontraba contra la espada y la pared. ¿Volvería a subir al altillo y afrontar algún horror nuevo? ¿Hablarlo con su hija sería mucho peor?

Por donde lo viese no existía ninguna ganancia inmediata…

La persecución tomó tintes espeluznantes cuando nadie salía al encuentro de los dos hombres que eran cazados por alguna figura no terrenal.

Fue entonces que, a la vuelta de la esquina, un poderoso brazo levantó en el aire al reportero para luego lanzarlo por el pasillo de regreso a la sala del televisor. - ¡Ahhhh…! – gritó el compañero de James al golpear su cuerpo con fuerza, y cuando este lo vio descubrió que el reportero con sus últimas fuerzas señalaba la chaqueta del empresario y antiguo enemigo. En su bolsillo externo había un trozo de papel arrugado y doblado sobre sí mismo.

Pero más no pudo permanecer allí porque la figura del verdugo emergió de las sombras para recordar a James que siempre regresan. Por el o por quien sea.

Él lo reconoció al instante, sin poder olvidarlo por una sola noche durante todos los años que lo separan de los hechos en la isla.

El corpulento verdugo de casco metálico piramidal había regresado al mundo normal en busca del soplón. James en esta ocasión no era su objetivo…

No todavía.

Durante el viaje el clima cambio de forma radical, dejando el sol y el cielo azul por la bruma de mar y las nubes amenazantes que llegan desde el interior del continente. Bristol es un pueblo pequeño, de apenas dos mil habitantes. Justo en la medida de lo que fue Bar Harbor a finales de la segunda guerra mundial cuando la “tormenta” acabó con sus pobladores.

Originalmente el asentamiento se llamaba Pemaquid, de colonos ingleses durante la época de las primeras guerras indígenas. El sitio fue asediado durante los siglos XVI y XVII, hasta su refundación bajo el nombre de Bristol.

Actualmente es un punto de interés turístico por encima de su actividad principal que significa la pesca.

Max, el primo de Arnold es el único que patrulla el pueblo. Generalmente lo hace por aburrimiento y ejercicio físico dictado por su médico. A veces la noticia de la semana es un gato o perro extraviado y algún pescador borracho. Por lo demás el pueblo apenas parece que existe.

Harry encuentra el patrullero de Max sin ninguna dificultad; justo debajo de un frondoso roble. Dentro del vehículo el rechoncho hombre duerme una placida siesta.

James respiró aliviado cuando dejó a Jules en su cama. De pronto la joven parecía dormir plácidamente. James apoyó una mano en su hombro cariñosamente. Cerró los ojos y respiró hondo, recordando la horripilante visión que había sido encontrar a su hija de aquel modo, sin ser dueña de su cuerpo, convertida en una especie de muñeca de cuerda entregada a una danza errática y sin sentido.

¿Sin sentido? No James, todo tiene sentido. Pero aún tienes mucho por descubrir, insensato. No estás preparado para esto. No puedes ganar.

Era la voz de su padre la que en su mente, pronunciaba estas palabras. O era su subconsciente, que se había comunicado con él usando aquella forma. Pero James sabía que era cierto. Con Joseph Aaron Bartlevy nada era casual. Y menos, si había decidido encerrarlo tras una chapa de metal de 2 centímetros de grosor.

Cuando abrió los ojos, Jules ya no estaba allí. Su mano descansaba sobre un colchón vacío. Su corazón comenzó a palpitar temiéndose algo terrible. Se levantó y comenzó a buscar a su hija por toda la casa. Respiró aliviado cuando la vio en la cocina, preparándose un emparedado, como si nada hubiese pasado. ¿Qué hacer?¿Volver a subir solo? No.

James sintió que la puerta que había abierto no se volvería a cerrar. Además, era lo que había estado buscando todo este tiempo. Quizá, solo quizá, en aquel ático estuviese la clave para conseguir entender lo que sucedía y acabar con esto.

Intentó pasar de largo sin que su hija advirtiese su presencia y volvió de nuevo al ático. Temía que volviese a suceder lo mismo, pero en ese caso, sabía cómo actuar. Lo que sea que estuviese esperando todo este tiempo allí arriba, merecía su atención.
 

James se quedó petrificado ante la visión de aquel viejo enemigo que no parecía siquiera haber reparado en su presencia. Toda su atención se centraba en Rendford.

Había aprendido que cuando el cabeza de pirámide aparecía, era con un único propósito: matar. Era evidente que su presa era el viejo periodista. Su pecado; meter las narices donde no debía y mayormente, contarlo. Pero en realidad, no le había contado nada o casi nada.

Corrió hasta donde estaba el periodista, empujando uno de esos dispensadores de medicamentos para que estorbase el avance de su terrible enemigo.

Al llegar hasta Rendford, lo ayudó a levantarse.

-¡Vamos, maldita sea!-dijo agarrándolo por la pechera-¡Tenemos que irnos!¡Aún podemos luchar contra ellos, pero no ahora!¡No aquí!

Era evidente que James estaba menos preparado que nunca para enfrentarse físicamente a un ser tan terrible como aquel. Pero por muy sobrenatural que fuese, con aquel casco y aquel espadón, su perseguidor no podía ser rápido, ni perceptivo. Podrían salir por el corredor del lado contrario del salón y correr, esconderse...escabullirse. Lo que no iba a hacer es rendirse.

Utilizando todo el coraje del mundo James volvió a subir por las escaleras hasta el último piso, donde yace la entrada oculta al ático secreto.

Luego, si todo sale moderadamente bien, alguien tendría que limpiar todo el desorden tras haber forzado la puerta de metal. En realidad ese era el menor de los inconvenientes.

Volviendo al escondite donde la humedad y el aislamiento fue lo predominante por muchísimos años, James encaró hacia la habitación donde Jules bailaba sin control. Para llegar allí, el empresario tuvo que atravesar todos los trastos antiguos, los esqueletos, y mil cosas más.

Entonces nuevamente James pasó por el agujero que hizo a la puerta con sus manos y pies para ir en búsqueda de su hija. Ahora por segunda vez se encontraba en la habitación plagada de cosas extrañas.

Pilas de libros, velas por doquier, artefactos medievales, frascos con contenidos inimaginables y toda clase de elementos de brujería se encontraban diseminados por la oscura habitación, pero muy cuidadosamente colocados en apolillados muebles. Todo eso deja un espacio en el centro, y allí un círculo arcano remata la escena.

El carro de los medicamentos salió disparado hacia el verdugo del Otro Mundo para chocar contra las piernas de este sin causar ningún problema. Entonces el monstruo de un manotazo envió lejos el dispensador. El carro se estrelló contra una puerta de una celda y tanto la puerta como el dispensador quedaron reducidos a astillas.

En ese instante James intento alzar a William, solo para descubrir una de las piernas del reportero en una posición no natural. – Arggghh… - gimió de dolor el hombre – Es inútil… es mi hora…- balbuceo desesperado ante la proximidad de Cabeza de Pirámide y su gran espada.

-No, amigo mío-dijo James gastando unos preciosos segundos en hacer reaccionar al periodista-Esta es tu oportunidad de que tu trabajo sirva para algo más que para hacer que un puñado de viejas abran la boca escandalizadas. Es tu oportunidad de cambiar el mundo para mejor. Ya me has cambiado a mí, amigo mío. Puedes hacerlo ¡Puedes hacerlo! De lo contrario, no se molestarían en venir a buscarte.

Lo cierto es que James se creía tan solo la mitad de lo que decía, pero pensó que apelar al ego de su viejo antagonista, sería el detonante necesario para hacerlo reaccionar. Ya había tocado ese botón. Ahora solo quedaba esperar la reacción
 

Con cuidado de no tocar el círculo, James comenzó a examinar el material que había por la habitación, en busca de pistas. Era imposible leerse todos aquellos libros de un tirón, así que decidió bajarlos a la habitación inferior para clasificarlos y leerlos después con más detenimiento. De momento, tan solo leyó los títulos y ojeó alguno que le llamase la atención.

Rebuscó entre el resto de los objetos en busca de algún otro que pudiese relacionar con todo lo que recordaba. 

Pero desde luego, su primer objetivo, era descubrir qué le pasaba a Jules. Y el segundo, saber quién o qué estaba encerrado tras aquella puerta. Y porqué sus antepasados habían decidido cerrar aquella habitación, como si nunca más quisiesen regresar a ella, pero al mismo tiempo, no quisiesen (o no pudiesen) destruír lo que ocultaba. 

Rendford negó con la cabeza varias veces ante las palabras de su antiguo archí enemigo, pero sin embargo su respuesta fue completamente diferente. – Bartlevy. Usted perdió la cabeza… creería que ha enloquecido, más que yo. ¡Salgamos de aquí! –

Entonces el reportero con ayuda de James corren al ascensor más cercano, superando por segundos las garras de su persecutor.

¿Ahora cual será el próximo movimiento de James? Su compañero no puede caminar, y en caso de otra persecución la suerte podría no ser la misma…

La primera pista que James encontró hace referencia a la importancia del altillo secreto. El mismo no pertenece a la mansión original ya que fue traído desde un recóndito pueblo de Nueva Inglaterra.

Por algún oscuro motivo la intención de traer tabla por tabla de esa funesta habitación donde celebraban rituales paganos escapa al empresario. No hay información al respecto, porque la mayoría de los escritos se encuentran en un idioma desconocido para James, y la poca referencia converge en algún pueblo originario que desapareció luego de la colonización Inglesa durante el siglo XVI.

Al parecer la habitación se encuentra hermanada a alguna edificación de aquella época, la cual debe existir aun en ese pueblo sin nombre.

Los demás libros narran los eventos y ceremonias de la familia Bartlevy y Martinson, antes de abandonar el pueblo y tomar destinos separados.

Al parecer unos fueron a Bar Harbor y los otros a Nueva York. Pero eso fue hace varias centurias y no hay registros “públicos” en los libros familiares.

Este “punto de poder” fue arrebatado a los indígenas, por colonos expulsados de la comunidad religiosa ortodoxa, principalmente por sus “practicas paganas”. Algunos libros mencionan a La Orden desde los tiempos del Primer Papa y mucho antes, con orígenes en el medio oriente. El mito nace en Sodoma y Gomorra.

No hay indicios de la clausura del altillo secreto, pero sí de sus sacrificios humanos, de secuestros de vagabundos de la floreciente Nueva York y de las tumbas secretas que pululan en el bosque de la mansión.

Por alguna razón desconocida las referencias a la ubicación del pueblo y centro de poder han sido omitidas y destruidas. Solo es posible extrapolar la ubicación mediante las referencias geográficas y temporales. El tiempo de viaje desde allí a Bar Harbor y también a New York. Montañas, un lago y un bosque son pobres referencias considerando que el norte de Estados Unidos se encuentra plagado de sitios semejantes. Quizás la única referencia importante sea el carbón. Hay muchas anotaciones sobre el negocio del carbón durante los textos del siglo XIX.

Sobre el propósito original nada hay al respecto. Ese punto murió con los pobladores originarios y los descendientes de los colonos solo tomaron la práctica, mezclando sus dogmas paganos con los rituales originarios. El resultado fue la promesa del Paraíso con el Renacimiento de Dios, anteriormente conocido como Xuchilbara “el morador de la niebla y la “Ceremonia Carmesí”.

Entonces desde tiempos inmemoriales una y otra vez se ha repetido el mismo ritual de sacrificio para dar cabida a la invocación suprema.

Sin embargo, hasta ahora, solo en una ocasión la Ceremonia Carmesí tuvo éxito, en un sitio llamado Roanoke.

James intentó levantar al periodista, pero era evidente que si ya difícil le sería conseguir que se moviese, más lo sería hacerlo con la celeridad necesaria para escapar a su captor.

Por Dios santo, esto es una maldita residencia ¿Dónde están las sillas de ruedas?¡Tienen que tener sillas de ruedas!

Con la vista buscó una silla de ruedas, o cualquier cosa con ruedas sobre la que pudiese cargar a Rendford. Las escaleras serían impracticables, pero al menos podría intentar llegar hasta un ascensor y bajar hasta la planta baja. Si lo conseguían, tenían una oportunidad. La providencia estuvo de su parte, pues en una esquina de la estancia encontró una silla de ruedas junto a un gotero con trípode. Haciendo acopio de fuerzas y valor, tiró de Rendford hasta subirlo a la silla y empujándola, siguió en su huída hasta el ascensor por el que había accedido a esta planta, intentando despistar al cabeza de pirámide.

James iba revisando las páginas amarillentas que caían en sus manos, tosiendo en cuando en cuando debido al polvo que, debido al movimiento, se liberaba a la atmósfera entrándole por las fosas nasales y la boca hasta hacerle picar la garganta.

Pero la lectura de nuevos legajos, papeles y documentos no hacía sino aumentar su confusión. Un lugar desconocido...carbón, montañas...todo le hacía pensar en algún pueblo de los Apalaches. La United Mine Workers of America debería tener registros de ese lugar que le permitiesen localizarlo y posiblemente, con sus influencias, podría conseguir que buscasen esa información para él, pero sería como buscar una aguja en un pajar. De todos modos, parecía que tenía tiempo para seguir indagando.

Pero sobre todo aquello, había una cosa que llamaba la atención del empresario sobre todas las demás. Roanoke. James conocía vagamente la leyenda de aquel lugar. Un cuento de viejas. Una colonia que había desaparecido de un día para otra sin dejar rastro de sus habitantes. Tan solo un nombre grabado en un árbol, había quedado como vestigio de su paso por el lugar.  Un nombre que nadie supo identificar ¿cual era? No conseguía recordarlo, pero sí recordaba que fue motivo de estudios y discusión durante siglos. Recordaba que algunas teorías apuntaban a que la población de Roanoke podría haberse mudado a una isla y que el nombre era el de aquel lugar. Pero entonces ¿porqué nadie pudo reconocerlo?¿Y si...y si aquella isla era Bar Harbour?...tenía sentido.

Había algo más. Se contaba en aquellos volúmenes, todo aquello había sido arrebatado a tribus indígenas. Claramente se debía de tratar de tribus de aquella zona pues el secretismo que rodeaba a todo lo que tenía que ver con La Orden, parecía descartar que se tratase de un conocimiento que les llegase desde lejos, a través de la tradición oral o la escritura. De lo contrario, sería más fácil encontrar pistas. Pero quizá investigando sobre las costumbres locales de aquellos indígenas podría averiguar algo más.

En definitiva, todo lo que tenía era una tormenta de ideas, conjeturas y teorías, conjugadas con nombres poco halagüeños como Xuchilbara, la Ceremonia Carmesí, roanoke...James no acababa de ver un camino claro para seguir tirando del hilo. Quizá debía reunirse de nuevo con Harry y compartir información. Si había averiguado algo sobre Martinson, es posible que al juntar las piezas descubriesen alguna pista nueva que arrojase algo de luz al asunto.

Pero antes había un asunto más que debería resolver y era determinar quién o qué era lo que se encontraba al otro lado de la puerta. Se ayudó para ello de una linterna, si fuese necesario. Aunque tratándose de alguien o algo que hubiese sobrevivido todo este tiempo en la oscuridad sin alimento, no podía ser nada bueno y un haz de luz, podría cabrearlo más de lo que le interesaba.

Con cautela, se acercó a la puerta y golpeó con los nudillos intentando ver si había alguna respuesta del otro lado.

Quizás la suerte estuvo del lado de James, que lograron encontrar una silla de ruedas y coger el ascensor en un solo movimiento antes que el verdugo les diera caza. Es una bestia lenta pero mortal en cortas distancias; la experiencia del empresario en esta ocasión le sirvió.

Al llegar a la planta baja el hall de entrada espera por ellos con su radiante sol entrando por las ventanas. Fue entonces que a medio camino de la salida uno de los doctores sale al cruce de James y William.

Se detiene frente a la silla de rueda, examina a James cuidadosamente y pregunta al paciente en la silla...

Buenas tardes señor Renford. ¿Se encuentra usted bien?- inquiere el hombre, con ojo clínico ante el maltrecho pie del reportero.

La lectura llevó algunas semanas y sin embargo muchas lagunas había en todo aquello. Por ejemplo el asunto de los esqueletos y supuestos sacrificios llevados bajo engaño a la mansión no eran otra cosa más que invitados de alta alcurnia, procedentes de la Gran manzana y alrededores. Esto último fue un punto que James descubrió casi al finalizar el examen de los escritos.

Ahora le tocaría el papel de levantar el teléfono y realizar algunas llamadas a sus contactos de la industria minera, profesores de historia navita Americana y demás similares con la finalidad de atar la mayor cantidad de cabos antes de volver a ver a su viejo amigo Harry.

-Obviamente no-bramó James intentando confundir al médico-¿Usted qué cree? Se ha caído por las escaleras. Aquí no tienen medios para atenderle, así que me lo llevo a urgencias ahora mismo.

Y sin esperar respuesta, James acelera el paso empujando la silla hasta llegar al exterior de su edificio. Una vez allí va hasta el coche y acomoda a Rendford como puede en la mesa de atrás.

-Vamos a mi mansión y allí nos pondremos al día. El cabeza de pirámide no nos seguirá hasta allí. Hay algo en ese lugar que los mantiene alejados.

James no tenía muy claro que eso fuese verdad, pero necesitaba tranquilizar a Rendford. Quizá si se sintiese seguro, conseguiría hacerle hablar. Lo cierto es que durante todo aquel tiempo, nada había sucedido en la mansión que le hiciese pensar otra cosa. Tan solo en pasadizos ocultos y áticos recónditos. Pero en lo que es la parte interior de la mansión, parecía protegida de todo aquello de un modo que no alcanzaba a comprender.

Al detective no le costó dar con el único patrullero de la apacible Bristol. Su coche patrulla descansaba bajo un frondoso árbol, y el primo de Arnold estaba...durmiendo.

Harry se quedó unos segundos parado, no sabía muy bien que hacer. Le sabia mal despertarlo, pero a la vez, no podía esperarse todo el día hasta que despertase.

Así que finalmente pico un par de veces en el cristal del coche patrulla. Cuando el policía abrió los ojos mirando en plan, ¿qué está pasando? Harry levanto la mano en plan saludo mientras sonreía.

-Buenos días amigo. Es usted el agente Max ¿no? Soy Harry Slaugther. Estoy investigando un caso y hablando con su primo Arnold me dijo que hablase con usted...

Esperó la respuesta del agente, dejandole un tiempo para que volviese del mundo onírico.