Partida Rol por web

Siento como la vida se me escapa... o no.

Se rumorea en los círculos académicos de la Universidad de Barovia que todo practicante de la magia, antes de exhalar el último aliento, tiene el privilegio (?) de ver a la Muerte en riguroso directo. Es más, se insinúa que la Muerte en persona asiste a los magos en el momento del óbito, una deferencia que no dispensa a nadie más. Hilda nunca había terminado de creerse esta especie de cuento para amedrentar a los magos novicios de primer nivel. Hasta ahora...

Al desvanecerse por el súbito golpe de Teapot, Hilda se supo de alguna manera muerta. No era tan malo morir a manos de un reputado asesino. Quiero decir, era malo hasta un punto definitivo, claro; pero que tu muerte te la proporcionase un profesional acreditado a la hora de dar matarile siempre aportaba ciertas garantías en lo que a cantidad de sufrimiento se refería.

Hilda pensó en su epifatio: muerta por cucharilla de té. Al principio le resultó ridículo y vergonzante. Apenas unos segundos -o quizás fueron minutos- después, tuvo que admitirse a sí misma que su defunción tenía cierta originalidad. Fue en este instante de reflexión mortuoria cuando vio aparecer a aquella espectral y alargada silueta encapuchada emergiendo de ninguna parte... y de todas a la vez.

—HOLA, HILDY —saludó La Muerte con una voz que parecía nacer en las más profundas cavidades de la calavera de una ballena—. TE HAS ADELANTADO EN MI AGENDA, PERO NO DEBES TEMER. YO SIEMPRE ESTOY PREPARADO.

La Muerte era bastante exacta a las descripciones de la misma que hacían los más diversos artículos doctrinales de la Universidad de Barovia. Su faz tenía la forma de un cráneo esquelético y humanoide, si bien lo más remarcable de su efigie era su proverbial estatura, acentuada por una modesta si bien imponente túnica púrpura que parecía de algún modo flotar pendida por hilos invisibles. Por supuesto, llevaba el kit completo de segador de almas en horario laboral. Hilda tragó saliva al ver relucir tras su capucha la larguísima hoja de su guadaña.

—¿UN TÉ? —inquirió mientras invitaba a Hilda a tomar asiento en una mesita redonda que había aparecido en mitad de aquella nada como por arte de magia.

Sobre la mesa había seis dados de veinte caras primorosamente dispuestos sobre una tela y dos tazas de humeante té.

—YA SABES QUÉ HACER.

- ¡ Hola! ¡ Encantada de conocerrte! Soy tu mayorr fan. Ah, los dados, clarro... voy.

—OH, ENTIENDO... ERES UNA GROUPIE. INUSUAL. HARTO INUSUAL; PERO BIENVENIDO. DE VEZ EN CUANDO GUSTA QUE TE RECONOZCAN TU TRABAJO.

Reinó un denso silencio mientras la Muerte observaba con indistinguible desidia a Hilda lanzar los dados en el tapete. Solo se alcanzaba a escuchar el entrechocar de los dados.

—¿SABES? UN COLEGA TUYO QUE VISTE UN ESTÚPIDO PIJAMA ROJO Y UN GORRO PUNTIAGUDO ME EVADE DEMASIADO A MENUDO. PARECE TENER UNA PERSISTENTE TENDENCIA A DESORGANIZAR MI AGENDA. Y ESO ME ESTÁ EMPEZANDO A MOLESTAR, ALGO RESEÑABLE PUES NO ENCUENTRO ESPECIAL DELEITE EN MI OFICIO. DICHO LO CUAL, ESTE PARTICULAR INDIVIDUO SE HA CONVERTIDO POR DERECHO PROPIO EN ALGO BASTANTE PERSONAL PARA MÍ.

Cuando Hilda concluyó de lanzar los dados (los había lanzado en oculto, solo para los ojos del Segador), la Muerte revisó los resultados.

—BUENO... SOSPECHO QUE ESTO NO TE VA A GUSTAR —advirtió la Muerte juntando las inexistentes yemas de sus huesudos dedos—. PERO TENGO ALGO QUE TE ANIMARÁ.

La Muerte sacó de la manga un gatito.

Lo puso sobre la mesita, en frente de Hilda.

—PUEDES ACARICIARLO SI QUIERES. PARA MIS FANS, LO MEJOR.

- Ven aquí, suave bolita con afiladas garrrras. Te voy a llamarr Rrincewind.

—SE LLAMA PUCHIS —dijo la Muerte en un tono neutro mientras le acariciaba la oreja al minino—. ¿DIJISTE PRINCEWIND? ESE NOMBRE ME RESULTA LIGERAMENTE FAMILIAR...

-RRRRRRincewind... Entiendo que la falta de pabellones auditivos puede prrovocarr confusión de algunos sonidos... Bueno...- digo acariciando la otra oreja del minino- ¿ Va a poderr hasser alguno de mis companierros algo porr mí o vienes a porr mi parra siemprre? Mirra, si me perrmites seguir viviendo con esta gente, trrabajo no te va a faltarr, te lo prrometo. Parra tí las almas y parra mí... bueno ,y parra el enano... los cuerrpos. ¿ Qué me disses?

Mirar a la Muerte a los ojos generaba la misma hipnótica sensación que admirar la garganta de un pozo sin aparente fin.

—SABES QUE NO SUELO VENIR PARA NADA, ¿VERDAD, HILDY? —dijo la Muerte considerando si aquella joven estaba cuestionando de modo soterrado la naturaleza de aquel encuentro—. IGNORO LA RESPUESTA A TU PREGUNTA. LOS DADOS DICTAN SI ES TU MOMENTO O NO. ESTO ES LO MÁS PARECIDO A LA RECEPCIÓN DE UN HOTEL. LOS DADOS DECIDEN SI HAY HABITACIÓN A TU NOMBRE. SOLO SOY, POR ASÍ DECIRLO, EL TIPO QUE GUÍA TU ALMA A LOS QUE SERÁN SUS APOSENTOS PARA EL DESCANSO ETERNO. ALÉGRATE, PUES ANTES TODO SE DIRIMÍA EN UN LENTO PROCESO JUDICIAL. SUPONGO QUE HAS OÍDO HABLAR DEL JUICIO FINAL, ¿NO?

La Muerte era posiblemente la quintaesencia del funcionariado, con la particularidad de que a ella no se le conocía tiempo libre. Trabajaba a destajo -ojo a la ironía ahí-, veinticuatro horas, siete días a las semana. O inserte la variante del calendario de los Reinos Olvidados que usted guste, oiga. No importaba cuándo, pues La Muerte siempre atendía la llamada. Nunca desfallecía. Siempre vigilante.

—NUNCA ME FALTAN CLIENTES, HILDY —replicó a la propuesta de la nigromante sobre aportar más cadáveres a la lista de espera—. ¿ACASO QUIERES COLAPSAR MI ABULTADA AGENDA? DEFINITIVAMENTE, DEBO RECHAZAR TU PROPUESTA.

Uno de los raros privilegios de hablar en persona con la Muerte es que esta no reprochaba nunca nada. Simplemente exponía la situación desde su particular punto de vista. Cuando eres el faro de las almas de los difuntos, tus preocupaciones se vuelven menos terrenales. Y es que almas o cadáveres, precisamente almas o cadáveres, la Muerte los tenía para regalar. 

- Aaahhh... está bien. De acuerrdo. Hass lo que tengas que hasserr. Los dados mandan. Perro si me llevas, que no sea muy lejos, porrque esta panda no va a durrarr mucho sin alguien que baje la media grrupal de alcohol en sangrre.

Como Edwin estará entretenido con Misha, corro a ayudar a la camarrrada Hilda.

- ¡¡Hilda despierta!!

A Elandor no le dio tiempo ni a reírse un rato del Deshuesado aquel. Pues no sale el cabrón del Té aquel justo al ladito de Hilda, y con una puta cucharilla el muy hijoputa la deja inconsciente. Aquello era demasiado, pa haberla matao, que cabrón. No pudo contenerse:

"Cabrón, hijoputa, mariconazo de mierda, bebe meaos. Pero que le has hecho a la pobre Hilda pedazo de mierda andante. Esto es demasiado hasta para un retrasado como tu. Ya verás por donde te voy a meter esa cucharita mamarracho." 

Elandor, notaba como le estaba subiendo demasiado la tensión arterial, así que dejo de gritar a aquella panda de subnormales, a ver si iba a sufrir un derrame o apoplejía, y eso no. Ahora tenía que vengarse de aquel asqueroso meapilas. Y se concentro, tenía que ayudar a Hilda, a ella no podían perderla, y de paso acabar con aquel bebe orines de una puñetera vez. Así que preparó sus pistolas para disparar a tamaño cabrón.

Elandor sabiéndose aun bajo los efectos del licor, que a raudales corría por sus venas, desplazando a la sangre a lugares apartados e inútiles. No se veía en la mejor de las situaciones para hacer unos disparos de precisión quirúrgica, mejor no arriesgarse cuando la vida de Hilda estaba en juego. Así que atajó su problema más cercano, Deshuesador. La primera le acertó de lleno clavándose profundamente en el píloro de deshuesador.

"Ala chaval, para que veas lo que tiene ir por ahí pegando porrazos".

- ¡YIPI KA YEI, HIJO DE PUTA!

Su atrevido plan se quedaba... esto, en stand by. O sea, lo que uno diría, paralizado. Pausa para el te de las 5. De las cinco tortas... Pero, ¡me cago en la leche! Es que aquella ídem estaba cortada. O sea, el Señor Teapot quería tomar té con una cucharilla empapada de sangre de cortar Hildy. Eso merecía una pausa. TOdo eso pasó por la mente del enano en apenas un segundo. Venga. Paranoias

- Teapot - Dijo el enano dando unos cortitos, veloces y casi graciosos (si no fuera por todo el baile que había hecho) y colocarse a una distancia prudente dónde no le diera ni la cucharilla y hubiera alguna pared cerca. - ¿Vas a hacerle daño? ¿Estás seguro de que no sería más útil que te debamos algo? Ya has visto. Tu sólo nos "quitarías" a nuestra amiga, pero vas a pagar más de lo que ganas. Palabra de enano... 

De todos modos, el enano se preparó para realizar si plan, preparando sus espadas cortas y colocándolas dispuesto para saltar y deslizarse por debajo a quien se le acercara... 

El hacha de Darko voló hacia Teapot desviada ya desde su origen, y es que el Tiefling estaba más pendiente de su oso, Mishka, y del acero de Van Hausen. El arma acabó hundiéndose entre los pies de Hilda, arrancando algún que otro jadeo de angustia a Marvin.

—You fail... As I expected —dijo un sonriente Teapot, muy lejos de parecer remotamente preocupado por la sanguínea reacción del mediodemonio—. ¿Quieres otra oportunidad, pequeño?

Elandor la emprendió a ballestazos con el asesino que le había zurrado antes tremendo garrotazo en la testa, sin duda temiendo que las palabras de Teapot eran una artera distracción. Y lo cierto es que el detective no andaba desencaminado, no. Lo que no podía intuir es hasta qué punto estaba hundiendo los pies en la maquiavélica trampa de Mr. Teapot.

Sucedió entonces algo inconcebible, sin antecedentes en la historia reciente de Los Reinos Olvidados.

Un enano inició el parlamento.

@Hrasty: ¿Vas a hacerle daño? ¿Estás seguro de que no sería más útil que te debamos algo? Ya has visto. Tu sólo nos "quitarías" a nuestra amiga, pero vas a pagar más de lo que ganas. Palabra de enano... 

—Actually... Ya le he hecho daño, little one. 

Teapot da un suave golpe de cucharilla a Hilda en la sien, y para vuestro horror, el rostro de la inconsciente Hilda parece agrietarse como si estuviese hecho de porcelana. La nigromante está lívida, mucho más pálida de lo que acostumbra. No parece una buena señal, desde luego.

—Habéis caído de lleno en mi trampa, necios. Sois demasiado predecibles... Sin vuestra nigromante, sois un hatajo de matones descerebrados. Os conozco demasiado bien, para vuestra desgracia personal. Siempre hay un monstruo más peligroso... Y ese monstruo soy yo.

Teapot ríe como un maníaco mientras un trueno amenaza con partir el cielo en dos.

Algo sucede a continuación, porque del centro de Viktal emergen una docena de sombras acorazadas lideradas por...

—¡Ahí están! ¿¡Lo ven!? ¡¡LAS HADAS ATACAN EL PUEBLO!! —grita una muy convincente Izalith para espolear al regimiento de templarios que se dirigen hacia vosotros a caballo liderados por el acorazado Sir Thalion y el tembloroso Hermano Läpzig.

No entendéis de qué diablos habla Izalith, pero pronto vais a saberlo, pues los asesinos comienzan a desaparecer, algunos con un virotazo de más en la mano y otros con algún mordisco de oso pardo.

—¡Al fin esos cobardes dan la cara! ¡A por ellos, hermanos! ¡Mostradles la sagrada y cegadora luz del Amanecer Dorado! ¡Arrepentíos, feéricos cobardes! ¡Arrepentíos! ¡ARREPENTÍÍÍÍOOOS! —grazna Läpzig mayal en mano, agitándolo en círculos sobre su cabeza.

El templario lidera la carga hacia vosotros, el primero de una docena de caballos furiosos.

Os van a arrollar.

Teapot os lanza una mirada sibilina.

—Otra víctima a la que no podéis salvar. ¿Llevas la cuenta, detective...? Yo hace mucho que la perdí... Huhuhuhu...

De nuevo esa psicopática carcajada in crescendo.

Hilda cae al suelo muerta. Esta no es una víctima normal. Es una de los vuestros. Una a la que no habéis podido salvar de las garras de ese halcón de ojos heterocromos llamado Mr. Teapot.

El asesino se volatiliza mientras sus asesinos se dispersan de vosotros, gritando, profiriendo alaridos de terror. ¿A qué viene esta pantomima?

Solo Hrasty alcanza a ver cómo Aventador, ese orejas picudas enmascarado, traza complejos glifos en el aire y, antes de desaparecer entre las brumas que rodean la orilla del Kronov, susurra:

—Volveremos a encontrarnos, maese enano... Lo prometo.

Poca reacción os queda, toda vez que os veis rodeados por todo un escuadrón templario dispuesto a someteros.

—Deponed las armas en este preciso instante, asquerosos hombres-polilla, o juro que os haré arrancar hasta la última membrana de esas viscosas alas que tenéis —dice Läpzig entre tembleques de excitación punitiva mientras os apunta con un dedo.

¿Hombres-polilla?

—¡RENDÍOS O SED EXTERMINADOS EN EL ACTO! —chilla mientras los templarios desmontan y desenvainan sus aceros, listos para pasaros a cuchillo.

Entonces se deshace el embuste. Hrast lo comprende al instante. Y eso que es enano.

Hasta entonces, los templarios han visto lo que Teapot quería que viesen: un hatajo de hadas atacando a unos tipejos que parecían pescadores, que han salido huyendo poniendo los pies en polvorosa. Atrás quedan dos cadáveres: el del Charcutero, muerto a los pies de Marvin y Snitt; y el de Hilda, muerto a los pies de Darko.

—¡Por la cegadora mirada del Dios Sol! ¡Son ellos! ¡S-s-s-s-s-son ellos! —exclama atónito Läpzig recordando vuestros rostros—. ¡LO SABÍA! ¡SABÍA QUE ÉRAIS EL MAL ENCARNADO! ¡TEMPLARIOS! ¡PRENDEDLOS! Y al oso mandadlo al circo... Ñe.

La cosa se ha puesto muy turbia en poco tiempo.

—BUENO, ¿QUÉ PUEDO DECIR? —comienza diciendo la Muerte—. ESTOY DECEPCIONADO.

Tras apartar su esquelética mano del tapete, cuatro de los seis dados resultan ser superiores al valor diez. El primero, el segundo, el cuarto y el sexto. Las reglas de la Muerte son claras: lanzar hasta seis dados y acumular tres éxitos o fracasos para determinar tu Sino. Diez es la frontera que separa el éxito del fracaso.

—¿POR QUÉ ME HACES ESTO, HILDY? ¿ACASO NO ERES MI MAYOR FAN? ¿POR QUÉ QUIERES IRTE Y DEJARME AQUÍ PLANTADO? —cuestiona la Muerte con cierto hastío en su, por otro lado, átona voz—. ¿ACASO ERES UNA PRINCEWIND EN VERSIÓN FEMENINA?

Hilda repara en una puerta negra de argolla plateada que se erige ahora a su izquierda. Una luz se recorta a través de su silueta, como impeliendo a abrirla para desvelar su misterio.

—PUEDES MARCHARTE. CONSIDÉRATE AFORTUNADA. ES UN RARO PRIVILEGIO QUE PUEDE NO REPETIRSE.

La Muerte se alza con un matiz extrañamente hastiado.

—Y RECUERDA... VOLVEREMOS A ENCONTRARNOS.