Partida Rol por web

-Ufff, no soy bueno con los ruidos, tendré que traerle el deslizador. Lo tengo en mi nave... ¿Y conoce a alguno de esos viejos? ¿Sabe dónde podríamos encontrarles? -añadió, siguiendo aquella doble conversación que parecía, poco a poco, reportar algunos frutos.

Wulryk estaba pasándolo un poco mal. Era un hombre poderoso, acostumbrado a que una miríada de secretarios, droides y sirvientes varios atendieran sus peticiones, pero para su desgracia ahí estaba, plantado delante de un alienígena insectoide amante de la tecnología, en un planetucho de mala muerte y mintiendo para conseguir que soltara la lengua.

Esperaba que aquello no se alargara demasiado, no ya por la facilidad con la que podía caer su tapadera, sino por la sensación que empezaba a acumular de estar desperdiciando su tiempo. Tal vez algo de dinero podría acelerar las cosas...

Los palpos de la boca del Verpine temblaron ligeramente y las antenas se juntaron más aún tras su cabeza.

- En las tabernas, a veces - respondió distraído. Su cabeza se aproximó un poco más a Wulryk. -. ¿Nave?. Oh. Podría desplazarme yo mismo. No es molestia - añadió con rapidez.

Creo que nos apremia la tarea,
vayamos a la taberna que nos indica y luego vendremos a buscarle para que mire el deslizador, ¿No?

-Pues es una lástima no poderle enseñar el deslizador y enseñarle la nave, señor... T'lyxyl Xzh'rayl -dijo con alguna dificultad y probablemente no todo lo correctamente que debería, pero en lo que podría considerarse, genéricamente, como un buen intento- Porque nos urge hablar con esas personas y por mucho que me moleste ese ruidito, si no empezamos ya con el tema de las entrevistas no dispondré de nada de tiempo para otras cosas. Vamos un poco contra reloj, usted me entiende.

Wulryk estaba llevando el peso de la conversación, cosa que era de esperar y que él asumía como algo connatural a acompañarle, pero aquel extraño intercambio de información, casi a dos voces y 4 interlocutores, le empezaba a poner algo nervioso, por mucho que al viejo senador no se le viera en la expresión afable que tenía en aquellos momentos.

- ¡Oh! - T'lyxyl dio un pequeño respingo por la educada negativa de Wulryk -. Vaya - las antenas del Verpine cayeron por la decepción -. Bueno... - continuó, repuesto y rascándose la cabeza -. Hay algunos... humanos viejos en la taberna de la plaza o en Sags'Uaz's. Sí. Allí suelen ir.

Fantástico, aquella conversación rallaba en la completa inutilidad. Como era de suponer, el lugar de encuentro habitual de los "viejos" del lugar era la plaza y la cantina. Poco probable sería que precisamente alguien que había logrado sobrevivir a los rastreos imperiales estuviera precisamente allí, pero de todas maneras había que tratar de encontrar alguna pista respecto del viejo jedi y era mucho más probable tratar de encontrarla gracias a la información de los más veteranos del lugar que recorriendo todo el territorio.

-Muchas gracias por la información. Iremos a comprobarlo, a ver si hay suerte y nos sobra algo de tiempo para poderle llevar a la nave para que me arregle el deslizador. Muy amable -se despidió Wulryk cordialmente, sonriente y afable para, en cuanto se giró y empezaron a caminar hacia donde les había indicado el alienígena, entornar los ojos y suspirar contrariado.

-¿Dónde habían ido al final los demás? Nosotros iremos al otro, ¿de acuerdo? -preguntó sin esperar opiniones, sólo por el compromiso cívico de emular una conversación con dos partes.

Wulryk salió con un evidente paso apresurado de la chatarrería, seguido de Sidias y Suta, dejando al Verpine claramente apenado. Después de un momento, cuando ya habían perdido de vista la chatarrería, y ya el viejo senador más aliviado, se detuvieron para orientarse.

Las calles de Kavvarad comenzaban a tener la animación del fin de jornada, con la gente encaminándose a su hogar o a los lugares de ocio. Las viviendas de Kavvarad eran sencillas y funcionales. En su gran mayoría de una única planta y construidas de duracreto o roca, el material más abundante en el planeta. Algunos de los puestos callejeros ya empezaban a recoger hasta el día siguiente, pero otros, quizás por su actividad, mantendrían el negocio abierto hasta bien entrada la noche.

Sags'Uaz's no estaba cerca de la avenida principal de Kavvarad, teniendo que adentrarse en las calles interiores. Si no hubiera sido por el cartel que anunciaba el nombre de la cantina y porque había un par de clientes cerca de la puerta con jarras en la mano, podía haberse confundido con cualquier vivienda.

Antes de que pudieran llegar a menos de una docena de metros de la entrada, un humano de barriga prominente, sudoroso y con cara de pocos amigos, salió de la cantina empujando con brusquedad a un anciano. Los clientes del exterior interrumpieron su charla para mirar lo que sucedía. El anciano tropezó y cayó al suelo.

 - ¡Largo de aquí, Mit, viejo borracho! - le espetó el humano -. ¡Maldito gorrón!. ¡No haces más que molestar a mi distinguida clientela!.

Sacudiéndose las manos, el tabernero volvió a entrar en su local. Los clientes estallaron en risas ante la última frase del tabernero.

Al ver como el geronte caía aceleré mi paso para tenderle mi mano -oiga, viejo, ¿Está bien?-. No solía tener demasiada empatía por otros "sentientes" pero los ancianos me recordaban a los técnicos refugiados que me habían permitido acceder a aparatos y saberes desde mi más tierna infancia, cuando mis lekku apenas parecían pequeños cuernos.

Precisé poco esfuerzo para levantarlo y limpié sus ropas con poco protocolo -¿Qué clientela es esa que se espanta de un pobre anciano?- "pensé" en voz alta.

Me alegré de salir de aquel tugurio de mala muerte con forma de tienda de desguaces. Aquel Verpine había sido tan útil como un androide de protocolo mudo, no dijo ni hizo nada al escuchar el nombre de Lucien e ir a la taberna local era algo para lo que no necesitábamos indicación, ya teníamos compañeros haciendo esa tarea.

Pero lo preferí a pasar un minuto más con aquel botarate, bufé una vez más cuando salí por la puerta sin despedirme, creí haber gastado ya mi repertorio de resoplidos con aquel ser. En verdad se me daban mal estas misiones, la apariencia podría hacer algo pero la falta de paciencia no ayudaba prefería estar haciendo la misión de mis compañeros, es decir, perseguir a alguien.

Asentí en silencio a las palabras de Wulryk, por una vez parecíamos compartir actitud tras este improductivo encuentro. Me giré lo justo para comprobar que Suta nos seguía a través de las callejuelas de la población.

Pudimos dar con Sags'Uaz's sin muchas complicaciones, pero antes de llegar vimos como echaban a alguien de la misma acompañado de algarabías de los cuatro idiotas de turno. Dudo mucho que ese viejo, que podría encajar con la descripción del General Skywalker, fuera un jedi. Sería demasiada casualidad, pero sin duda Suta debió pensar lo mismo y se dirigió hacia el anciano.

Le ayudó a levantarse, y esperando a la respuesta del anciano miré a Wulryk con un arqueo de cejas, sin duda podría ser uno de ellos. Me dediqué mentalmente a pensar en los segundos que me costaría sacar el arma y abrir fuego si la cosa se complicara, algo que de momento no parecía.

"Ser caballeroso y gentil te abrirá más puertas que las que te cerrará, sobre todo en comparación con ser un jodido arrogante y engreído sangre-azul", recordó Wulryk, las sabias aunque ásperas palabras de un viejo amor demócrata que tuvo en sus años mozos. Tardó mucho tiempo en aprender la lección, pero cuando lo hizo pareció que el cielo se abriera sobre su cabeza. Ayudar a un noble era complicado, costoso y pocas veces realmente productivo, mientras que aquellas personas que tenían poco o nada agradecían la ayuda recibida, por poca que fuera, con todo lo que tenían. La ratio de agradecimiento era tan diferente que, aunque sólo fuera por el interés socio-económico, resultaba mucho más rentable hacer caso a un borracho que a un noble engreído. Eso, dolorosamente, le incluía a él.

-Ayudad a este buen hombre -dijo, sin ni plantearse el ensuciarse las manos en una tarea como aquella- tal vez él nos pueda ayudar más a nosotros que nosotros a él...

- ¡Oh, vaya! - El anciano se dejó ayudar, apoyándose sin reparo en el hombro de Suta -. ¡Así se te pudran los dedos de los pies, gordo saco de sebo!. ¡Sólo quería un trago para calmar la sed, esputo de bantha!.

El anciano no parecía haberse hecho daño y se sacudió el polvo, que no era poco, ayudado por Suta, mientras refunfuñaba y lanzaba maldiciones que pondrían colorado hasta al más curtido Hutt. Estaba encorvado por la vejez, hasta el punto que parecía más bajo que Suta. A pesar de la vejez y aparente debilidad, lanzaba el puño con energía con cada nueva maldición.

- Sí, sí. Estoy bien - respondió con voz rasposa más calmado, lo que no duró mucho, pues volvió a lanzar el puño y a gritar furioso -. ¡Iros al infierno tú y los muertos de hambre de esa pocilga! - los clientes del exterior callaban, visiblemente incómodos. Algunos se despidieron rápidamente y desaparecieron.

- Gracias, muchacho - su voz volvió a un tono normal, y miró de cerca a Suta con un ojo medio cerrado -. Oye, ¿estás enfermo?. ¿Por qué tienes ese color? - su aliento olía a alcohol,  aunque parecía algo permanente -. ¿Y tu amigo? - dijo señalando a Wulryk -. Vaaaya. Parece como si le hubieran dado de beber vinagre. He-he.

-Este...- respondí -no lo sé, así nací-.

Miré a los demás, quizás realmente me sucedía algo, quizás estaba enfermo o la atmósfera de aquel planeta afectaba mi pigmentación natural -¿¡Estoy de otro color!?- consulté algo asustado pero en voz baja a mis compañeros.

El ayudar al viejo no fue difícil y su aroma me recordaba a una comida tradicional del campo de refugiados donde había crecido, la misma implicaba secreciones de rumiantes similares a los bantha de alto contenido en calcio y unos hongos que se cocinaban en una suerte de guisado.
Recordé la carne de reptil sasonada con aquella pasta y no pude evitar salivar. Tenía hambre y había olvidado el temor.

-¿Cuál es su nombre, viejo?-.

La respuesta del anciano no me gustó nada, ¿No había visto un twilek en su vida?. Cuando se giró hacia mi Suta y me preguntó algo negué con la cabeza frunciendo ligeramente el ceño.

En cuanto a Wulryk, bueno, que demonios, tenía razón.

Esperé a ver como decía que se llamaba, quizá un golpe de suerte de cuando en cuando no nos viniera mal.

- ¿Mi nombre? - el anciano se rascó la cabeza medio calva con evidente confusión -. ¡Ah!. Seguro que habéis llegado hace poco, sí claro. He-he. Aquí todos me conocen como el viejo Mitty, cuando no me llaman de otra insultante forma - se volvió repentinamente hacia la taberna gritando -. ¡Esos muertos de hambre deberían saber que sacas la cerveza de las letrinas!.

Mitty escupió al suelo con desagrado y lanzó unos manotazos de rechazo al aire.

- ¡Bah!. Aquí no me darán un trago - echó a andar, rascándose el costado, para luego volverse hacia vosotros -. ¡Eh!. ¿Venís o no?. ¿Es que queréis que os envenenen en ese cuchitril?