Partida Rol por web

Guido dejó caer la sabana suavemente para volver a dejarla en su lugar a la vez que se giraba hacia el clérigo en voz baja.
-Tiene toda la razón señor Scola, aunque en este momento no busco información sino que alguien me cubra en mis pujas. ¿Entiende a lo que me refiero?

Judith miró con bastante mala cara al cabezón "cabezón" - Lo siento, soy de las que se dan cuenta de cuando sobra alguien o está en medio,... pero no soy yo quien sobra, si no usted - la chica dibujó una mueca burlona en su cara, tras pensar un poco quizás hubiera procurado proteger otros objetos, pero ya estaba hecho, y tal cual había decidido iba a defender aquellos tres objetos, mejor 3 que ninguno.

Ladeó su cara hacia atrás poniendo sus manos en la cadera, mirando quizás con algo de soberbia al tipo, semisonriente, no estaría mal entretenerse un poco con alguien en espera de los Rocks, pero a la vez no quería meter a esa gente en problemas, a parte de hacerle esperar no le habían hecho nada.

Nadie se fía de nadie. De eso Emilia estaba completamente segura. Así que si habían dejado sin seguridad esa sala era porque a los Rocks les daba igual que fisgonearan, no cabía duda-. No es ventaja lo que busco, joven. Solo ver en qué cosas voy a gastar mi dinero –le dijo al gitanillo tras sacar la cabeza de debajo de la tela negra. No sabía muy bien cómo se sentía tras ver lo que ocultaba. No, sí que lo sabía: Se sentía incluso más intrigada.

Quería seguir mirando, pero la pija seguía delante de los tres primeros objetos, protegiéndolos como si fueran suyos, impidiendo que Don Cabezón se acercara a ellos-. No hay ningún cartel que diga “Prohibido mirar”, niña. Así que deja de mandonearnos, que si queremos echar un vistazo es cosa nuestra.

Podría haber examinado los últimos objetos, por donde estaba Su Eminencia. Pero el simple hecho de que le impidieran acercarse a los números 1, 2 y 3 le hacía querer verlos aún más. A Emilia no le gustaba que le dieran órdenes ni que nadie se entrometiera en su camino. 

- que gran razón SEÑORA - remarcó la palabra señora lo mejor que pudo, para que viera que se refinería a los viejos como debía - tampoco hay cartel de prohibido zurrar a los fisgones, por lo que incluso si hubiera uno de "prohibido golpear", puesto que no incluiría la palabra "fisgones" aun podría dar algún golpe justificado mantenía su pose dirigiendo levemente su mirada a la mujer.

¿quería pelea? Quien sabe, pero se aburría y mirar bajo las telas negras y faltar al respeto a quienes le habían invitado a la subasta no era manera de pasar el rato, cosa muy diferente a hacer un poco de ejercicio.

Daniel no pudo evitar sonreír ante la tensión que parecía ir en aumento entre la joven del traje verde, el joven de rasgos gitanos, la señora escapada de un capítulo de las chicas de oro y el señor del bigote que cada vez que hablaba subía el pan. De hecho, la joven parecía tentada de llegar a usar la violencia física.

-Sería gracioso que acabaran a hostias, puede que tengan que llamar a una ambulancia si la cosa se pone dura, o tal vez expulsar de la mansión a los implicados por comportarse como animales. No estaría mal, sería una manera más de quitarse competencia en la subasta. Todo esto sería digno un auténtico reality. Un momento...

Inmediatamente, Daniel se dedicó a buscar por los rincones y junto a algunos objetos de decoración en la sala posibles cámaras ocultas o tal vez simplemente discretamente colocadas. No podía dejar de pensar que la tonta ocurrencia que le acababa de pasar por su cabeza en el fondo fuera la explicación de todo esto.

Por otra parte, observó que tanto su conocido Ferreti, el obispo y el hombre de larga barba canosa también se habían dedicado a curiosear por su cuenta, pero no entraban en la trifulca que estaban montando el resto, o hasta el momento no habían decidido darse por aludidos. Seguía pensando que podían recibir algún tipo de penalización o castigo por atreverse a mirar los objetos, por lo que, aun con miedo de lanzarse a curiosear algún otro objeto por su cuenta, se acerco al italiano y le preguntó con curiosidad:

-¿Que tal Guido? ¿Algo interesante bajo la sabana?

Salvador era incapaz de tolerar la actitud desafiante de la joven del vestido verde, en su mente no cabía la opción de que una "niñata" le impidiera hacer algo y mucho menos que se atreviera a amenazarle, sin embargo Salvador no era tonto y sabía que un enfrentamiento violento los pondría a ambos de patitas en la calle, así que aún aguantándose las ganas de soltarle un sopapo se llevó las manos a la espalda y le contestó con voz melosa.

Mira mi reina, yo ya sé que a vosotras las "tortillistas" os gusta mucho lo de demostrar lo machotas que sois, pero lo que tú estás buscando es que un hombre hecho y derecho como yo te suelte un buen soplamocos para sentirse mujer de verdad.... Pero te vas a quedar con las ganas!. No voy a ser yo el que lubrique la calentura de tu "angina" con la palma de mi mano, si se te escurre el tampax amiga mía, ponle un corcho! Pero puedes ir dejando de tocar las narices al prójimo. Sentenció Salvador. Y también te digo a modo de "añadimiento", que si luego de la subasta sigues húmeda y "turgente" en busca de un caballero que te dé una buena sesión de azotes, aquí un servidor Salvador Cabezón tiene esta mano y su regazo para su completa disposición.

Salvador adornó sus palabras con una sonrisa sarcástica acentuada por su bigote, acto seguido alzó la papada y muy orgulloso giró sobre sus talones para acercarse a los objetos del final.

Una sonrisa aun más soberbia se dibujó en la cara de la chica, tras escuchar un puñado de sandeces - Hermoso miedo, lástima que no se pueda apreciar demasiado aquí - pensó en esa frase, pero optó por no exteriorizarla, con escuchar lo de "que si luego de la subasta" ignorando las frases del tipo a gusto o disgusto, se mordió suave el lado derecho inferior del labio, quizás no al salir de la subasta, para que la limpieza no corra de manos de los Rocks, pero en cualquier momento que llegara a verlo, una vez lejos de allí, no respondía de las consecuencias de sus acciones.

Mientras tenia la cabeza bajo la sabana de aquel gran objeto, las voces de personas iban y venían, al parecer de manera acalorada, pero no parecían las típicas palabras de aliento o nerviosismo algo mas sucedía, -¿Llegaran a las manos? una buena pelea...-Saco la cabeza rápidamente de aquella sabana y el pelo se le encrespo ligeramente, algo a lo que le puso fin con sus gruesas manos pasando por las sienes. Por desgracia cuando terminara, ellos también habían terminado.-Increíble...-Y con ese fútil comentario recordó que igualmente increíble es lo que había bajo esa gran sabana.

-Jamas, pensé que algo así podría estar en una subasta de este nivel.-Dijo señalando con el dedo gordo el objeto numero 10.-¿Alguien a visto algo interesante?-Pregunto con las manos entre los tirantes. Y fue entonces cuando aquel hombre: Cabezón.-Jeh, menudo nombre tiene el tío, me pregunto si sera inventado o es que sus padres ya sabían como seria de mayor.-Se acercaba a la zona donde él estaba y recordó que era hombre de puros.

-Sr.Cabezón.-Increíble...-No tendrá una cerillas o un mechero que prestarme ¿Verdad? e tenido que dejar el mio en la dichosa caja fuerte. Que digo yo que para que tanto problema en no poder pagar con tarjeta o llevar nuestras cosas con nosotros.-Su curiosidad era fuerte, pero el mono empezaba a apretar y borraba cualquier posible interés en algo que no fuera nicotina.

Salvador ya estaba bien calentito por dentro tras el nuevo encontronazo con la joven del vestido verde cuando el hombre con cara de Papa Noel se le acercó para pedirle fuego.

- Pues no! Ya ve usted! Aquí por lo visto dejan pasar a las furcias y a los gitanos, pero en cambio uno no puede pasar su mechero del Real Madrid, no vaya a ser que le peguemos fuego a las sabanitas de los cojones... Dijo con evidente mala leche. Supongo que en último caso le podríamos pedir "alumbre" a los Umpa Lumpas de los Rons dijo señalando hacia donde habían marchado el personal de servicio.

-Todos tenemos derecho a estar aqui-dije reprimiendo las ganas de darle una paliza alli mismo-cuando acabe la subasta me gustaria invitarle a unos Cohibas de importacion que tengo en mi coche,para limar asperezas.-si,ya limarian asperezas.

El momento que suponía la muchacha que estaba por llegar, lo hizo, aquella mujer se apresuró a intentar levantar el pañuelito de la tercera pieza, y la estricta Judith sonrió con un considerable toque sádico, pero no actuó como lo hubiera hecho normalmente, se contuvo más de lo que incluso ella hubiera esperado. Con un paso hacia adelante doblando ligeramente ambas rodillas e inclinándose con suavidad, utilizó su puño como maza dando un golpe considerable al brazo de la mujer y sin frenar su gesto, erguió su cuerpo colocado justo al lado de la señora aplicando la dureza de su movimiento embistiendo la en el pecho para hacerla retroceder, acabando su acción con un giro que de haber llevado algo en su mano izquierda, hubiera podido propinar un golpe muy peligroso, que por suerte para la mujer no llegó a impactar, aquel gesto era un simple impulso tal vez, no llevado a cabo voluntariamente.

Tras el acto, se agachó tranquila y "justificó" su movimiento - oh, ¡maldita sea! Quería aplastar a una cucaracha que había justo aquí, pero ha escapado

Quizás algo no funcionaba bien en esa escusa, pero se alzó orgullosa y convencida de haber hecho lo correcto.

Salvador escuchó la invitación de Jesús Cortés. Me encantaría pero yo solo fumo Cohibas en las bodas, y antes de que haya boda me tendrá usted que "eneseñar el pañuelo", ¿no es así la tradición? Dijo Don Salvador.

La frase dió paso a un momento más tenso cuando Emilia intentó acecede a uno de los regalos y la joven le propino un fuerte golpe y un empujón. Al momento Salvador saltó como un resorte.,  

- EH!!! PERO OIGA !!!! SE HA VUELTO USTED LOCA!!! dijo  dirigiendose a Judith. QUE LE PASA A USTED??? ACASO NO LE HAN ENSEÑADO A COMPORTARSE!!!!????  Aquella chica se había pasado ya tres pueblos y Salvador convencido de que de esta seguro que la echaban a la calle.

Emilia fue todo digna directa a por el objeto número 3. Esa niña estaba tan flacucha que no podría proteger más que la tela negra que lo cubría. O eso se pensaba. En cuanto alargó el brazo, Judith le asestó un buen golpe. ¡Como si fuera una vulgar salvaje barriobajera! O peor, como si fuera una de esas que salían en el Sálvame Deluxe.

Al principio, Emilia no procesó bien lo que había ocurrido. Se quedó con el brazo bien pegado al pecho y con cara de susto… durante dos segundos. Luego, consciente de todo, le apuntó con el dedo y gritó:-. ¡Ay, Dios mío! ¡Ay, Dios mío! ¡Está loca! ¡Me ha asaltado, me ha asaltado! Qué salvajada, Dios mío. ¡Ay, ay, ay! Que alguien la detenga, por el bien de todos  –Los ojos se le salían de las órbitas y el pelo ya estaba totalmente descontrolado. Lo único que se le pasó por la cabeza era que esa chica quería arramplar con todo y robarles a todos: a los Rocks y a los invitados-. ¡No te acerques a mí! -exclamó llevándose al pecho las manos para comprobar que su dinero seguía donde tenía que estar. Que si se lo hubieran robado se habría enterado. Pero había oído por la tele noticias sobre bandas de carteristas que trabajan con una precisión que ni te das cuenta de que te están metiendo la mano por todas partes. Esperaba que esa familia tan finolis que tanto alarde de seguridad hacía la expulsara de la subasta. Mientras seguía con sus “Ay, Dios mío” y “Está loca”, se apartó de ella. Y, ya de paso, se apartó también de Don Cabezón. Ese hombre tan incivilizado (que hacía no mucho la había llamado vieja) no le gustaba mucho.

Se empezó a dar aire con la mano. Y se puso a hablar en voz medio baja para ella misma-. Ay, qué sofoco, Dios misericordioso. Ese hombre la quiere violar y me ataca a mí. El mundo está loco. Ay, madre mía de mi vida. ¿Por qué me habré dejado el abanico en casa? Qué cabeza tienes, Emilia –Luego cayó en que daba igual que hubiera cogido el abanico, porque esos insulsos de los Rocks no le habrían dejado meterlo en su mansión. Soltó un suspiro y siguió hablando sola-. Me agreden y yo me preocupo por el abanico. Cómo eres, Emi, cómo eres…

Encima le venían recriminando una acción de seguridad, pero no le importaba demasiado, se colocó con calma bien y solo dio una respuesta, que si bien no era incorrecta, quizás si convencional...

- tranquilo señor cabezón, quizás a mi no me hayan enseñado, pero a ustedes parece que si, y sin embargo no se comportan adecuadamente y con respeto, mi falta de respeto esta dirigida hacia quienes le faltan al respeto a los rocks, su falta de respeto esta enfocada directamente a los anfitriones

Doble S escucho con atención las palabras de aquel hombre del bigote y su gesto afable se torció al escuchar que él estaba en la misma situación, aunque su idea no era mala.-Puede ser amigo, para fuego tienen que tener, esta casa vale mas que dos palos unidos.-Comento mientras se acercaba uno de los mas jóvenes y ofrecía coibas, una oferta que Cabezón desaprovecho pero que Zak no estaba dispuesto.

-Coibame a mi entonces, amigo. Un buen puro siempre limpia mejor que un mal tabaco, Saimon Satrustegi, pero puede llamarme Zak.-Le propuso a Jesus. Antes de ser consciente de que había comenzado una la pelea entre la juventud y la senectud.-"fui-fuiii", esa chiquita es de armas tomar e ideas claras, muy complicada.

Saturn entonces, ahora que la anciana gritaba y se hacia la victima, no había cosa que mas le molestara, se acerco con una sonrisa extendiendo los brazos entre ambas.
-Haya paz señoras, que diría el jefe del arzobispo, aquí presente, sobre dos de sus hijas peleándose. O peor aun, los Rocks sobre sus invitados. Seamos civilizados-Un par de palabras que siempre metía al final de cada frase apaciguadora.

- Te entiendo, Guido. Espero lo mismo de ti.