Partida Rol por web

El cuerpo del draco yacía inerte en cubierta. El daño causado por la espesa baba comenzaba a remitir, pero tanto sus compañeros como ella aún estaban un tanto doloridos. De modo que cogió a sus camaradas de la mano y, formando un círculo, oró para que sus aflicciones se diluyeran en una oleada de calidez.

Cuando todo se calmó, el resto de tripulantes decidieron celebrar la gesta. Gudrid incluso se permitió beber un par de sorbos de vino; se lo había ganado. Todos lo merecían.

Aprovechando el momento de relajación, se acercó al seguidor de Iomedae: - Cuán grande debe ser tu fe. Estabas delante de mí cuando el draco nos escupió, tú recibiste el impacto de lleno y sin embargo no pareció afectarte, pues seguiste luchando con ahínco.
He oído que te has encomendado más de una vez a Iomedae; créeme, tu Señora puede estar orgullosa de su siervo.

- ¿Sabes?- dijo, mirando al cielo: - Puede que algún día La Brillante Dama y mi madre, que de seguro está a su diestra, puedan mirarme también con orgullo.
La joven esbozó una sonrisa cargada de melancolía a la vez que añadía: - Olvídalo, soy una tonta. No me sienta bien el vino.
Pero no era la bebida; apenas había bebido dos sorbitos. Había crecido arropada con las historias de la gesta de su madre. De cómo vivió y de por qué murió, y se sentía diminuta al lado de la sombra de su recuerdo. Era un hecho evidente que Sarenrae también la había escogido a ella y la arropaba con su abrazo, mas no podía evitar pensar que no estaba a la altura.

Agitando enérgicamente la cabeza deshechó tales pensamientos y se dispuso a disfrutar un poco de la compañía del resto de tripulantes.

Igual que le pasara cuando escaparon de los fanáticos guardias, Gudrid se sentía esa noche extrañamente bien. Se sentía viva y feliz de haber vuelto a eludir a la muerte.
El camino andado y el que restaba por andar estaban colmados de peligros, no obstante, en ese preciso momento, todo estaba en su sitio. Todo era perfecto.

Mente sana y cuerpo sano. Fur-yurl escapó del bullicio y la celebración, él no festejaba, el monje era feliz tratando por igual lo bueno y malo pasado. Sobre su puesto de proa se sentaba mirando al infinito dejando que la brisa le mostrara su sabiduría, susurros lejanos, sensaciones extrañas y armonía. Sin duda todo iba bastante bien, todo parecía salir como debía pasar y nada perturbaba al guerrero del viento.

Ommmmmmm

La lucha había terminado con una ofensiva al alimón de los hombres del grupo mientras Gudrid convocaba sus dones divinos para restañarles las heridas. El dragón sucumbió ante el empuje de los pathfinders y su cuerpo cayó sobre la cubierta del Ábaco como un pesado fardo. El bien prevaleció, ya nadie volvería a sufrir un ataque en aquellas aguas por parte del malvado monstruo.

Tiremos ese cuerpo al mar, que sea alimento para los peces que tanto han sufrido con su presencia depredadora. Es justicia que su carne nutra a los sobrevivientes de su maldad... ¡Ayudadme a lanzarlo por la borda!

Durante el resto del día anduvo pensativo de un lado a otro del Ábaco. Habían vencido al mal encarnado en el dragón pero era una victoria efímera teniendo en cuenta lo extendido que estaba el caos y la ignominia en aquellos parajes. De hecho, la propuesta de hacerse pasar por cruzados camino de Mendev tenía más de cierto de lo que muchos se pensaban. Elenzeran sabía que tarde o temprano su camino le llevaría a combatir las hordas demoníacas que surgían de la Herida del Mundo. Ese era su fin. Ese era su destino.

Más tarde la sacerdotisa de Sarenrae estuvo alabando su resistencia en el combate con el dragón y su devoción por Iomedae.

Tras el desastre en el puerto de Xer no estoy muy seguro de estar contentando a mi señora... Hago lo posible para que la justicia y el bien iluminen este mundo pero es difícil.... Hay mucho que hacer.

En cuanto a mi resistencia al dolor, en este caso, se debe a mi ascendente celestial que me protege de determinados elementos... No es un mérito mío.

Se volvió a quedar en silencio. No estaba acostumbrado a hablar con mujeres, a pesar de que por su apostura eran muchas las que se acercaban a él con mejores o peores intenciones... No sabía por donde le saldrían así que prefería guardar silencio y evitar un mal paso.

Aquel dragon abatido suponía la primera victoria importante realizada por el trabajo en equipo de aquel grupo de pathfinders que viajaban en el Ábaco. Era el primer enemigo importante en caer bajo el asedio de escudo, espada, arco y puño que representaban los cuatro pathfinders, que aún tenían una misión que cumplir.

Cuando el dragon cayó y las celebraciones empezaron Satinder subió con agilidad al lomo de la criatura con una jarra de cerveza en la mano y la alzó para brindar - ¡En honor a los que perdimos en el puerto de Xer, sin la valentía de los quales no habríamos conseguido llegar hasta aquí! - exclamó el guerrero de Nirmathas. Momentos despues, utilizando su espada arrancó cuatro colmillos del draco de río y se acercó a sus compañeros durante la celebración.

- Es tradición en mi pueblo extraer alguna pieza de de caza de la bestia muerta, así honramos todos al Viejo Certero. - dijo, al tiempo que entregaba un colmillo de draco de río a los demás pathfinders. - cuenta la tradición que si portas un colgante con dicha pieza la suerte te favorecerá en próximas cazas.... y seguro que habrán próximas, amigos míos.... - dijo sonriendo, tal vez en exceso, por la ingesta de alcohol.

Rato más tarde, ayudó a Elenzeran y al resto de marineros a tirar la bestia al mar para disfrute del resto de animales acuaticos del río que a bien seguro han sufrido el acoso incesante del alado.

Pasaron un par de días tranquilos. El Ábaco, a pesar del desafortunado encuentro con el Draco de río, navegaba a buen ritmo ascendiendo por las aguas nítidas, evitando las temidas y peligrosas Barcazas de Fe razmiri. A lo largo de la trayectoria, toparon con bastantes pescadores de bajo calado, que se ganaban la vida pescando a pulmón en la profundidad de las aguas. Eran personas humildes que nada tenían que ver con el fervor fanático de aquellos que seguían a Razmir, El Dios Viviente.

Tras hablar con ellos y preguntar por los emisarios enanos, varios fueron los testimonios que aseguraban haber visto a una Barcaza de Fe dirigirse a una reconocida posada fluvial conocida como la Revelación Gris. Al parecer, dentro de la tripulación del barco, se hallaba un trío de enanos, cosa destacable pues no era habitual ver enanos por aquellos lugares y menos a bordo de una embarcación.

Parecía quedar claro que los emisarios enanos habían sido capturados y encerrados en dicha posada, con lo que en breve tendrían que volver a actuar.

Metella escupió demonios por la boca, encolerizada por el trato tan poco adecuado que habían recibido sus compatriotas, pero rápidamente Amauhak se encargó de llamar a la calma, pues los derramamientos de sangre en tierra razmiri eran considerados pena capital.

En la mañana de ese segundo día, Temel se despertó antes de lo habitual. El kalistócrata se encontraba gratamente sorprendido por el buen hacer de los pathfinders, y así se lo hizo saber al grupo. Se acercó hasta ellos y tras aspirar un poco de rape, comentó de forma amigable:

- La Sociedad Pathfinder sigue maravillándome, y me parece cada vez más prudente establecer un acuerdo comercial que repercutirá en beneficio mutuo, sobre todo para aquellos con un ojo para apreciar las ganancias. Dejad que os exponga mi oferta con términos sencillos: Mi red comercial está creciendo y ya abarca el Mar Interior como ninguna otra, mientras que los enanos no pueden esperar competir con los precios que ofrezco. No olvidemos que los Pathfinders han tenido muchos tratos comerciales conmigo en el pasado.- finalizó el noble de Druma mientras mostraba su mejor sonrisa...

Siguieron su periplo río arriba tratando de averiguar cual era el destino de los congéneres de Metella y Amauhak, y tras un par de días encontraron la pista que necesitaban. Unos oriundos les informaron de que habían sido testigos de la presencia de tres enanos en una barcaza de fe razmiri y que el lugar al que se dirigían con toda probabilidad era una posada de río llamada Revelación Gris. Por fin objetivo claro en su horizonte.

Elenzeran empezó a prepararse mentalmente para la inevitable confrontación. Aquella vez no huiría del campo de batalla como en el puerto de Xer. No descansaría hasta ver sanos y salvos a los enanos. Cuando más concentrado estaba apareció Temel y le desmontó en varias frase, aquel hombre no era trigo limpio. No se pudo callar.

Discúlpeme, kalistócrata Passad, si mis palabras le parecen descorteses pero tengo la impresión que no tiene ni remota idea de donde nos encontramos en este momento. No estamos en uno de esos viajes de ocio en los que se estrechan acuerdos comerciales, aquí hay vidas en juego y con su actitud lo único que me demuestra es que su único objetivo en esta misión es conseguir un trato comercial con la sociedad a la que pertenezco... ¿No le parece vergonzoso estar preocupándose por sus negocios mientras peligra la vida de unas personas? No vuelva a tocar este tema en mi presencia... cuando acabemos la misión plantee sus peticiones y se le dará debida respuesta.

Ni esperó a la contestación del comerciante. Se volvió y andó hasta el otro lado del barco, no podía creer las palabras del kalistócrata solamente preocupado por negocio. No pudo evitar escudriñarle en busca de algún rastro de maldad... No se fiaba ni un pelo de aquel hombre.

Temel Passad se quedó de pasta de boniato. Fue incapaz de articular palabra ante lo que él consideraba un desplante en toda regla. Alzó la mano con el dedo extendido, pero ya era demasiado tarde, Elenzeran ya se había marchado del lugar.

A pocos metros de allí, Metella reía entre dientes. La enana se alegraba de que alguien, le hubiera leído la cartilla al Kalistócrata de Druma. Cuando el paladín se detuvo junto a la borda, la noble enana se acercó hasta él.

- No debéis desconfiar de él.- Dijo Metella observando como el vástago celestial escudriñaba en el alma del comerciante humano - Es un poco peculiar, pero no es malvado. Lo que pasa es que intenta prosperar en sus negocios gracias al trabajo de la Sociedad y a veces la competencia comercial lo ciegan.- dijo sonriendo -Por mi parte, cuando recuperemos a mis compatriotas, estaré encantada de explicar las excelencias de la Sociedad de Pathfinders. Los precios de los objetos manufacturados por los enanos no pueden competir con los de Passad, pero nuestra calidad es innegable.- añadió mientras extraía un pequeño odre. - Tomad esto como muestra de gratitud. Permite aumentar la resistencia al dolor. Puede serviros de ayuda.-  Y tras esto marchó a la búsqueda de Amauhak.

El monje aparentaba impasible en su postura de meditación, observando al infinito, envolviéndose de la brisa y los sonidos que ésta le portaban. Aunque nadie se lo hubiese pedido él hacía las funciones de vigía y en su empeño no cesaba de escudriñar el horizonte y atender a las voces que el viento le traían... no estaba dispuesto a ser sorprendido.

Notó una punzada en la mente cuando el Kalistócrata se pavoneó y ofreció a la sociedad algo así como un chantaje. Para él la proposición o sugerencia le quemaba el alma ya que Fur-yurl estaba inmerso en una cruzada personal contra todo tipo de tiranía económica que muchas veces acababa en la privación de la libertad de personas desafortunadas o incluso en la esclavitud metafórica o literal. Por un instante su aura se ennegreció y empezó a arremolinarse con la furia de un huracán, como si estuviese apunto de entrar en combate, aunque por una vez fuese un combate dialéctico. Pero... Elenzeran habló, habló con la misma contundencia con la que golpeaba con su espada y con la misma sutileza con la que lo hubiese hecho él mismo. El monje escuchó y no pudo evitar sonreir, tras esto su aura se emblanqueció y dejó de arremolinarse para serenarse y fluir como una sutil brisa.

De nuevo todos sus sentidos volvían a estar en la percepción del entorno.

Ommmmmmm

- Si legítimo es buscar el negocio.... el problema es que el momento elegido ha sido de lo más inoportuno - añadió el arquero de Nirmathas dirigiendose a Metella. - Suficiente tenemos con la difícil misión de rescatar a los emisarios enanos como para pensar en enlaces comerciales... pero Erastil nos ha sonreido y por lo menos ya tenemos un indicio claro de a dónde ir.-

La sacerdotisa asisitió a la discusión que mantuvo el paladín con el tal Passad.
Pese a que decidió no intervenir en la conversación, dado que era complicado añadir nada útil a la reprimenda del santo guerrero, no pudo evitar que una sonrisa se le perfilase en el rostro al ver cómo el altivo personaje se quedaba con la palabra en la boca, totalmente sobrepasado en su duelo verbal.

Gudrid negó con la cabeza con la sonrisa aún en los labios, y se giró apoyándose en la barandilla de la nave. Cerró los ojos mientras la suave brisa le acariciaba el cabello.

La jornada transcurrió sin muchos más sobresaltos. El Ábaco seguía avanzado imparable por las aguas del Río de Cristal, un lugar dotado de una belleza sin igual. Las aguas del acaudalado río fluían entre hermosos valles de cerezos y pinos, resultando una desagradable paradoja el hecho de que aquellas tierras estuvieran dominadas por una teocracia pérfida y opresora. 

Finalmente, cuando los rayos del sol comenzaban a declinar, la nave drumana divisó lo que parecía una enorme alquería situada a escasos metros de la orilla. Tenía pinta de ser la posada que los pescadores habían descrito con totalidad de detalles. Junto al borde del río, un pequeño embarcadero invitaba a atracar tras el duro día de travesía, pero tanto Metella, Amauhak y Passad sabían que ellos debían permanecer a bordo de la nave. No en vano, eran los emisarios de auxilio en caso de que el grupo de pathfinders fallaran en su tarea de recuperar a Rukeska y los suyos.

El Ábaco encara el embarcadero y de forma lenta, el velero se detiene. A una orden del capitán, un par de marineros coloca una pasarela para que el grupo de aventureros pase. Parece que la suerte estaba echada.

Antes de descender, Amauhak se acercó hasta el grupo y comentó un detalle importante de la operación que hasta el momento se había mantenido en secreto:

- Uno de los emisarios es un enano pahmet como yo. Su nombre es Pechas Domri. Se sabe que Pechas ha tenido contactos con el Sabio del Diamante, hermano de Amenofeos, conocido como el Sabio del Zafiro de facción osiriani de Absalom. Todos los emisarios son importantes, pero Pechas es de vital importancia.- Tras decir estas palabras, el enano realiza un saludo llevándose la mano a la frente y al pecho.

Las cosas se complicaban.

Gudrid escuchó las palabras de su interlocutor con el corazón parcialmente dividido. Asintió con respetuoso gesto respondiendo a su saludo y se dispuso a desembarcar.

Sabía que, en el fondo, no era nada descabellado lo que les estaban pidiendo: unos objetivos a rescatar y uno de ellos más importante que el resto.
Sin embargo, no pudo evitar que aflorase su parte más severa y monacal. Las enseñanzas que el padre Vroll se encargara de grabarle a fuego en sus mientes acudieron a sus labios: - Todo lo que crece y vive bajo el Sol es amado con equidad por Nuestra Señora- Pero allí se quedaron; con un gran esfuerzo, consiguió no ponerles voz.

Deshechando tales pensamientos, decidió que cumplir con la misión encomendada era lo principal. Lo contrario sería un desplante hacia los compañeros que se habían quedado atrás. Nada poseemos más valioso que la propia vida, y ellos la arriesgaron sin vacilación en aras del cumplimiento de su deber.

Revisó que llevaba encima todo cuanto podía necesitar y se dirigió a sus acompañantes:
- Bueno, chicos. Si estamos listos, será mejor que nos pongamos en marcha.

Cuando el Ábaco inició las operaciones de embarque Satinder aprovechó el momento para echarse al cuello el colgante que con algo de cuerda se hizo con el largo colmillo del Draco de Río. Aquel era un trofeo digno para el Viejo Certero y siguiendo la tradición de Kassen, su pueblo natal, aquel colgante debería arrojar suerte sobre su próxima presa... o enemigo.

El embarque fue tenso para el arquero nirmathiano, una de sus manos reposaba en uno de los carjales que llevaba a cada lado del cinto, preparada para extraer una de las flechas en caso de otra bienvenida hostil. La otra mano reposaba sobre el pomo de su espada, en caso que no le diera tiempo a sacar su arco. El semielfo era un guerrero y sabía como estar preparado ante aquel tipo de situaciones.

Cuando Amauhak reveló acerca del emisario Pechas Domri, Satinder contestó con un susurro discreto y rostro serio.

- De vital importancia... entendido. -

Una vez cruzada la pasarela, el grupo se halló en tierra firme tras varios días de navegación fluvial. Aquello era un verdadero descanso, y en cierta forma, se notaban algo extraños. Parecía como si todo a su alrededor se meciera de forma acompasada, como si sus mentes hubieran asimilado el suave vaivén del velero drumanés.

Desde el embarcadero se podía observar como la alquería a modo de villa se alzaba sobre una pequeña pendiente. Había que llegar hasta allí. Un camino empedrado discurría entre un bello pinar. El camino estaba cuidado de forma exquisita, e incluso disponía de candeleros para iluminar a los transeúntes.

Después de unos minutos caminando, el grupo llegó hasta unas enormes puertas de madera completamente abiertas. El olor de flores frescas, endulzaba el ambiente al tiempo que un letrero que pendía de codo de hierro se podía leer:

- "Bienvenidos a la posada La Revelación Gris".

Durante unos segundos, todos se miraron sin saber muy bien qué hacer, pero entonces, un muchacho joven con el pelo negro alborotado y vestido con ropas de mozo, se acercó hasta la puerta, mientras hacía gestos con sus manos invitando al grupo a adentrarse en la pequeña villa. Curiosamente, el gañán no emitió ningún tipo de sonido mientras llevaba a cabo su enérgica sucesión de gestos, instando a los allí reunidos a que lo siguieran. 

Tras el incidente con el kalistócrata, Elenzeran se sumió en un profundo estado de concentración. Aunque Metella intentó quitarle hierro al asunto, el paladín no olvidaría que el interesado comerciante pensaba en su bolsillo antes que en los emisarios en peligro. Cuando acabara la misión expresaría su oposición a que la sociedad tuviera relaciones con aquella urraca de Passad. Escuchó las palabras del siempre sosegado Amahuak y le sorprendieron.

Estimado compañero, toda vida merece el mismo respeto. Si está en mi mano haré todo lo posible por salvaguardar la vida del tal Pechas, pero jamás a costa de la integridad de cualquier otro.

Al fin llegaron a la posada dónde se suponía que habían sido llevados los emisarios enanos, llegaba el momento de la verdad. Era la hora de enfrentarse a los captores de los congéneres de Metella y Amahuak, y el paladín de Iomedae cumpliría su misión de rescatarlos con vida. Pondría todo el empeño en ello. Puso todos sus sentidos en marcha.

Elenzeran escrutó el aura del muchacho sin hallar rastros de mal.Tras esto, todo el grupo entró en el interior de la villa. El olor a flores resultaba agradable, al igual que la ligera brisa nocturna que se había levantado. El muchacho condujo raudo a los pathfinders por un florido y multicolor patio interior, el cual estaba agasajado de tiestos, macetas y árboles frutales.

El muchacho seguía realizando indicaciones con sus manos sin decir ni una sola palabra. Cuando estaban a punto de llegar a una de las puertas que daban entrada a la posada, un grupo de lugareños salieron de su interior. Cuando pasaron junto al zagal, se despidieron de forma cariñosa:

- ¡Qué tengas buena noche Rosh!- el muchacho sonrió agradecido ante dichas palabras, mientras agitaba su mano a modo de despedida.

Finalmente, el grupo fue conducido hasta el salón principal de la posada. se trataba de una estancia con forma de L, repleta de mesas de roble negro, sillas y bancos de aspecto cómodo y un tenue aroma a cerveza y tabaco. A lo largo de las paredes norte y sur, las estrechas ventanas estaban cubiertas por paneles de cristal ahumado, permitiendo un menor paso de luz en esta acogedora habitación.

En ella, una mujer madura, robusta, vestida con ropa de campesino y un mandil, aguarda en sentada en una mesa en el centro de la estancia. Su abundante pelo negro reside sujeto por un moño en lo alto de la cabeza, y cubre su cuello con un pañuelo de tela rojiza. 

Al verla, la mujer hace una serie de señas al grupo para que vayan a sentarse con ella, mientras el joven sin voz insiste en que le hagan caso.

El grupo de pathfinders siguieron las indicaciones que aquel mozo les hacía mientras les iba guiando por las estancias de la posada. Elenzeran no perdía detalle pues, a pesar de no percibir señal alguna de malignidad en el muchacho, jamás se estaba seguro de cuando y donde se manifestaba.

Después de cruzarse con varios clientes que salían del establecimiento acabaron en la sala principal de la taberna. Una mujer les hacía señales para que se acercaran. Elenzeran se frenó y fue dando paso a sus compañeros para que fueran acercándose a la mesa. El paladín de Iomedae observó detenidamente a la que debía ser la señora de la casa. Si percibía mal sacaría el mandoble a pasear.

Satinder se acercó sin miedo a la robusta mujer. En el mundo había mal, cierto, pero también era consciente que habían siempre almas buenas y bondadosas dispuestas a ayudar causas nobles como la que les había traído hasta aquí.

El arquero semielfo se acercó erguido y se dirigió a la mujer de pelo azabache.

- Buenos días, bella dama. Pareciera como si nos esperaráis... - dijo con rostro afable pero sin perder la compostura.

Los compañeros se adentraron en el lugar hasta que el muchacho les condujo a la estancia ocupada por la enigmática dama. Al entrar, Gudrid se aproximo al muchacho y bajando el tono de voz le dijo: - Gracias... ¿Rosh, verdad?- La sacerdotisa se había quedado con el nombre pronunciado por el grupo con el que se cruzaron. Dicho esto, le dedicó una cálida sonrisa al chico. Por supuesto que no terminaba de fiarse de él. De hecho, no confiaba en nadie en ese malhadado territorio, pero no costaba nada ser cortés.

Si todo aquello no era más que una emboscada, ya habría tiempo para que brotasen las llamas; por el momento, no obstante, no había razón para perder la compostura.

Mientras avanzaba, percibió cómo el paladín se quedaba atrás, permitiéndoles el paso. Su rostro estaba serio y no era para menos. Se encontraban en tierra hostil. Mas sólo la Señora de la Luz sabía con certeza si el día terminaría teñido de la carmesí crueldad de la sangre.

Se aproximó a su anfitriona y con un leve gesto de la cabeza la saludó: - Salud, señora.
La placidez enmarcaba el rostro de la joven, pero cada músculo de su cuerpo se encontraba en tensión. Con los ojos escrutaba la estancia, como si la traición fuese inminente.