Partida Rol por web

Edmond suspiró negando con la cabeza mientras la intranquilidad de ver aquellos seres comenzando a moverse con mayor soltura, conforme Pedro logró dar con el mecanismo que regulaba el termostato del agua, desactivándolo y enfriando el líquido.

Tal vez sea muy precipitado todo esto...

No sabía qué esperar de ellos, pero sí de algunos de sus compañeros: retroceder por prudencia. Algo muy juicioso, especialmente al desconocer las intenciones de aquellos seres.

- Bien, Pedro. Parece que estás muy seguro de esto. Todo para ti - dijo palmeando uno de sus hombros e imprimiendo un leve tirón, como invitando al latino que no estaría de más retroceder, mientras él se acercó hacia la entrada, mirando de soslayo a las criaturas acuáticas.

Ante la palmetada, toda la tensión acumulada pareció disolverse. Asintió a Edmond y consciente de que empezaban a haber cambios en los seres de los enormes acuarios, se retiró hacia la entrada, aguardando allí a ver cómo era el desenlace tras haber desactivado el interruptor.

Poco a poco la criaturas parecen espabilar. Da la sensación de que están más cómodas, con más sensación de libertad.

Llega cierto momento en el que incluso parecen comunicarse entre ellas un instante antes de que aquella a la que se acercó Pedro os mire, y emita sonidos que recuerdan mucho a un intento de vocalización.

Ambos os dais cuenta rápidamente de que intentan hablar. Con una lógica bastante común, identificáis que al igual que con vuestro idioma, hay un sonido común, y traduciendo ese sonido es fácil identificar el resto.

Casi sin daros cuenta, como si fuese cosa más de empatía que de lenguaje, comprendéis lo que las criaturas intentan decir.

Al principio te cuesta concentrarte en lo que las criaturas intentan decir, pero una sensación, un instinto de que tienes que taparte los oídos te asalta.

- Tapad los oídos. Cuidado. Tapad los oídos... Rápido. Rápido.

Edmond cree que las criaturas parecen balbucear algo o tomar aire... debajo del agua. Y entonces advierte un leve pero agudo chillido que resulta inicialmente suave pero molesto. E intuye que va a ir creciendo. Por ello se tapa los oídos de inmediato.

- ¡Tapaos los oídos! - exclamó repentinamente Edmond a sus compañeros mientras él mismo lo hacía.

Pedro no necesitó que Edmond repitiera las palabras de la criatura a la que había escuchado perfectamente. Sus manos volaron a las orejas, tapándolas en lo que preveía sería un ataque sónico a aquellas paredes de cristal que eran la celda de los seres acuáticos.

Archibald contempló la escena boquiabierto, y aunque buscando refugio ante lo que temía que podía ocurrir había salido de la sala para regresar al pasillo, tan pronto creyó comprender la lengua de las criaturas volvió a acercarse a ellas paso a paso cautivado por el reciente descubrimiento. Poco le importó el significado de lo que le decían... Bueno, sí le importó, pero por razones bien diferentes. Después de todo si pretendían hacer estallar los cristales haciendo que entraran en resonancia, contemplar aquella escena con un sentido menos era limitar la experiencia.

- Oh, sí, sí, cierto. Oh, sí. Una lástima.

Se tapó los oídos tal y como Edmond le había recordado, por supuesto, pero no sin que una parte de él no quisiera hacerlo.

- Una verdadera lástima...- prosiguió ya con ambas manos en sus oídos.- Ains...

A Charles le sorprendió cuando creyó comprender lo que aquellas criaturas le decían, y más aún comprobar que no era una alucinación ni nada por el estilo, cuando Edmond transmitió ese mismo mensaje. Pasara lo que pasara a continuación, el hombre decidió que lo más sensato era hacer caso a las criaturas por el momento. Quizás se tratara de algo similar a lo que había pasado abajo, o de otra cosa, eso no lo sabía. Pero se tapó los oídos con firmeza, esperando a que esas cosas actuaran.

Aún con los oídos tapados, la vibración es evidente en las cajas torácicas de todos los presentes. Los cristales se resquebrajaron bajo las voces de las criaturas. El agua brotó de aquellas aberturas, despacio al principio hasta que su propia presión pudo con el cristal y salió a borbotones hasta romperlo por completo.

Las criaturas fueron esparcidas por la sala por ese mismo agua que llegó a mojaros por encima de los tobillos hasta que se escapó al rellano y escaleras abajo. Las criaturas que dentro de su encierro no se movían, siguieron inmóviles, y aquellas que poco a poco se recuperaron de su violenta liberación se acercaron a ellas, agitándolas y masajeándolas, intentando reanimarlas, pero no funcionó.

- Muertos. - Pareció pronunciar una de ellas.

Aquella que comenzó comunicándose con Pedro se acerca a vosotros, apoyada en cuatro patas, pareciendo una iguana gigante cuya cima del lomo os llega a las rodillas.

- Gracias. - Vocaliza.

El tono de tristeza en la palabra es evidente.

Acuclillado, asistió a la fractura del cristal, la cascada de agua que se esparció por el suelo, dibujando una plateada lámina en toda su superficie, y a la reverberación de los ecos sónicos contra su pecho. Su mirada siguió a cámara lenta el proceso. Resquebrajamiento, rotura y la expulsión de los cuerpos, algunos de los cuales fueron expulsados al exterior y arrastrados por el agua como fardos. No era difícil de imaginar su estado y la voz que, lacónica, pudo escucharse no hizo sino aseverar lo que podía sospecharse.

Cuando la criatura con la que Pedro había hablado se acercó a ellos para agradecerles su ayuda, este se acuclilló ante ella.

-Es lo menos que podíamos hacer. Me llamo Pedro. Despertamos hace unas horas en otra planta. Una especie de pulso electromagnético dejó fuera de combate a la mayoría del personal de la planta, salvo a nosotros. Buscábamos una salida y respuestas y en el camino, dimos con vosotros. ¿Quiénes sois y cómo habéis acabado aquí? -preguntó tras la breve exposición de su presencia allí.

La criatura que hablaba con Pedro echa la mirada hacia atrás antes de responder, observando al resto de sus iguales, dudando sobre si hablar o no. Al final, es otra de ellas la que comienza.

- Engañados.

El resto parecía asentir.

- Ellos no sólo adaptan su forma, si no que usurpan los cuerpos. Se hicieron pasar por alguien. - Dice el cercano a Pedro.

- Y nos pidieron un favor. - Dijo otro.

Gestos de tristeza, de vergüenza y de rabia aparecer ahora junto a lo que parece un nuevo asentimiento.

A la tristeza nacida de la muerte de seres tan extraordinarios se sumó -en el caso de Archibald- la de no poder realizar la autopsia con el preceptivo estudio y disección de los cuerpos sin vida de los anfibios finados. No solo existía un componente emocional que provocaría -según estándares humanos- el rechazo de aquellas criaturas a cualquier intento de mancillar con un afán científico los cadáveres de sus compañeros, a los que quizá  les esperaba un destino más apropiado -según estándares alienígenas-, como ser devorado por sus congéneres para evitar un malgasto de nutrientes; también existía un fuerte componente de falta de tiempo. Este era el más importante.

- Oooooh...- Dejó escapar desde lo más profundo de sus pulmones la doble tristeza hasta que se vio obligado a volver a tomar aire.

Lo bueno es que aun quedaban especímenes vivos a los que podía interrogar para obtener respuestas, aunque muy probablemente existiera un problema de conceptos que podía hacer que las respuestas resultaran inútiles si es que aquellos seres eran capaces de comprender las preguntas. Después de todo de qué sirve decir a un alienígena que eres de La Tierra si ellos, en caso de conocer la existencia de ese orbe celeste, lo llamarán de otra manera. Problema que no solo era aplicable a los planetas, también a órganos y estructuras anatómicas como, por ejemplo, el saco vocal compartido por tantas especies de anfibios y sobre el que Archibald quería preguntar si ellos lo poseían y, en caso afirmativo, si era el responsable de la producción del sonido que había causado la rotura de los cristales en las piscinas.

- ¿Un favor? Una trampa...- añadió.- ¿Qué favor pidieron ellos? ¿En qué consistió la trampa? ¿Quiénes son ellos?

Edmond, tras el fin del griterío sónico que liberaría a las criaturas que aun vivían, se destapó los oídos y observó como estas no parecían lo agresivas que pudieran temer en un principio. Parecían saber comunicarse bastante bien y la información que revelaron resultó sorprendente.

- ¿Cambiaformas? - preguntó sorprendido e incrédulo de que pudieran existir criaturas con esa capacidad. Pero, al fin y al cabo, si existían unos anfibios parlantes, ¿por qué no iban a existir unos series que modificaban su aspecto y parasitaban cuerpos?.

No añadió ni preguntó nada más. Pedro y Archibald ya hacían las preguntas pertinentes. Solo cabía esperar las respuestas para sacar conclusiones.

Charles estaba preparado para correr e intentar escapar de aquellas cosas, pero no tanto para que les agradecieran su ayuda y empezaran a dar explicaciones. Quizás les había juzgado mal, quizás aquellas cosas no eran peligrosas para ellos. Aunque, de momento, lo que decían no tenía mucho sentido para él. Sus compañeros se adelantaron con las preguntas, y él no pudo hacer más que asentir ante las que se iban formulando.

-Sí, necesitamos saber más cosas. Nosotros no sabemos como llegamos aquí, creo.

Pedro guardó silencio. Las preguntas que debían ser formuladas ya las había hecho Archibald. Ahora era cuestión de ser paciente y escuchar.