Partida Rol por web

Hermosa ciudad de Praga, asentada a los pies del rio Moldava. Ciudad patrimonio histórico de la humanidad y considerada una de las 20 ciudades más bellas del mundo. Su maravilloso ambiente festivo traía a la ciudad en una armoniosa alegría desde hacía varios días. No importaba las bajas temperaturas y la nieve, la gente había amanecido dispuesta a terminar los últimos preparativos para la fiesta de año nuevo aquel treinta y uno de Diciembre.

El Centro de Niños - Thomayerova hospital, no era la excepción, la mayoría de los chicos ya se había levantado e iniciado las tareas rutinarias, limpieza de dormitorios, desayuno y demás actividades, para luego ayudar a los encargados del orfanato con los últimos detalles restantes.

(No encontré imagen en invierno, pero debe haber nieve)

Para Aliee, tal vez solo significaba un día más, otro amanecer próximo a la fecha más odiada para ella, donde el calendario simplemente pasaba de hoja, devorando el tiempo con lentitud. Al despertar, notó que su omoplato derecho escocía un poco, sin embargo no notó nada extraño. Todo transcurrió con normalidad, al menos eso aparentaba.

La chica, junto a otros jóvenes del hogar, fueron encargados de recorrer la ciudad haciendo algunas compras, panadería, carnicería, dulces y otras tiendas. A medida que el tiempo transcurría, el ardor se hacía gradualmente más intenso, al punto de que Ailee fue trasladada  a un centro médico, sin constatar ninguna herida o golpe, interno o externo. Este acontecimiento, provocó enojo en los encargados del orfelinato ¿Acaso la chica pretendía arruinar o molestar en una fecha festiva? De inmediato, fue castigada en su dormitorio. Sin embargo el ardor no desaparecía.

Faltaba muy poco para que se dieran las campanadas de medianoche, empezasen los fuegos artificiales y la catedral de San Vito quedase iluminada por las maravillosas luces de año nuevo. En una de las habitación de Thomayerova, la pequeña Alee sufría ante la presencia de una marca extraña que le había obligado incluso a quitarse la ropa en el torso.

Míriam era la "mejor amiga" de Aileen en el colegio, había acompañado a la chica en todo momento durante el día. Le encantaba pasear por la ciudad, distraer la mente y mirar tiendas, también sentía que Aileen era como su pequeña hermanita, ella le protegía en todo momento.

Cuando el dolor en el cuerpo de la niña fue insoportable, rápidamente se incorporó de la cama y se aproximó a ella.

- Aileen ¡¿Estas bien?! ¡¿Que tienes?! - Parecía desesperada por tratar de ayudar.

Cuando vio la espalda de la chica, se llevó ambas manos a la boca cubriéndose "¿Qué es eso?" Pensó horrorizada.

31 de Diciembre.

Cuando hemos salido, las calles de la ciudad estaban atestadas de gente. Aún con todo he agradecido por tomar un poco de aire y distraer los ojos. El orfanato visto desde afuera no lucía con tan mala pinta, hasta me sentí un poquito decepcionada porque ayer tuve un sueño que despertó inquietud en mí.

Soñé que caía y caía, en una especie de hoyo, una oscuridadad intensa que me impedía ver nada. Cuando por fin abrí los ojos, no pude decir donde estaba, todo era niebla alrededor. Algo se apoderaba de mí, una ansiedad incierta... mis pies se movieron y la la cabeza me palpitaba violentamente. Entre la espesura vi un pergamino, caminé rápido con el corazón desbocado, en cuanto lo cogí un golpe seco me hizo rodar fuertemente unos metros. Cuando me restablecí pude sentir que ya no estaba sola, de pronto, alguien me dio un golpe certero en un costado de mi espalda. Era un dolor tan fuerte como si quemara, la cabeza me iba a estallar, apenas podía ver hasta que una tercera persona apareció. No se le veía el rostro, incluso parecía que avanzaba dos centímetros por sobre el aire, mientras el ser que me hería por la espalda simplemente desaparecía.

Cuando desperté, los encargados de la casa ya nos habían delegado ir a comprar las cosas faltantes, casi todo era alimentos: vegetales, fruta, carne, y alguno que otro dulce. Tenía ganas de ir, pero mi cuerpo se sentía extraño en cierto modo, fatigado e irritado, sobre todo la espalda. Lo bueno era que en mi grupo también estaba Miriam, una de mis mejores amigas, en realidad es mi única mejor amiga. 

Las calles estaban muy bien decoradas que daba gusto caminar por allí. Pasamos por el Callejón de Oro, hasta llegar a la Plaza Vieja, pero yo no paraba de pasarme el brazo para tocarme la espalda, el escozor sumaba y yo trataba de no tomarlo en cuenta. Sería un fastidio irritar a los encargados, y que se haga todo un alboroto, me preguntarían cosas y yo no tengo ganas de hablar con nadie. 

Cada minuto que pasaba se iba convirtiendo en un infierno, la irritación y el dolor del lado derecho superior de mi espalda me iban matando. Apenas llegamos al orfanato me acerqué a Miriam, yo quise decirle algo pero todo daba vueltas y no recuerdo más.

- Ailee ¡¿Estas bien?! ¡¿Que tienes?! -preguntó Miriam-. 

Cuando desperté me di cuenta que estaba en una habitación de Thomayerova, no era la mía, se sentía incómodo. El dolor en mi omóplato seguía pero ya no era tan molesto. Ella se veía realmente preocupada, lo que me hizo pensar en cuán lamentable sería mi estado, de hecho en algún momento tenía que contarle del sueño... Solo que no quería causar alarma, con lo buena que es conmigo...

De pronto tuve el impulso de salir, necesitaba buscar algo, encontrar algo. Ya sabía qué era, no podía ser... 

- Tengo que salir de aquí -Repliqué intentando sonar calmada, cuando en el fondo ya no lo estaba, la voz me salió medio temblorosa. Con prisa intenté restablecerme,  hasta que vi su expresión de terror al ver mi parte derecha posterior, parecía a punto de echarse a llorar, y yo no quería causarle pánico ni nada de eso.

De inmediato toqué la piel de mi espalda y la sentí rugosa entre mis dedos, con una costra prominente, mi piel estaba caliente, lo supe porque no tenía camiseta. El pudor me invadió y me vestí rápidamente para dirigirme hasta la puerta...

- No es nada... -Musité saliendo del lugar-. Pero tengo que encontrarlo -Pensé-.

Conforme los segundos pasaban, el dolor aumentaba de forma exponencial, a tal punto que no le permitieron llegar a la puerta. La misma ropa que se acababa de poner, empezaba a chamuscarse desde la zona del omóplato.

Míriam,  quien estaba ya muy asustada, tomó un vaso de agua que había sobre la mesa de luz y se lo arrojó sobre la espalda a su amiga, sin efecto. Simplemente el agua se evaporó al contacto.

- ¡No puede ser! ¡¿Qué es esto?! - Expresaba de manera apreocupada, a la par que aproximaba su mano a la marca - Tenemos que... - El fuego abrazo el cuerpo de la chica desde los dedos - ¡NOOOOO! ¡AAAAARGGH!

Se movía de un lado a otro sin parar, cada objeto inflamable que tocaba también se prendía y en menos de un segundo el fuego lo había tomado todo alrededor.

Combustión.

La habitación ardía en llamas con lenguas que iban devorando las estanterías y los muebles. Tardé un momento en notar que había fuego pero más fue mi sorpresa al caer en cuenta que en cierto modo yo tenía que ver con todo esto. De pronto pensé que Míriam estaba conmigo antes del incendio, y ahora no podía verla por ningún lado. Atravesé la habitación para buscarla, llamándola a viva voz conforme podía hablar entre la humareda; casi cuando me di la vuelta, oí un carraspeo, como si alguien estuviera tosiendo de manera violenta. Fui directamente al baño, giré la perilla y la vi acurrucada debajo del lavabo, tenía un aspecto espantoso, su ropa estaba hecho jirones, parte de su cabello estaba arruinado, se podían percibir algunas quemaduras, pero por lo borroso de la escena no pude determinar qué tan graves eran.

-¿Estás bien? -iba a coger el brazo de Míriam, pero me di cuenta de que yo misma despedía chispazos de fuego. Desesperada, pensé en intentar guiarla hacia la salida, pero en cuanto llevé mis ojos a la puerta principal, casi me dan ganas de ponerme a llorar de cólera y frustración. Todos los libros del lado derecho del estante se habían caído y estaban carbonizados en el piso, por lo demás, el resto del estante parecía inclinarse a un lado, si este se caía bloquearía todo el ancho de la puerta y el fuego de los libros rápidamente devoraría la madera.

Por lo que parecía, estábamos atrapadas.

Míriam tenía el rostro bajo, acercarme a ella podría ser peligroso, pero si solo consiguiera agua con que apagar toda esta combustión... Tendría que ser mucha, lo suficiente al menos para tenerla controlada... Al cabo de un momento, en mi desesperación le pedí a ella que se moviera solo un poco, tomé un bate de béisbol que aún no había sido comido por el fuego, y con todas mis fuerzas le di a la parte donde estaban las cañerías. Sin saber exactamente qué buscaba, traté de romper algun conducto para que el agua saliera disparada; sin embargo, mis brazos de forma aniñada no tuvieron la fuerza necesaria para dañar los suficiente esa parte del baño.

Míriam se veía tan desprotegida, y mi cabeza parecía a punto de estallar, las lenguas de fuego ya habían bloqueado la puerta y los alrededores de la habitación, se iban cerrando y aproximando a la puerta del baño...

Mi corazón iba a estallar, solo quería abrazar a mi amiga y que todo esto pasare pronto, entonces pensé que el fuego no me estaba matando a mí, al menos no hasta ahora... Aún no me dañaba todo aquel incendió que comenzó con un roce y que no sé cómo pueda terminar...

Tal vez era una indicación de algo, de buscar una salida, pero por el momento solo quería que Míriam no estuviera en peligro, es casi la única persona que tengo...

- Y si tuviera que pasar sobre fuego para que esté a salvo, lo haré... -Pensé viendo mis manos echar chispazos de fuego-.

Cita:

Aileen despertó sobresaltada en su habitación. Al parecer todo había sido un sueño. El fuego, el dolor al quemarse y la muerte de Míriam.

El reloj marcaba las 7: 34 am, aún faltaba un rato antes de que los encargados del centro de niños pasara habitación por habitación para despertarlos. Míriam, quien compartía habitación con la pequeña Aileen,  parecía roncar como de costumbre, incluso cada algunos minutos se reía entre sueños e incluso hablaba.

- Tom... Aquí no... jiji - Susurraba entre sueños Míriam.

Por la ventana, podía verse la escarcha y saber que iba a ser un día frio en Praga. La gente andaba animada últimamente, tanto en la ciudad como en el orfanato.

Haciendo un poco de memoria, Aileen podía recordar que hoy le tocaba hacer algunos recados para la cena de la noche... ¿Tal como en su sueño?

Premoniciones.
No era el primer sueño que tenía desde que empecé la semana. Tampoco era la clase de sueños que te dejan pensando mientras estás acostada sobre la cama y al cabo de unas horas ya es asunto olvidado, a lo mucho una curiosidad para contar como algo sin importancia. 
Sin duda, estaba ahora desconcertada.
Pasé revista por la habitación y todo se mantenía en orden, ni rastros de ceniza; me miré las manos, seguían pequeñas y delgadas como patas de araña; por último, me giré para ver a Míriam en su cama, y se veía en perfecto estado, hasta sonreía. Por un lado podía respirar tranquila ya que las desgracias de la pesadilla no fueron reales, por otro lado me sentía contrariada entre realidad e irrealidad. 
Si los sucesos acontecidos mientras dormía no eran más que fantasía, por qué se sentían tan reales: sentir el fuego alrededor, la muerte de Míriam. Quería olvidarlo todo, pero mi mente insistía en rebuscar en el sueño más información. En ese momento ya estaba fastidiada, no quería ver a nadie. 

Afuera, las calles estaban llenas de personas alegres y animadas a pesar del frío que calaba hasta los huesos, según pude ver a través de la ventana. No puedo negar que los colores que se vislumbraban me provocaban necesidad de dibujar; además del frío que sentía que me refrescaba y alejaba el recuerdo del fuego, aunque sea un poquito.
Tomé asiento en la silla del escritorio que estaba próximo a la ventana, busqué entre los cajones hasta que encontré un bolígrafo y una hoja de papel algo viejo.

- ¿Dónde estoy...? -Pensé terminando los últimos trazos del dibujo, cuando me pareció oír un ruido afuera, pero solo eran los chicos del orfanato que andaban riendo y canturreando por el pasillo, parece que estaban decorando la casa de Thomayerova porque cuando abrí solo un poco la puerta habían lucen brillantes colgando del techo y las paredes. 

Eso me hizo recordar que yo también tenía mandados que hacer junto con Míriam y otros chicos de la casa. Sería mejor que tome prisa, no quiero que nos den reprimenda, y no quiero explicar cosas a nadie. Volví poner el dibujo en el primer cajón, pero el ruido que hice al cerrarlo fue fuerte, espero que no haya despertado a Míriam.

Apenas pensé en eso, me di cuenta que algo pasaba, la situación era exactamente igual a como empezó la pesadilla, intenté pasar por alto esto, pero mi mano pasó por sobre mi hombro y me encontré tocando la zona de mi espalda que en mis sueños había hecho estallar la habitación en llamas. 

Al parecer, todo había sido producto de la imaginación de Aileen y los recuerdos de aquel desagradable sueño, se iban esfumando lentamente en fugaces imágenes. El Thomayerova estaba muy activo, por los pasillos, los niños corrían de un lado a otro, pese a las constantes advertencias y regaños de los asistentes sociales que les cuidaban. Ellos siempre eran muy amables, pero por lo general no llegaban a formar lazos muy estrechos con los niños ya que eran muchos, en cambio, esos lazos se formaban entre ellos mismos, así como Miriam y ella.

El desayuno estaba servido en la mesa, al parecer uno de los proveedores anónimos, donantes de dinero y demás objetos necesarios, había traído una exquisitez desde un país latinoamericano llamado Uruguay, dulce de leche. Por lo que parecía, a los chicos les encantaba. Un tazón de leche, pan, algunas frutas y aquel exquisito dulce adornaban la mesa en dicha mañana.

- ¡Niños! Con calma… ¡Novak, no te levantes de la mesa hasta no tomar todo! A ver chicoooos ¡Orden! – Hablaba Jana ordenando un poco, era una muchacha joven, bastante extrovertida y llevaba lo que se podría decir “buena onda” pera con los chicos del hogar, aunque también sabia ser estricta cuando correspondía.

Al entrar Aileen al comedor, Jana le prestó atención – Al fin llegas ¿Dónde está Miriam? – Dijo torciendo los labios – Seguro se quedo dormida de nuevo, ve a tomar asiento y desayuna con tranquilidad que yo iré a despertarla – Comentó encaminándose hacia la salida – Ah, y recuerda que hoy tu y ella deben ir a hacer algunas compras – Agregó.

Todo marchaba bien, sin embargo, cuando Aileen se sentó en la mesa y sus dedos razón la taza de leche caliente, un fuerte ardor se hizo presente en su omoplato derecho…

Marea.

Me impresionó mucho la decoración de la casa hecha por lo niños del hogar; algunas estrellas decorativas estaban ligeramente mal distribuidas, pero ese pequeño detalle hacía que el ambiente se vea más natural, además porque las luces se veían especialmente bonitas y cálidas en contraste con el frío de la mañana.

-Buenos días a todos -Saludé lo mejor que pude al ingresar al ambiente más ruidoso de la casa, por el momento. 

Jana, ya me había visto entrar, parece que estaba de buen humor porque no se enfadó en cuanto me vio llegar sola. En realidad, ella no es enojona, es alegre casi todo el tiempo, a menos que la saques de sus casillas. 

-Míriam se está vistiendo... Lo sé Jana, gracias... -Asentí e hice algo como una sonrisa al tiempo que intentaba minimizar el hecho de que Míriam seguía durmiendo a pierna suelta.

El comedor ya casi estaba completo, solo unas cuantas sillas vacías, me senté en cualquiera y rápidamente eché un vistazo a la mesa: azucareros, cuencos con panes redondeados y alargados, frutas, tazones con leche y uno con contenido oscuro y de textura viscos. Por lo visto los niños tenían especial gusto por ese último dulce traído de algún país latinoamericano, ya que tenían los dedos y las comisuras de los labios manchados de aquél café claro. 

Solo los miraba, pero no pude evitar una risita que disimulé en una mueca pues no quería meterme en sus asuntos. Hasta me dio curiosidad por probar un poco, pero al cabo de un momento ya el recipiente estaba vacío, ni modo.

La mañana estaba tranquila, para eso ya había olvidado lo de la cicatriz, el fuego, la muerte de Míriam, los sueños... Yo no me predisponía a cualquier clase de situación fuera de lo común, al contrario, trataba de encerrar algunas sensaciones de ansiedad por encontrar algo.

Ese día, no fui yo el caso, mi atención estaba centrada en un desayuno animado por vísperas de las festividades. Pero en cuanto toqué la taza caliente de la leche que había preparado Jana para mí, sentí un hincón violento que quemaba en la parte superior derecha de mi espalda.

Absolutamente todo volvió a mi cabeza, he vivido este día dos veces, pero todo ha sido sueños. O mi mente me quiere hacer una pasada, o es una especie de premonición, o solo son alucinaciones mías. Todo me está empezando a dar vueltas... Debo calmarme porque más tarde tengo que hacer los mandado y ayudar a Jana.

No obstante, la preocupación es inevitable así que subiré al cuarto de Míriam, sé que no le pasará nada malo, aunque he tenido sueños exactamente opuestos; pero también es un buen pretexto para revisarme la espalda en el baño...

Los niños no se percataron de lo rápido que se retiraba Aileen del comedor, estaban muy concentrados en el desayuno. Apresurada, la chica corrió hacia el cuarto que compartía con Miriam para verse al espejo. Al llegar, notó que si bien la puerta estaba abierta, no había nadie alrededor, seguramente Jana ya había despertado a la perezosa de su amiga hacia algunos minutos.

La habitación estaba aun desordenada, había ropa interior en el suelo y otro tanto un poco mejor acomodada sobre la cama, se escuchaba el sonido del agua corriendo. Aileen entró al baño y allí estaba su amiga tomando una ducha.

 El dolor había desaparecido por completo, tal vez había sido su mente sugestionada.

-  Hey, me estoy duchando sabes – No era la primera vez que se veian desnudas obviamente, era como si se vieran dos hermanas, pero al haber entrado tan rápido, Miriam se había asustado - ¿Qué sucede? ¿Por qué corres?

Al ver la cara de su amiga, Miriam cerró la ducha, se colocó una toalla y se aproximó a la chica.

Pudor.

Entré corriendo al baño de nuestra habitación, me quité la camiseta rápidamente y de espaldas al espejo volví la cabeza para verme el lado derecho del omóplato. La prominente cicatriz ya no estaba, solo una sombra. Yo trataba de encontrar indicios de mi quemazón, resquicios de que había pasado, porque el dolor de hace unos momentos fue tan real que incluso me levanté repentinamente de la mesa. 

El agua de la ducha estaba fluyendo, lo supe porque me sobresalté al ver a Míriam desnuda tomando un baño, solo después de haber entrado apresurada reparé en ella. La menuda chica tenía algunas curvas propias de la edad, su cuerpo estaba cubierto por pompas de jabón y sus ojos estaban abiertos de par en par; me di cuenta que mi aspecto era un tanto ridículo. 

Como siempre, ignoré esto. Además, yo ya tenía los ánimos exacerbados.

- ¡Míriam! ¡Rápido! Dime si hay alguna cicatriz en mi espalda -Me puse delante de ella para que me examinara esa parte del omóplato. Sin embargo, intuía la respuesta que ella me daría.

-¿Míriam? ¿No te ha pasado nada especial en estos días? Verás, había mucho fuego. Yo no quería, pero de pronto... La cicatriz como un tatuaje, el humo, tú desaparecías... Los dolores, quemaba mucho... Desmayos, días, sueños... -Mi calma y distancia de todo, se encontraba perdida desde que inició la primera cosa extraña del día: El ardor de mis sueños.

Y ahora ¡genial! no hay nada. Absolutamente nada de dolor. Simplemente desapareció. Es como si cada día tuviera un cristal frágil en mis manos, y cada día vuelve a quebrarse. Me siento horrible, furiosa. Ya no son palabras, son gritos que intento ahogar abrazando a mi mejor amiga. Nunca he hecho esto, pero... no sé qué más hacer. No hay respuestas 

Rapidamente, Miriam se aproximó mas a Aileen y la abrazó con fuerza, la chica podía sentir la piel y cabellos mojados de su amiga mientras esta le llevaba contra su pecho en un acto maternal.

- Calma, tranquil y respira hondo – Tomó su rostro entre sus manos y le hizo verla a los ojos – Solo fue una pesadilla, yo no iré a ningún lado. Te prometo que estaré siempre contigo – Con otro acto maternal le besó la frente.

Tras un momento, Miriam sonrió y salió del baño, llevando a Aileen por la mano. Se quitó la toalla revelando su cuerpo desnudo y empezó a vestirse. Su piel era blanca, no tenía ninguna cicatriz y últimamente su busto había crecido bastante para la edad, sin duda tendría una gran figura en algún tiempo.

- Debemos apurarnos, Jana vino a rezongarme y será mejor que nos apresuremos, seguro que dar unas vueltas por la ciudad nos anima – Dijo Miriam bastante animada. A ella le gustaba salir a la ciudad, mas por un chico llamado John que trabajaba en una tienda cercana.

Frío.

La toalla de Míriam estaba fría y su cabello también, incluso así me sentía muy cómoda cuando ella me abrazaba y yo solamente me dedicaba a asentir y gimotear los restos de mi llanto quebrado. Me he permitido bajar las barreras a un cien por ciento con Míriam pues nadie me ha visto llorar desde que llegué aquí. En realidad ella las ha roto, cuando me ha tratado tan dulcemente, y me ha dado ese beso en la frente. Creo que hasta sentí los labios de mamá. No sé cómo he llegado a pensar eso, pero lo cierto es que ahora me da un poco de pena estar frente a Míriam.

Seguramente me he visto ridícula llorando como un bebé entre sus brazos... Más cuando ella ya tiene el cuerpo un poco cambiado. Recién he reparado en que le han crecido los senos y su figura es más, no sé cómo decirlo, redondeada, sobre todo en las caderas, lo que me hizo sonrojarme ya que soy muy reservada. Y solo en cuanto Míriam mencionó lo de Jana, asentí levemente.

-¡Por Dios! Jana... ¡Lo había olvidado por completo!  -Me enjugué las lágrimas y esbocé una media sonrisa, porque quería agradecerle a Míriam y porque de verdad me sentía mejor. 

Salimos juntas de la habitación, Míriam ya estaba en el descansillo de la escalera, y yo volví para recoger mis mitones. Debido al frío, creo que mis dedos se congelarían.

Cuando regresé a la habitación busqué los mitones por toda el lugar de por sí ya desordenado y no los hallé. De pronto recordé haberlos dejado en una de las gavetas de mi lado del escritorio. Al abrir el segundo cajón del lado derecho de la mesa encontré en el fondo aquellos mitones de punto que me habían obsequiado en mi cumpleaños pasado. Justo antes de cerrar el cajón, algo llamó mi atención: Era ese dibujo que antes había hecho. El tiempo se detuvo por microsegundos y recordé mi infancia fugazmente, me vi pequeña, casi me da un mareo. Entonces, sacudí mi cabeza tratando de restaurarme y salí corriendo escaleras abajo para juntarme con Míriam y los demás chicos.

Afuera hacia bastante frio, pero eso no detenía a las personas que muy activas en aquellas horas de la mañana, hacían compras e iban de un lado a otro.

Miriam, junto a otros chicos y Aileen, salieron a cumplir con los recados, las últimas compras de fin de año debían hacerse. Sin embargo, a Miriam le encantaba pasear por la ciudad, mirar tiendas en las cuales por ahora solo podía soñar con algún día entrar y poder comprar todo lo que quisiera.

Al darse cuenta de la hora, Miriam se alarmó, habían pasado un par de horas y no habían comprado casi nada de la lista que Jana les había encomendado. Apurando el paso, casi a las corridas, trataron de terminar las compras y para cuando quisieron acordar, ya eran aproximadamente las 14:00 horas. La mejor amiga de Aileen, complacida de haber logrado todo a tiempo y aun con una hora de sobra, debían volver a las 15:00, insistió en ir a una cafetería tradicional ¿La razón? Un chico de veinte años llamado Tom trabajaba allí.

El chico no es que fuese el más atractivo de toda Praga, pero a Miriam le encantaba, siempre que salía a la ciudad paraba allí un rato y Tom por lo general les regalaba a ellas un café. A pesar de que seguramente a este muchacho seguramente le agradaba Miriam, ninguno de los dos había dicho nada, simplemente hablaban de todo, menos del amor.

Ya ambas con los cafés servidos y mientras los enamorados no confesos hablaban, Aileen tocó la taza de café caliente, al instante, un muy intenso ardor en el omoplato derecho se hizo presente.

Agitada y con las palmas en las rodillas, estuve cerca de diez minutos, escondida en el fondo de uno de los pasajes que colindaba con el Callejón del Oro. Tenía los ojos apretados por el ardor y por el dolor de cabeza que ya me estaba dando vueltas. Mi respiración era agitada a tal punto que el corazón me daba golpes en el pecho. Entre las esquirlas de mi pensamiento quebrado por el dolor aparecieron fragmentos de frases divididas en palabras desconocidas. Por un momento imaginé que mi mente era un extenso rompecabezas con trozos de una materia indescifrable.

En cierto modo, es bueno estar sola, no sé cómo he hecho para que Míriam no venga conmigo. Traté de mostrarme lo más tranquila, no la quería preocupar. Además, está con ese chico llamado Tom. Cuando ella lo mira, su cara se distorsiona un poquito y parece medio boba. Pero por la cara que pone Tom cuando la mira, eso debe ser bueno, porque al menos los dos lucen exactamento igual. 

Toda la mañana habíamos mirado tiendas y más tiendas. Y a última hora hemos corrido para tener todas las compras a tiempo, parece que es la habilidad de Míriam hacer maravillas con el tiempo. Ojalá yo también pudiera y así no llegara nunca mi cumpleaños. Al final hemos terminado donde Tom comprando café. Aunque, a decir verdad, él se lo regala a Míriam, a escondidas de su jefe. 

Bastó apenas el primer roce con la taza caliente para que me pasara: El dolor ardiente de mi espalda en el lado derecho me tomó por sorpresa como un pinchazo de aguja. Y gracias a Dios no pegué un grito.

-Míriam, he visto unas tiendas por allí que tienen unas pinturas a buen precio... Iré a revisarlas, no tardo... -Mencioné atropelladamente y me fui caminando pausadamente hasta que imaginé que estaba fuera de su vista, entonces corrí y corrí, me metí a una calle y salí a otra con menos gente, fui hasta el fondo y me apoyé en la pared que estaba fría.

Ya el dolor en la espalda implicaba ciertas cosas, ahora me parecía algo incontrolable. 

Después de luchar más o menos diez minutos abrí los ojos y el cielo me pareció un poco más oscuro.