Partida Rol por web

   Víctor Dubró continúa su perorata sobre el Marqués, su magnificencia y lo ilusionado que está. Hace tantos aspavientos que era inevitable que no derramara algo. Cuando la mujer pelirroja pasa a su lado distraída, Dubró abre los brazos en un gesto grandilocuente con tan mala fortuna que golpea la copa que sostiene y se la derrama por todo el vestido azul. Un espeso líquido granate se extiende por la tela y el cristal estalla contra el suelo. Los ojos de la mujer echan chispas mirando al abogado que abre mucho los suyos y se apresura a disculparse.

   —¡Cómo se atreve! —dice la mujer alzando la voz—. ¡¿Se da cuenta de lo que ha hecho con su torpeza?! ¡¿Tiene acaso idea de lo que cuesta este vestido?!

   La gente de alrededor observar con curiosidad la escena y comienzan a cuchichear.

   —Cuánto lo siento, madame, permítame que...— dice Dubró mientras saca un pañuelo de su bolsillo.

   —¡No me toque! —grita ella airada.

   —Pero... pero yo solo...

  La mujer levanta la mano y Dubró se encoge, pero una mano de mujer detiene el golpe en el aire. Salida de ninguna parte, la mujer del traje negro sostiene con firmeza el brazo en alto de la pelirroja.

   —Excelencia, en casa de Madame Lafont resolvemos los conflictos de una forma más civilizada. Le ruego que me acompañe. —Su tono no admite discusión.

   Llegados a este punto, Alexandrie, se ha formado un corro de curiosos en torno a los tres implicados.

   —¡Esto es inaudito...! —La pelirroja trata de zafarse de la presa pero la mujer del traje negro aprieta un poco más y le saca una mueca de dolor. —¡Suélteme!

   —Por favor, madame Tonnerre, le ruego que se retire. Si se dirige a esa puerta nuestro personal de servicio estará encantado de ayudarla con lamancha. —Con delicadeza, retira uno a uno los dedos del brazo de la mujer pelirroja.

   En cuanto se ve libre, madame Tonnerre echa a andar echa una furia, apartando de mala manera a la gente a su paso

   —¡Lo que me faltaba hoy ya! Será usted quién es pero no piense por ello que esto va a quedar así... ¡Tendrá noticias mías!

   Un camarero se arrodilla junto a Dubró, recoge los cristales del suelo y limpia los restos del contenido que se ha desparramado por el suelo. Otra camarera se le acerca con una servilleta.

   —¿Se ha manchado, monsieur?

   —¿Eh? ¿Qué? —pregunta Dubró. Parece algo desorientado. —Eh... No, no se preocupe.

   Temi, Bianca, detrás de vosotras pasa Rebeca andando deprisa. Tiene la mirada fija en Najla y Sabine que están llegando al fondo de la sala. Algo se agita tras las cortinas, confirmando tus sospechas, Temi. Ahí hay algo. O alguien. De pronto, una sombra salta desde la oscuridad, arrolla a Najla y a Sabine que caen al suelo y a punto está de tirar a Rebeca también, pero ella logra esquivarlo a tiempo.

   Rebeca, apenas logras esquivar un bulto encapuchado que se abalanza sobre ti y vas a dar con la espalda en el piano. Junto a ti no hay mucho a lo que echar mano. Solo una lámpara de pie y algunas fotos familiares en sus marcos de plata.

   El desconocido corre encorvado, con la cara en sombras y empuñando algo en su mano izquierda. Apenas lo separan media docena de pasos de la comitiva del Marqués.

   Para empeorar la situación, os dais cuenta de que los guardias de Lafont se han movido de donde estaban para solventar un incidente con Víctor Dubró. Nadie parece haberse percatado de la amenaza.

Como puede, se levanta del piano:

- ¡Sheriff! -grita Rebeca, placando como pudo al desconocido atacante. Siente la Vitae burbujeando por sus venas muertas y aumentando su habilidad - ¡Sanz! ¡SANZ! ¡Detenlo! ¡ALBA! -grita confiando en la habilidad de su hermana.

La lámpara de pie le viene que ni pintada, porque es a fin de cuentas, una vara larga. La coge y trata de barrer con ella los pies del atacante, intentando que caiga al suelo antes de llegar hasta el Príncipe. ¿Un puñal? ¿A un vampiro? ¿Qué extraña arma será la que porte?  

Tanto da, puesto que el golpe de Rebeca al atacante no consigue que pierda pie, que trastablille. Si su grito no ha servido para alertar al Sheriff, el Marqués será atacado.

El espectáculo de verdad se sirvió muy poco después. Lo que no me imaginaba era que lo desencadenaría el abogado, que con una torpeza inaudita, le tiró encima una copa llena de sangre a la mujer del pelo rojo. Disimulé (mal) una sonrisa - no había nada que me gustara más que una puesta en escena de etiqueta que salía mal. Estaba tan distraída con el circo que casi no me di cuenta de todo lo que estaba pasando más allá, y desde luego, era todo lo que requería mi atención.

Sucedió muy rápido. De pronto estaban Najla y Sabine tiradas en el suelo, Rebeca tambaleada, y una figura negra salía disparada en dirección al meollo del asunto: El marqués. El grito de Rebeca me terminó de poner en movimiento, y en el movimiento más instintivo que se me ocurrió, eché a correr apartando a la gente de golpe. Si el numerito de la copa les pareció una falta de respeto, creo que por lo menos durante unos segundos habrían querido matarme.

Iba como una flecha hacia el borrón negro. Con toda la fuerza de la que era capaz, lo golpearía en mi trayectoria embistiéndolo como un toro de lidia, y con suerte, lanzarlo despedido. Hoy no va a ser tu día, amigo.

Me preocupa que los nervios, la sensación de que algo va a pasar y el ambiente se junten todos y me hagan ver lo que no hay allí, pero tengo la impresión de que quizás, solo quizás, algo se mueva tras las cortinas. Reparo levemente en la posición de Madame Yoma, y poco después me contengo para no taparme los ojos al ver el estropicio y también el esperpento que ha montado Víctor Dubró. No tengo problema alguno en que haya humanos alrededor, pero hay gente a quien me cuesta un poco tolerar. 

De pronto Rebeca pasa detrás de mí, algo se mueve tras la cortina y cuando ese algo arrolla a Najla y a Sabine, intento echarme mano al cinturón. No llevo nada, ni siquiera un bolígrafo, nada útil, y quiero gritar. Tengo más educación que eso, claro, pero sí me permito un gruñido. 

Soy una Ventrue. Pertenezco a un clan distinguido aunque lo mío sea ir con zuecos por el laboratorio y leer con los pies en el sofá. Y va a dar un poco igual si no logramos detener al posible asesino. Rebeca ya ha gritado y no es plan confundir a la gente, así que no añado mi voz al griterío, pero sí me lanzo a intentar golpear, si es que llego a tiempo, al atacante, tratando de asestarle un golpe en el costado con el brazo.

Me levanto rápidamente y escucho los gritos de Rebeca.

¡El Marques!

Hay alguna clase de conmoción que la figura se abalanza hacia la comitiva desprotegida del Marqués. No hay nadie que pueda detenerlo.

Es ahora o nunca.

Sin pensarlo dos veces meto la mano en mi bolso, tiro el celular adentro y saco mi arma. Apunto a las lumbares y disparo.

Mi puntería no es la mejor pero espero poder detenerlo sin herir “inocentes”.

¡Menudo numerito acaba de montar Victor Dubró! Y todo el mundo mirándonos… Pero de pronto, aprovechando la confusión, parece que alguien se dirige directo hacia el Marqués. ¿Es ese el ataque del que nos ha hablado Smahane? No puedo evitar que, de ser así, es probable que Monsieur Dubró forme parte del plan para acabar con la vida del marqués; el numerito ha sido demasiado impostado, como buscado, algo en la situación me chirría a actuación teatral, más que a cosas del destino.

Soy consciente de que no voy a lograr llegar hasta el marqués a tiempo de defenderlo y no voy armada, así que me aparto ligeramente ahora que la gente ya no nos mira a nosotros y aprovecho una cortina para aprovechar mi capacidad de ofuscación y lanzarme un manto de sombras. Ahora que soy casi invisible para los demás, puedo aprovechar para observar qué ocurre en la sala. Quizá así pueda darme cuenta de quiénes están metidos en el complot.

Estoy casi llegando hasta donde vi el movimiento extraño cuando hay una conmoción cerca del Marqués. No me giro, atenta a mi objetivo, pero cuando me acerco con Najla alguien sale corriendo y me empuja, tirándome al suelo y derribando también a mi compañera. Scheiße!

Casi por inercia, me aseguro de que no se me ha roto la cámara mientras me levanto todo lo rápido que puedo. No tengo ningún arma a mano y ya oigo a Rebeca intentar avisar a los sheriffs del peligro, así que no tiene sentido que me meta en medio. Aprovechando que estoy en una esquina del cuarto observo rápidamente si alguien parece menos sorprendido de lo que debería el ataque contra el Marqués.

No me sorprende para nada el numerito de Dubró. Llevaba tiempo pareciendo que algo iba a ocurrir con ese abogado y... efectivamente. Pero todo ocurría de una manera muy artificial, como si alguien quisiese una distracción suficientemente entretenida para que los invitados se distrajesen.  

Pongo mi atención en las dos chicas que están al fondo, cerca del piano. Qué raro... Siguen ahí. Presuponía que se habrían marchado tras un rastro detrás del escenario principal. Y en ese momento es cuando una sombra negra arrolla a dos de ellas para adentrarse en la sala. Es prácticamente un borrón que se mueve a toda velocidad. Las chicas están intentando pararlo, pero no tiene pinta de que vaya a funcionar. ¿Alguna de ellas será experta en lucha? 

-Ven. - Me giro hacia Temi, mostrando urgencia. Para mi sorpresa, ya no está a mi lado. ¡Maldita sea! Dos éramos mejor que una... Sin darle más vueltas, salgo disparada hacia la comitiva del Marqués. - ¡Póngase a cubierto, señor! - Le aviso. Rebeca ya se ha encargado de pegar voces llamando a los Sheriffs, así que, intentando cubrir lo mejor que puedo al Príncipe, deseo con todas mis ganas que alguna de las chicas consiga derribar al atacante. Rápidamente, echo un vistazo a mi alrededor, por si alguien está en el ajo y se encarga de rematar la faena en caso de que contengan a nuestro adversario. 

- ¡Sheriff! -grita Rebeca, placando como pudo al desconocido atacante. Siente la Vitae burbujeando por sus venas muertas y aumentando su habilidad - ¡Sanz! ¡SANZ! ¡Detenlo! ¡ALBA! -grita confiando en la habilidad de su hermana. [Rebeca]

   Como si el grito de Rebeca congelase el tiempo durante un instante, el movimiento en la sala parece detenerse. Rebeca trata de barrer al atacante con la lámpara pero este la esquiva. Temi se acerca para tratar de derribarlo pero no ve a Alba que se echa encima de él y se lleva el golpe. Ambos ruedan por el suelo y se escucha un disparo.

   Alba, notas el roce de alguien en tu brazo y pero es apenas una caricia justo antes de chocar con el desconocido. Najla, apuntas a la espalda de la figura que va corriendo y disparas en el instante en que Alba se interpone entre vosotros y lo derriba, pero puedes ver la bala impactando en tu objetivo.

   El sonido de la detonación devuelve el tiempo a su flujo normal y todo sucede demasiado deprisa. La mayoría de los invitados se echa al suelo, incluido el Marqués, madame Hohenzollern y Smahane, que cubre con su brazo a Madame Lafont. Sanz y Dubois se dan la vuelta en busca del ruido tratando de entender qué está pasando cuando suena otro disparo.

   Alba, escuchas un disparo muy cerca de tu oído y notas un dolor ardiente e intenso en el cuello cuando la bala te arranca un buen trozo de piel y músculos. Acto seguido algo te separa de él y un brazo te apresa con una fuerza descomunal. Si tuvieras que respirar te costaría horrores.

   Las demás veis cómo Sanz y Dubois a una velocidad de vértigo corren hasta donde están Alba y el desconocido y los separan, sujetándolos a ambos. Alba tiene una herida muy fea en el cuello que ha cubierto de sangre todo su vestido y gotea sobre el brazo de Sanz. El atacante trata de zafarse de la presa de Dubois en vano y con el movimiento se le cae la capucha. La mitad de su rostro es la cara de un hombre joven, casi guapo, de pómulos marcados, dientes perfectos y labios carnosos, con un precioso ojo verde; pero la otra mitad de su cara parece un amasijo de carne picada recién salido de la picadora. Donde debería estar el otro ojo solo hay un bulto carnoso, la nariz está deformada y los labios están hinchados y deformes. El pelo le ralea en la cabeza, apenas le quedan unos pocos mechones de lacio pelo rubio.

   Sanz y Dubois alzan las manos a un tiempo. Parecen tener la clara intención de noquear a sus prisioneros golpeándolos en la cabeza.

   Alexandrie, te ocultas en las sombras de las cortinas tratando de poner un poco de orden en el caos en el que se ha convertido la sala. Cuando suena el primer disparo, la mayoría de los asistentes se echan al suelo, pero Dubró no. Parece que sigue aturdido, como si no tuviera muy claro dónde está ni qué hace ahí. De la pelirroja no queda ni rastro.

   Sabine, cuando suena el primer disparo, el hombre desagradable se echa al suelo con dificultad, pero Dubró se queda en el mismo sitio en el que estaba con cara de no saber muy bien qué está pasando. Parece como aturdido. De la pelirroja no queda ni rastro y Smahane se encuentra agachada en el suelo protegiendo con el brazo a Madame Lafont. Se están mirando y Smahane le está diciendo algo, aunque desde esta distancia no puedes entender qué es. Madame Lafont la está mirando fijamente y cuando termina, asiente sin parpadear.

Rebeca, cuando Dubois y Sanz inmovilizan a Alba y al atacante, ves que el algo metálico que llevaba el desconocido en la mano es una pistola plateada que ha ido a parar debajo del piano.

Cuando disparó todos se tiran al suelo. Mis instintos me dicen que haga lo mismo, así que guardo mi arma mientras me agachó. No estoy segura de si me vieron o no pero nunca está demás esconderse. Aunque no sé qué tanto daño he hecho estoy segura que he dado en el blanco. Eso es suficiente, por ahora.

Antes de que pueda hacer nada más escucho otro disparo. Puedo ver que Alba está herida. Está cubierta en sangre de pies a cabeza pero sigue forcejeando con el atacante. Observo de lejos como los sheriffs los separan y aprisionan a ambos.

¡Mierda! Yo no dispare a matar pero el segundo atacante fue más extremo. ¿Intentaron darle a Alba, la figura o al Marqués? Entonces se descubre el rostro de la figura que nos atacó a Sabine y a mí. Su rostro es mitad horror mitad belleza.

No es usual que la mejor parte de mi exista junto con mi naturaleza vampírica. Usualmente viven separadas, cuando trabajo soy una, para todo lo demás soy otra. Pero al verlo la Najla médica se activa.

De todos modos no hay compasión ni pena en mí cuando analizo su rostro. Este es el hombre que casi provoca una guerra. Y mi respuesta es la misma que fue en la última gran guerra. Fría y práctica, pero no cruel.

Mi entrenamiento médico me permite obtener un análisis visual del sujeto y discernir qué clase de heridas son esas. ¿Está a medio camino de convertirse en un nosferatu? ¿Sufre alguna enfermedad contagiosa? ¿O es un grave caso de cáncer o una enfermedad degenerativa? ¿Fue un accidente?

A simple vista no puedes saber si se trata de un Nosferatu o de un humano que ha sufrido graves heridas. Lo que sí puedes determinar es las heridas no son recientes y parecen fruto de un grave accidente en el que recibió gran cantidad de laceraciones en la carne que le causaron tantos daños que su piel no pudo cicatrizar bien. Te resulta extraño que siguiera con vida después de ello, a menos que estuviera ya en el hospital... o que recibiera el Abrazo justo en ese momento.

Tengo más preguntas que respuestas. Por el momento asumiré que es un vampiro porque mi bala no lo tiene aullando de dolor ni temiendo por su vida. Debe de ser horrible verse así por toda tu vida inmortal, supongo que por eso yo también intentaría crear una guerra en venganza.
Hay más de una manera de obtener información de alguien...
Busco sangre en el piso, tanto de alba cómo del hombre deforme

Los acontecimientos se suceden con un ritmo vertiginoso. Tras el primer disparo, la mayoría de los asistentes se tiran al suelo, pero Victor Dubró, no. Él sigue ahí, como aturdido, como si acabara de despertar de un trance, y no parece que sepa dónde está.

¿Es posible que alguien le haya obligado a montar ese numerito?

Y por otro lado está el supuesto atacante. ¿Qué demonios es eso? Casi diría que parece alguien que haya tenido un mal encontronazo con un Tzimisce.

Veo que mis compañeras están cerca del atacante, junto con los sheriffs, así que supongo que seré más útil aquí.

—Monsieur Dubró, ¿se encuentra bien?