Partida Rol por web

si Bathalias

¡Vaya descaro!!... ¡habrase visto!!... ¡Uh!!

El rubor acudió raudo a colorear las pecosas mejillas de la joven Ailara, mientras el asombro se perfilaba en sus labios entreabiertos ante la singular escena. Sus ojos se habían abierto de par en par, sin dar crédito a lo que estaban viendo... sin saber indignados a qué cernirse, si sobre el semblante de "gloriosa estupefacción" que despertó en algunos de los hombres aquella joven y seductora mujer... o sobre los intencionados pavoneos de ésta que parecía regocijarse, disfrutar, con el turbador efecto causado a los varones del grupo. ¿Cómo pueden estar pensando en eso ahora??... buffffffffffffffff... El aire de indignación, de asombro, que brotaba de sus labios refrigeraba sus mejillas y mecía su juguetón flequillo... avivando el apagado brillo de sus ojos.

Había apoyado una de las manos sobre su cadera, dejando reposar el liviano peso de su cuerpo sobre ésta. Antor PielGris, ¿qué se supone que estás mirando con esos ojos de animal en celo? El adorable golpeo de la planta de su pie contra el suelo anunció, a todas luces... por si no hubiese sido suficiente con las incandescentes mejillas, el airado estado de ánimo de la druida... que quizás no quiso ver que la mirada de su "perfecto" Moravius también parecía querer desentrañar los misterios de aquel cuerpo seductor.

Como ya he dicho, la Reina Bruja... Sarcess ni tan si quiera intentó disimular su satisfacción, es más, su sonora y sincera carcajada evidenciaba todo lo contrario... carcajada jovial y abierta que resonaría hasta que, con voz traviesa, exigió la presencia inmediata del cofre ante ella... ante sus piernas lascivamente entreabiertas.

Momento en el que la fría realidad golpeó de lleno en el rostro de la joven Ailara... atenuando su airado rubor... agravando la perenne opresión que sentía en el pecho... acelerando el latir de su corazón. El inquieto pie cedió su musical tamborileo... y la delicada mano abandonó la cadera para posarse, junto con la otra, en su pecho. Al mismo tiempo, sus trémulas pupilas se derramarían sobre el incierto cofre que es transportado al lugar indicado por el fornido Merkus y el avezado Bathalias.

Cita:

Cofre que alberga aquello que colme las aleatorias expectativas de Sarcess... y que, al parecer, está unido directamente al destino de sus vidas. ¿Tres mil razones de oro?... algo le decía a la intuitiva Ailara que aquello no era exactamente, o al menos todo lo que habían convenido como pago... pronto, para bien o para mal, lo descubrirían.

Por otro lado, el viejo rufián parecía haber encontrado algún tipo de distracción en uno de aquellos enormes braseros.

El comportamiento de la bruja le resultaba incomodo, parecía que estuviera jugando con ellos y sus reacciones, hubiera preferido encontrarla en un trono y que se comportase fría y secamente.
Vio como Merkus acercaba el cofre para que la hechicera pudiera abrirlo y ver su contenido, al contrario de sus compañeros ella no veía razón alguna para que en el cofre no hubiera lo acordado pero el nerviosismo que le producía aquel lugar y la presencia de la bruja oscura la mantenia igual de nerviosa.
Venga, a ver si terminamos de una vez

Merkus depositó el cofre con la ayuda de Bathalias a un par de metros del siniestro lecho donde esperaba la hechicera y retrocedieron un paso sin darle la espalda en ningún momento. No se trataba de una deferencia, tampoco le darían la espalda a una serpiente.

Sarcess se puso en pie de un salto y se acercó al cofre, acariciando la superficie con la yema de sus dedos en un gesto coqueto para luego llevarse la mano a la cara y morder suavemente el extremo de la afilada uña. La tensión sexual crecía por momentos entre los varones del grupo pero en ese instante decidió perder el interés por sus invitados.

Sus ojos se cerraron levemente e inmediatamente empezó a susurrar un cántico en alguna lengua desconocida para ellos. El ambiente se cargó de electricidad estática, provocando que el vello de los brazos se erizara como ocurre momentos antes de que se desate la tormenta. Levantó los brazos, las manos contraídas en extrañas posiciones y, finalmente, apuntó con el dedo indicé al cofre elevando el registro de su voz hasta que sus oídos no fueron capaces de escuchar sonido alguno.

El sello protector se partió en en dos con un chasquido seco y poco espectacular. Los seis amigos se miraron unos a otros, en cierto modo decepcionados por el vulgar resultadode tanta preparación, pero rápidamente volvieron a posar sus ojos en la hechicera que ahora se disponía a abrir la pesada tapa.

Un simple contacto fue suficiente para que el cofre se abriera solo y mostrara su contenido, tanto a su nueva propietaria como a los portadores. Y estos sintieron que se les helaba el corazón cuando vieron lo que había dentro. En lugar de las tres mil coronas de oro que supuestamente habían cargado, dentro del macizo contenedor había un montón de piedras de gran tamaño.

Con la cara pálida por la ira, Sarcess tomó una de las piedras y la sostuvo con incredulidad. Los extremos de sus temblorosos labios se inclinaron hacia abajo en una mueca espantosa.

-¿!Qué burla es esta!? -gritó enfurecida. Estaba claro que el juego había terminado- ¿Cuál es el
propósito de este engaño? ¡Responded! ¡Me diréis lo que busco aunque tenga que arrancároslo de vuestros cuerpos sin vida!

La piedra que sujetaba en su mano explotó en una nube de polvo cuando cerró el puño y, sin pensarlo dos veces, dio un paso hacia el todavía aturdido grupo.

En ese momento una luz empezó a brillar dentro del cofre. No eran las piedras, pero tampoco podían ver la fuente. El fulgor aumentó en intensidad y pronto pudieron apreciar un murmullo tan grave que más que oirlo lo sintieron en todo su cuerpo.

Sarcess se detuvo se enfrentó al cofre que ahora vibraba visiblemente. Antes de que pudieran reaccionar a esta nueva demostración de poder, el temblor creció hasta que mantenerse en pie empezó a ser un problema. Sin inmutarse ante el desarrollo de los acontecimientos, extendió ambos brazos a lado y lado y empezó a preparar otro de sus hechizos mientras a su alrededor las paredes de la torre se resquebrajaban con un estruendo ensordecedor. Cofre y hechicera mantenían un invisible pulso mágico y los efectos del mismo amenazaban con hundir la torre y a todos los que estaban dentro en un terremoto de proporciones catastróficas.

Las trémulas pupilas de la joven Ailara permanecieron fijas, sin apenas parpadear, en el incierto cofre durante la ostentosa y efectista demostración arcana de la vanidosa Reina Bruja. Las delicadas manos se postulaban recogidas sobre su pecho, como si estuviese rogando en silencio, con el nervioso labio inferior contenido entre sus nacarados incisivos, a la Madre Tierra que habita con toda su luz en su interior.

Sin embargo, llegado el decisivo momento... el momento que tanto había temido desde el principio, se tuvo que obligar a ver... a no refugiarse, tras el oscuro telón de sus párpados, de la cegadora verdad... pues aquello nada cambiaría, ahora, lo que había de suceder.

El tiempo pareció detenerse, y con él el mismo aire, cuando aquellas manos, sus largos dedos, desvelaron el verdadero contenido del baúl: piedras y más piedras... como piedras se quedaron todos los espectadores. El frío reinante les castigó con mayor tiranía... helando, hasta paralizar completamente, los corazones... ahogando las respiraciones... silenciándolo absolutamente todo... preludio de una devastadora tormenta que se ceñiría sobre ellos.

No... no... no... Negaba en su interior la joven Ailara... negaba con su adorable rostro sobrecogido ante los enfurecidos gritos, las vertidas amenazas, de la temible Sarcess cuyo jovial semblante se había mutado íntegramente... contraído, desencajado, por la cólera que incendiaba las brasas de sus ojos. ... no... no...-. No... no...no...- Negación que se hacía eco en su temblorosa voz... negando sin retroceder un paso.

La imponente Mazgul se movía inquieta a su lado, aullando tenuemente nerviosa. Su formidable hocico, húmedo y frío, buscaba una y otra vez a su estremecida cría... advirtiéndola de lo que habría de suceder... meciéndola hasta hacerla reaccionar.

En eso, una extraña luz emergió del interior del cofre y con ella un creciente murmullo grave que haría primero tremer el aire, para ir aumentando en intensidad, a cada vez más fulgor, hasta que todo alrededor empezó a temblar dificultando mantener la estabilidad... amenazando incluso con quebrar la estructura misma de la Torre de Ybress si a aquello no se le ponía fin.

La encolerizada Sarcess se vio obligada entonces, desviando su severa atención de los aventureros, a hacer acopio de todo su poder para contener aquel misterioso elemento con el que le habían obsequiado. Una lucha encarnizada de poder a poder, un velado pulso de terribles energías arcanas, cuyo resultado final era mejor no presenciar.

-. ¡Bathalias...!!- Exclamó Ailara, apremiando con sus avivados ojos al aguerrido elfo que seguramente ya estaría cavilando. La imponente Mazgul, cuyos aullidos eran eclipsados por el ensordecedor ruido, se movía inquieta... impaciente.

Debían aprovechar la efímera oportunidad brindada... debían salir de aquel lugar antes de que se viniese abajo o antes de que Sarcess se impusiese, pues en ambos casos el destino sería semejante. Ahora bien, las opciones eran bien escasas y cada cual más espeluznante:

-. Por un lado, y lo más evidente, era retroceder por los mismos pasos que los habían conducido hasta allí. Sin embargo esta opción supondría varios enfrentamientos, para abrirse paso, con la guardia personal de la Torre. Siempre y cuando ésta no hubiese huido despavorida... aunque también cabe la posibilidad de que estén acudiendo en este momento a socorrer a su Majestad. En todo caso, una vez fuera de la Torre se encontrarían con el problema de hallarse en medio y medio de las huestes de la Bruja.

-. Otra opción, igualmente incierta e improbable, es aventurarse por alguna de aquellas tres grandes oquedades, parcialmente ocultas tras unas cortinas, al fondo de la estancia... esperando hallar algún pasaje oculto que les saque directamente de allí... quizás a un lugar más alejado de la Torre o puede que no. Recordemos que en la primera de ellas podría habitar una singular mascota... una fiera criatura enorme a tenor de las dimensiones del umbral y del gutural sonido emitido por esta... quizás ésta podría, de haberla, estar guareciendo dicha salida o un tesoro que de nada valdría. Las otras dos son una auténtica incógnita que habría que explorar, al igual que la primera, y quizás también albergasen algún tipo de criatura más silente.

Sin tiempo que perder… sin tiempo para teorizar sobre lo ocurrido, había que decidir... una decisión que podría acarrear el fin del entrañable grupo de aventureros, pero recordemos que hasta este momento ni tan si quiera habían tenido oportunidad.

-. ¡Bathalias!!- Volvió a exclamar Ailara en tono urgente, señalando en general con su mirada las aperturas en la pared al fondo de la estancia y en particular, quizás temerariamente, aquella que emitía gruñidos constantemente.

"Maldito conde Conde Nesvind de la Mierda...NADIE entrega una fortuna a los primeros que pasan." pensó Antor, que en alguna manera se esperaba una jugada como esta . LA situación había cambiado y a Sarcess parecía no hacerle ninguna gracia (como no se la haría a nadie) el estado actual de las cosas. El grupo se tensó, previendo alguna reacción por parte de la hechicera...

Y entonces todo cambió otra vez.

La torre comenzó a temblar hasta sus cimientos, resquebrajándose y provocando incertidumbre en todos los allí presentes. Sarcess comenzó a recitar un nuevo conjuro concentrando su atención en repeler el mágico ataque ¿de Ashadir?
No importaba de quién, era la oportunidad que tenían (probablemente la única) para salir de allí.

La primera intención de Antor era la de volver sobre sus pasos y a medida que bajasen ir gritando a todos que estaban atacando la Torre y que habia que ayudar, a veces estas cosas funcionaban. Claro que también podía pasar que los matasen apenas verlos o que se perdieran en el laberinto de pasillos y estancias que había debajo, mientras la torre se les caía encima.

Por otra parte estaban los caminos desconocidos de detrás de la cama de la bruja.
El del gruñido era el que mas le atemorizaba, y tal vez por eso era el que deberìan seguir. "Solo dos cosas suelen guardarse en sitios como este" pensaba Antor "La camara del tesoro y las posibles entradas".Asi que el aventurero se quedo en tensiòn, esperando a corre hacia donde le dijesen, o hacia donde fuese la mayoria del grupo.

Los ojos de Alfren se abrieron estupefactos ante la visión de las piedras. No lo podía creer que demonios ganaban enviándolos con un cargamento de piedras y como para responder a su pregunta una extraña luz acompañada por un rítmico murmullo empezaron a surgir del cofre, era todo una ataque una trampa para pillar a Sarcess desprevenida.
Todo empezó a temblar y a resquebrajarse ante la dura batalla mágica, escucho los gritos de Ailara hacia su líder y vio como Antor parecía examinar las salidas, por unos segundos la calma la invadió, Sarcess no los perdonaría por aquello y si la batalla seguía la torre se desmoronaría, con tranquilidad desenfundo la espada que sostuvo vertical ante sus ojos, inspiro profundamente.
Bathalias, salid de aqui cuanto antes.
Y entonces cargo hacia la hechicera, no sabia si llegaría a acercarse lo suficiente para asestar un golpe pero no habría una oportunidad igual para librar al mundo semejante mal.

Un sonido de palabras a sus espaldas sobresaltó a Antor, quien se giró y pudo ver a su amiga mirando fijamente a su espada y con los músculos contraídos.
Un segundo después salía disparada hacia la bruja.

-ALFREN !!!!!- gritó Antor de manera descontrolada, mirando sin querer creerselo lo que estaba sucediendo.

Múltiples virutas de aquella piedra y polvo, cada vez en tamaños mayores, empezaron a llover sobre ellos. Y la cúpula acristalada amenazaba con resquebrajarse en cualquier momento...

En eso, inesperadamente... o no tanto, la intachable guerrera Alfren Niubar desenvainó, firme... decidida, la gloriosa espada con inusual templanza, dadas las tormentosas circunstancias que se cernían sobre todos ellos. Con la impoluta hoja afilada apoyada, plana, en su frente inició una singular liturgia que apenas duraría unos instantes y que envalentonaría su corazón... despejándolo de cualquier asomo de duda.

Cita:

Exclamó, firme la tenaz guerrera, una vez los briosos ojos abiertos... teniendo como único objetivo en sus dilatadas pupilas la atareada Reina Bruja. Iniciaría entonces una enérgica carrera hacia ella... espada en mano... el inmaculado filo presto... con aires de valeroso y honorable sacrificio.

El viejo Antor reaccionó, con el rostro completamente desencajado por el desconcierto... quizás por el repentino temor a estar privado de la compañía de aquella mujer, aclamando en voz alta su nombre... rogando quizás que su alarmada voz hiciese lo que su cuerpo paralizado hubiese querido.

El desesperado grito del viejo rufián arrancó la urgente mirada de la joven Ailara del avezado elfo, para atraerla a lo que estaba sucediendo y que el ensordecer ruido le había privado de presenciar. Los inquietos ojos de la druida se posaron en la tenaz guerrera, y al instante se percataron de lo que se disponía a hacer... de aquella otra oportunidad, bien distinta, que se le había brindado para intentar borrar de este mundo a aquel impío mal.

-. ¡Alfren no!!!...- Exclamó al igual que había hecho con anterioridad Antor. -... ¡Sarcess está conteniendo aquello que derrumbaría la Torre!!!... ¡No te acerques, es muy peligroso!!!!- Informó suplicando, alarmada, a la guerrera... con todo lo que sus palabras implican... intentando hacerla recapacitar... aun estaba a tiempo de detener su filo... aun estaba a tiempo de no irrumpir en aquel asombroso campo de energía arcana que podría desmenuzarla, como lo había hecho aquella piedra en manos de la Reina Bruja. -. ¡Bathalias!!... ¡detenla por favor!!!- El avezado elfo y el gigante Merkus eran los que más próximos se hallaban al terrible pulso arcano... eran los únicos que podrían detener en estos momentos a la perseverante y decidida mujer.

La atronadora batalla de poder en poder se encontraba en precario equilibrio... en un falso bypass; cualquier distracción, por muy pequeña que fuera, podría desequilibrar la balanza y precipitar los terribles acontecimientos... engulléndoles también a ellos.

Merkus nunca había escapado de nada sin atacar.
 Preparado para atacar se mantuvo en su posición.
si se centran en mi mientras escapan ellos podrán sobrevivir.
Sarcess nos han traicionado! nosotros  solo ........tontos engañados en boca del lobo.
Conde traicionar nosotros para que tu pensar nosotros ladrones....Merkus honrado si tu creer yo no matar
Bathalias no se tomaría muy bien el echo de que no escapara pero que demonios nade vivía eternamente.
 Si no luchar hasta muerte con amigo

Bathalias empezó a avanzar hacía Sarcess mientras suponía que los demás se daban a la fuga. Al oir los gritos de sus compañeros por encima del estruendo se dio cuenta de que, una vez más, no iban a dejar que se enfrentara solo al peligro. Las cosas se estaban descontrolando por momentos.

Sarcess seguía oponiendo una feroz resistencia al cofre y parecía que los conjuros protectores poco a poco ganaban terreno. La torre seguía meciéndose como si se tratara de una veleta y las grietas que surcaban las paredes crecían a cada instante, pero la intensidad era algo menor que hacía unos instantes. Sin embargo, cuando podía parecer que la cosa no estaba clara, el cofre empezó a brillar con aun más intensidad, llenando la habitación de una luz cegadora que quemaba las retinas.

Y entonces lo oyeron. De dentro del cofre empezaron a escapar montones de pequeños objetos voladores con forma de insectos de colores. Brillaban con luz propia y se desplazaban a gran velocidad en circulos por encima de sus cabezas con un zumbido. De repente todos recordaron aquella vez que Bathalias los guió por error hasta el interior de una colmena: el mismo molesto zumbido.

Las puertas de la estancia se abrieron de golpe y media docena de prefgas, sirvientes de la hechicera, entraron en tropel mirando a lado y lado en busca de la amenaza. Uno de ellos se colocó por casualidad en la trayectoria de uno de los bichos del cofre y, tras lo que solo pudo haber sido una breve picadura, la piel del cuello comenzó a hincharse a gran velocidad provocando que los aullidos de dolor de la pobre victima se unieran a la cacofonía que llenaba la sala. De los demás prefgas, los que consiguieron mantener el equilibrio dieron media vuelta con la clara intención de huir a la carrera.

Entre tanto, Sarcess, sorprendida por el nuevo ataque del cofre, inició un débil amago de retirada hacia su cama mientras seguía murmurando conjuro tras conjuro y la torre se desmoronaba a su alrededor.

Ybress se estaba desmoronando ante los ojos del grupo. Algo impensable hasta hace unos escasos minutos, pero sin embargo estaba pasando. Antor no se lo pensó dos veces, necesitaba algo que probase que había estado allí... además las rocas de Ybress posiblemente se cotizaran bien cuando la noticia se diese a conocer; sin dudarlo, se echó al zurrón unos pocos trozos desprendidos que tenía cerca, algunos negros como la pez y otros de los iridiscentes.

Entonces un zumbido atrajo su atención.

"¿Eh?" fué todo lo que pudo pensar mientras miraba hacia arriba y veía lo que parecía ser una nube de insectos luminosos con muy mal aspecto. El resto del grupo se estaba preparando para pelear y, por si esto fuera poco, llegaron los guardias de Sarcess.

Uno de estos guardianes tuvo la mala suerte de ser picado por uno de los "insectos" y a la vista del resultado, Antor gritó a voz en cuello:

-Tenemos que salir TODOS que no es hora de heroísmos ¡¡¡Mirad al guardia!!! ¡¡Vámonos YA!!-

Y mientras lo decía se acercaba a la puerta por la que habían llegado, hacia donde los había dirigido Bathalias en un principio.

Bathalias o escapamos juntos o perecemos juntos.
Merkus esperaba que su compañero se batiera en retirada para cortar cualquiera  cosa que le atacara desde la retaguardia y defender su ruta de huida.
Después el también correría

La joven Ailara observaba, consternada... desesperada... impotente, la delicada situación que parecía sólo ir a peor... más y más... acotando aun más las escasas posibilidades de supervivencia del grupo de aventureros... reduciéndolas aun más ante la preocupante parsimonia, o temeridad, que mostraban todos ellos.

Los estridentes zumbidos se arremolinan sobre sus cabezas... fundiéndose al ensordecer resquebrajar de la piedra... anunciando con poner fin, dolorosamente, a sus vidas... uniéndose a aquellas otras variadas amenazas...

Aquellos seres, los terribles prefgas, huían despavoridos por el mismo sitio por el que habían irrumpido... al presenciar, en uno de los suyos, el fatídico resultado de uno de aquellos aguijonazos. Incluso la Reina Bruja recularía, precavidamente... levemente, hacia su propio lecho murmurando extrañas palabras arcanas...

Cita:

Exclamó, más que alarmado, el veterano rufián... poniendo rumbo hacia la misma puerta por la que se iban los atemorizados prefgas. Inesperadamente, su iniciativa se vio impedida por el firme tirón que recibieron sus ropas y detuvieron sus pasos... pues las formidables mandíbulas de la imponente Mazgul habían hecho presa de éstas en última instancia. Quizás la vieja loba supiese que por allí, por dónde habían huido los terribles prefgas, se encontrarían, tarde o temprano, con muchos otros... haciendo inviable la fuga.

Para cuando su ojos buscasen, raudos, algún tipo de explicación en los de la joven Ailara, hallarían su deslustrado verde encendido... al igual que lo estaban sus pecosas mejillas. -. ¡No Antor!...no... por ahí no...- Al parecer la perseverante druida no permitiría que su manada, incluido el viejo rufián, terminase así. -. ¡Por allí!!...- Señalando la extraña oquedad en la misma dirección que había reculado Sarcess*.