Partida Rol por web

Tributo de Sangre (VIII)

Heraldos de Paz

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15/01/2009, 21:23
Ashadir

El secretario del Conde echó un rápido vistazo a los seis recién llegados y se volvió hacia el noble.

-Si, señor. Tan sólo perfilábamos los detalles de la partida. Todo ha sido acordado. - el tono de voz había cambiado considerablemente del que había utilizado para dirijirse a ellos. Mantenía su expresión culta y la forma de hablar elegante, mas cubiertas con un perceptible deje de sumisión.

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15/01/2009, 21:24
Conde Nesvind de Riaghul

-Bien, bien. Así debe ser. - con un gesto displicente de la mano pasó por encima de la respuesta de su secretario casi sin escucharla siquiera y se dedicó a examinar con la mirada a los seis aventureros -. Parecéis un grupo valiente y con recursos. Espero que no me defraudéis y podamos brindar con vosotros dentro de unos días, al calor del fuego, por el buen término de esta entrega.

No esperó respuesta, no lo consideraba necesario. Se giró con un gesto elegante y se dirigió hacia la salida. Los soldados se apresuraron en rodearle, precediéndole en su salida y protegiéndole la espalda. Sin embargo, antes de alcanzar la puerta se volvió de nuevo hacia ellos. Aunque sus palabras se dirigían al secretario, los ojos estaban fijos en el grupo.

-Ashadir, ¿les has contado ya lo que hicimos con los soldados que desertaron el año pasado? – observó de reojo como el hombrecillo negaba con la cabeza y emitió un leve gruñido -. Ocho hombres fueron escogidos de entre los que sirven en mis dominios para llevar el pago, tal y como vosotros haréis este año. Cometieron el error de considerarse más listos que yo y trataron de huir con el cofre y el dinero. Tardé casi una estación entera, pero finalmente di con ellos. Aún podéis observar las maderas donde fueron crucificados en el camino del Norte, quedarán ahí para siempre como un recuerdo de lo que les ocurre a quienes me traicionan. Si pensáis que podéis escaparos con mi dinero pasaréis el resto de vuestra vida huyendo. Será lo último que hagáis. Os perseguiré hasta encontraros y os despellejaré vivos. – las bravatas del Conde habrían sonado vacías pronunciadas por otra voz, emitidas por otro cuerpo. Sin embargo, el aura de autoridad y seguridad que irradiaba, unidas a la fría mirada que ocupaba su semblante, no dejaba lugar a dudas de que aquel hombre cumpliría su amenaza aunque fuera lo último que hiciera.

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15/01/2009, 21:25
Ashadir

El secretario esperó hasta que su señor se hubo marchado para volver a dirigirse al grupo.

-Os facilitaré un mapa de la región y se os servirá comida antes de partir, pero hagámoslo todo con rapidez y sin más demoras. – con esas palabras dio por terminada la conversión, dejando en el aire las preguntas planteadas por algunos de ellos.

Se dirigió lentamente hacia un lateral de la estancia cuya pared estaba cubierta por una cortina. La apartó y tomó en sus manos un largo bastón tallado con extraños símbolos y coronado en su extremo por tres gemas de tonos rojizos.

-Será tan sólo un momento. – dijo como única explicación.

Mientras que con los dedos de la mano libre realizaba imposibles gestos y trazaba intrincadas formas, con la otra apuntaba el bastón hacia ellos, uno a uno, lentamente. Un haz de luz amarillenta fue posándose sobre cada uno de ellos. Ashadir tenía los ojos cerrados, inmerso en su concentración, no obstante no pudo evitar en sus labios se curvaran hacia arriba cruelmente cuando le llegó el turno a la Druida. Pareció disfrutarlo.

Cuando hubo terminado abrió de nuevo los ojos y miró las manos de los aventureros. En el dedo índice de todos ellos acababa de aparecer un anillo, una simple alianza dorada.

-Si os apartáis un solo momento del cofre antes de que éste sea entregado a su destinataria moriréis. Cuando lleguéis a vuestro destino las alianzas desaparecerán y el conjuro habrá finalizado. – de nuevo había vuelto aquel desprecio a su voz, que tan sólo estuvo ausente mientras el Conde permaneció en la estancia -. Daré orden inmediata de que os preparen la carga y unas monturas. Partiréis cuanto antes.

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15/01/2009, 23:10
Moravius

 

La misión había sido aceptada poco después de las muestras de desprecio del secretario. Parecía que no era un hombre acostumbrado a que le llevasen la contraria y a mirar por encima del hombro de cuantas personas se topaba. Su pomposo lenguaje, caros ropajes y embriagador olor no eran más que pequeños matices para aparentar, o demostrar, la nobleza de un hombre con ínfulas de gloria. Cualquiera podría llegar a pensar que tenía un pasado que despreciaba y esta era la razón por la que intentaba aparentar lo que no era, todavía más cuando era incapaz de fingir un acento menos vulgar.

Moravius era de los que “malpensaban” y entre los numerosos pasados que imaginaba para tan perfumado mago estaba, como no, uno en el no era más que el hijo de unos campesinos cualesquiera. Una persona con talento para la magia que abandonó la casa donde vivió durante su infancia para ser instruido en las artes arcanas. Allí, viendo lo que podía llegar a ser y recordando lo que era, renegó de su pasado y se propuso ser alguien importante. No tenía por qué ser verdad (aunque realmente su comportamiento parecía forzado), pero resultaba divertido imaginar a tan altivo caballero décadas atrás: más joven, menos perfumado y recogiendo la mies.

Pero el desfile de personalidades no terminó con el desplante del secretario pues poco después apareció el Conde Nesvid, señor de las tierras que pisaban y el que les contrataba. Moravius lo recibió con una leve inclinación de cabeza. No tardó en dejar la sala, y fue entonces, tras el conjuro del secretario, cuando supo la razón por la que confiaban en que el dinero fuera entregado.

- Y he aquí las seguridades que toman. Por las que habíamos preguntado y no respondieron.- pensó mientras separaba su mano derecha del bastón y la alzaba hasta situar el anillo a la altura de los ojos. Giró un par de veces la muñeca sin perder de vista la alianza. -Bueno… No se les puede reprochar que desconfíen de nosotros.

-¿Y podría decirnos cuantos pasos como máximo podríamos alejarnos del cofre que transportamos?- Se apresuró a intervenir intentando evitar las reacciones de los compañeros de grupo más pasionales. –En la misión que nos encargáis podríamos encontrarnos con múltiples situaciones en las que necesitemos alejarnos cierta distancia del objeto que escoltamos, una avanzadilla por ejemplo.

No es que no le importase el anillo, sí le importaba: de él dependía su vida. Pero no creía que enojarse sirviese de algo. Sería mucho más útil conocer los detalles de las situaciones en los que el poder de la alianza se activaba.

 

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16/01/2009, 09:45
Merkus

Por fin Bathaalias tomó la decisión. Las cosas se empezaban a mover y Merkus, ansioso ya por partir, oscilaba el peso de su cuerpo de un pie a otro.

Con la entrada del conde, Merkus se mantuvo respetuosamente callado. Fue cuando el hechicero lanzó su conjuro y esa extraña alianza apareció en su dedo, que el gigantón dió un respingo, erizándosele los vellos del cuerpo, para, acto seguido, intentar arrancar la alianza que le habían impuesto. Debido a la fuerza que imprimía a tal tarea, su cuerpo se dobló en dos mientras sus musculos saltaban bajo la piel, ahora sudorosa y de su garganta surgía un gruñido. Con el rostro rojo como la grana y totalmente congestionado de ira clavó la mirada en el hechicero.

-¡¡¡Maldito seas, hechicero!!!  Merkus es un ser libre y no consiente en ser atado. Quítame éste maldito anillo o por todos los dioses que lo arrancaré de una manera o de otra.-

 

 

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16/01/2009, 11:31
Bathalias de Emdelis

Como todos sus compañeros, el primer instinto de Bathalias fue mirar la alianza, pero consciente de lo perturbador que es esta marca sería para algunos de sus amigos opto por no hacerle el menor caso. Si el estuviera en la piel del conde humano también buscaría desiciones desesperadas para un momento desesperado.

La entrada y salida del Conde ni lo sorprendió ni lo enojó, había visto demasiadas de esas personas a lo largo de su vida como para molestarse por un simple desplante. Tanto el conde como el secretario morirían y el seguiría allí, conociendo nuevos condes y nuevos secretarios. Se dejó arrastar por su memoria en un intento por recordar en cuantas veces se había encontrado en esta situación y casi le dieron ganas de reir.

Me hago mayor, ya estoy pensando en mis memorias,pensemos en el presente, Merkus ha entrado en código rojo, hay que tranquilizarlo antes que se corte el dedo. Que lo veo muy capaz.

-Merkus, amigo mio, no es la primera vez que me ponen un anillo de El´Santicar- me gusta ese nombre - esta medida que han tomado aunque un poco expeditiva me parece razonable. Confia en mi. - cambio el punto de vista- Nos embarcamos en una gran misión que os traerá prestigio y reputación, sin duda.. ¡y que demonios!- añado dando una palmada bien sonora- ¡vamos al bosque donde nadie se atreve a entrar a vivir una gran aventura!, piensa en la historia que podras contar a tu vuelta.

 

Notas de juego

Intento grabar en mi memoria todo lo referente a ese bastón, donde lo cogió, como era (talla y gemas), las frases aproximadas que dijo, donde lo guarda y todo lo que pueda ser útil en un futuro.

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16/01/2009, 12:38
Ailara Sotobosque

La entrada del Conde no fue más que un acto pomposo de notoriedad. Ailara miró al Conde como el que mira a un animal amaestrado haciendo trucos y monerías. Casi sintió lástima por él, por la dependencia que tenía de sus criados, guardias y posesiones. Un hombre que vivía por y para el poder. Demasiada ambición y muy poca vida era lo que le esperaba a ese hombre el resto de sus días.

Saludó, aún así, respetuosa, sabiendo que a los nobles les gustaban ese tipo de cortesías. Igualmente agachó un poco la cabeza en señal de despido cuando el Conde se abrió paso entre sus fieles soldados para salir tal como había venido. -Adios.

Luego vio la actuación del secretario. Al principio no estaba segura de lo que iba a hacer, pero cuando reconoció las palabras arcanas y los gestos con el bastón se encogió sobre si misma como si ello la librase del conjuro que estaba lanzando el mago. -NOOOOO -gritó mientras el haz de luz amarilla caía sobre ella. Pudo ver en la cara del secretario el placer que le producía aquello que estaba haciendo y Ailara solo vio el resultado de su acción.

En la mano portaba un anillo, un trozo de algún tipo de metal. Se le ajustaba al dedo de tal manera que era imposible quitárselo. Puso todo su empeño en arrancar de su dedo el anillo que mágicamente estaba pegado a su ser. -No puede ser, no puede ser. -El anillo quemaba su piel como si estuviera hecho de fuego. Ailara no vestía más que con pieles de animales y el hecho de tener algo de metal sobre su piel le molestaba sobremanera. Y más aún si era de procedencia mágica.

-Quítamelo, quítamelo. -Rugía al mago. -No necesitas esto para que cumplamos nuestra palabra. Maldita víbora -sujetó el bastón con fuerza y apuntó al secretario. Miró hacia el techo, mientras Bathalias, en un intento de sofocar la ira de Merkus, estaba entretenido. Ailara comenzó a murmurar unas palabras y cerró los ojos.

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16/01/2009, 13:46
Bathalias de Emdelis

Mientras el elfo trataba de apaciguar al furioso Bárbaro no tuvo en cuenta que en realidad la más apasionada, debido en gran parte a su juventud, era ailara, que tras un par de protestas oyo entonar a la druida en el lenguaje de la magia.

¿Que demonios..?- mientras giraba la cabeza hacia la impetuosa pelirroja.

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16/01/2009, 15:32
Moravius

 

- ¡Maldición!- Sus palabras habían sido ignoradas. Ahora se encontraban en la situación que había intentado evitar de forma tan infructuosa: el grupo dividido y parte de sus miembros enfrentándose abiertamente al secretario, un poderoso mago que además de su magia disponía de los recursos de su señor. Por suerte o por desgracia Balathias había conseguido hacerse cargo del bárbaro. En cambio Ailara, la más impulsiva por su juventud y la naturaleza de la ofensa, la magia, quedaba libre y estaba dispuesta a enfrentarlo.

- ¡Quieta!- intervino bruscamente viendo que se empezaba a concentrar. En muy pocas ocasiones se comportaba así prefiriendo siempre mostrarse afable, algo indiferente en las malas situaciones, pero el irreflexivo comportamiento de Ailara era muy peligroso en aquella situación. Debía actuar con la misma vehemencia que demostraba su compañera, al menos al principio.- ¡No seas insensata, Ailara!- continuó con el mismo tono áspero.

Previendo que sus increpaciones no tuviesen efecto alguno se situó lo más rápido que pudo entre el bastón alzado de la druida y el enjoyado báculo del secretario; los brazos alzados formando una cruz, el ceño fruncido y el gesto severo.

-¡Basta!- repitió. –Con tu actitud no haces más que empeorar las cosas.- a medida que hablaba iba disminuyendo el tono de la reprimenda y dulcificando su expresión. -Nada puedes ganar si actúas así. Solo puedes perder.- Se había ido acercando paso a paso a ella y ahora se encontraban cara a cara. -¿No te das cuenta que este era el tipo de reacción que buscaba? Tú eres más lista que él. No le des la satisfacción de ver que actúas como había esperado que lo harías.- le susurró solo a ella para que nadie más lo escuchase. Atrás había dejado el reproche. –Vales más de lo que ese pomposo mago imagina, Ailara. Tú al contrario que él no tienes nada que aparentar.- alejó su rostro de su oído. En sus labios se dibujaba una sonrisa que desapareció en cuanto dio media vuelta y tuvo de nuevo al secretario enfrente suya.

 

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16/01/2009, 17:10
Antor PielGris

Antor de repente irrumpia el silencio que habia guardado durante toda la negociacion, finalmente ni las miradas, ni las palabras, ni ningun gesto lo sacaban de sus profundos pensamientos, es solo una entrega mas... pero en principio creer que tan facilmente tendria ese tesoro casi en sus manos lo impulsava a conseguir cosas como siempre habia estado acostumbrado a conseguirlas, pero la serie de echos despues ocurridos le sacarian pronto parte de esa idea de la cabeza, las preguntas necesarias estaban echas, el pago acordado y la atadura estaba puesta.

Balathias estava con el fortachon y Moravius trataba de hacer calma a la pasional reaccion de la pequeña Ailara, entonces una sonrisa salio de mi rostro antes de dirigirme hacia ella, calma pequeña mientras un suspiro acompañaba la charla de seguro hay formas mas sencillas de acabar los dias y tu, tu pequeñita no te debes arriesgar a perder ese valioso tesoro tan pronto y de tal manera despues de todo tal vez, su merecido se lo demos despues... por ahora calma, solo nos queda cenar y partir...

dicho esto tomo aisento y con uno de esos gestos graciosos se dirigio a todos, ademas no debemos retrasar esto, aun tenemos un estafador por encontrar terminada su frase dio una gran carcajada y luego con una sonrisa en el rostro guardo silencio.

 

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17/01/2009, 12:07
Ailara Sotobosque

Ailara se vio interrumpida por sus compañeros incluso antes de empezar a entonar el viejo conjuro que aprendió años atrás. Apoyó de nuevo el bastón en el suelo dejándolo a su lado y miró Moravius al cual tenía delante con los brazos en cruz, interponiéndose entre ella y su rival. -No, nadie tiene derecho a usar la magia contra mí. Ni con buenas ni con malas maneras. No sin mi permiso. Ya sabes lo que pienso de la magia Moravius, tu mejor que nadie.

Ailara escuchó entonces al, hasta ahora ausente, pícaro. -También hay formas mejores de hacer las cosas. No entiendo como dejáis que os hagan eso. Mirad vuestras manos y decidme que no os duele tanto como a mi. -Miró a Alfren, buscando algún tipo de apoyo en la otra mujer del grupo, pero antes de que dijera o hiciera nada se alejó de allí. No miró al secretario, pero estaba segura de que en su cara debía dibujarse una amplia sonrisa y debía tener su ego más hinchado si cabe. Estaba segura que algún día sería castigado.

Caminó hasta la puerta. No se paró a pensar cual sería la distancia de la que podrían separarse del cofre, pero tampoco había visto el cofre aún y seguían vivos. Necesitaba estar sola. Abrió la puerta y salió cerrando tras de si. Entonces, dos lágrimas afloraron a sus ojos y la joven druida se derrumbó. Sentada en el suelo dejó caer su bastón y se llevó ambas manos a los ojos, cubriendo con ellas, las lágrimas de la impotencia y el dolor.

Notas de juego

Si no puede salir, pues lo hace dentro, en una esquina de la sala, de espaldas a los demás.

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17/01/2009, 21:39
Ashadir

Ashadir volvió a mirar a todos con aire sobrador, y negó con la cabeza. Avanzó entre los presentes, pasó entre ellos mirando a un lado y a otro, buscando los rostros de los que allí se encuentran, mientras esbozó una sonrisa maléfica, me medio lado, mostrándoles a todos sus amarillentos dientes.

Hizo caso omiso a todas las cuestiones que le plantearon. No era necesario responder a las dudas, sólo que se cumpla el trabajo.

El secretario del Conde llegó hasta las grandes puertas del lugar mientras estas se abrían lentamente. Dio un par de palmadas al aire y como una tromba, media docena de criados entraron a la estancia, y comenzaron a preparar una mesa con comida, para que los aventureros viajen con algo caliente en el estómago.

En ese momento, el Secretario se giró para mirar nuevamente a todos y carraspeó una última vez.

- Comed, comed bien. Tenéis un largo camino por delante. – Dijo para después, desaparecer por la puerta que se acababa de abrir.

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17/01/2009, 22:14
Merkus

Cuando Bathalias se dirigió a Merkus, sus palabras cayeron como un bálsamo para el iracundo guerrero, que, lentamente, pareció calmarse, pero su mirada seguía clavada en el hechicero, prometiendo una devolución de la afrenta sufrida.

Tras marcharse Ailara, Merkus salió en pos de ella con los puños cerrados fuertemente y sin decir una sola palabra.

Al verla en el suelo, llorando, instintivamente, sin pensar, el gigantesco bárbaro clavó una rodilla en el suelo, frente a ella y la abrazó con sus brazos, compartiendo con ella la frustración, la ira y la impotencia por el hecho de haber sido atados mágicamente sin nuestro consentimiento...

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19/01/2009, 13:14
Bathalias de Emdelis

Tras la salida del joven mago, el elfo se sienta en una de las mesas con el corazón un poco agitado por el cruce de palabras y casi de acciones que hubieran sido desastrosas en las actuales circustancias, observa como el bárbaro se dirige hacia Ailara para consolarla o quizas para algo más.. sonrie por los vínculos tan fuertes que tiene este grupo y que hacía tiempo que no disfrutaba de una buena camaradería. Eso les dará fuerzas cuando llegue el momento.

Echa un rapido vistazo a la comida que les han servido, da las gracias a los sirvientes y separa un poco de comida para darsela más tarde a la druida cuando esté calmada y pueda llevarle algo a su loba. Después se dispone a comer un poco, pues nunca se sabe cuando se volverá a comer.

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19/01/2009, 16:05
Alfren Niubar

 

El secretario que no puede esperar, la impaciencia es cosa de unos pocos y el es uno de ellos. Al fin el elfo aceptó el trabajo, a mi la verdad el dinero no me importa, solo me importa intentar acabar con el mal que anida en esa torre, creo que podriamos conseguirlo. Eso es mas de lo que esperan todos estos vanagloriados nobles que no saben que es ganar con el sudor de sus frentes el pan que debe alimentar a sus familias.
Pero esa afirmacion habia echo que por fin vieramos al conde.
Habia esperado que fuera un hombre mayor, pero no lo era aunque la expresion de su rostro si lo era para mi gusto me recordaba a un padre severo a punto de castigar a sus hijos.
Lo que no me gustó era tener soldados a su alrededor, temia que le hicieramos algo, era un signo de que no confiaba en nada ni en nadie salvo en si mismo. Como en vanagloriarse de las joyas que tenia, lo que me parecia inverosimil considerando que como habia dicho su secretario le habia costado reunir la suma para la oscura hechicera, tal vez debio de haber entregado ese broche en prenda o sus propias ropas que seguro alimentarian a una familia durante un año.
Como sus bravuconerias, esos hombres tal vez pensaron que ese dinero seria mejor para alimentar a otros o para...un dia pagareis por hacer semejante cosa, los mismos dioses se ocuparan de ello y no me importaria ser su espada ejecutora
Los nudillos de mi mano sobre la empuñadura de mi arma estan completamente blancos cuando se ha marchado. Respiro con calma tranquilizando a mi corazon, todo es con paciencia.

Un baston y magia...otra futil amenaza, miedo tal vez de que nos marchemos con el dinero y que no lo entreguemos o tal vez que lo dejemos tirado en cualquier lugar del camino si nos vemos en problemas. Solo quiero ver el mapa para ver cuanto tardaremos en llegar a nuestro lugar de destino a entregar el pago y...
Merkus parece que no le ha gustado nada todo esto y le doy la razon, no somos aventureros, somos mas bien ratas, prisioneros de una mision que si acaba mal, acabara  con la vida de todos nosotros.
Y nuestra pequeña druida, se marcha tras... solo miro a Bathalias un segundo antes de salir tras ella y de ponerme a su lado con mi mano en su hombro, de rodillas a su lado

Tranquila pequeña,a mi tambien me duele y no me gusta que me pongan esto para que haga algo. No debes preocuparte, te puedo asegurar que ese monton de estiercol estirado se esta ahora divirtiendo, pero no es nada feliz con su trabajo, solo lo usa para torturar a los demas- Lo que has echo solo le ha dado un poco mas de satisfaccion. Levantate, limpiate esas lagrimas, sonrie como sabes hacer, entremos en esa habitacion y miremosle a los ojos para que sepa que no ha vencido

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19/01/2009, 17:28
Moravius

Se quedó inmóvil, turbado tras escuchar las palabras de la druida. No era lo que había dicho Ailara, no, lo que en aquel momento le reconcomía era la forma en la que se había dirigido a ella una vez había visto su reacción. Se había marchado y viendo lo afectada que se la veía lo que antes le había parecido correcto, adecuado dada la situación, ya no lo era tanto. ¿Debía haber empleado otro tono?, ¿debía haberla dejado lanzar el conjuro…?

- No, no, de haberla dejado continuar su vida peligraría. El secretario no ha tenido escrúpulo alguno a la hora de encadenarnos a estos anillos. De haberse enfrentado a él… pero, quizá si no hubiese sido tan severo… al principio… Ailara… lo siento.- estos y otros pensamientos bullían en su cabeza a medida que la druida se alejaba. Poco después la seguían Merkus y Alfren. Él también estuvo tentado de seguirla, de consolarla, pero sintiéndose en parte culpable de aquella reacción decidió no hacerlo.

Se dirigió a los dos únicos compañeros que tenía delante. -Se me han quitado las ganas de comer.- Dicho esto se alejó de ellos en dirección contraria a la que se había dirigido la joven druida. - No dejaré que te salgas con la tuya Ashadir…

Una vez solo, apartado del resto, echó su mano al costado donde guardaba su libro de conjuros. Como si formara parte de un ritual desabrochó la tira que lo sujetaba a su cinto, extrajo el libro de la funda de cuero que lo protegía y lo colocó sobre sus rodillas. Deslizó indeciso el dedo índice sobre el que descansaba el anillo causante de tantos problemas sobre las tapas del ajado tomo. Era el objeto que esperaba le ayudase a liberar a Ailara de su anillo, pero aunque estaba decidido a hacerlo no estaba muy seguro de por dónde comenzar su búsqueda.

Debía conocer la naturaleza de aquel conjuro, debía comprender los detalles de su ejecución para saber cómo ponerle fin, si es que podía. Podía estudiar el objeto que rodeaba su dedo, sí, pero en aquel momento se hallaba enfrascado intentando recordar las palabras y movimientos que el secretario había realizado al condenarlos “al servicio o la muerte”.

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19/01/2009, 20:11
Director

 

Uno de los criados del Conde se acercó al salón cuando el grupo terminó de comer y haciendo una reverencia, les pidió a los aventureros que lo sigan hasta el patio del castillo.

Los aventureros salieron al patio del castillo y alli pudieron ver lo que se gestaba.

 

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19/01/2009, 20:12
Capitán Neomen

Los preparativos para la partida se culminaban a gran velocidad, criados y sirvientes corrían en todas direcciones cargando alimentos, odres de agua y ocupándose de las mulas. Una de ellas portaba en su lomo un pesado cofre amarrado con un arnés, la otra era un animal de refresco.

Mientras toda aquella actividad anticipaba ya la hora de la marcha, pudieron observar que un gran número de soldados del Conde, montados a caballo y pertrechados para la batalla se reunía en el patio principal, cerca de las puertas del castillo. Uno de ellos, el que parecía estar al mano, se les acercó y les habló con un tinte ilustrado en su voz pero de forma bastante respetuosa.

-¡Saludos! Soy el Capitán Neomen – anunció bajando de su montura y estrechando la mano a los miembros del grupo uno a uno -. Me encargaré de crear una pequeña distracción para que vuestro viaje sea un poco más seguro. Partiré un poco antes que vosotros por el camino principal y veremos si encontramos problemas de algún tipo. Esperamos una artera jugada de alguno de los nobles rivales del Conde Nesvind, más de uno vería con buenos ojos que el pago no llegase a su destino y, con ello, que Sarcess tuviese motivos para castigar al Conde. No descarto un ataque. Nosotros seremos el señuelo mientras que vosotros avanzaréis por la senda de los leñadores, que trascurre paralela al camino principal pero atraviesa el bosque de abedules y bordea las colinas. Tardaréis unas hora más de lo previsto en alcanzar el pantano, no obstante merece la pena el rodeo ya que os alejará de ojos codiciosos y no es la ruta que esperan esas sabandijas. ¡Mucha suerte! Nos veremos pronto.

Con un saludo militar el capitán volvió a montar en su caballo y se puso al frente de sus hombres. Los portones se abrieron, mostrando el verdor de hierba y el primer tramo del camino. Una vez hubo salido el último hombre se cerraron de nuevo.

No vieron de nuevo al Conde ni a su secretario, el hechicero Ashadir. Cuando llegó la hora de su partida un criado les condujo hasta un pequeño portalón lateral por el que salieron a una estrecha senda que se internaba en el bosque. El día era claro y el sol brillaba con fuerza.

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19/01/2009, 20:14
Director

Notas de juego

Moravius:

Estudias el anillo en el poco tiempo que te dan antes de salir al patio, y te das cuenta que la magia que esta imbuida en él es muy poderosa. Está claro que supera tus conocimientos y los de la mayoría de los magos que conoces. Te parece que será imposible detectar el tipo de magia o tratar de modificarla de alguna manera. El Secretario del Conde ha estado muy hábil a la hora de crear el conjuro... sólo puedes dejarlo en tu dedo y olvidarte de él...

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20/01/2009, 00:06
Ailara Sotobosque

Ailara se quedó en una esquina ya que no pudo salir por la puerta como en un primer instante intentó. Rabiosa y desesperada lloró en salón mientras el hechicero abandonó la sala tras haber instado a los criados a que les trajeran de comer. La joven druida no levantó la cabeza cuando Merkus vino a consolarla, y es que la vergüenza de aquel momento, de saber que estaba llorando como una niña pequeña, podía más que cualquier otra cosa. Sin embargo, cuando el fornido guerrero la abrazó, no pudo más que agarrarse a su pecho y llorar en él mientras Alfren acudía también a consolarla.

-Gracias chicos. -Pensó cuando dejó de llorar en los musculosos brazos de Merkus. Sabía que no arreglaría nada con eso, el daño ya estaba hecho y ahora solo les quedaba terminar aquella maldita misión y cobrar la recompensa. Se levantó, besó en la frente al grandullón y le brindó con una sonrisa tierna y dulce antes de acompañar a Bathalias y Antor en la mesa.

-No tengo hambre, pero algo cogeré para el camino -dijo mientras guardaba algo de comida, más que para ella, para la loba que no había podido entrar. Estaba segura de que agradecería algo que comer que no estuviera rancio o fuera escaso. Apenas se percató de que Moravius no estaba en la mesa con los demás, pero, estando como estaba, no podía pensar en otra cosa que en aquel anillo que ahora aprisionaba sus finos dedos. Se tocaba el anillo como si a cada instante le molestara, como si tuviera vida propia y se moviera o como si tuviera un picor constante. Así que guardó la mano bajo la mesa y trató de ocultar aquella señal, aquella marca que hacía que se sintiera como una vulgar cabeza de ganado.

Al fin terminó la comida y pudieron salir fuera. Ailara agradeció el aire fresco en su rostro, dejando que la suave brisa jugara con su pelo. Su flequillo, antes rebelde, se dejaba acariciar por el viento. Cerró los ojos y disfrutó de aquel instante, recordando los días de libertad y felicidad en su aldea natal. Aquellos días, que ahora se le antojaban lejanos e imposibles.

Criados, soldados, sirvientes, mulas y caballos pasaban frente a ellos como un desordenado y caótico desfile. La joven pudo distinguir, al fin, el objeto que habrían de transportar. Sobre una mula se encontraba el cofre. Parecía bastante pesado, tanto como para necesitar llevar una mula de soporte, seguramente porque pensarían que la primera moriría antes de cumplir su cometido, debido al esfuerzo.

-Nos veremos pronto -había dicho el capitán Neomen. La druida no estaba muy segura de eso. Si de verdad llevaban un plan alternativo para despistar a cualquiera que se atreviese a asaltar a los portadores del cofre, llevarían una ruta bien distinta que la que llevarían ellos. Si esto era así, no solo se verían a la vuelta, sino que podía que incluso alguno no volviera de la misión. Ailara se despidió igualmente, fuera para unos días o para siempre. -Nunca se sabe.

Finalmente llegó la hora de partir y Ailara, lejos de sentirse con ganas de llorar, estaba bastante tranquila. El desespero y la angustia habían dejado paso a un estado de estabilidad en el que si bien no se sentía feliz y dicharachera, tampoco sentía un dolor excesivo. O al menos era lo que intentaba disimular jugando con Mazgul. Su fiel compañera había recibido de buen grado la comida que su amiga humana le había traído de tan suntuoso lugar. La carne de primera y el pan del día eran lujos que normalmente la loba no se podía permitir. El día acompañaba y Ailara disfrutó de la compañía de sus amigos en este inicio de viaje. Aún quedaban muchas dudas en su mente, que de vez en cuando se escapaban más allá de su boca. Decidió tomarse las cosas con otra filosofía y no preocuparse más por el anillo, que sin embargo, ocultaba a sus ojos siempre que podía. -¿Cuanto creéis que podemos distanciarnos del cofre? Cuando estábamos en la sala ya llevábamos los anillos y no estábamos con el cofre. Quizás sean cientos de metros, ¿como vamos a planear nada o a cazar nada si fuera necesario? ¿Como ocultarnos sin tener que arrastrar el cofre con nosotros? No se tu, Bathalias, pero por muy normal que te parezca a ti, a mi esto no me gusta, no es precisamente algo de ayuda. No es como... -miró el salvoconducto que llevaban consigo, el documento al que había hecho referencia el hechicero. Aquel con el que había bromeado -...este papelito. -Dijo moviéndolo a un lado y a otro como si de un vulgar papel sin importancia se tratara.

-¿Cuanto camino hay? -preguntó a Alfren que se encontraba mirando el mapa.