Partida Rol por web

Conseguí alzar al chiquillo, a mi lado se encontraba Don Manuel, que tomó al otro en sus brazos. Pensé - Hay que correr, pero, ¿para dónde? - Pensé en mirar el cielo, para orientarme, pero dentro del bosque y con el humo, sin hablar de las prisas, no sabía dónde ir. De repente vi a Don Manuel partir muy seguro de sí mismo, así que pensé que seguirlo sería la mejor opción.

Me lancé a la carrera tras él y Dios sabe que este hombre tenía un instinto especial, pues se dirigió por una ruta segura como pocas que viera en aquella noche a través del bosque.

Noguera vio claro su camino: las estrellas le habían guiado ¿o tal vez fuera la fe? Sea como fuere pudo determinar un camino que parecía claro, y el bueno de Álvar podría seguirlo sin problemas. Noguera cogió al chico y sacando una fuerza descomunal comenzó a correr entre troncos ardiendo; no estaba dispuesto a sucumbir ante un fuego habiendo espantado con anterioridad a un colacho, aquella bestia terrorífica. Sin embargo Álvar tenía sendas dificultades para moverse con el otro crio.

Corriendo tras Don Manuel, con el crío en brazos, vi como el noble guerrero iba sacándome distancia poco a poco, y pronto no pude más que seguirlo a lo lejos. Lo positivo del fuego era que su resplandor hacía más clara la noche, lo menos bueno es que cada vez lo sentía más cerca.

Por mucho que lo intentaba, se me hacía cada vez más difícil no trastabillar y pronto el humo comenzó a cegarme. Entonces un árbol calló pasto de las llamas y su ramaje encendido se me echó encima como una manta infernal. Las llamas me rodeaban y quemaban mi carne con gran dolor. Tenía que pensar en el crío. Por suerte su cara estaba protegida por la tela húmeda, pero si permanecía en este sitio eso no serviría de nada y nos coceríamos como una res empalada, así que reuní toda la fuerza que me quedaba y salí de entre las llamas.

Más de la mitad del cuerpo quemado y casi desfallecido con la criatura a cuestas. Pude distinguir aun a Don Manuel triscando por entre el bosque con el otro muchacho también en brazos. Volví a lanzarme a la carrera, pero la fatalidad, las heridas y el cansancio hizo que me tropezara nuevamente. Cuando intenté incorporarme, más árboles en llamas habían caído a mi alrededor, avivando el fuego con el aire que desplazaban.

Estaba rodeado, así que no tenía más salida que atravesar las llamas.

- ¡NOGERA! - Grité con la esperanza que el compañero que me precedía en la huida del infierno pudiera hacer algo para que, por lo menos, el niño que yo llevaba se salvase.

Corrí nuevamente, y salté atravesando una nueva cortina de fuego... que resultó más gruesa de lo que hubiera deseado.

Eso fue demasiado. Las recientes quemaduras, al notar la proximidad de nuevas llamas, me dolían con fiereza. Tanto que, al acabar de atravesar las llamas, mis piernas se negaron a llevarme más allá, mi vista se nubló y caí al suelo. Con las últimas fuerzas que me quedaban, me coloqué sobre la criatura, para protegerlo de alguna manera contra la caída de algún otro árbol o similar.

Y ya no vi más.

Los ojos de Álvar se cerraron y sumiose en una profunda inconsciencia.

Oscuridad..., y nada más:

Antonio corria y corría, trastabillándose, pero lo hacía. Durante unos 20 minutos dio vueltas por el bosque. A su lado iba Antón, ya que no se había alejado de éste y debido a que el noble corría poco debido a su estado; además el mercenario llevaba consigo a Muthadi sobre sus hombros.

Poco después salísteis a un claro, y os dísteis cuenta de que estábais en un extremo del bosque, fuera de él. Os alejásteis metros y metros de allí, dejando el cúmulo de árboles delante de vosotros, y aún ardiendo. Con un cansancio fuera de lo común, tanto físico como psicológico, caminásteis y caminásteis por contra, pues el descansar no estaba en vuestra mente hasta que no estuviérais seguros.

En uno de los momentos, Antó revisó a Muthadi. "¡Está vivo!", decía. "El Altísimo cuida de él".

Noguera corrió y corrió. La verdad es que parecía saber muy bien dónde se dirigía. Con el niño entre sus brazos, no miraba atrás ¡no había tiempo para ello ni esperanza alguna al hacerlo! El fuego casi devoraba sus pasos, pero en cuestión de unos minutos pudo dejar el bosque atrás, saliendo justo por el lugar donde habían llegado (el mismo lugar donde comenzásteis a rastrear).

El camino a casa de aquella granja en mitad de Castilla era visible.

Antón, Antón-le dijo- alejemonos unos metros para estar seguro y pon al moro en el suelo. Vamos a ver si podemos echarle una mano... además me vendría bien descansar, me va a arder el pecho como ese bosque.

Mientras renqueaba hacia delante no dejaba de pensar en lo que había ocurrido, en aquella criatura del bosque y en la que había prendido fuego a los arboles. En su vida había visto algo como aquello. ¿Y los demas?¿Donde estarían?Su cabeza estaba en ebullición mientras se alejaba de la espesura.

Una vez se alejaron del bosque lo suficiente Antón puso Muthadi en el suelo. Antonio se colocó sobre el y trató de despertarlo.

-Vamos maldito, despierta. Se que puedes levantarte igual que otras veces. Moro tonto, no vayas con ese dios tuyo aún.-le decía mientras le daba palmadas en la cara pero aún asi el moro parecía no despertarse.

-Antón, ayudame a curarle esto. Sangra mas que los cochinos. Trata de ponerle este trozo de tela en aquella herida, no se le vayan a salir los higadillos.

Antonio parecía no tomarselo en serio mientras charla y movía sus manos con rapidez, pero su cabeza se debatia entre curar al moro y aguantar la incipiente tos que amenazaba con atacar. Pero no podía permitirse un acceso de tos ahora, tenía que tratar de curar a ese moro, que le había servido tan bien antiguamente.

- Bien, ahí delante termina el bosque. - piensa al quedar pocos pasos para alcanzarlo. Tras darlos, no se queda en la misma linde, camina unos diez metros antes de girarse para ver salir a sus compañeros.

Cinco segundos... diez... veinte...
- No puede ser, Alvar iba justo detrás. Si se han perdido, con el fuego... pueden estar en dificultades.

Pese a estar preocupado, vuelve a correr, esta vez hacia la granja.
- Ahora mismo no puedo hacer nada por ellos, y tal vez los granjeros hayan conseguido más ayuda. Será necesario pues si no salen pronto del fuego, no lo harán nunca.

Uniremos los porcentajes de Antonio y Antón para tiradas conjuntas:

Antón tiene 25 en Primeros auxilios y un 15 en medicina.

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En esos momentos Antón preparó una improvisada camilla con su capa, tendiendo a Muthadi allí. Acto seguido, los guerreros reanimaron conjuntamente al mercenario, pudiendo hacer que despertara. Rápidamente, como si de médicos se tratasen, apretaron las heridas del enano, retirándole previamente las armaduras. Antón prendió con el yesquero un palo y, sujetado por Maese Antonio, se las lavó con un poco de agua y luego le prendió con las brasas en las mismas.

Los gritos eran aterradores, casi más que el crepitar abrasador de aquel bosque. Muthadi casi se desmaya de nuevo. Sin embargo ello ayudaría a atenuar las heridas unas horas. Después dísteis algo de comer al moro, aunque no mucho, y, tras unos larguísimos minutos de agonía, éste se calmó. Había entrado mucho tiempo en contacto con el humo y los gases, por lo que andaba un poco descentrado.

Despues de agradecerle varias veces a Antón se puso de rodillas junto al moro para hablarle.

-¿Que tal te encuentras amigo mio? No te fuerces, te pondras bien. Pero dinos ¿que pasó en el bosque?¿Quien o que te hizo esas heridas?-le preguntó lleno de curiosidad.

En esos momentos llegástes a la granja. Tenías en la cara y las manos la tizna propia del carbón y la materia carbonizada. El chico estaba dormido, como inconsiciente. Cuando llamaste a la puerta, rápidamente abrieron.

¡Mis hijos! ¡Mis hijos! -gritaba Elías cogiendo en brazos a su hijo mientras lloraba- ¿Esta vi...vi? ¿Y mi hija? ¿¡Dónde estáaa!?

Elías se percató de que sólo estaba uno de los niños. Entonces se desmayó... Acto seguido colocaron al niño en una de las camas, junto a su tio Tomás, que aún aguardaba herido, y Dolores fue a la cocina a por un ungüento. Luego se lo aplicó al niño en el pecho y comenzó a golpearle fuertemente en la cara. En cuestión de minutos el chico comenzó a toser, despertándose, aunque andaba algo desorientado, por que había tragado cierto humo.

En esos momentos Jaime cogió a su hijo Elías y lo tumbó en el suelo. Luego trajo agua y comenzo a mojarle para que despertara, arrodillándose y cogiendo su cabeza. Por su parte, cuando el chico se puso a descansar, Dolores fue corriendo hasta donde estabas.

¿Dónde está mi nieta? ¿Y qué ha pasado? ¡Hábla mi Señor! -decía.

La cabeza le daba tumbos, y la vista se le desenfocaba. Miraba al frente, algo incorporado en la hierba, pero sentado aún. Aunque entendía lo que le decías, no os miraba a ninguno de vosotros, sólo al bosque. Su mirada quedó clavada en él cuando comenzó a hablar:

UUuugh...-se quejaba-, ¿do...dónde está Lu... Lucio? Él vino y...y...

En esos momentos ser miró las heridas y su vista recaló en las tuyas, puestas en él.

Era un hombre... alto y de grandes barbas... cough! cough! -tosía-; Me tocó la frente, luego el pecho, luego un hombro y después el otro hombro... después hizo lo mismo con él mismo... yo se....se....arrghh!!! -una de sus heridas comenzó a sangrar- yo seguía en el árbol, ahi... po...postrado... fue entonces cuando sentí los cortes que me hizo...

Muthadi comenzó a negar con la cabeza, como incrédulo.

Decía que era para que no sintiera lo que si... sintió "el otro", lo que sintió Lucio... ¿Do...Dónde está Lucio?

No se donde estan los demás, creo que lograrón salvar a los crios-dijo tapandose la boca con el paño, para no toser- no entiendo... ¿por que querría haceros eso a lucio y a ti? ¿Te dijo algo?Su nombre o que quería...

Antonio estaba preocupado, no entendía nada de todo aquello. Al fin y al cabo las cosas del demonio solo se entienden en el infierno. Aun asi no paraba de pensar en donde estarían los demas.

Antón, tratemos de descansar un poco. Cuando amanezca iremos hacía la casa. Si rescataron a los niños los habrán llevado allí.

Manuel apenas podía hablar. Tenía la garganta encogida por el humo y el malestar por sus compañeros. Tas tragar saliba un par de veces, teniendo que esforzarse para ello, habla:

- El bosque está ardiendo. A su hija la traía mi compañero Alvar, pero no vi salir a nadie más del bosque. Voy a volver, al menos hasta el lugar por donde salí de él, por si hay alguna posibilidad de entrar a buscarles. Pero es muy poco probable. El fuego venía tras nosotros. Antes de marchar, necesito un cubo de agua, o al menos un paño mojado que atarme a la cara. - mira a Dolores por si puede proporcionárselo.