Galería Umbriana

Nº.8: "Dentro de la canastilla de un camión pluma." Anécdota by Mooneyes.

La odisea de los Tampax ©

Lo primero de todo: no os alarméis, el título tiene su razón de ser, os lo aseguro :P

Comienzo la anécdota en el 3 de abril de 2013, cuando mi señor Cuervo bajó a Madrid a estar juntos unos días y, después, ya salir para Valladolid hacia la KDD nacional. Pero, ésta ya es otra historia.

La cuestión es que mi casa es muy pequeña y el Cuervito, pese a que es pájaro que ocupa poco sitio, no cabe. Por lo que, nosotros nos vamos encantados a casa de mi abuela que tiene espacio de sobra y allí nos trata como a reyes (creo que engordo cada vez que voy a su casa, pero bueno, es lo que tienen las abuelas: no se sabe decirles que no :P).

Mi abuela, más encantada aún, tiene ya todo preparado como una semana antes. Es más, tiene establecidas hasta las comidas que vamos a tomar los días que estemos allí (la pobre se llevó un disgusto cuando le dije que el viernes nos íbamos U.U Vamos, que me dieron ganas de llevármela de KDD con nosotros :P).

Pero, me voy por las ramas (me empiezo a parecer a cierto cuervo que yo me sé ¬_¬). La cuestión es que con todo el trajín de equipajes, de viajes y demás, se me olvidó algo fundamental para las chicas que pasamos ciertos días del mes U.U Y me di cuenta cuando ya eran casi las diez de la noche. Y lo necesitaba. Realmente, lo necesitaba.

Se lo comenté al Cuervito porque tenía varias alternativas: ir a mi casa y tragarnos hora y media de metro, ir a buscar una farmacia de guardia, esperar hasta mañana y que sea lo que Dios quiera. Obviamente, se eligió la segunda opción.

Como no me conozco la zona donde vive mi abuela y no tengo ni idea de cómo se llaman las malditas calles ni nada de eso, le pedí a mi abuela que me dijera dónde había una farmacia de guardia. Y no sólo me dijo dónde había una, sino que me señaló dónde estaban todas las farmacias de la ciudad. Yo me quedé a cuadros, pero asentí, convencida, de que me había quedado, como decimos en Madrid, con la copla y que sabría llegar y volver y todo.

¡Cuánto me confundía! Y menos mal que me confundí, de lo contrario esta prueba no habría tenido lugar. Os explico.

Mi Cuervito me acompañó en tamaña empresa y salió conmigo por la puerta. Acabábamos de cruzar el umbral hacia nuestra perdición, pues un camino de 10 minutos se nos convirtió en una hora y media U.U Mea culpa, os lo aseguro.

Me quedó claro el “salid a la calle principal, id para abajo y girad a la izquierda”. Clarísimo. Lo hicimos y seguimos caminando bajo la fría noche. Debimos de coger nuestras formas aviarias y sobrevolar toda la ciudad. Nos hubiéramos ahorrado todo el camino, el perdernos, pero, también, para nuestra desgracia, la foto del camión pluma U.U

Por lo que, caminamos, hablando, riendo, poniendo verdes a otros pájaros, comentando pruebas, y demás. Y fue ahí, cuando nos paramos en un semáforo en rojo que lo vimos (bueno, lo vio primero el Cuervito) y se nos iluminó la cara. Nos miramos los dos, sonriendo abiertamente, cuando al Cuervito se le oscureció la mirada y cayó en la cuenta de algo que no nos habíamos percatado hasta ese momento.

-No llevo el logo- dijo, sin poder creérselo.

Yo tampoco me lo creía. Pese a que mi Cuervito es un ave, yo no paro de decirle que es un caracol pues siempre lleva a cuestas la mochila donde guarda todo lo necesario para la umbrionada, así como sus montones de dibujos.

-No me lo creo- dije, viendo el camión pluma ahí mismo, llamándonos, atrayéndonos con su mecanizada figura-. El móvil- se me ocurrió-. Y ya está.

Cruzamos la carretera y nos acercamos al camión pluma. Estábamos en mitad de una gran avenida en la que, cuando se abrían los semáforos, parecía la maldita Gran Vía de Madrid, incluso a esas horas de la noche.

Nos acercamos al camión pluma, lo miramos, lo remiramos, nos emocionamos por la oportunidad que se nos presentaba, pero el miedo me invadió. Es conocida la fama que tiene la policía municipal de Madrid y lo mucho que puede dar por culo cuando quiere, por lo que, con ese pensamiento en la cabeza, me costó mucho hacer lo que hicimos después.

El Cuervito con su móvil, que tiene la pantalla más grande que el mío, buscó el logo de nuestro equipo y yo, mientras, miraba a nuestro alrededor porque me encantaba el canteo que estábamos haciendo al lado del camión. No paraba de moverme, primero, del frío que hacía, y, segundo, de los nervios que tenía. ¿Y si nos pillaban? Teníamos que subir en la canastilla. Delante de todos los coches que pasaban por la avenida.

-Subo- dije, cuando el Cuervito encontró el logo y tuvo el móvil listo.

Puse las manos en la barra y noté las gotas de la lluvia que había caído hacía unas horas. Pensé que no podía ser peor e, inmediatamente, me vino a la mente la imagen de los municipales. Tragué saliva: “no, así está bien”, pensé al segundo siguiente.

Subí como buenamente pude, ya que una búha es pija por naturaleza y no me quería mojar los pantalones, aparte que no hay cosa que más me incomode que llevar ropa húmeda >.< Subí, finalmente (para eso una va al gimnasio: para subir a las canastillas de los camiones pluma en mitad de la noche), y cogí el móvil del Cuervito con cuidado para no cargármelo (dadme algo de tecnología, soy como una cromagnon ¬_¬). Y, ale, a posar mientras los coches pasaban, y alguna que otra pareja se dejaba ver y ponían caras de: “pero, ¿qué hacen este par de zumbados?”.

Trataba de estar tranquila y demás, pero me daba la sensación (ególatra que es una) de que todos nos miraban, de que, de un momento a otro, pararían para decirnos que qué demonios hacíamos, y mil cosas más. Tenía el corazón a mil, pero no pensábamos irnos sin hacer la prueba. Somos Motosierras, estamos por encima de eso.

Bajé del camión pluma con ayuda del Cuervito (para eso va al gimnasio: para bajarme de los camiones pluma en mitad de la noche) y vimos las fotos que hizo. Borrosas, el logo no se veía por la luminosidad de la pantalla del móvil y no se apreciaba bien el camión salvo en un par de ellas.

-Subo yo- dijo él con seguridad. Pensé que este muchacho estaba loco y que no sabía lo que eran los municipales en Madrid. Después pensé en cómo eran los Mossos d´esquadra y sacudí la cabeza, dejando de pensar en ese tipo de cosas.

En cuanto subió, le di el móvil con el logo y le tiré unas cuantas fotos más. El ruido de los motores de los coches se me antojaba altísimo, como si fuera una maldita alerta que nos indicaba que el peligro estaba cerca. Y, sí, serían ya alucinaciones mías, pero creí ver las malditas luces de un coche de policía por la avenida.

Bajó de un salto, elegante como sólo un cuervo puede serlo, y comprobamos las fotos. Nos dimos por satisfechos y con la adrenalina aún subida, hicimos unas cuantas más fotos al camión para que se viera bien, y nos alejamos de allí como si no hubiéramos roto un plato en nuestra vida.

Después de aquello nos perdimos. Bueno, qué demonios, me perdí yo, que era la que había dicho que sabía el camino. Hora y media andando, preguntando a cuatro o cinco personas para encontrar una farmacia de guardia, entrando en un Telepizza para que nos dijeran dónde demonios estaba >.< Para, después, tenerla a 100 metros de otra farmacia la cual creímos que era la que nos había dicho todo el mundo. Era andar un poco más y encontrarnos una pequeña cola en la que había como unas cuatro personas enfrente de la farmacia U.U Repito: hubiera sido mejor tomar nuestras formas aviarias.

Los compré, me sajaron, y nos fuimos andando tan tranquilos, pensando que si bien podríamos haber tardado diez minutos, no habríamos hecho la prueba. No nos habríamos perdido, no nos habríamos encontrado con el camión y no habríamos hecho las fotos.

Está claro que todo ocurre por algo, aunque, en un primer momento no sepamos ver ese porqué.