Partida Rol por web

Los tipos se miran uno a otro, alguno incluso encoge los hombros.

-Creo que nos equivocamos de persona. A menos que traigas algo para entregar esta noche.-Dice el mismo tipo que antes.

No te puedes aclarar si es la hora exacta o no, nadie en esta época lo sabe seguro, pero la luna está en lo alto. Así que es posible que sea medianoche o se acerque la hora.

Seguimos corriendo de nuevo por los tejados, sin saber demasiado bien a dónde vamos ni si podremos volver a nuestra pequeña pero acogedora casa. Al menos era nuestra...
Me desenvuelvo con bastante agilidad, quizá se deba a que no es la primera vez que debemos movernos por un terreno de tal calibre, además las carreras siempre se me dieron más o menos bien.

Distingo por el rabillo del ojo cómo los soldados empiezan a salir, aunque en realidad les oiga más que verlos... Si se acercan demasiado quizá debamos implorar que algunas tejas se desprendan bajo sus pies, pero por el momento sólo corro cómo el viento para intentar dejarles atrás y descolgarnos hasta la calle para confundirnos con el bullicio de gente.

Os mezclais con el bullicio de la gente que va y viene absorta en sus propios asuntos. El gentío os arrastra en una dirección, hacía el puerto. El olor del mar empapa vuestros sentidos, mezclado con el griterío de la gente y los chillidos de las gaviotas.

Veis a muchos jóvenes ganandose el jornal empleándose como mozos de carga, arrastrando o cargando pesados sacos. Varios mercaderes de relamido aspecto y elaborados ropajes discuten entre ellos, seguramente negociando algún tipo de intercambio o planeando una ruta entre varios socios. No muy lejos mujeres de relajada moral, distinguibles por tener el cabello al aire y vistosos escotes, vigilan como bajan cansados pero contentos marineros, esperando estos poder descansar del viaje bebiendo algo y comprando algo de atención femenina.

Sin embargo la Inquisición no está lejos, parece que hay otra patrulla, ahora solo de un solo dominico acompañado de varios guardias, que parecen revisar ciertos cargamentos no muy lejos de donde estáis.

 Alonso los mira con una sonrisa pícara.

- Algo para entregarless puedo tener... mass entendido tenía que usstedess tendrían veinte algos para entregarme...

Saca la cajita de su faltriquera con la zurda, mientras la diestra la tiene relajada pero presta para llegar a la espada.

-Vuestros veinte... a si.. tomadlos.-

Lanza la bolsa al aire en dirección a Alonso, con una rapidez que le sorprende. Tanto que intenta cogerla a la vez que saca la espada y a la vez que sujeta la caja, que llegado a este caso es difícil de sujetar debido a su peso.

Y en un momento todo se fue a la mierda.

Aprovechando esta bajada de guardia escuchas desenvainar dos hojas que sabes que van dirigidas hacía tí. Desenvainas la tuya volteandola para evitar ser agredido, pero es demasiado tarde. Notas como un frío acero se clava cerca de los riñones. Mientras que con la otra mano intentas asir algo.

El resto parece dispuesto a desenvainar y apiolarte aquí mismo.

 Alonso no lo duda, vive hoy, vengate mañana. Salta (empujando a alguien imagino) con todas sus fuerzas para salir del círculo y poner pies en polvorosa, ayudandose de la capa de sombras.

El saco de monedas cae al suelo derramandose con estrépito por todos lados y la caja sigue la misma suerte. Empujas a uno haciéndolo chocar contra otro y corres lo más rápido que puedes, sorprendiendo a los falsos monjes y consiguiendo ventaja sobre ellos.

-¡Cogedle!- Grita uno imperativamente tras tuyo, pero no tienes tiempo de responderle, ni ganas.

Tropiezas con arbustos, apartándolos a empellones y sufriendo algunos rasguños de poca importancia. Sigues hacia la costa casi instintivamente, siguiendo las tenues luces en la oscuridad. Escuchas pasos sobre la hierba tras tuyo que parecer separarse cada vez más, como si peinaran la zona.

Corres y corres, con un dolor increíble en el costado y en los pulmones.

Y poco a poco sientes como tus fuerzas te abandonan...

La patrulla de la Inquisición se acerca peligrosamente. Aunque estos no parecen ir en vuestra búsqueda debido a su pausada forma de actuar, es preocupante que estén haciendo preguntas a marineros y mirando en sus cajones y barriles. Además los guardas que andan tras vuestro tampoco deben ir lejos, aunque no los veáis.

No veis muchas oportunidades de escapar, estáis en el extremo de unos de los muelles y veis varias carracas y naves de menor calado amarradas. Algunas de ellas parecen vacías mientras que en otras hay marineros que vaguean.

-Quizá deberíamos esperar un rato en una de las naves vacías...- murmuro por lo bajo a mis compañeros mientras camino entre el tumulto de trabajadores y marineros, arrugando un poco la nariz a causa de los olores a sudor y pescado entremezclados pero sin decir nada al respecto.

Miro un instante alrededor para apreciar la situación aproximada de las patrullas, bastante convencida de que la que está en esos momentos en los muelles no nos busca, pero aún así preocupada ante la posibilidad de que la que sí lo hacía aparezca en cualquier momento...
Alejarse del muelle no parece una opción demasiado viable y dado que los varones parecen más indecisos que yo misma, acabo por descender a una de las barcas relativamente amplias y cubierta con lona que se haya vacía para ocultarme en su interior.

Osorio yergue el cuello por encima del gentío. Soplan vientos de hoguera. Quizá no sea mala idea estar cerca del agua, pese a todo. En el caso de que todo fuera mal siempre podían cortar las amarras y rezar para que Kamal supiera cómo demonios se manejaba un barco. Porque lo que era él, se sentía tan capacitado para ello como para ser elegido Patriarca de Jerusalén.

Así que, con cierto disimulo, se desliza detrás de Patricia hacia una de las barcazas.

Sigo a mis compañeros, quedándome en la retaguardia por si nos llegase a alcanzar alguien que no quisiera precisamente desearnos buena suerte. Igualmente, aunque bastante atento a lo que tenemos detrás, sigo a mis compañeros hacia la barcaza.

Notáis que la barcaza está llena de algún tipo de objetos, palpando notáis la textura y formas de unas calabazas. Extrañados por haber entrado en tan inesperado contenedor de dichos vegetales olvidáis por breve tiempo el peligro.

Sin embargo la realidad es tozuda y la paranoia también. La lona impide ver mucho de lo que acontece fuera y apenas pueden verse los pies de las personas que pasan cerca. El miedo atenaza y la imaginación se dispara pensando que en cualquier momento puede descorrerse la lona y veros cara a cara con un inquisidor de tonsurada cabeza. No sabeis cuanto tiempo pasáis así, pero parece una eternidad.

De repente la barcaza se pone en movimiento y sentís como sois alzados. Alguien con varias cuerdas están levantandolos poco a poco. Notáis como chocáis contra el casco de madera de alguna carraca y como roza el estribor de vuestro escondite contra este.

Me agazapo con relativa facilidad entre los pliegues de la lona y las calabazas debido a mi reducido tamaño, aún así encogida sobre mí misma y sujetándome la ropa del vestido fuertemente debido a la tensión del momento.
Mis ojos están abiertos de par en par pero no ven nada, sólo siento la incertidumbre de no saber lo que puede estar pasando fuera y el tiempo parece alargarse de forma subjetiva e incómoda. Quizá podríamos ir saliendo ya...

Apenas pienso esto cuando la barca empieza a ser alzada, moviéndonos entre la carga con rudeza, chocando contra las paredes mientras me esfuerzo en no emitir ningún sonido.
¿Para qué van a levantar una barca cómo esta? Me pregunto interiormente dándome cuenta de lo poco que sé acerca de navíos.
Quizá no fue la mejor idea... Pero tampoco hubo otra.

-Ah, bien, aquí estaremos tranquilos y relajados, moviéndonos al son del plácido oleaje -dice Osorio, algo reconfortado- mientras nuestros perseguidores pasan. Eh... un momento... ¡Esto no es el plácido oleaje! -Grita, cuando la barca comienza a elevarse- ¡¡¡Este movimiento no lo causa el oleaje, y desde luego no tiene nada de plácido!!!

Sorprendido y airado, el cómico alza la cabeza por encima de la barca llena de vegetales con el objeto de distinguir hacia dónde son elevados.

Al asomar la cabeza ves como un grupo de esforzados marineros están alzando la barcaza a pulso y mediante diversas cuerda encima de un barco de gran calado. Tienen la cara enrojecida por el esfuerzo casi parece que fueran a estallar por el esfuerzo. Luis mete la cabeza rápidamente bajo la lona, esperando que no hayan reparado en él.

La barcaza por fin es depositada, no sin algo de esfuerzo y a trancas y barrancas, sobre la cubierta. La lona es descorrida y veis, aparte de los tipos intentando debatirse con su aliento a un hombre armado con un vistoso sable con la faz lampiña y seco porte.

-¡Con razón ha costado tanto subir la barca a bordo! ¡Tenemos a unos polizones! Decidme una buena razón para no lanzaros a los tres por la quilla...-

Antes siquiera de poder reaccionar a esos golpes que, como Osorio dice, no son precisamente del plácido oleaje, la luz me sorprende como las palabras del hombre que nos increpa por habernos metido en una embarcación suya.

Una razón para no lanzarnos... ¿Qué puede decir un sarraceno si el mero hecho de serlo ya es pecado para los cristianos españoles? Poco, muy poco, por no decir nada. Entre las calabazas, los segundos parecen pasar más lentamente, imaginando respuestas a cuál más absurda e imposible. En cualquier caso, sí parece evidente que tener problemas con la tripulación de un navío parece menos peligroso que tener problemas con la Inquisición.

Nosotros... -aventuro a decir, aún inseguro. ¿Quizás confundirlos el tiempo suficiente para que acaben dándonos por un trío de idiotas mientras la Inquisición desaparece?-. Realmente, ¿qué hacemos nosotros en una barca llena de calabazas? -miro a mis compañeros, esforzándome en poner la cara menos seria de la que soy capaz. A veces es mejor pasar por estúpido.

-Eso es lo que me gustaría saber a mi... lo que hacéis vosotros en nuestra barca de las provisiones.-

En ese momento os dais cuenta que os movéis, más bien llevabais moviendoos tan poco a poco que no os disteis cuenta hasta ahora. Se ve que la embarcación esta zarpando del puerto de Barcelona, las velas se desplegan y veis a diversos tripulantes, los que no os miran con gesto adusto y sombrío, correteando de aquí a allá.

-Pues ya podéis pagar el pasaje con monedas o con trabajo... ¡o os haré tirar ahora mismo al agua para que nadéis hasta el puerto!-

La lona se levanta tan precipitadamente que quedo cegada por unos segundos, encogida sobre mí misma hasta distinguir el rostro de aquel hombre.
Y a pesar de todo me siento algo aliviada de que no sea uno de los soldados, quizá así sea más razonable.
Observo a Kamal cuando mencionan la quilla sin tener la menor idea de lo que puede ser eso y deduciendo que un experimentado guerrero quizá si lo sepa.

Me sorprende comprobar que intenta hacerse el despistado, yo empiezo a sentirme demasiado mareada para pensar con claridad así que me muevo con lentitud hasta quedar detrás de él sujetándome a su ropa con una mano. Esto cada vez se mueve más...
-Trabajaremos, no se preocupe, ¿a dónde se dirige su navío...?- pregunto mirando de reojo el barco sintiendo la necesidad de pisar un suelo algo más firme.
No tenemos mucho que perder ni por lo que oponernos a marcharnos...

-Tenemos pensado ir hacia Roses siguiendo la costa, haciendo escala en Mataró y L'Escala.- Dice rápidamente y con cierto cabreo. -¿Que sabeis hacer?-

Uno de los cansados marineros de su lado dice:
-Capitan... llevar a una mujer nos traerá problemas. Dan mala suerte.-

-Bah, supersticiones.-