Partida Rol por web

Media hora después todos vuestros gaznates se habían despedido del calor y habías comido por parte de la hospitalidad de don Alejandro, que éste andaba agradeciéndoos el haber aceptado el encargo de traer esas raíces.

Os esperaré aquí, señores -dijo el noble-. Pero no demoréis demasiados, os suplico, que la mía mujer tiene un pie fuera de este mundo. Traedme lo que os pido y no demoréis. Id con Dios -añadió antes de darse la vuelta y salir del gran salón con sus súbditos-.

Y al rato volvieron tanto el pirata catalán como el curandero vasco de su particular pulular por el castillo. De esta guisa, cuando todos os hubísteis llevado la venia del señor de Burriac, que esa misma mañana partísteis hacia el monte, concretamente hacia el norte. Los criados y soldados os dijeron que había varias cuevas bien visibles una vez a la salida del pueblo, y que en todas ellas, por lo visto, crecían tales plantas con sus fabulosas raíces. Tan bien os lo pintaban que los dos nobles, caballeros militares ambos, tomaron los suyos caballos y el resto sus buenos equipajes y armas y salísteis del castillo.

Al bajar el cerro donde estaba situado la fortaleza, veías a las decenas de campesinos que iban y venían, subían y bajaban a éste, tal vez para recoger agua de los pozos del señor o tostar su pan en él. Algunos tenían miradas de extrañeza, otros de miedo y otros de indiferencia. El caso es que, una vez salísteis de Burriac, avanzásteis al norte durante un par de horas. El camino era ascendente.

Una vez abandonado las dependencias de Don Alejandro y ensillado y dispuesto mi caballo para emprender el camino hacia la misión del noble, me dediqué a hablar con mis compañeros sobre qué habían podido averiguar en su visita al castillo, ya que aunque no lo consideraba una conducta del todo educada, bien es cierto que podría sernos de utilidad.

Los campesinos a su paso en sus quehaceres no me preocuparon en demasía, pues bastante teníamos con preocuparnos de dar con alguna de esas cuevas y encontrar esas raíces que, esperaba, el vasco supiera identificar bien para no equivocarnos y hacer el viaje en vano mientras el estado de salud de la esposa del señor de Burriac seguía empeorando.

El camino nos llevó dirección norte, un par de horas más o menos, por una cuesta más o menos empinada. La seguridad de Zorzal al ascender me mantuvo tranquilo.

   Tras apuntar el remedio lo mejor que pudo y lamentarse en silencio de no ser capaz de saber que mal aqueja a la noble dama, charló por cortesía unos pocos minutos con los doctos médicos. Aunque con algo de temor y respeto al dirigirse a ellos, luego se despidió, tras hacer la señal de la cruz ante la dama y rezar al buen dios por su pronta recuperación.

   - Sus señorías queden tranquilos, que en mi mano haré lo posible por poner pronto remedio a hallar las yerbas que piden -

   Tras ello, me reunó con los demás y partimos.

   Tras la visita a los físicos de la señora y haberla visto, me reuno con los demás, en una esquina lleno el buche y bebo observando en silencio a todos los que pasan, procuro no llamar la atención y si alguien me mira directamente, enrojezco e inclino algo la cabeza.

   Tras la venia del noble, musito un dios os guarde a vos y a vuestra familia, y me retiro con la cabeza gacha y sin darle la espalda hasta salir de su vista, tras lo cual me dirijo a mis compañeros. 

    - Un momento señores, aunque presto estamos para partir, raudo voy a las cocinas, pues aunque sus señorías son gente habituada a los rigores del camino, temo yo desfallecer si parto sin ningun yantar que llevarme a las tripas. -

   Tras ello voy rápido a las cocinas, cuando no haya mucha gente, algún criado jovenzuelo o similar, pido algo de cómida y alguna cosa, - ¡ey zagal!, tu señor encargo nos ha dado y tenemos dura jornada en los montes por delante. Danos algo para tener entrenido el buche, torrezno, queso, frutos secos, cualquier cosa que nos aguante y algo de vino para poder pasarlo, que ya sabes que el agua es para los animales. - Tras llenar el zurrón con lo que me dé (o no me dé, que también podría ser), continuo, - Y un saco vacío donde guardar unas yerbas que debemos traer y aceite de lámpara o mejor alguna antorcha para mejor poder ver en la oscuridad. -

   Y después de haber afanado lo que me haya permitido mi osadía, me apresuro a reunirme con los demás y partimos.

   Un buen rato después, estamos en el camino. Voy en segunda fila, a unas varas de distancia de los imponentes caballos y los nobles que los montan, observando a los campesinos según salimos del castillo. Ya saliendo de la población, sin hombres del buen Señor Don Alejandro de Burriac en las cercanías, pregunto a algún campesino por el camino. - A la pa'de dios, vamos ahí - señalo hacia las cuevas - ¿sabe si hay algo que debemos tener cuidado, bandidos, algún barranco cabrón o alguna cosa a tener en cuenta? - y le ofrezco un trago de vino de la bota. Tras la breve charla, seguimos (si da algún consejo, aparte de intercambiar saludos, le ofrezco un maravedí con un "dios ayuda a quienes ayudan")

   Durante un par de horas continuamos la subida, tiempo suficiente para intercambiar opiniones con el resto de mis compañeros de viaje, - ... pues cierto parece que la noble dama está enferma, escamado me hayo, pues por mucho que he barruntado, no he dado con el mal que la aqueja. Esto no sería raro, pues ¡pobre de mi! aún debe el buen señor iluminarme con más saber, pero doctos físicos y doctores había, que tampoco daban con el mal y eso más raro es, mis señores. Grandes fiebres y delirios acosan a la noble dama... -

   Durante la subida observo con asombro lo cerca que están las cuevas del pueblo y así lo hago saber.

   - Bien cerca están estas cuevas de Burriac, tanto, que me extraña que no haya enviado antes que nosotros a siervos o campesinos a algo tan simple como buscar unas raices... ¡Buen dios! ¿quizás haya bandidos en los montes que asalten a quienes caminen por aquí? - comento mientras observo nervioso los alrededores.

Luciena, lindo nombre. Ya andaba yo perdido en mis cosas,enfadado por un lado pero contento por otro. Que teníamos que buscar las hierbas y curar a la señora. Pues sí, pero yo ya tenía en que pensar y ya deseaba volver al castillo.

-No se yo si habrá bandidos, pero locos han de estar para asaltarnos tu.

Que digo yo, ¿no sabrá nadie quién es la  Camila? Que he oido decir que cuando la señora delira es el nombre que dice.-quizás sea la bruja que va por los montes de Burriac, que se yo.

Mientras hablo voy peleandome con el borrico, que me cuesta hacerle andar.Es mejor que ir a pie, pero vaya la guerra que da.

Apenas descubrió nada más que el hecho de que por la zona rondaba una supuesta bruja (o curandera) a la que los hombres de Don Alejandro buscaban. Eso, y las explicaciones de Eguzki sobre la misteriosa enfermedad de la esposa del Señor, desconocida para doctores incluso, le hicieron pensar en una locura. Y era que la enfermedad no fuera si no una maldición de aquella bruja...

Antes de salir del castillo fue a la cocina a pedir provisiones, viendo que Eguzki se le había adelantado.

Siempre tan precavido, Don Eguzki... Sonrió al Vasco.

También el curandero se había hecho cargo de pedir antorchas, así que no haría falta repetir la petición.

Tras comer con Don Alejandro, este les pidió que regresaran tan pronto como les fuera posible.

Ya fuera del castillo, a todos sorprendió la absurda cercanía de las cuevas a donde debían entrar para hacerse con las raíces. Eguzki puso palabras a las dudas de todos.

Es algo que había pensado desde el principio. Si la vida de su esposa corre tanto peligro, ¿porqué no mandar a alguno de sus sirvientes?

Habrá que estar alerta...Dijo, mirando alrededor con cautela.

Damiá también comentó algo sobre una tal Camila, supuestamente nombre que repetía la Señora en sus delirios.

El nombre en sí no me dice nada, pero según comenta la servidumbre, hay por la zona una curandera o bruja... no está muy claro... que quizás tenga algún tipo de relación con todo esto.

Explicó Dalmau, poniendo sobre aviso a sus compañeros.

Poco había descubierto en mi particular paseo por el castillo, solo que por los caminos rondaba una bruja o curandera, que pocas veces se dejaba ver. El curandero vasco, Eguzki, si pudo averiguar algo más de la noble enferma y así nos lo hizo saber mientras caminabamos hacia las cuevas. Damiá nos habló de una tal Camila...nombre que repetía la señora en sus delirios. Era todo lo que sabíamos.

A los campesinos que subían y bajaban del cerro no les presté ninguna atención, iba inmerso en mis pensamientos. Don Alejandro no nos ha mencionado a esa bruja, solo los sirvientes ¿verdad? - pregunto a los demás- ¿acaso no era importante que nos informará de cualquier peligro o amenaza que nos pudiéramos encontrar?- lo dije en voz alta aunque era más bien un pensamiento mio.

Todos nos sorprendimos al ver lo próximas que estaban las cuevas donde se hallaban las raíces...algo que tambíen comentaron los criados del señor, y es que algunas cuevas eran visibles desde la salida del pueblo. Y para allá que íbamos

¡Gracias señor! -decía un campesino al que entregaste un maravedí- ¡Tened cuidado buen hombre. Ahí, en las montañas, mora una curandera que también dicen bruja. Nadie sabe dónde vive, pero está condenada a la horca.

A Dios gracias dió Eguzki aquel mozuelo que supo surtirle con unos fiambres y un choricillo para aquel noble viaje. El suyo zurrón ahora olía a carne embutida y lista para ser devorada. No así lo hizo con antorchas, sino que el suyo candil húbosele de reyenar con un aceite breoso y algo rancio, pero que bien podría arder y sin problema.

Vísteis que, ya de camino a vuestra empresa, dió un maravedí (ni más ni menos) a un tipo con el que charló unos segundos mientras ya salíais del pueblo. Don Sebastián, por su parte, se encomendaba a Dios y a su buen corcel para que el camino hacia esas cuevas fuera bueno y sin contratiempos, y que encontrar esas raíces fuera prolífico y exitoso. Tras un rato de caminata, el pirata por fin puso sobre la mesa, en medio de un malestar poco entendido por el resto, un nombre, el de Camila. Por su parte, el otro noble, el de la Orden de Montesa, guiaba de igual manera su caballo, alertando de la presencia de una supuesta curandera por la zona. Precavido andaba también, al igual que sus compañeros. Además, el pardo Caitán puso la liebre en el camino al preguntarse cómo es que, de existir esa tal mujer, no hubiera sido mencionado por don Alejandro.

Avanzando durante dos horas por terreno pedregoso, fértil y arbóreo (vamos, que estábais en mitad del bosque en la ladera del monte), que le pareció al curandero y a alguno que otro que lo que veían los suyos ojos eran cuevas, pero vive Dios que no era así, y más bien el tórrido sol podría estar achicharrándoles los sesos. Que por contra, que el pardo Caitán y al Gavinet tuvieron a bien ver e informar casi al únisono no de cuevas, sino de aquella figura humana. El grupo entonces se detuvo un poco, dando un pequeño respiro a los dos caballos y al asno del pirata.

Ambos señalaron con el dedo a unas cuarenta o cincuenta varas, en lo alto de una loma intermedia, una silueta encorvada montada sobre una mula. De las cuevas, aún no había rastro alguno, pero por la orografía del terreno y su composición, cualquier podía deducir que habría alguna no muy lejos.

La figura era en realidad una mujer, y, aún encima de la mula, comenzó a hacer gestos con una mano, indicándoos que os acercárais. ¡Entonces los caballos de los dos nobles se encabritaron de repente, saltando como embravecidos con sus dueños sobre sus lomos! ¿Podrían sujetarlos ambos caballeros?

El camino a lomos de Zorzal se hizo fácil pero la monotonía del paisaje comenzaba a aburrirme, ansioso por dar con una de las cuevas para así encontrar las raíces que pudieran salvarle la vida a la esposa de Don Alejandro. Mis compañeros hablaban de una tal Camila, de la que se dice era o es una bruja, Dios nos asista. Y fue cuando llegamos a vislumbrar a esa figura femenina a lomos de una mula.

Al realizar unos gestos como para que nos acercáramos a ella, tanto mi Zorzal como el caballo del caballero Dalmau empezaron a encabritarse. No era normal, al menos con el mío que era un magnífico caballo que pocas veces perdía los nervios en las contiendas. Una bruja, surgió en mi cabeza, esa es la bruja ¿qué si no?

- Por Dios que no pienso acercarme a esa mujer; no me inspira confianza alguna.

-Miro al caballero y no puedo evitar soltar una risita irónica a la par que niego con la cabeza. Mucho título, mucha armadura pero ve a una mujer en una mula y ya se amedrenta. Que no se diga que el Gavinet teme a mujer alguna, bruja o no, no me da miedo. Llevo el bracamente a la espalda, dos cuchillos a los costados y uno en la bota por lo que pudiera pasar.

​No se preocupe el señor que ya subo yo ¿Eh?-¡Cuídenme el borrico!-​Me lanzo a trepar la pendiente pues parece la forma más sencilla de llegarr a la mujer. Será bruja, pero raro me parece que se aparezca de la nada cuando los hombres de Burriac llevan toda la vida buscándola. Quizás ella sepa algo del asunto y sea de utilidad. Y si no.....buenos maravedís valdrá su cabeza.

Avanzamos un tramo de camino, comprobando que no estábamos tan cerca de las cuevas, si no que se trataba tan solo de una loma.

Aún así era de esperar que estuvieran cerca por la topografía del terreno.

No obstante, encima de una de esas lomas, había una figura algo encorvada y que parecía femenina.

En ese momento, les hizo un gesto para que se acercaran, lo que encabritó a los caballos, que incomprensiblemente se asustaron.

Que un caballo pesado de guerra se asustara ante los gestos de una persona, significaba que los animales habían sentido algo que ellos como humanos con menores sentidos no podían hacer.

Sea como fuera, Don Sebastián dejó claro que aquello le daba mala espina, mientras que Damiá decidió ir como si nada.

Dalmau creía que aquello podía ser peligroso, y desmontó para ir junto a su compañero.

Por favor, cuidad de Resplandor un momento. 

Don Damiá, esperad, no sabemos lo que puede estar tramando. Iré con vos.

Dijo, y se dispuso a subir a donde estaba la mujer misteriosa.

   *IIEEEEEEEeeeeeeeee*

   Alterado como estoy, buscando bandidos y maleantes que quieran darme degollina y arrebatarme mis menguadas posesiones, doy un gritito cuando siguiendo con la mirada la dirección a la que señalan Caitán y Damiá me parece ver una alta y oscura figura a caballo. Raudo pego un brinco y me agacho y me escondo tras una roca (o árbol o lo que sea)

   Con precaución asomo la cabeza y avergonzado veo como ante mis ojos, la "alta y oscura figura a caballo" que el temor me había parecido ver en mi mente se reduce a lo que es realmente, una encorvada figura sobre una mula.

   - Ehhh, ¡Hola! - Me levanto con precaución de donde me había agachado y salgo saludando con una mano y una sonrisa nerviosa a la figura que nos hace gestos, que parece ser un mujer. Como si pudiera protegerme, agarro con fuerza la cruz de caravaca que llevo oculta bajo mis ropas y con gran precaución y nerviosismo empiezo a acercarme a la figura, aunque el marino ya ha se ha bajado del borrico y me lleva delantera.

   Unos fuertes relinchos me hace dar otro bote y veo como se encabritan los caballos. Me apresuro fuera de la senda o por donde estuvieran subiendo los jinetes y procuro no ponerme en medio (en la trayectoria de los caballos), estas bestias enormes que montan los nobles cuando se desbocan pueden partirte el espinazo de una coz, si lo sabré yo...

   - ¿Sus señorías están bien? - Mientras dudo si acercarme a la mujer - ¿será la curandera que tiene fama de bruja? - o esperar a ver si necesitan ayuda los nobles por si, ¡Dios o el Diablo no lo quieran!, se caen del caballo y se pegan tremendo morrazo contra el suelo.

Parece que las cuevas no estaban tan próximas como creíamos, aunque el relieve del campo nos indicaba que ya estábamos más cerca. Iba mirando de acá para allá, por si veía las dichosas cuevas...y eso fue lo que me hizo ver junto con Dámia a esa figura, aparentemente femenina, subida a una mula. Era una mujer y nos hacía gestos con la mano -¿será la bruja quizás?...a saber-. El caso es que los caballos de los nobles se mostraron inquietos ante tal presencia.

Algunos se acercaron con sumo cuidado a la mujer, otros se quedaron al ciudado de las bestias. Me quedé unos segundos mirando la estampa...y dudando. Era muy desconfiado pero bastante curioso y por que no decirlo, algo fisgón. Asi que anduve un poco hacía delante, lo justo para escuchar lo que les decía aquella mujer, y ayudarles si surgía alguna complicación.

Tanto Dalmau Font de Tossa como Sebastián de la Torre quebrada, que a bien se les tenía como buenos caballeros (y que así era), que los sus caballos sin embargo se encabritaron más de la cuenta; y que ninguno pudo ocioso manejar a aquellas bestias que ya relinchaban a dos patas...

Los caballos, uno primero y otro segundos después, quedaron sobre sus cuartos traseros levantados, haciendo que ambos dos caballeros cayeran hacia atrás a razón casi de insulto para cualesquiera que los viera. Que así no se manejaba un caballo, y que aun ellos haciéndolo bien como de costumbre, no pudieron por contra hacerles permanecer tranquilos; sino que los dos nobles rodaron hacia atrás y en mala hora cayeron al sendero. Su cara y espalda, golpearon el suelo y  se regocijaron con el barro fresco, y se mancharon un poco sus armaduras. Sin embargo, el de la Torre Quebrada logró levantarse medianamente rápido (con la buena ayuda del curandero vasco, que parecía atender a todo cuanto le rodeaba para servir a los suyos) y tuvo que ayudar a don Dalmau a hacer lo mismo, pues con su completo arnés no daríale ni un lobo mordisco alguno, pero no se libraba de aquel tremendo peso sobre su cuerpo.

Una vez que los dos sujetaron a las bestias, Dalmau siguió a Damiá en su iniciativa contra aquella figura femenina. El Gavinet hizo de tripas corazón,y mientras avanzaba raudo pero sin prisa, Caitán, llamado El Largo, les seguía una zancada por detrás (por eso de poder fisgar y estar presto para cualquier decisión que hostilmente pudiera darse).

Andábase Eguzki aún quitándole los polvos y el barro al sobreveste y botas del de la Torre Quebrada (y a Dios el vasco dió gracias porque nada de daño se hicieran más que un buen moratón); y entonces éste marchó delante de sus tres compañeros, refugiándose en una roca cercana,con las mismas intenciones que los suyos compañeros.

Segundos después, el Gavinet yendo en cabeza hubo de detenerse a unas cuantas varas de la mujer. Se trataba de una anciana que peinaba canas, tenía el pelo recogido con trenzas y su rostro era rojizo y arrugado. Entonces él, Dalmau, Caitán y Eguzki (no así don Sebastián, que habíase quedado con las bestias), escucharon las palabras que ésta les ofrecía.

Hola... Vais en buen camino. Mi nombre es Carme -decía la anciana, que así era y portaba prendas totalmente negras, aún subida en su mula-

Sus arrugas en la cara hacían contraste con su voz amable. Debía rondar una edad que poca gente en vuestra vida lograba alcanzar: unos sesenta o setenta años.

Hace un buen día para recoger setas en el campo -continuó-, ¿no es cierto? Estoy recogiendo algunas para la comida. Vivo en una cabaña en el bosque, no muy lejos de donde estamos. Si sus mercedes quieren, puedo invitarles a comer. Sólo tienen que venir. Allá -señaló con el dedo en cierta dirección casi a su espalda.

Entonces, antes de que ninguno de los que tenía a ciertas varas pudiera decir nada, la mujer giró la mula y marchó internándose en el bosque que estaba a su espalda. Cuando quisísteis reaccionar la mujer ya se había perdido.

Sin embargo, no todo este encuentro acabó aquí. Que si bien aquellos dos caballos habían jugado una mala pasada a los dos caballeros religiosos, el Señor tuvo a bien el mostraros dos visiones delante de las vuestras narices. A un lado, a un cuarto de legua saliendo de la ruta establecida (más allá del bosque donde se acababa de perder la anciana) una columna de humo estrecha pero constante. Ello denotaba que allí había una cabaña. Pero más al noroeste, por el camino ascendente, una gran boca oscura y grande en la montaña: una cueva. A media legua más o menos. Tal vez una de esas tantas que don Alejandro decía que contenían las suyas tierras.

Miro a mis compañeros todavía con la palabra en la boca y sorprendido por lo rápido que ha desaparecido la vieja. Señalo a la cueva.-¿Que va a ser eso, no? -después me quedo pensando un momento qué hacer a continuación y me decido por ir a la cabaña. -Que voy tras la vieja si les parece bien ¿eh?  -No se que decidiran los demás, en teoría buscamos la cueva y las hierbas, pero también quiero saber quién es esa vieja y si sabe algo que pueda ayudarnos. Que les veo en un rato si van a la cueva.