Partida Rol por web

Has llevado un rollo de piel de cabra sellado con la estampa del obispo de Santiago desde Fuenfria hasta Burgo de Osma. Un mensaje de obispo a obispo, que sólo puede ser custodiado por un caballero.

El obispo de Santiago nunca ha confiado en ti, y ahora eres su mensajero de confianza.

Hay algo que no encaja en este asunto, pero tampoco tienes elección. Estás disfrutando del viaje y Tiago está espabilando. Tu hijo se ha quedado al cargo, así que esperas que él también aprenda a tener responsabilidad.

Y sólo es ir y volver. Cuándo eras joven, y viajabas con el pendón envuelto, viajar a Burgo de Osma habría supuesto arriesgarse a no volver, del trajín de soldados devenidos bandidos y de bandidos que aprendían a ser soldados. Pero estos años la guerra estaba al sur y en Mallorca, y hasta ahora el único riesgo había sido que Tiago quedase a salvo de las mozas que se le arrimaban. 

Ya anochece cuando alcanzáis el burgo. Los soldados de la entrada del norte os saludan con respeto y dejan que paséis sin hacer pregunta alguna, más podéis ver con el rabillo del ojo, que uno de ellos deja a sus compañeros con paso apresurado, una vez les dais la espalda.

Hoy es sábado, deberéis asistir a la misa del domingo y podréis partir el lunes por la mañana. Pero al llegar a la explanada donde un gigantesco andamiaje cubre el lateral de la catedral,  descubres dos estructuras de madera además de los andamios. Va a haber algo más que misa el dia del señor. 

Dos podios de madera, a cada lado de la explanada, uno para las autoridades, otro para desgraciados, piensas: Uno de los ellos está lleno de bancos que parecen sacados de la catedral, y en el centro han dispuesto varios tronos. De fondo, tres pendones, el del Rey, el del obispo, y otro extraño que no habías visto jamás. Tres canes blancos uno encima del otro sobre un fondo negro.

A pesar de las circunstancias, de que el obispo me tenga de su mensajero particular, supongo que para tenerme controlado o para darme degollina por los caminos, disfruto del viaje junto a Tiago y es que estas tierras son hermosas y agradables. Está claro que la mano del Señor por aquí anda a menudo...

Al llegar a Burgo de Osma todo va como se espera, se me franquea el paso y ningún problema, mas al llegar a la explanada veo la que hay preparada, ni más ni menos que unas ejecuciones que serán mañana y como asistente, el mismísimo rey; serio asunto ha de ser éste para que su Majestad en persona se digne a iluminar con su presencia semejantes eventos. Y el otro pendón, ¿de quién será? pues no me suena de haberlo visto antes... Al primero que pase por mi vera el pregunto por tal misterioso escudo.

Hago un gesto a Tiago y cruzo la explanada en pos de mi destino que no es otro que entregar la misiva, tras lo cual podremos descansar nuestros doloridos huesos, más bien los míos, hasta la siguiente jornada que a fe mía, va a ser intensa.

Cruzas la explanada y allí que te encuentras con varios pedreros que descansan al no haber luz para seguir trabajando, al preguntarles por la residencia del obispo, te mandan por la calle Mayor, una de las calles que salen de la explanada. Os dicen que aunque el palacio episcopal está en construcción, el obispo se aloja ya allí. 

Tiago pregunta por las dos plataformas: -Son para la Ordalía de mañana. Monseñor non quisiere que los ensalmadores, conjuradores y saludadores que van a librar las montañas de lobos, resultaran ser charlatanes.  Et por aquesta razón, va a celebrar una misa y mandó preparar un juicio destos llamados Ordalías, ca sólo Dios puede ayudar a separar almas puras, de mentirosas.-  

Antes de doblar la esquina, echas una mirada atrás y en el pendón que te es desconocido, ves claramente tres lobos donde antes creíste ver perros.

Nada más entrar en la calle Mayor, ves casas porticadas burguesas a un lado y señoriales con fachadas planas al otro, entre las cuales hay una fachada andamiada que supones es la del obispo. Bajo los pórticos, sentado en un banco frente a una tabla sostenida por dos caballetes distingues a un clérigo con ropajes oscuros, con un solideo carmesí, rodeado por otros tres hombres, uno ellos el soldado de la entrada. los hombres se hacen a un lado, y el obispo, Bernabé de Garray, te mira. 

Camino de la casa del obispo alabo a mi escudero. Bien hecho, Tiago, con tino has preguntado. Fíjate que en mi necedad dí por hecho que los preparativos eran para otro tipo de evento y ni me paré a pensar que pudiera estar equivocado. Guárdate, mi buen Tiago, de este tipo de pensamientos pues te llevarán al error, como han hecho conmigo, por lo menos te enseñaré que es lo que no hay que hacer. En fin, ruego al Señor que ilumine mi oscurecida cabezota y me de algo de tu buen entendimiento.

Remarco mis palabras con unos golpecitos en la espalda a la par que seguimos caminando.

Me acerco a donde se haya el obispo y clavo una rodilla en el suelo, mientras me llevo una mano al pecho e inclino la cabeza. Su Ilustrísima, se presenta Tancredo de Fuenfría humilde servidor de vuesa merced y del obispo de Santiago que me envía a su presencia con una misiva para vos.

Espero a que me ofrezca su anillo para besarlo y a continuación extraigo el documento que guardo y que es para él. Una vez lo entregue me incorporo y espero pacientemente a que lo lea.

Mientras procede a su lectura centro mi atención en los hombres que le acompañan y en lo que sea que esté haciendo en la mesa que tiene apañada bajo el pórtico intentando no llegar a ser demasiado obvio...

El obispo os mira en silencio, se vuelve hacía sus acompañantes, ladeando la cabeza con sorpresa, y te vuelve a mirar. Te tiende la mano derecha con el anillo que tu besas, y echa la izquierda a su cintura de donde saca un suntuoso puñal, que deja en la mesa. - Por favor, levantaros, pues non fuera digno para un caballero como vos que hincase la rodilla en este solado por más tiempo .- dice Monseñor Bernabé de Garray, y tiende la mano como si un mendigo pidiera - ¿daríame vuesa merced el mensaje?- Al cogerlo, corta el sello con el puñal, y se pone a leer. -¡El Beato! ¡Su eminencia pidiome el Beato!- Vuelve a mirar a sus espaldas, más sus acompañantes, especialmente el guardia, sólo aciertan a sonreir tímidamente de incomprensión. Como Tiago y tú. Otro silencio, mientras el obispo os atraviesa con la mirada, que se enfoca en tí al cabo de una eternidad. El obispo sonríe y dice:

-¿Sabéis acaso cúal es el pago que ofréceme por tan valioso préstamo?

Los servicios de vuesa merced..

Venís caído del cielo. Alabado sea el Señor. Si mañana quisierais sentaros a mi lado para la Ordalía...-

El obispo te ofrece reposar y cenar en su casa, y acomodar a Tiago en el refectorio de la catedral con los peregrinos que vienen para mañana, aunque esta posibilidad también queda abierta para tí, parece ser que la invitación a cenar no puede rehusarse. 

Intento mantener la compostura al verme usado como pago por lo que sea, en este caso el tal Beato, a saber qué diantres era eso. Estaba claro que fuera lo que fuese el encargo que me iban a mandar iba a poner en peligro mi vida y la de Tiago.

Trago saliva y esbozo una tímida sonrisa acompañándola de una leve inclinación de cabeza. Será para mi un honor el serviros de algo y por supuesto, mañana me sentaré junto a vos para la ordalía. Mas no puedo sino preguntarme que es eso del Beato que os solicita mi señor, ¿tendríais a bien iluminarme, excelencia?

Por supuesto, acepto encantado la invitación a cenar, que remedio pero antes me aseguraré que las necesidades de Tiago queden bien cubiertas.

-¿Non conocéis acaso El Beato de Osma?, dispondréis de todo el tiempo que requiráis para disfrutarlo, mi buen caballero, mas primo, ¿Qué sabéis de fieras, de lupus?-

De repente una luz ilumina mi cerebro y mi faz así lo muestra. Por supuesto, ¿cómo se me ha podido pasar tal cosa? Os referís al códice copiado de los Comentarios sobre el Apocalipsis de San Juan de Beato de Liébana, aunque lo cierto es que desconocía que tuvierais uno de ellos aquí en Burgo de Osma. Los rigores del viaje en este pobre cuerpo han debido mermar mi entendimiento, aunque sea momentáneamente, os pido disculpas, Excelencia... Será para mí un inmenso placer poder disfrutar de semejante obra, mi señor, os lo agradezco.

En cuanto a su última pregunta, frunzo el ceño. Lo cierto es que de lupus poca cosa se, lo básico supongo. Son semejantes a perros, huyen del fuego y de los humanos a no ser que tengan mucha hambre, entonces se atreven con todo; además actúan en manadas comandadas por una especie de líder... Y creo que eso es todo. ¿Habéis algún problema con estos animales, Excelencia?

- Mañana durante la ordalía , si vuesa merced tuviera a bien de sentarse a mi vera, durante la ordalía vos explicaré como vuesa merced et vuestra orden pueden servir a este pastor et sus rebaños.- 

Dice enigmáticamente monseñor Bernabé de Garray.  

- Aetas luporum...- 

¿Ha sonreído?

Asiento gravemente ante la invitación del obispo. Allí estaré mañana para serviros en lo que haga falta a su excelencia y al Altísimo que guía nuestros caminos...

- Aetas luporum...- 

Me extraño ante las últimas palabras del obispo que si mi latín no me falla viene a significar la edad de los lobos, ¿que significará ello et ha sonreído al decirlo?

¿Perdón excelencia? 

El soldado que está detrás del obispo, inquieto, acaba por atreverse a acercarse a susurrar algo al oído a Bernabé de Garray, más antes de que pueda decir nada, el obispo le detiene con un gesto de la mano, y se disculpa. 

- Mi buen caballero, Señor de Fuenfría. Lamento no poder jantar con vos aquesta noche, más otros asuntos requeríen mi atención et ruego acepte vos mi hospitalidad aceptando dormir en mi casa inacabada. Allí sera bien servido et descansara como Dios manda. Si su buen escudero tuviera a bien alojarse en el refectorio, los peregrinos van fazerle buena compañía, pues el ambiente es jovial.- 

Y después el soldado le dice lo que le había dicho, y el obispo Bernabé se vuelve hacía el otro extremo de la calle. De donde Tiago captó los ruidos. 

Hacía tiempo que no descansabas como lo has hecho esta noche. Has dormido en la cocina de la casa episcopal, donde duermen los criados, instalado en una cama señorial. Las cortinas te dan privacidad, pero el ajetreo de la cocina te ha despertado hace tiempo  no te ha despertado, y pareciera que has dormido mucho. Disfrutas del calor del fuego que se enciende temprano en el catre. Pero una voz te llama con suavidad desde detrás de las cortinas.

- Mi señor de Fuenfría. Mi señor... -  

Una criada intenta saber tímidamente si estás despierto ya. Al darle a entender que si, te hace saber que el obispo te espera en su habitación que es tarde y que el obispo ha partido ya a la Ordalía y no ha querido despertarte y molestarte para hablar contigo. Te preparas y mientras sigues a la criada que te aguardaba pacientemente, te preguntas dónde andará Tiago. 

La criada te conduce a la habitación del obispo. Al llegar a la habitación, la criada llama a la puerta con la misma prudencia, hasta que monseñor Bernabé de Garray invita a entrar  abre la puerta y te invita a entrar. La amplia estancia que está en la penumbra, iluminada por una sola ventana por la que entra la claridad. Ya es de día. Las paredes, de piedra, austeras, no parecen enlucidadas. En los aposentos, una cama señorial, una estantería repleta de manuscritos y un escritorio pegado al lado  de la única ventana del cuarto. Una columna la divide en el centro labrada con unos extraños motivos retorcidos, y a un lado percibes el perfil del monseñor que sentado sobre el banco del escritorio te mira. Sin soltar la pluma, comienza a hablarte. Tienes que esperar a monseñor en sus aposentos.