Partida Rol por web

Avanzamos en cumplimiento de unas nuevas ordenes. A cada momento estaba convencido de que volveríamos a caer en una emboscada pero a medida de que pasaba el tiempo cada vez gana mas confianza en los conocimientos tácticos del nuevo sargento.

Aquel dinosaurio gigantesco hace que no preste la suficiente atención a lo que sucede a mi alrededor mientras avanzo con mis compañeros. Me detuve un momento para apuntar manualmente mi rifle de energía a su cabeza y... Cuando estaba a punto de apretar el gatillo una de aquellas criaturas apareció por mi espalda sin ser consciente hasta que mordió mi costado izquierdo. Afortunadamente una de las planchas de la armadura bloqueo los colmillos mas grandes sino me abría cortado en dos. Me soltó porque corto uno de los tubos del fluido hidráulico y debió resultarle desagradable.

Cuando logre recuperarme un poco active las comunicaciones. – Uf, uff vigilar uff hay mas detrás, uufff...

"Seguimos en racha. La batalla está a punto de terminar. ¡Pelotón, sigan disparando! ¡Que no quede ni uno!" - gritó Sheriff.

Disparó, disparó y siguió disparando. La punta de su arma estaba casi al rojo vivo, pero le daba igual mientras trozos de serpientes, lagartos y demás escoria alienígena siguieran salpicando el terreno. 

Al final por suerte se le queda enganchada en la mandíbula un trozo de mi armadura al dinosaurio que me atacaba sepandose un par de metros mientras intenta sacársela con sus brazos embrionarios.

Logro mantener la calma y lanzo una serie de disparos con mi rifle de energía hasta que le explota la cabeza.

Poco a poco Hug vas logrando matar alguno mas.

Y lo bueno de que Jiménez apenas fuese vestido con la telilla que sirve para que el metal de la armadura no le haga sarpullidos, es que el cabrón iba tan lleno de mierda y olía tanto a dinosaurio alfa en celo que se camuflaba perfectamente en la maleza.

Momentos atrás cayó del cielo un pepinazo del ejército de Terra que abrió un boquete de la hostia, y los sonidos de desesperación de aquellas alimañas que quedaron atrapadas en él llamaron la atención de Benito, tal y como lo haría un jaguar al oler buen filete fresco y ensangrentado —¡MMMmhh…! …GGggrrrrr…— pensó.

Se asomó, y el agujero tenía por lo menos 20 metros de diámetro por 5 de profundidad. El suelo no era de tierra, sino que estaba encharcado con sangre, vísceras y cuerpos moribundos de criaturas que debían ser exterminadas… ¿Que por qué debían ser exterminadas, según Benito? Pues porque es lo que le salía de los cojones, y no porque se lo ordenara el ejército.

Benito sonrió, una sonrisa jodidamente inquietante. Agarraba su ametralladora con tranquilidad, sin apuntar a nada ni nadie, mientras observaba cómo aquellas cosas que parecían ser dinosaurios trataban de escalar la pared del agujero. Los había todavía sanos, con capacidad de sobra para llevarse a unos cuantos soldados por delante; la mayoría eran velocirraptores y mastodontes de esos que embestían como si les fuera la vida en ello (bueno… sí, exactamente eso), también había alguna culebra cabrona, pero si no se ahogaba entre la sangre y se enredaba entre intestinos, era aplastada por los que intentaban escapar.

—Jijijiji…— Comienza a reír contenidamente… —JIIIIIJIJIJIJIJI…— …hasta que ya no puede aguantarse y se ríe como un puto dibujo animado. Les observa con absoluto placer, esto era un verdadero regalo para la enfermiza mente de Benito: ¿aliens atrapados, desesperados, incapaces de defenderse, en grandes cantidades? ¿Aliens que, antes con una mirada de verdaderos hijos de la gran puta, ahora le dedicaban a Benito miradas de desesperación, rogando piedad?

—Ji… Jiji… Jijijiji…— En ningún momento pierde esa maldita risilla, acompañada de una sonrisa de oreja a oreja. Lentamente mueve su ametralladora, comenzando a encañonar a las criaturas que una vez amenazaron su vida, pero que ahora se encontraban totalmente indefensas.

—*Click*— Se escucha el chascar del gatillo, y la carnicería se hace realidad; no importaba que los disparos no fuesen certeros, de hecho eso era incluso mejor, pues alargaría el sufrimiento de sus víctimas. Los imponentes mastodontes gruñen con furia cuando los primeros disparos rasgan su carne; a no mucho tardar, la furia se convierte en rugidos de profunda agonía, pues los animales terminaron por parecerse más a un gigante queso gruyere que a una criatura.

Por otro lado, lo que parecían unos velocirraptores de la época prehistórica de Terra comienzan a saltar desesperados, olvidando el trabajo en equipo y utilizando a sus propios compañeros como punto de apoyo y ganar más altura. Eso le divertía a Benito, esforzándose por un momento por fallar lo suficiente como para no hacerles ninguna herida que les incapacitara, pero que subiera el grado de desesperación de las criaturas. —¡¡JAJAJAJAJA!!— Se ríe. Bueno, más bien el Hijoputa se parte de risa; tenía un humor extraño el cabrón. Sin embargo, la sombra y el temblar del suelo que provocaban los pasos del bicharraco enorme le quitaron las ganas a Benito de seguir jugando —*RAS RAS RAS RAS*— Unos cuantos disparos certeros y la agonía de sus juguetes terminó.

Se mueve rápidamente a una zona que le permita un mejor disparo al cuello del animal que le cortó el rollo, sopla el cañón del arma para enfriarlo un poco y vuelve a sobrecargarlo mientras apunta hacia la herida que le abrió en el cuello —piiiim…— dice mientras tanto —¡¡PAM!!— grita en cuanto realiza el disparo. Y este disparo sí que le jodió bien al lagarto gigante, pues como si el disparo y su herida fuesen imanes que se atraen, aquél dio de lleno en ésta, abriéndole una herida profunda que se quedó rozando la tráquea. Un río de sangre comienza a chorrear del cuello del animal, y Benito se esconde lentamente de nuevo entre la maleza mientras los que parecían el final boss y sus súbditos buscan con furia el origen del disparo.

—Jijiji…— ríe de nuevo en voz baja, como si fuera un niño pequeño que acaba de hacer una travesura.

Centrarse en los bichos voladores resultó fatal para Akira. Mientras los eliminaba del cielo, los demás dinosaurios se acercaron a ella y le atacaron con las terribles púas que ya habían mostrado en alguna ocasión. Akira intentó cubrirse tras un montículo de tierra, pero de pronto el montículo se movió, y lo que en realidad era un dinosaurio semienterrado similar a un anquilosaurio se levantó y golpeó a la soldado con la enorme maza ósea que poseía al final de la cola. 

El impacto fue directo y brutal, justo en el vientre, y las placas de esa zona se combaron y crujieron como si no fueran más que chapa de aluminio. salió volando unos metros, mientras los sensores que quedaban operativos de la armadura (los correspondientes al lado derecho, el izquierdo estaba frito) mostraban roturas, contusiones y heridas por doquier. No quiso imaginarse cómo estaría la parte que no enviaba señales. A este paso voy a encontrarme con Tequila en breves, pensó, mientras disparaba al anquilosaurio ráfaga tras ráfaga que eran detenidas por su gruesa coraza ósea, que solo se chamuscó. Por lo menos, bastó para ahuyentarle un poco. 

Trató de cubrirse en un pequeño agujero de artillería y vio que cada vez quedaban menos y menos dinosaurios. Rezó porque sus compañeros tuvieran mejor suerte y acabaran con ellos antes de que ella y Pedraforca, que emitía quejidos por el canal de comunicación, acabaran igual que su desafortunado sargento. 

El empuje de los soldados era impresionante; como si quisieran cobrarse todas las heridas recibidas fueron eliminando dinosaurios uno tras otro y con el añadido de no recibir apenas bajas. Los cuerpos de los bichos poblaban el campo de batalla y pocos quedaban en pie, menos aún sobrevolando el terreno. El gran dinosaurio había sufrido heridas pero todavía mantenía el tipo y eso quizás era la razón por la que el resto seguía mordiendo, arañando y lanzando púas y ácido, pero lo cierto es que con poco acierto.

Los monstruos se reagruparon dispuestos a vender cara su derrota, mostraban sus dientes y siseaban, chillaban o rugían incitando a los invasores a ir a por ellos. La voz del sargento Foley sonó por los comunicadores: ¡Por Terra! ¡Sin piedadddddd!