Partida Rol por web

Y cuando levantaron las cabezas del barro se dieron cuenta que los bichos no habían caído del todo en la trampa o que no se olían de qué iba el asunto. Sacudieron las cabezas para quitarse el barro de los ojos y se lanzaron al ataque de nuevo. Las cuchillas que tenían por dientes volvieron a perforar las armaduras y los que se creían a salvo separados del grupos descubrieron que en la cola tenían unas espinas que eran capaces de lanzar.

La explosión provocada por Filofrío había dejado todo cubierto por el viscoso fango del lugar y la otrora platinada armadura de Tequila no fue la excepción. El mismo viscoso fango les había salvado de la embestida de las criaturas, pero tal éxito había sido sólo momentáneo, los serpentinos rápidamente volvieron al ataque sin dejar tiempo de reacción al maltrecho pelotón.

Tequila se encontraba a cierta distancia del grupo, apuntando su fiel rifle de postas para proporcionar fuego de cobertura a sus subordinados cuando sintió terribles pinchazos en su hombro izquierdo. Los alienígenas habían mostrado una terrible arma. Espinas de sus colas salieron disparadas a gran velocidad contra quienes no pudieran alcanzar con sus mandíbulas, con la suficiente potencia como para atravesar las fuertes aleaciones de las armaduras. Dos de estas se incrustaron en la hombrera del sargento, justo en medio de la pintada de un antiguo brebaje psicotrópico que el joven lucia con orgullo sobre su armadura.

-¡Argh! ¡Buen inicio, Filofrío! ¡¡Ahora muestren a estas sabandijas de lo que están hechos los hijos de Terra!!- Gritó al presionar el gatillo de su arma. Ráfagas de potentes proyectiles silenciaron la jungla mientras las multicolores vísceras de los serpentinos volaban por todas partes antes de caer sobre las armaduras de sus subordinados. Una combinación de entre lodo y restos alienígenas se escurría desde el fusil y la armadura del sargento mientras este vibraba con cada detonación.

Observo la pantalla una vez he limpiado los sensores aprovechando la pausa y con una leve inclinación le agradezco a Akira el tiempo que nos ha proporcionado. Me coloco de nuevo a su lado ya que los demás han optado por emplear sus armas a distancia.

Modifico la fuerza de los servomotores de la armadura para poco mas que moverme como si no la llevara y estuviera en tierra firme no metido en un pantano.

Espero haciendo unas fintas a tener mi oportunidad y decapito finalmente una de las malditas serpientes.

– Ufff… – lanzo un sonoro suspiro de alivio ya que por lo que veo en los monitores de heridas estamos a punto de caer sino acabamos rápidamente. 

La situación distaba mucho de ser óptima, y, aunque Akira oye varias felicitaciones por su intervención con la granada, no parece que haya conseguido evitar el fatal ataque de las serpientes sobre el pelotón. Dos serpientes salen de entre el fango y se lanzan hacia su pierna, mordiendo con tal potencia que atraviesan la armadura y clavan sus dientes muy profundamente en su carne. Nota los tendones desgarrarse y el hueso casi dislocarse, y los sensores de estado de la armadura pasan a rojo, con símbolo destellando en su pantalla que indica heridas con riesgo de muerte. 

A su lado, otra serpiente va a cargar contra Pedraforca, pero este consigue acertar a la que tenía encima y destrozarla, y la serpiente se lo piensa mejor y, considerando con razón a Akira un objetivo herido gravemente, se abalanza hacia ella. 

Sin embargo, esta vez ha tenido tiempo de prepararse. Rápidamente ordena a la armadura aumentar la potencia de los impulsores hidráulicos, haciendo caso omiso de la pantalla que aparece y le recuerda que no se recomienda, ya que tal velocidad puede hacer dislocarse los huesos. Más rápido que lo que la vista puede procesar, su brazo libre se mueve en el aire, atrapando al vuelo a la serpiente a unos centímetros de su cara. Los dedos enfundados en el guantelete de neoacero se cierran como un implacable grillete justo bajo la cabeza de la serpiente, y los motores de la armadura zumban al aplicar toda la presión del servobrazo sobre ellos. El puño se cierra incontenible, y la serpiente silba y se revuelve inútilmente mientras su piel es aplastada y su columna se quiebra como una ramita. Los dedos de acero se introducen en la carne destrozándola, y la sangre azulada corre abundante por el guante y el brazo, hasta explotar en todas direcciones cuando por fin el puño termina de cerrarse, decapitando a la serpiente, que cae y se hunde en el fango repleto de sangre, huesos y tripas malolientes. 

-¿Estáis todos bien?- Pregunta por el canal de comunicaciones mientras comienza ya a buscar el medipack.

 – Uff… uff…, si digan lo que digan los sensores todavía estoy vivo, gracias Filofrio.

Al mirar a Akira al contestar su pregunta y ver que esta preparando su medipack hago lo mismo.

No tengo ni idea de cuando volverán a atacarnos y mejor habernos recuperado un poco.

Después de volverme a aplicar el cóctel de estimulantes, calmantes, antidepresivos no puedo dejar de sonreír. Aquí nos indican que nos lo apliquemos y seguro que sólo del olor que desprende en Terra se activarían los sensores de drogas.

Cuando noto su efecto positivo que me permite moverme sin molestias me dedico a limpiar mi hacha para guardarla e ir limpiando los diversos sensores de la armadura del fango y los restos orgánicos de la batalla.

EL pelotón se las había arreglado para salir vivos de una nueva emboscada alienígena. --¡Malditas y traiciones criaturas!-- Susurró mientras con las mira de su rifle buscaba si quedaba alguna a los alrededores. -Cabo, deme una mano para asegurar el perímetro.- El sargento señaló hacia el costado opuesta al que él ya estaba inspeccionando. -El resto empiecen a tratar sus heridas.- Concluyó.

Tequila siguió apuntando a los alrededores con su rifle, buscaba cualquier indicio de las serpentinas criaturas en un radio de unos cuantos metros del grupo. La amalgama de fango y entrañas a sus pies provocaba un asqueroso sonido de chapoteo con cada uno de sus pesados pasos. La jungla a su alrededor había quedado en completo silencio, ya ni el sonido de las aves o los molestos insectos podía escucharse.

Luego del pequeño recorrido, el sargento se acomodó cerca de sus subordinados nuevamente. -Parece que no quedó nada vivo.- Comentó, para iniciar a hacer uso de su medipack todavía sin bajar la guardia. -¿Algún herido de gravedad?- Preguntó, aunque a simple vista podía observar que todos estaban en parecidas condiciones.

Tras ver que todos están más o menos bien, (por lo menos pueden andar aún), Akira busca entre el fango una de las placas de la armadura que los bichos habían arrancado de su pierna y se la coloca de nuevo, dejando que los sistemas de autorreparación hagan su trabajo. Se aplica el medipack que al momento reconstruye el músculo y regenera el tendón, aunque no tiene suficiente potencia como para sanar por completo sus heridas, que parecen graves. Por lo menos el indicador de la armadura pasa de rojo a naranja claro, lo que ya es un avance. 

-Estoy algo herida aún, señor, pero nada muy grave. Mejor será que continuemos antes de que algo más salga de este maldito fango- dijo Akira, limpiando y enfundando la espada. 

*FFFFISSSss…* —se escucha el silbido que producen las púas alienígenas al cortar el aire cuando son lanzadas— *plink plink plink plink plink* —todas chocan contra la metálica armadura, pero no rebotan inofensivamente, sino que se deslizan a través de la propia curvatura de las placas metálicas hasta incrustarse en las rendijas que las separaban y permitían una ventilación más rápida y un movimiento más ágil.

De cualquier manera, ¿quién cojones diseñó estas putas armaduras? Los soldados se estaban comiendo todas las hostias, y al pobre Benito le faltaba ir en pelotas para poder ser confundido con Espinete.

—GRRrgggjjjj…AS DE PUTA —grita, mientras intenta aguantar el dolor de las púas que se va sacando una a una. A tomar por culo el puto combate, ya se ocupaba el puto chino, o china, o lo que cojones sea; Benito estaba ocupado sacándose de su carne, si bien con cierta fascinación sanguinolienta, las púas que ahora se encontraban en gran parte bañadas por su rojo líquido. Seguro que le habían pegado alguna mierda, pero eso no era importante para él.

Tres, cuatro, cinco… parece que se las ha quitado todas, hasta que al sentarse se clava otro par de centímetros una última puta púa —¡¡JODER!!— grita de nuevo.

Y sí, le tenían que haber pegado algo porque comenzaba a sentir cómo le hormigueaba todo el cuerpo y empezaban a no responderle los grupos musculares más cercanos a las zonas de las heridas. —…Zorrita —llama la atención a su armadura con una voz cada vez más somnolienta— …cúrame, joder… que hay que decírtelo todo… — Se le pide la introducción de una contraseña para activar el uso de un medipack de esos; no sabía por qué cojones se limitaba tanto su uso, si el puto gobierno está forrado y seguro que no pasaba nada por usar algún medicpack más de la cuenta.

Como sea, antes de que el hormigueo se le extienda al pecho y la cabeza,  la armadura hace su trabajo: algún pequeño corte por aquí, alguna extracción de fluidos nocivos por allá, adición de medicinas por ahí, cierre de heridas por acá… El yuyu que estaba empezando a producirle el extraño hormigueo se esfumó con él, y si bien todavía tiene el cuerpo condolido, al menos puede seguir con la marcha sin mayor problema.

Benito se levanta preparado para seguir con la misión, aunque de muy mala hostia que apenas logra mostrar por el cansancio que estaba empezando a hacerle mella —Putos aliens de los cojones, las putas arañas del otro planeta no me dieron tantos problemas… JJJJJJODERRRRrrr… — piensa mientras aprieta furiosamente los dientes. Sin embargo, como si tuviera un efectivo radar activado de manera innata, al escuchar «estoy algo heridA…» por parte de Akira se gira bruscamente hacia ella desde su posición.

Jiménez posa su mirada de manera fija sobre Akira, la cual no aparta hasta que no quede más remedio. Por el intercomunicador se puede escuchar que la respiración de Benito se ha vuelto algo más pesada, y de vez en cuando se puede escuchar levemente cómo sorbe su propia saliva.

El canal de todo el pelotón se abre y se escucha la voz del sargento Carlson, el odioso sargento Carlson. Famoso por aunar en su persona todos los arquetipos detestables que se puedan pensar en un soldado: tocapelotas, chivato, cargante, abusón,....pero también gran estratega, quizás por eso ha llegado a sargento o quizás debido a todo lo primero no es oficial.

- Vaya Tequila, resulta que vas protegiendo mi flanco izquierdo y por el ruido que vais haciendo parece que os cuesta trabajo seguir el ritmo -  se escuchan algunas risitas, el capullo ha dejado abierto el canal para los soldados de ambos pelotones.

Akira no presta demasiada atención a los tacos y los ruidos raros que hace Benito, al fin y al cabo, es lo normal en él. Mientras tanto, trata de arreglar en lo posible la armadura y su propio cuerpo, y barre con la mira del rifle la vegetación circundante, para que no los vuelvan a pillar desprevenidos. 

Cuando oye al sargento por el canal mira a Tequila esperando que él le responda o que les dé órdenes. 

El Cabo Sheriff se levanta del suelo sin saber muy qué ha pasado. Está mordido, golpeado y pinchado por la amigable fauna local. Se limpia como puede su tecnoarmadura de pinchos, fango y coágulos de su propia sangre y toma aire, a la vez que piensa "Elegí un mal día para dejar de esnifar pegamento".

Por su intercomunicador el sargento Tequila ha dicho algo de mirar no se qué, y luego ha hablado otro sargento por el canal de comunicación. Sargento Capullo o algo así. Nunca fue muy bueno con los nombres. 

Primera regla del ejército, decir a todo a que sí: "A la orden mi sargento."

Segunda regla del ejército, que no te vean parado, porque te encargarán algo. Así que el Cabo Sheriff se pone a andar unos pasos en un dirección al azar, se apoya en un árbol y se chuta la mierda que viene en el medipack, y se empieza a sentir mejor conforme la drogaína empieza a hacer su trabajo.

Fruto de esa mejoría, el Cabo Sheriff recuerda que el sargento le ha pedido que haga algo, así que dice otra frase que hay que usar si uno es militar: "Sin novedad, mi sargento."

-Tranquilo Carson, tú y tus hombres ya pueden salir de sus escondrijos. La zona ya está despejada si para eso era que te comunicabas.- Respondió con amable tono al sargento. -Idiota..- Susurró con la comunicación ya apagada.

-Pelotón, hora de continuar.- Exclamó por medio del canal del pelotón. -Cabo, adelante.- Ordenó a la vez que tomaba la cabeza del grupo en esta ocasión. -Maldito Carson, no permitiré que llegues antes que mi grupo.- Pensaba al iniciar la marcha.