Partida Rol por web

All this Mayhem

Escena privada - Atreide

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22/11/2015, 09:37
Juez

Mítica escena, ya sabes. 

¿Ya has pensado algo? Solo por curiosidad, y para que no se me olvide que voy a tener que dirigir :D

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22/11/2015, 11:03
Dante Sniggins

Pues ayer hablando con Morg resulta que los dos íbamos a hacer el mismo personaje.

De modo que buscaré otra cosa, quizá vuelva al concepto de inventor chalado, o algo así. :C

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22/11/2015, 11:13
Juez

Cualquier opción te vale, palabrita. Al final lo interesante que puede llegar a ser va a ser por acciones más los límites que le quitemos en el cosmos.

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14/02/2016, 03:24
Dante Sniggins

Leroy Sing siempre había sido un chico listo. Su mente estaba despierta desde tan pronto como recuerda, y aún ahora es capaz de reproducir conversaciones enteras que oyó de niño. Por otro lado, a cambio, pagó el precio de ser lo que la sociedad llamaba un tipo raro. Creció sin amigos, e incluso su familia le consideraba un espécimen extraño.

Pero todo esto se remonta más atrás que al propio Leroy. Su historia comienza antes, con la decisión de una socióloga y un neurólogo de estudiar la verdadera raíz del comportamiento humano. Ellos compartieron su material genético, y a través del alquiler de un vientre ajeno el chico nació fuerte y sano.

Sin embargo su salud se debilitaría con el tiempo. Los fármacos que desde pequeño le aplicaban y las continuas pruebas no eran las apropiadas para alguien de sólo unos meses. Y crecer posteriormente casi sin conocer la luz del sol y sin tener más espacio que una habitación para correr no ayudó demasiado.

Día tras día Leroy crecía con esos científicos como únicos referentes. Les escuchaba hablar, y aunque les preguntaba cosas ellos sólo respondían a las cosas que entre ambos acordaban, y lo hacían como mínimo varios días después. Mientras tanto medían y tomaban nota de cada reacción del niño, estimulando su inteligencia y midiendo sus resultados. Aprendió antes que cualquier chaval de su edad a leer, y de inmediato se le exigió una comprensión al nivel de un estudiante de instituto. Y él, fruto del desprecio y el hambre que suponía no estar a la altura, lo logró.

Durante aquellos años Leroy no sabía nada del mundo de fuera. Conocía sólo a esas dos personas, y aunque con el tiempo había aprendido a imitar sus movimientos y su forma de hablar le costaba encontrar la suya propia. Tenía serios déficits sociales, y aunque sus padres saboreaban la idea de juntarlo con otros niños para estudiar el encuentro nunca llegaron a hacerlo. El motivo era sencillo: nadie debía saber de su pequeño experimento.

Pero cuando el chaval contaba con siete años algo cambió. Él recuerda el ruido y las voces, y si pensase lo suficiente en ello podría repetir cada una de las palabras de aquellos militares. Habían encontrado a sus padres, y habían decidido desmantelar todo el asunto.

No supieron muy bien qué hacer con él. Finalmente se convirtió en un niño invisible más, un niño del sistema. Sus palabras y argumentos eran fluidos, pero sus capacidades sociales tan torpes que podía llegar a resultar espeluznante. Nunca fue acogido. Nunca se reconoció cuánto lo deseaba.

Fútbol, baloncesto, béisbol... No había un sólo deporte que se le diera bien. Los otros chicos no sólo le dejaban el último a la hora de repartir equipos, sino que se peleaban porque él no estuviera. Y al final él mismo evitaba intentarlo.

Pasó el tiempo. Al final él consiguió aprender a disimular lo suficiente para que los demás no le evitasen. A menudo abusaron de él con risas y con insultos, con golpes y con insinuaciones de todo tipo. Él no las comprendía. No entendía esa maldad inherente a los chavales, y cuando pensaba en imitarla se encontraba con que era incapaz.

Finalmente Leroy encontró en los acertijos un refugio. Allí, sumido en ellos, se sabía mejor que los demás. Nadie tenía una oportunidad contra él, aunque tampoco es que la deseasen. Pero igualmente eso le hacía sentir mejor.

Tuvo que cumplir los dieciocho para que le dejasen ser dueño de su vida. Con su nivel intelectual logró entrar en la carrera de ingeniería, aunque una vez en clase las lecciones de sus profesores le parecían tan evidentes que no tardó en aburrirse. Sin embargo las experiencias de laboratorio le sirvieron para darse cuenta de todo lo que podía hacer. De cómo era capaz de crear prácticamente cualquier cosa con sólo planificación, material y tiempo.

Leroy dejó la facultad y se estableció a las afueras de Los Ángeles, en una casita en medio del campo. Los dueños eran dos señores mayores, y a cambio de estar allí sólo le pedían que hiciera las labores de la casa. Y le dejaban el sótano para lo que quisiera.

Los señores Olsen no hacían mucho caso de las locuras de Leroy. Él era un viejo entrañable a quien las adivinanzas del chico le hacían cierta gracia, y ella era tan sorda que no oía ni su propia voz.

Leroy tenía veintitrés años cuando sufrió el accidente. Se encontraba trabajando en una nueva idea, mezclando química y mecánica, cuando todo explotó, llevándose parte de la casa por los aires. El señor Olsen, ese viejecillo amable, murió en el acto, dejando una viuda con un brazo menos detrás. Leroy sufrió quemaduras en sus manos y en su rostro y nunca volvió a ser el mismo.

En el tiempo que pasó en el hospital toda su mente cambió, disgregándose. Esos meses fueron un infierno hasta tal punto que empezó a creerse una persona distinta. Había visitado el infierno y había vuelto, de modo que debía ser Dante. Sí, ese debía ser su nombre. Su apellido también cambió, y el propio Dante se dio cuenta de que siempre había estado equivocado. Él no se apellidaba Sing como creía. Él era Snig. O, más aún, Sniggins.

Volver a su laboratorio fue lo de menos: recordaba cómo había quedado todo aún cuando ni siquiera había llegado a tener la oportunidad de verlo detenidamente. En el tiempo en el hospital se había dado cuenta de cuál había sido su error y lo primero que hizo nada más llegar, sin tratar siquiera de reconstruir la casa, fue repetir el experimento.

A día de hoy tiene ya treinta y cinco años y su psique está totalmente rota. Ha evolucionado desde entonces y su piel se ha curado, y aún a día de hoy se encarga de la señora Olsen. Es un hombre reprimido, inteligente y que dedica horas cada día a inventos totalmente imposibles, cosas que ni él es capaz de explicar a los demás. Desde el día del accidente le resulta sencillo conectar las piezas de realidad necesarias para conseguir lo que se propone.

Aún usa las adivinanzas para sentirse por encima de los demás. A menudo deja tras de sí pistas de lo que está haciendo o va a hacer, y lo único con lo que verdaderamente sueña es con encontrarse una mente equiparable a la suya.

Notas de juego

Historia-esbozo. Todo lo que necesites, me dices.

Cargando editor
15/02/2016, 21:40
Director

Pues honestamente Atre, me gusta mucho la historia! 

Da mucho juego para el estilo de la partida. Me gustaría aún así un poco de info sobre los intentos sociales de Dante y quizás algo sobre sus creencias en tema religioso/metafísico o si lo relaciona con sus inventos eso. 

Cargando editor
15/02/2016, 21:48
Dante Sniggins

Tomo nota sobre el primer punto.

En el otro quería profundizar más, pero no tengo claro cómo funciona eso aquí. Es decir, no sé hasta qué punto en ese mundo puede construir cosas que son realmente imposibles. Supongo que sus creencias dependerán bastante de eso.