Partida Rol por web

Ludwig, sientes cómo tu quemadura, que ya ardía bastante, empieza a quemarte como si estuvieras en el mismísimo infierno.

Johann, tu pierna vuelve a la normalidad. Ya no tienes nada pétreo.

Cristóbal dejó caer el escudo al suelo. Una sensación de entumecimiento y de intenso dolor, similar al que ocasionarían  pequeñas agujas clavándose en su brazo, recorrió el miembro golpeado hasta la mano. El cruzado supo a ciencia cierta, nada más recibir el golpe, lo que ocurría: su hombro se había dislocado. Por fortuna Cristóbal, debido a su experiencia como combatiente, se había enfrentado en más de una ocasión a un problema similar y sabía como solucionarlo. El veneciano se tumbó de espaldas en la fría nieve y comprobó como el hombro se desplazaba hacia adelante del cuerpo, el dolor era cada vez más intenso. Cristóbal tomó aliento, respiró hondo y con su mano derecha dobló y giró el brazo y el hombro maltrecho hacia adentro. La maniobra le causó tal dolor que el cruzado no pudo evitar soltar un alarido, sin embargo, la operación había sido un éxito: el hueso había vuelto a su posición. El veneciano se quedó allí tumbado, necesitaba descansar, pues el brazo aún le dolía. Desde aquella posición pudo escuchar como su amigo Nuruk repitió por tres veces la palabra “maldito”. Nuevamente un suave olor a especias recorrió la nevada Selva Negra ¿Qué estaba ocurriendo?

Bernardett, que había seguido a Nuruk muy de cerca, vio cambiar repentinamente al mago… conocía esa furia, ella misma la había vivido.
Como un impulso, Bernardett sintió la necesidad imparable de hacer algo pronto, no tenia qeu pensar mucho lo que tenia que hacer, de hecho, ni lo pensó, solo supo que ese cazador, ahora victima de un Nuruk totalmente descontrolado, no debía estar ahí…. Intentando actuar lo mas pronto que le permitían sus reflejos…

- Rego corpus…. – dijo lo mas rápido que pudo….

La llamarada lo había alcanzado por la espalda, y ahora sentía la nieve enfriándole el sudor de la frente y el fuego arañándole los hombros sin piedad. Apretando los dientes, Ludwig se giró en el suelo, tratando de invertir la sensación. Al menos los sátiros se habían retirado por el momento.

"Guardad silencio. El hechizo no durará para siempre".

La voz del mago sarraceno resonó en su cabeza como en un sueño, mientras las quemaduras se enfriaban con gran escozor. Suspiró. A uno de esos magos cabrones se le había ido la mano.

"Maldito".

Entonces, cuando el dolor apenas empezaba a remitir, un nuevo disparo de brasas líquidas se derramó por su espalda. El cazador gimió y se retorció, clavando los dedos en la nieve. ¿Qué...?

"Maldito".

Las palabras de Nuruk aparecían en su mente con sonidos ardientes y venenosos. Ludwig creyó comprender.

-¡Joder, ha sido un error! -trató de explicar ahogando sus quejidos-. ¡Atacó a la mujer! ¡Aaarghh! ¡Por los cuernos del demonio, detenedlo!

Intentó incorporarse, pero sólo consiguió retorcerse tiznando de gris el suelo blanco. Con movimientos crispados, buscó su cuchillo de montero. Era ridículo, estaba a merced del mago, pero vendería cara su piel.

El gigante con sus movimientos lentos termina de quitarse la ropa quemada y mira al mago Nuruk, y a la maga que había ayudado cuando todo esto había empezado. Y a la niña. El dolor sube por su espalda y gruñe, cansado.

- Sendero. Oeste. Túnicas negras. La otra niña que buscais está allí, secuestrada y llorando. Teneis cosas mejores que hacer que mataros entre vosotros. Como que alguien vea si esa niña está viva aun

La lucha había sido dura, pero gracias a la intervención de Caduceo y Nuruk junto con Bernardett, la situación no empeoró. Pero el resto de sus compañeros apenas importaban a Enelya ahora, desde que la niña volvió a su forma original con una flecha ensartada en el pecho. Durante todo el combate, el monstruo no había dejado de ser la pequeña Liara, pero ahora la pequeña yacía en el suelo sangrando

–¡¡Liara!! –gritó la arquera, sin tener en cuenta que podía despertar a los sátiros. Corrió hacia ella, cayendo de rodillas en la nieve. Su agudo oído buscó los latidos de su corazón… No podía estar muerta, pensó.

"Nuruk", clamó su mente.

–Nuruk- repitió, ahora con voz–. ¡Nuruk! -dijo de nuevo, con un tono desesperado. En ese instante notó cómo una brisa con olor a especias pasaba a su lado-. ¡Está viva! –Enelya notó el débil pulso de la pequeña. Girando su rostro, vio al mago lanzando un hechizo contra Ludwig. Enelya deseó que se detuviera, pues ya había visto la ira descontrolada de Nuruk en otras ocasiones.

Enelya estaba asustada, solo pensaba que no fuera demasiado tarde para curarla, ya fuera con magia o con fé. Entonces recordó los felices tiempo de Altes Gestein... y aquel bondadoso y hábil anciano.

-¡Otto! ¡Por favor!

El dolor de su espalda hacía recordar a Tadeus los castigos infligidos por los hermanos del Monasterio de San Juan Bautista. Esas lecciones eran un castigo por apartarse de los caminos que las Sagradas Escrituras marcaban. El motivo de sus quemaduras podía estar ante sus ojos.

“¿Por qué?”-se preguntaba el monje-¿Es por acercarme demasiado a estos seres?; ¿Tiene razón el Prior Filipe en declararlos adoradores de Satán, herejes en definitiva?; ¿Era una advertencia de Dios por traicionar su legado?- Las preguntas se mezclaban en su cabeza con los gritos y lamentos de sus compañeros.

Tadeus sabía que sanar su alma era capital en estos momentos. Pero como hacerlo cuando tantos individuos, e incluso él, estaban heridos a su alrededor. Con un dolor insoportable se apoyó en sus manos para arrastrándose por el suelo dirigirse hacia los heridos. Liara parecía atendida con Otto y Enelya. Johann parecía despetrificarse fruto de algún conjuro. En medio de la escena el cuerpo inconsciente del hechicero que había provocado sus quemaduras.Era una prueba de su Fe, el monje lo sabía. Tadeus aparcó sus prejuicios y buscó la misericordia del Señor intentando hacer despertar a Khalek con sus conocimientos médicos.

“¿Como puede ser que el Priorato censurase su conducta y Dios le pidiese que lo salvase?”

Caduceo sonrío alegre pues su hechizo había funcionado pues no tenía claro que fuera a funcionar. Sin embargo la sonrisa se le borró del rostro al contemplar los daños sufridos por sus compañeros. Si quedaban pocos ahora estaban en muy mala situación.

Sin embargo decidió no lamentarse e intentar ser útil por lo que se acerco al cuerpo de la niña con la intención de examinarlo. Tenía curiosidad por saber si era un cambiaformas o la verdadera naturaleza de la pequeña. Además de curiosidad por averiguar si había muerto o estaba durmiendo.

Haya paz, nos queda un largo camino todavía y cuantos más seamos mayor probabilidad de éxito tendremos. ¿No sería conveniente rematar a los sátiros ahora que duermen?

Al escuchar hablar al gigante Yaun se preguntó como podía saberlo pero seguramente se debería a su compañero animal con forma de pájaro.
Si sabemos donde esta habrá que ir hasta allí pero primero deberíamos asegurar esta zona. ¿No?

La nieve parecía derretirse a su alrededor, quizás por el calor que desprendía o quizás por la falta de realidad que recibía su mente febril. La batalla continuaba a su alrededor, pero los combatientes y la totalmente paralizada pierna no le permitían incorporarse. Asustado dirigió la mirada hacia su pierna herida y la sorpresa que se llevo casi le hace perder el conocimiento. El miedo que sintió le heló el corazón. Asustado intentó a tientas quitar la púa de la rodilla pero el cansancio se hizo con el y se desplomo en la nieve casi sin conciencia de lo que pasaba a su alrededor. Los sonidos de la batalla le parecían lejanos, solo percibía susurros de gritos y golpes, pero de repente se hizo el silencio absoluto...

Un aroma a especias se mezclo en el aire, parecía que recuperaba alguno de sus sentidos. "Tranquilo". Aquella voz mágica lo había salvado de una muerte segura. -Gracias- Musito con un susurro casi inteligible, pero el mago ya no estaba junto a el.

Parecía recuperar fuerzas por momentos y cada vez escuchaba con mas claridad los voces de sus compañeros. se incorporó y se mantuvo sentado examinando la situación. Algunos de sus compañeros estaban arremolinados sobre algo y el noble pensó que sería la niña herida-¿Como se encuentra Liara?- Pregunto a sus compañeros próximos mientras se incorporaba del todo junto a sus cosas. " ¡Que no le pase nada, por dios"!

 Estaba malherido, si intentaba moverme podría ser fatal:

 - ¿Alguien puede ayudarme?.

Yaun no replica a ninguna de las personas que hablan. Está concentrado en respirar pausadamente e imaginarse devorando un ciervo después de asarlo al fuego. El hambre le ayuda a no pensar en el dolor

—¿Alguien… puede… ayudarme?

Las palabras surgieron de un Khalek que empezaba a perder el conocimiento. Derrumbado sobre el sendero, su sangre empezó a teñir la nieve de rojo. Tadeus se arrastró hacia él, gimiendo por el dolor ígneo que aún laceraba su espalda. Tuvo que detenerse en un par de ocasiones, pero al final logró llegar hasta el mago. Lentamente, sacó una venda de su morral, mientras observaba la terrible herida de Khalek. El cráneo parecía aplastado…

Johann se alzaba cerca del monje y el hechicero, aún algo mareado por el veneno inmovilizador. Vio a Cristóbal recolocarse dolorosamente el lastimado hombro y, más allá, a Enelya arrodillada junto a Liara, la cual tenía una de las flechas de Ludwig clavaba en el pecho.

—¡Joder, ha sido un error! ¡Atacó a la mujer! ¡Aaarghh! ¡Por los cuernos del demonio, detenedlo!

El grito de Ludwig rasgó el aire en ese momento, atrayendo la atención del grupo. El cazador se retorcía en el suelo, con su rostro torcido en una mueca de eterna angustia. Sin embargo, logró blandir su cuchillo, mientras se erguía ante Nuruk. El propio mago se sorprendió ante la fortaleza del hombre. Yaun Elur y Caduceo pidieron calma al Merinita, pero éste no pareció reaccionar.

—¡Nuruk! ¡Está viva! —clamó desesperada Enelya, intentando tranquilizar al mago árabe. Fue entonces cuando uno de los sabuesos de Ludwig cayó sobre el mago, derribándolo. Rodando por la nieve, el animal tumbó a Nuruk, gruñendo amenazante sobre su rostro. Abrió sus fauces una, dos veces, babeando, dispuesta a rasgar la delicada garganta del hechicero. Ludwig sintió cómo el sufrimiento de su quemada espalda se reducía, pero en ese momento unas palabras sonaron tras él.

—Rego Corpus —Bernardett alzó sus manos hacia él, pero para su sorpresa el hechizo no surtió efecto. De alguna forma, inexplicablemente, aquel mundano cazador lo había resistido…

Fue entonces cuando una llamada de socorro rompió el asombro de Bernardett.

—¡Otto, por favor!

La voz de Enelya mostraba su urgencia, pero el anciano seguía tumbado en la nieve, jadeante. La arquera sabía que tenía que sacar la flecha, pero no estaba segura de cómo hacerlo sin Otto. Mientras, por todo el sendero, los sátiros empezaban a despertar del hechizo, lenta pero inexorablemente. Sus ojos rojos empezaron a brillar nuevamente bajo la fantasmal iluminación de la floresta, y la Selva Negra volvió a quedar rodeada por el extraño manto de silencio.

Y ese silencio rodeó a Tadeus, envolviéndolo junto al desdichado Khalek. La hemorragia era más de lo que el monje asturiano podía manejar. La sangre no detuvo su rojo avance, manchando sus manos, sus vendas. Su túnica entera estaba salpicada de la vital sustancia. Poco a poco, los ojos del poderoso mago fueron cerrándose, hasta que su último aliento surgió de entre sus labios. Entre los brazos de Tadeus, Khalek ex Bonisagus abandonó el mundo.

Las cosas no hacían mas que empeorar.  Caos, solo tenia esa palabra en la cabeza, si antes estando todos sanos, no pudieron combatir con los sátiros, ahora con la mitad de ellos con heridas criticas la situación para nada se ve muy esperanzadora.

Estas situaciones, sin control, descolocaban a la maga… era poco probable contar con Nuruk en estos momentos, el necesitaba atender a la niña si era verdad lo que decía la arquera, usar algún hechizo ofensivo también era un riesgo, en lugar tan estrecho… Bernardett comenzaba asustarse, vi a los sátiros, ya comenzaban a despertar….

- solo hay una manera… - pensó, sintiendo ansiedad, podía atacar y matar todo en un solo instante…  matar…  no era eso lo que intentaba siempre reprimir… aunque mil veces se dijese a si misma que era horrible y no debía hacerlo, muy en el fondo Bernardett tenia que reconocer que deseaba hacerlo…. Le gustaba… - son solo uso sátiros… - termino diciendo muy bajito, como si fuese la excusa que buscaba para terminar de convencerse…

- Controla a tu bestia – le dijo al cazador con un tono gélido que no hacia mas que acentuar su acento húngaro y directo a los ojos con una mirada decidida, extrañamente, llena de emoción, la adrenalina comenzaba surgir efecto en ella  - Yuan, despierta a Otto y llévalo a que atienda a la niña… - por ultimo miro a Nuruk para comprobar que estaba bien, si este llega a mirarla, podría jurar que había una pequeña mueca como una sonrisa…  y sin mas se  dio vuelta para ir directo a los sátiros….

El dolor en la espalda era horrible, pero se había hecho soportable cuando Nuruk detuvo su conjuro.

-¡Hase, aquí! -ordenó guardando su arma.

Tendió una mano a Nuruk. Realmente no había pretendido usar el cuchillo, sólo defenderse. De todas maneras el mago rechazó airado su gesto. Sin entretenerse más, arrojó una piedra despertando al otro sabueso, y requirió su hacha. Una mueca de dolor cruzaba su rostro, pero no había opción. El grupo no podía correr. Tendrían que combatir de nuevo.

-Señor -dijo dirigiéndose a Cristóbal, aparentemente en mejores condiciones que todos los demás-, deberíamos acabar con esos puercos bichos antes de que despabilen del todo. Si logramos despanzurrar unos cuantos, los demás se lo pensarán dos veces.

En esos momentos, la maga pálida y menuda pasó junto a él con aire decidido, aproximándose a los sátiros con audacia.

Los sátiros despertaban  lentamente de su letargo, iluminando así nuevamente el sendero con aquel diabólico brillo rojizo, con aquellos ojos que bien parecían las puertas del averno.  El cruzado se incorporó y se aprestó nuevamente para el combate, poco importaba ahora su maltrecho brazo pues debía ser el escudo de sus compañero y la espada del Todopoderoso: tenía que mandar a aquellas criaturas al infierno.

-“Señor, deberíamos acabar con esos puercos bichos antes de que despabilen del todo. Si logramos despanzurrar unos cuantos, los demás se lo pensarán dos veces”. 

Ludwig, hacha en mano, estaba junto a él. La energía de aquel hombre contrastaba con su físico: su delgadez invitaba a pensar en un espíritu endeble y sin fuerzas, y sin embargo allí estaba, dispuesto a combatir el primero. El corazón de Cristóbal se regocijó, pues si algo valoraba positivamente el cruzado eso era sin duda el valor y la entrega personal.

-“Bien, acabemos de una vez con esas bestias”, dijo, al tiempo que le dedicaba una sonrisa al cazador.

El veneciano tuvo aún tiempo de mirar atrás, vio a Enelya junto a la pequeña y deseó con todas sus fuerzas que Dios protegiera a Liara, también vio el cuerpo inerte de Khalek y a su amigo Tadeus, con la túnica ensangrentada, de rodillas junto al mago. El Brazo del Emperador dejó que la furia y la rabia inundaran cada uno de los miembros de su viejo cuerpo. Volvió su mirada hacia los sátiros y dijo:

- “Malditos, las vais a pagar todas juntas, suplicaréis por vuestra vida y desearéis no haber nacido”.