Partida Rol por web

Al ver a los muertos, también puedes ver a la propia muerte, lo cual te permite, poder dialogar con ella

Un plano astral en el que podréis hablar sin que nadie se percate

Entre las brumas y las sombras, la silueta de la propia Muerte se alza, silenciosa y amenazante como quien de seguro se alzará con la victoria.

Y entre ambos, tan sólo el tiempo.

- Y aquí sigues, allá donde voy. Cuéntame, ¿a quién te has llevado en esta última batalla? - hablo con mi tono extremadamente profundo y calmado. - ¿Por qué aquí no escucho sus voces? ¿has sido tu quién los ha silenciado? 

Cada uno llega justo donde ha de llegar.

Su voz resuena como un eco en este lugar anímico, un eco fantasmal y profundo.

No me corresponde a mí judgar, tan sólo ejecutar.

Unos segundos que podrían antojarse eternos.

Estamos más allá de donde tu presencia alcanza. Nuevas muertes llegarán, y con ellas, tu soledad perecerá.

Como siempre, solo me dará las respuestas que quiera darme. Como siempre, me las dará como desee dármelas. 

- Lo que vive siempre ha de morir. Tranquilizara este silencio en mi, pero no me consolara. - Intentaba buscar la forma de plantear mis dudas para conseguir alguna respuesta útil. Si tan lejos estamos de mi presencia, solo puede referirse a que habrá muertes aquí.- ¿Entonces es alguien capaz de entrar en este espacio para acabar con la vida de alguno de mis hermanos? ¿alguien nos ha encerrado para que poco a poco ejecutes tu trabajo con todos nosotros? - 

Estamos entre el Todo y la Nada. No hay enemigos visibles. Pero los ángeles continuáis existiendo. Dime: si los ángeles sirven a Dios. Si los ángeles luchan contra el Demonio. Pero aquí no hay Dios ni Demonio. ¿Acaso los ángeles deben de continuar existiendo? ¿O acaso el enemigo... es invisible?

Una sonrisa mordaz es cuanto la Muerte regala a su interlocutor, una sonrisa que vaticina el fin de las cosas tal cual se conocen.

- Que no existan aquí no nos desvincula de nuestros compromisos. Nuestro padre estará esperándonos hasta que regresemos. ¿Y si tu presencia llega hasta aquí como es que no llega la de ellos? ¿Acaso eres tu ese enemigo invisible, aunque yo pueda verte? ¿o están ellos observándonos o caminando entre nosotros? - o es que también se presenta ante el resto con los mismos argumentos. - Mis hermanos no caerán, no se dejaran engañar por esta falsa ausencia de Padre.-

No, Ilahiah, bien sabes, pese a tus dudas, que yo no soy el enemigo. Sencillamente cosecho. No pretendo engañar: se avecinan tiempos oscuros. Y las dudas que yo te planteo serán la menor de las dudas que acecharán las almas de cada uno de los mensajeros del Santo Padre.

La voz recorre todo el lugar con eco distante, pero no se inmuta ante nada, sencillamente observa.

- Se que no eres el enemigo. A menos que mis sentidos me engañen y alguien se este ocultando tras tu imagen. El tiempo aclarara mi mente, pese a que no pueda confirmar que existe en este espacio entre el Todo y la Nada. - Miro a los lados. - ¿Y cuando comenzaras tu cosecha? -

Tienes una buena dirección, Ylahiah, pero yerras en el sentido. Son muchas las almas de los mensajeros las que claman por su cosecha, no obstante, aún no es el momento. Mi trabajo es lento y taimado. Serás avisado cuando comience, y verás los resultados.

La silueta continúa perfecta e inamovible. El eco se pierde, como huyendo de su propio origen, como temiendo el Fin.

Tu mente existe. Y brilla. Tu alma aún debe de perdurar para que los caídos tengan voz. No olvides tu sagrada misión. No tiembles. No retrocedas. El enemigo, de haberlo, tratará de acallar esas voces. Y en tu mano está afrontarlos con el amor y la sabiduría que el Santo Padre te ha otorgado.

- La bondad ciega a mis hermanos. Desean pensar que esto es algún plan de nuestro Padre, alguna prueba. No escuchan mis palabras, no quieren ver la verdad. -

Interpreto las palabras de la Muerte como que aun no llegaría mi hora. 

- Seguiré intentando mostrarles el camino, pero sería más fácil si supiera donde se encuentra la salida. La encontrare para ellos, la encontrare por ellos. - 

El enemigo invisible ha mostrado sus actos. El alma ha llegado a tu morada. Tu soledad ha muerto. Enhorabuena.

- No me consuela. - respondo dando un manotazo al aire, evitando que una lagrima asome en mis ojos. 

- Te guardaste palabras para compartir con todos.- hago una pausa. -  ¿Ahora sesgaras nuestra voluntad? ¿y si no quiero que coseches a nadie? ¿y si nadie quiere que coseches?

Entonces el enemigo invisible continuará apagando vuestras luces. Lo que os ofrezco es una oportunidad.

Medita por unos segundos.

¿Acaso un fragmento de hielo que se derrite en tus manos dejará de hacerlo por que no lo desee? Mi llegada es inevitable. La diferencia es el momento.

- ¿Entonces debo volcar mis sospechas sobre uno de mis hermanos para que tu apagues su luz? ¿es eso lo que me pides con esa calma y frialdad inquebrantable? Si condeno a un inocente estaré condenando mi alma... Ni siquiera a mi, habituado a juzgar, me sera fácil, ¿qué esperas del resto de mis hermanos?- 

Piensa, Ylahiah, en tus propias palabras tienes la salvación. ¿O debo de mostrarte el camino? Yo no espero, Ylahiah, yo alcanzo.

Se mantiene imperturbable. Y aguarda.

- Así que debo arriesgar la condenación de mi alma para salvar mi vida y la de mis hermanos. ¿Y que es lo que estas dispuesto a adelantarme tu? ¿anunciarme si seré el próximo de tu lista?

Debes perdurar, Ylahiah, para que los caídos no enmudezcan. Puedo asegurarte que el enemigo invisible tratará de acallar, para siempre, esa voz.

Unos largos segundos de silencio antes de volver a hablar.

La libertad tiene un precio. Elegir.

El eco se pierde hacia el vacío del lugar.

¿Y qué puedes adelantar tú? ¿Cómo salvar a los justos?