Partida Rol por web

1 enero 1700 T.E. 12:23. Nublado. Día plomizo y frío. 3º. Poblado Stravary Sangre Gris. Estribaciones occidentales Montañas Grises

El día había llegado.

El pueblo os despide como héroes. Realmente no había llegado nadie aún. Se sabía que algunos de los que marcharon había fallecido, pero no se sabia quienes. Lo que pasaba es que faltaban aún unos meses para que la primera leva que partió llegase a licenciar. Y claro, luego el trayecto de regreso o los que se reenganchen para continuar sirviendo en el ejército.

Hacía más de una hora que estabais preparados. Cuando se divisó la caravana que venía por vosotros, ya con otros reclutas, todos salisteis por vuestras cosas para el camino, empezaron las despedidas, lloros y llantos. Para ti era el inicio de una ventura. Tu tía estaba triste, tu prima emocionada y asustada. Tu tío ... impasible ocultaba el miedo que corría por sus venas. Él había sentido la guerra en sus carnes ... y su cara parecía descomponerse por momentos.

Me mantengo de brazos cruzados sin armar ningún escándalo por ésto  Veamos que nos depara el futuro.

Me acerco a mi Tío y me siento al lado suyo, le cojo la mano

Yo seguiré el linaje... Dime ¿qué necesitas que haga?   le dije en voz baja

Te aparta, de un manotazo. 

Se marcha, escondiéndose en la propia forja, y se escuchan martillazos sobre metal. No sabes que golpea, ya que no hay material caliente, para trabajarlo. Tu tía interviene:

- Está muy afectado. Ha pasado mucho durante estos años ... y esto le hace revivir sus tiempos, cuando empezó todo.

El jefe de la caravana alza la mano.

- Señores, ya se ha terminado. Cuando regresen en unos años, continúan conesto, pero ya no tenemos tiempo para continuar.

Tu tía había sonado conciliadora, pero ahora mismo también era un insulto. El linaje se trazaría a través de él y luego, sus hijas, y tú no estabas en su misma línea sanguínea. Era en su, un rival del que mantenía la "corona", y no te la pasaría a ti. A saber como quedaría aquello. Tu tía te empuja levemente el hombro, amagando lágrimas también. No todas las familias tienen gente que parte a hacer la mili, pero todos están allí. Puede que fuera un enclave poderoso, rico comercialmente e influyente, pero la población no era tan grande como cabría esperar. Perder cualquier miembro de la comunidad era importante, y aunque puede que en un futuro regresaseis, a partir de este momento no estaríais, ni para lo malo ni para lo bueno.

No habías dado el primer paso y ya lo echabas de menos. Además, ... igual tu regreso podría ser una guerra interna en si.

Un hombre montado hizo un gesto, y sin mediar palabra, todo el convoy se empezó a mover.

Sin darte cuenta tus botas empezaron a moverse tras los dos carros. En uno de ellos se veían barriles, toneles, y lonas. En el otro, donde había metido a tu prima Elsa, al tener una arco con lonas lo tapaba todo y no se podía ver nada dentro. Tras un largo rato ya no se ve el asentamiento, y el sol también empieza a dejar de verse.

Camino en silencio largo rato, la verdad es que no soy mucho de escenas lacrimógenas, pero en fin, dejó atrás mi casa, mi familia y todo lo que he conocido. -Excepto a Elsa. Tengo un sentimiento ambivalente sobre que se haya único, por un lado es perfectamente capaz marcialmente hablando y me alegro de tener a alguien conocido cerca, pero no deja de ser una mujer en un mundo de hombres... Y es una mujer atractiva, bien que lo sé, en el río siempre se me iban los ojos a ella, lo que seguramente quiera decir, que otros ojos la seguirán y tal vez menos amables que los míos. De cuando en cuando lanzo una mirada al carro en el que va, a ver si la veo entre las lonas. Y por lo demás me pierdo en mis pensamientos. El camino, lo que vendrá y mi tío, me sorprendió gratamente ver qué se había molestado en mi bienestar tanto como en el de mi prima, pero como no, la despedida fue amarga, como casi todos los recuerdos que tengo de él en los últimos años. -En el fondo me da pena, perdió la cabeza por salvar a mi padre. Sigo caminando, tampoco hay mucho más que hacer, supongo que acabaremos parando en algún sitio a pasar la noche, la primera de unas cuantas tengo entendido.

Todos portaban su indumentaria original. Los bosquimanos su presencia siguen haciendo pensar que viven en un árbol, los orientales lucen sus tatuajes mientras montan, y sus chalecos de cuero hervido, y todos igual, pero tú eras una nota discordante. Eras el único con una armadura pesada como tal. Algunos con sus chaquetas para el frio y diferentes prendas, y si acaso los orientales y sus chalecos; pero tú, una espadota, escudo ... y una chapa pectoral, con sus hombreras y espaldar. Las armas y los escudos no eran extraños, pero no todos tenían. Los niños no tenían si quiera un cuchillo, pero el oriental lucía un talwar que parecía muy afilado. Cayados y bastones servían para caminar, pero el que más o que menos disponía algún tipo de espada, aunque fuera corta o cuchillos al cinto. La tuya era algo diferente.

Dabas la nota. Todos andaban haciendo grupitos; todos excepto tú, que parecían evitarte y los orientales, que ... sólo se juntaban entre ellos.

No me importa mucho estar solo, pero la verdad es que mi es lo más entretenido del mundo, ni lo más seguro.
Mi tío me había hecho un favor con las ropas y las protecciones, pero tendré que demostrar que las merezco, puede que alguien opine que le harían más favor a él.

Inspecciono los grupitos en busca de líderes potenciales, incluso entre lo más bajo de lo más bajo, siempre habría alguien que destacase.

No busco enfrentamientos, al contrario, una vez identifique al grupo con alguien con personalidad, intentaré unirme a otro de los grupos, preferiblemente carente de lider.
Un acercamiento sencillo debería ser lo mejor. Un pequeño levantamiento de cejas y barbilla y un -¿Que tal vais? debería servir para romper el hielo.

Cuando llegó la noche os aproximabais a una pequeña fortaleza. No era más que una torre con un patio amurallado. La guarnición no era numerosa, tal vez un mando intermedio y un subalterno, y como máximo, una veintena. Un par de caballos de tiro y un carromato que no era más que una celda con ruedas y un par de mulas de carga. Era un puesto de vigilancia, con funciones de control de zona. Eran en si los "policías" de la comarca. En si, todas las poblaciones eran en si pequeños puestos militares, pero estos "lugares de control" servían tanto de apoyo para las tropas como lugares desde los cuales el Rey de la Corona Negra ejercía su poder. Incluso los sacerdotes, cuando hacían sus "peregrinaciones" tanto de reclutamiento como de "concienciación" usaban estos lugares como alojamiento de tránsito o incluso como base de operaciones cuando su misión era más prolongada.

El líder de la comitiva estaba al cargo de 8 guardias, 12 reclutas, y tú. Sabías que por el camino este número crecería. El jefe de los centinelas saluda por su nombre al vuestro, y no entiendes lo que dice por el ruido de los pasos y los cascos de las monturas, pero el trato era afable, y por lo que parece se conocían de tiempo atrás.

Os reparten por el patio, y preparan una comida caliente para todos. Unas gachas de algo que es complicado de define un taco de carne que tiene más hueso que fundamento. No tienes señas de tu prima. Extiendes tu saco en un sitio resguardado del viento y estando disfrutando del menú uno de los orientales se acerca. Es el que parecía que de los orientales todos rendían ... "pleitesía". El tipo tiene porte y presencia. Además, estaba claro que era el que mejor montaba de todos aquellos hombres. Intenta hablar un tosco oestrón. - ¡Tú!. Te señala. - Tu líder, yo líder. ¿Quién más líder? Y posa la mano sobre el pomo de su arma y toma una posición previa al combate, pero sin desenvainar.

Estabas comiendo, de un cuenco de madera que te habían pasado. Te estabas chupeteando los dedos de la grasa de la carne.

Dejo el cuenco en el suelo.
No era lo que pretendía que pasase, pero bueno, puede que fuese inevitable.
Me levanto con tranquilidad y sin hacer movimientos bruscos, casi regodeandome en que tengo tiempo de sobra.
Una vez arriba y en una postura relajada miro al oriental de arriba a abajo.

-Tu y yo iguales. Mismo ejército.

Acompaño el gesto con mis manos, colocándolas a la misma altura y después abarcado el asentamiento.

-Acepta amigo, tu a lo tuyo y yo a lo mío. Si no tendré que partirte la cabeza porque no voy a poder mantenerme aquí con estas ropas y estás armas sin saber defenderme.

Miro a los ojos al oriental, o quiero parecer desafiante, pero si decidido, si le obliga cruzaremos espadas. Una cosa es evitar conflictos innecesarios y otra dar un paso hacia atrás.

- Nadie igual a yo. Te empieza a aburrir su forma tosca de hablar. Lo dice con mucho énfasis y dándose un golpe con el puño cerrado en el pecho. Con eso desenvaina y la postura defensiva ya la tenía. Los suyos se ponen en pie desde donde estaba. Allá en la distancia observaban lo que allí acaecía. Parecía un duelo.

No ves mucho tiempo para embrazar el escudo, que está allí al lado; pero al estar sentado en el suelo, la espada (envainada) la desenganchaste, para estar más cómodo. Estás en pie, con el arma junto al pie. Tienes el puñal al cinto, pero no lo ves como rival para su largo y esbelto sable.

La guardia aún no se ha percatado y otros reclutas pasan bastante. Los soldados que os acompañaban están dentro de la torre y tardarán un poco en enterarse de algo. Por otro lado, el resto de reclutas parece que se ocultan y se hacen pequeñitos, para pasar desapercibidos.

 Resulta que el oriental es un tocapelotas genuino. No era lo que queria, ni lo que me gusta, pero si hay que pisar o dejarse pisar no hay color.

 Me agacho hacia mi arma poco a poco, pero sin arriesgar mi equilibro, si me lanza una estocada, lo principal es esquivarla, aunque tengo que reconocer que confío en mis habilidades, un duelo desarmado no es que me lo ponga muy fácil.

 Sin embargo, me veo pensando en el futuro despues del duelo, dando por echo que sobrevivo y gano, que igual es mucho pensar, pero tiendo a ser positivo. No parece haber ningún lider entre los otros hombre y si domino al de los orientales, me colocaría en una buena posición dentro de la leva.

 -Veamos de que estamos hechos ambos.

El hombre de tez morena y cuerpo magro sonríe al descubrir que has entrado al trapo, por ver que te agachas a recuperar tu arma.

Con un gesto brusco, al tomar la empuñadura, la vaina sale disparada e interpones tu arma su lanzada que chocan un con un tintineo que te hace vibrar la muñeca; lo cual duele lo suficiente como para recordar que prefieres estar protegido por el escudo, el cual, cuando para golpes, es mucho menos doloroso.

El oriental no parece manco en el uso de la cimitarra y la fuerza de su impacto me ha hecho vibrar hasta las costillas.

-Prefiero combatir con escudo.

Lanzo un ataque, más bien un amago para hacerlo retroceder un paso y poder recoger mi escudo.

Ya siento la adrenalina corriendome por el cuerpo.
Si consigo hacerme con el escudo empezaremos el duelo de verdad. Hasta ahora solo he intentado prepararme.

1 enero 1700 T.E. 19:04. Nublado. Día plomizo y frío. 2º. Acaba de anochecer. Puesto Sangre Gris. Estribaciones occidentales Montañas Grises.

Turno 2 de combate.

Habías lanzado un tajo circular hacia delante tras dar un paso atrás que el tipo esquivó con un simple saltito. Para ti era lo ideal. Querías espacio para embrazar el escudo que lo tenías justo allí. Te faltaba el casco para estar completo para el combate, pero ahora ya era otra historia. El tipo sonrió. Desdeñaba el uso de tal artefacto, y en su lugar desenvainó otra arma igual. Se lanzó con ambas armas hacia delante en un baile de filos que haría temer a cualquiera.

El tipo se entretiene en sacar otra espada, lo cual aprovecho para lanzar un tajo, por primera vez serio, pero sin lanzarme a fondo, tampoco quiero quedar desprotegido ante sus dos filos.