Partida Rol por web

En lo más profundo del plano que forma la prisión. En lo más hondo, las criaturas son arrojadas para no regresar jamás. Un antiguo maleficio mantenía a los seres aquí encerrados en un día eterno que se repetía una y otra vez. Una visión que, por alguna extraña razón, se ha roto. Ahora el tiempo es percibido linealmente, como siempre ha sido, como siempre debería ser.

En aquel lugar reina un ambiente arenoso, seco, estéril. La atmósfera está iluminada por una penumbra ocre que permite distinguir sólo unos pasos más allá...

Diraknian fue condenado a repetir el día en el que Darkhanis Gliargae lo traicionaba, arrebatándole el control de sus preciosas criaturas. Los dragones que, como toda su familia, juró proteger. Ese día de humillación queda ahora atrás, muchos años atrás aunque no sabría decir cuántos...

Frente a él, se encuentra una hermosa joven de pelo liso y largo. Honny Ucelli. Sabía que la conocía pero, debido a la ilusión, jamás la había visto realmente hasta ahora. Con el hechizo roto, sabe que fue condenada a sentir una y otra vez el asesinato de su hija, delante de ella, agrilleteada sin poder hacer nada. Sentir porque Honny es ciega y, pese a las horas que han pasado desde que el maleficio se rompió, no a dicho palabra alguna.

Las cadenas os aferran a ambos fuertemente a la pared. Estáis colgados con los brazos hacia arriba y los grilletes han dejado profundas marcas en vuestras muñecas.

-Es lo que ocurre cuando alguien me falla. No volverás a ver a nadie conocido, jamás.- Distingues el eco extraño de la voz que se acerca. Darkhanis Gliargae. Sabes que si haces cualquier movimiento entenderá que el maleficio se ha roto por lo que permaneces inmóvil. Obtendrás tu venganza, pero no ahora. Hablarle sólo delataría vuestro estado, perdiendo el factor sorpresa.

Poco a poco vuelve la conciencia a tu ser mientras escuchas la voz de Darkhanis -Es lo que ocurre cuando alguien me falla. No volverás a ver a nadie conocido, jamás.- 

Darkhanis lleva con él un trasgo adormecido como un saco de patatas. Despojado de todo su equipo y armadura, al igual que el resto de los presentes.

Tizoc advierte que hay dos personas más en las paredes, una a cada lado. Pero aún no está lo suficientemente despierto como para distinguirlas. -Este lugar está maldito por un maleficio que hará que revivas una y otra vez el peor día de tu vida, durante toda la eternidad.- Se regocijaba con aquellas palabras mientras cerraba los grilletes en torno a las muñecas del trasgo.

Los otros allí, colgados en igual condición, ni se inmutaron. Víctimas sin duda del maleficio, reviven una y otra vez el peor día de sus vidas en sus mentes (o quizá no...)

Darkhanis te deja ahí colgado, quieres hablar, pero tienes la boca dormida. Poco a poco el hormigueo va pasando, pero no es hasta varios minutos después de que el dragón negro se marchó.

En contra de lo que el dragón ha dicho, no sientes nada del maleficio. A no ser que éste sea el peor día de tu vida y estés condenado a repetirlo una y otra vez.

Cuando deparas en tus desdichados compañeros descubres a un humano que, en otras circunstancias, hubieran considerado apuesto, de porte noble. A tu izquierda, una humana hermosa de pelo largo y negro pero con los ojos completamente blancos, sin pupila ni iris -ciega- y con un semblante de tristeza en el rostro que corta el habla. Ambos, como tú, han sido despojados de su equipo y sólo llevan prendas raídas pero lucen cuerpos entrenados en el combate.

Una oportunidad, solo aquello era necesario para poder escapar de ese lugar, una que ahora Bahamuth me había proporcionado, pero no podía simplemente abandonar a aquellos que aquí me acompañaban e mi desdicha, así que cuando noté al trasgo despertar, y una vez que aquella sabandija traidora de ácido aliento y afilada lengua se hubo ido, sonreí amablemente al nuevo compañero -acogedor ¿verdad? Espero que no te acostumbres a esta comodidad, ahora que el maleficio se ha roto bien podemos salir de aquí o al menos intentar, por cierto, mi nombre es Driaknian, y ella es Honny, disculpa su silencio, es incapaz de hablar además de ver, ¿cual es el tuyo pequeño?- me presenté como si no sucediese nada en derredor, quizá el trasgo pudiese escapar de los grilletes, las criaturas eran famosas por ser escurridizas

El rostro negro de aquel humano se desvaneció y en su lugar apareció un páramo. La tierra era negra como el carbón y la luz brillaba en todas partes. Mirase donde mirase, el trasgo era capaz de ver cientos de metros en derredor. Aquello no podía estar pasando. La caza había acabado sin una presa, sangre se había derramado pero no se había sesgado ninguna vida. Y ahora él se había convertido en la presa, una presa despojada de toda ventaja. En aquel paraje no había donde esconderse, ni siquiera podía refugiarse en las alturas.

Asustado, Tizoc comenzó a correr. Los primeros gritos llenaron el aire, voces humanas que clamaban venganza. No tardó en ver sus rostros, decenas, aquellos a los que había cazado venían ahora a cazarle a él. Pero no estaban solos, dirigiéndolos estaban Alona, Hazir, Lythrai, Pain... Aquellos que habían sido sus aliados y que le habían traicionado. Su cuerpo se estremeció en sueños, su boca emitía palabras en una le gua oscura, amenazas que dieron paso a las súplicas y que se transformaron en quejidos momentos antes de que el trasgo abriese los ojos sobresaltado. Seguía vivo, la Dama me había dado una oportunidad de reparar su error. 

Recuperando el aliento, miro el lugar donde me han encerrado y del que seguro tiraran la llave. Había cometido un error, había confiado. Su madre siempre le había dicho que la confianza era una debilidad, había pasado tanto tiempo fuera que había olvidado su gente y sus tradiciones. Y eso le había llevado a donde estaba. Encerrado y engrilletado.

Lanzó una mirada de hosca desconfianza al humano que le habló. Humanos, cobardes que escondían lo que pensaban tras una máscara de civilización. Que te vendían que colaborarán contigo y luego te daban la patada cuando ya no te necesitaban. No se digno a responder, en su  lugar miro a la otra humana ciega y sorda. Sintió lástima por ella, en su tribu hacía mucho que le habrían liberado y estaría formando parte de la gran caza. Por un momento se preguntó que habría hecho para acabar en esa situación. Pero se deshizo de ese pensamiento con una sacudida de cabeza.

Intentó liberarse de los grilletes. No sabía si el dragon tenía razón o si sería el humano. Si aquel era el peor día de su vida o si el hechizo se había roto. Pero la Dama le había dado otra oportunidad y no pensaba verla pasar. Se movió, forzó sus muñecas hasta sangrar, mordió las cadenas y se peleo con ellas durante un buen rato antes de darse por vencido y dejarse caer. Quien sabe, quizá si que era el peor día de su vida. El día que le habían arrebatado lo único que importa, la libertad. 

La voz masculina de Diraknian vibró en la atmósfera -...ahora que el maleficio se ha roto...- la mujer inclinó la cabeza escuchando. Seguidamente, el tintineo de las cadenas de Tizoc la hicieron inclinarse hacia el otro lado. Cerró los puños y sus músculos aumentaron de tamaño al tensarse. Tenía los brazos entumecidos pero repitió el proceso despertando las extremidades. Luego hizo lo mismo con las piernas, las alzó formando un ángulo recto con su cuerpo y sus abdominales quedaron bien definidas. Movió los muslos marcados, se giró revelando el tatuaje de una serpiente en el costado derecho, sólo un trozo pero parecía que extenderse desde la cadera a la axila.

Repetía cada ejercicio, tomándose su tiempo para calentar los músculos.

-¡¿Eh?!- se escuchó un susurro ronco al otro lado del recodo por el que Gliargae se marchó -¡Hacéis demasiado ruído! Vais a atraer la atención del carcelero y necesitamos tiempo para quitarnos los grilletes- 

Tras ello reinó el silencio. Sólo el leve tintineo de la mujer ciega, "Honny" haciendo sus ejercicios. Pero era evidente. Con vosotros había más presos, al menos uno. Mientras Tizoc se debatía con sus cadenas, Diraknian miró hacia el origen de esa voz y en una fracción de segundo, cuando nadie la observaba, Honny se liberó de sus cadenas cayendo en el centro de la estancia.

Honny fue la primera en liberarse, eventualmente seguirían más, no podía quedarme aquí, de alguna manera debía romper mis cadenas y ayudar a los demás para que puedan hacer lo mismo, así que nuevamente deposité mi fe en mi deidad -Bahamuth, señor de la luz y el valor en ti deposito mi fe, dame la fuerza para romper estas cadenas y ayudar a aquellos que están en la misma situación- mis músculos se tensaron, cerré mis ojos y comencé a tirar de las cadenas las cuales poco a poco sentía que comenzaban a safarse de los remaches incrustados en las paredes, sabía que pronto estaría libre, pues afortunadamente el ego de aquellos que nos encerraron aquí era demasiado grande como para tomar más precauciones o darle mantenimiento a estas

Mientras Tizoc estaba en el suelo lamentándose de su suerte la gente a su alrededor comenzó a moverse intentando liberarse. La mujer ciega fue la primera en conseguirlo. Tizoc no supo muy bien como lo hizo pero algo le decía que todos los presentes eran peligrosos y que si se quedaba allí encadenado tendría la misma esperanza de vida que un polluelo recién salido del cascarón en el suelo de su jungla natal. Tenía que moverse aunque sólo fuera para prepararse por si tenía que huir de aquellos tipos. El hombre que le habia hablado antes volvió a hablar pidiendo ayuda a alguien, algún dios porpor como pronunció la frase. A Tizoc Le recordó un poco a él gran chaman su tribu cuando de invocan a los espíritus. Dijo que necesitaba fuerzas para ayudar a los que estaban encadenados, eso parecía una buena señal, pero no volvería a caer en el error de dejar su vida o su libertad en manos de un humano.

Aquellas cadenas ni siquiera estaban hechas para sus muñecas. Le quedaban grandes, si la humana había podido escapar el tenía que poder. Volvió a intentar pasar las manos por los agujeros que aprisionaban sus cadenas para liberarse. Tiro primero intentándolo a la fuerza y luego probó abriendo la mano y moviendo los dedos para intentar hacerla más estrecha y que pasase mejor. Tenía que soltarse, quizá su vida dependiese de ello. 

El eco transporta los tintineos de las cadenas a través de los pasillos. Retumban y se alejan sutilmente, como avergonzados por romper la quietud que tantos años ha dominado aquel lugar.

Tizoc
La mano izquierda, tiraste dolorosamente hasta que finalmente quedó libre de los grilletes, no sin quedar algo dolorida. Girando sobre ti y cogiendo una postura más cómoda, sacar la mano derecha resultó bastante más fácil. Caes al suelo y, al girarte hacia la sala descubres a la mujer ciega muy cerca de ti, con su delgado rostro orientado hacia ti y, aunque no pudiera verte, sentías que te observaba. Alargó las manos y sus dedos rozaron tu pecho, se deslizaron por los hombros, subieron por el cuello y tantearon tu rostro. Sin más, se alejó tal y como se acercó antes de que pudieras decir palabra, demostrando gran agilidad y equilibrio.

Diraknian
Los grilletes no se mueven y su filo se clava en tus muñecas, pero la argamasa que los une a la pared cede y, aún con el hierro en las muñecas, te liberas de tus ataduras. Al igual que con Tizoc, al retomar la verticalidad tras detener el impulso con el que tú mismo has tirado de las cadenas, allí está ella. Honny. Sus manos cogen tus muñecas con velocidad gracias al sonido de las cadenas, suben por los brazos hasta el rostro y ahí se detiene. Palpando la cala, mejillas, labios, nariz, ojos, y pelo.

Honny
Una vez ambos compañeros de celda han sido identificados, va al centro de la sala. Se agacha y posa una mano en el suelo. Inclina la cabeza como si oyera a través de la polvorienta roca.

Todos
Estáis libres. Os encontráis en lo más profundo de la estancia. Hay dos caminos posibles. El lugar por el que entró Gliargae y el giro en el pasillo desde donde escuchasteis la voz de otros presos allí encerrados con vosotros.

Diraknian vio por dónde entró Tizoc, sin embargo ni Honny ni él saben por dónde entraron ellos (aunque pueden intuir que se trata del mismo lugar, es una hipótesis).

El trasgo estaba comprobando sus muñecas cuando la humana se acerco hasta él. Le pilló desprevenido, y se encogió asustado esperando un ataque. Cuando vió que simplemente le tocaba la cara y se iba la miro entre extrañado y enfadado. - Podías haber pedido permiso. ¿Te ha gustado lo que has tocado? - Le susurró molesto sabiendo que no tendría problema en oírle y que así no se enteraría todo el mundo de su fuga.
Vio que la mujer hizo lo mismo con el humano que había arrancado las cadenas de la pared. Debía tener una fuerza brutal.
El trasgo los evaluó a los dos. Solos en medio de dios sabe donde, tendrían mejores posibilidades de sobrevivir juntos. No sabía cuanto sabían los demás pero el no tenía ni idea de por donde salir. Y como poco tenían un objetivo y un enemigo en común. Además, aunque le jodiese reconocerlo, odiaba dejar a aquellas personas presas.
- Habría que soltar al resto, un motín nos dará más posibilidades de salir. - susurró a los otros dos.

Aquella mujer se colocó frente al trasgo y frente a mi, palpando con sus manos nuestros rostros, quizá para darse una idea de como eramos a causa de carecer del sentido de la vista, aquello me había tomado por sorpresa, pero no me pareció del todo extraño, en fin, ahora debíamos ponernos deacuerdo sobre que curso de acción tomar - El maldito dragón negro que te trajo aquí, al igual que a mi, es un oponente a tener en cuenta, el maldito me robó un artefacto que bien podría ayudarnos a derrotarlo, pero necesitaremos ayuda y nuestro equipo, así que, creo que liberar a los demás me parece una buena idea... por cierto, aún no escucho tu nombre, pequeño- mis palabras se dirigían al trasgo pero mi atención estaba puesta en Honny, parecía tomar guardia por si alguien venía usando su oído -Gliargae te trajo por aquel pasillo- señalé uno de los dos que podíamos seguir -pero el resto de presos por alguna razón están por allá, parece que nosotros somos los más aislados, por alguna razón- 

Por las palabras del humano, parecía que sí que tenían un enemigo en común. El ser que le había traído y que se llamaba a sí mismo dragón parecía haber guardado a todos sus enemigos allí. Lo que, desde el punto de vista del trasgo era una cagada bien grande.
Tizoc.- gruño el trasgo en respuesta. Mientras buscaba algo que pudiese usar como arma. Una piedra no era gran cosa, pero era mejor que nada. - Si ayudamos a que todos escapen se creará el caos y será más fácil salir. Aunque si hacemos eso nos tocará pelear con los supervivientes por el botín. Aunque sea nuestro. - expuso el trasgo dejando que el humano decidiese.

-Entonces habrá que adelantarnos, Tizoc, veré si alguien nos puede ser de ayuda, mientras quizá sea bueno que vayas buscando las cosas, te puedo pedir ese favor?- no había cruzado mas que un par de palabras con aquel trasgo, pero en cualquier caso ahora eramos compañeros, y lo trataría como tal, mientras tanto debía revisar como estaban los demás presos, quizá alguno pudiese ser de ayuda

El trasgo no estaba seguro de que separarse fuese la mejor de las ideas. Pero con suerte podría escabullirse mientras el humano liberaba al resto. Merecían la pena el riesgo.
El trasgo miro la estancia y se acerco en silencio al pasillo por el que tenía que avanzar. Tendría que andarse con mil ojos, el suelo podía estar trampeado así que el trasgo evaluó si sería posible moverse por las paredes o incluso el techo.
- Iré a ver. Dime como es tu artefacto y para que sirve, lo cogeré para que nadie te lo quite. - dijo el trasgo con una sonrisa de oreja a oreja.

-Un cuerno negro con gravados en oro y plata con motivos de dragones, te recomiendo que no lo soples, o tus pulmones se calcinarán si no eres miembro de mi familia- mejor no dar demasiados detalles aún, pero dudaba que se hubiese separado de aquella joya tan fácilmente -mi espada es una espada larga, de un acero oscuro con vetas doradas y plateadas, la funda es negra y el pomo es una cabeza de dragón con rubíes como ojos, no la saques de la funda o probablemente te sentirás mal, está alineada a mi-

Honny, escuchando el suelo, se alza y avanza hacia el lugar por el que Gliargae trajo a Tizoc. Diraknian va en dirección contraria, a girar el recodo mientras que Tizoc parece mirar al techo y sonreir encontrando aquello que buscaba.

Las paredes y el techo presentan un parque de recreo para alguien aficionado a la escalada. No es del todo seguro, algunos adornos de mampostería están sueltos o a punto de desprenderse, pero igualmente presenta un sin fin de caminos por los que trepar de forma más o menos segura.

Registrando la descripción de los objetos en tu mente emprendes el mismo camino que Honny.

Al girar el recodo hay dos hombres atados con grilletes. Uno es delgado, de pelo y barba blanca por su avanzada edad. Sin embargo, su mirada es despierta, vivaz a través de sus anteojos.

El otro es un hombre apuesto, de unos veinte años, joven y de pelo liso. Ambos se te quedan mirando. El anciano ha logrado liberar una mano de uno de sus grilletes y se afana en abrir las cerraduras con herramientas improvisadas que usa a modo de ganzúa. El joven... sus manos se convierten en tentáculos que se deslizan y queda completamente libre de sus ataduras ante tus ojos.