Partida Rol por web

B.E.I.: El Verdugo de Cerepovec

Prólogo

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22/04/2015, 16:47
Director

Madrid, 15 de Diciembre de 2012

El sonido del teléfono despertó al viejo inspector, miró la hora en su viejo reloj de pulsera que descansaba sobre la mesita de noche y se preocupó al ver que todavía no eran las tres de la mañana. Normalmente si recibía una llamada a esas horas significaba que habían encontrado un cadáver o más de uno.

Contestó la llamada con tono firme pero intentando no despertar a su mujer que dormitaba a su lado, que por suerte no se había despertado con la llamada. El inspector no temía a ninguno de los criminales a los que se había enfrentado pero sí que temía a su esposa, ese genio que tienen las asturianas y que su mujer solía sacar siempre que la despertaban en medio de la noche por algún caso de su marido.

- ¿Diga? Al habla el inspector Mayo.

Al otro lado del teléfono una voz familiar le contestó.

- Nacho, soy Alfonso. Tenemos una reunión urgente en la central, necesitamos que vengas inmediatamente.

Alfonso Ramírez era el actual director general de Seguridad y además un antiguo compañero suyo en la BOEL. Mayo se dio cuenta que la situación debía ser especial para que Ramírez estuviera implicado.

- Voy ahora Alfonso, en una hora estaré allí. ¿Es un asunto del que deba preocuparme? - preguntó

- Es un asunto del que debemos preocuparnos todos… - respondió enigmáticamente su viejo amigo.

Mayo se levantó cuidadosamente y se dirigió a la ducha para darse una ducha intentando hacer el menor ruido posible. Cuando salió se encontró a su mujer sentada en la cama mirándolo, no parecía enfadada aunque eso tampoco era un buen síntoma. La relación entre ambos había pasado por muchos altibajos pero últimamente les estaba yendo bien, el cambio de unidad de Mayo a una comisaría pequeña y cercana a casa había mejorado la convivencia pero en ese momento el inspector vio reflejadas las angustias de tantas noches en vela y los temores a las llamadas en mitad de la noche que no presagiaban nada bueno.

- Luisa, perdona por despertarte. – le dijo con un tono suave y de súplica.

- No me has despertado tú Nacho, escuché la llamada… - respondió su esposa con preocupación – Debe ser importante para que Alfonso te llame, ¿te contó algo?

- No, nada de nada. Normalmente solía ponerme a día de la situación cuando estaba en la Brigada pero hoy no lo ha hecho.

La Brigada Especial de Investigación. La unidad que Mayo había creado junto al comisario Roberto Conesa para combatir el crimen de alto nivel como le gustaba llamarle al fallecido comisario.

- ¿No te pedirán que vuelvas a la Brigada? – esa preguntaba reflejaba el verdadero miedo de Luisa, y Mayo sabía el motivo. Un par de años antes en medio de la investigación Mayo había recibido un par de disparos que le habían perforado un pulmón mientras perseguía a un drogadicto en la sierra de Madrid, si Isabel la médico de la Brigada no hubiera estado allí en ese momento Mayo seguramente no lo habría contado.

El viejo inspector tomó aire y pensó sus palabras durante unos segundos. Luego le contestó a su querida esposa.

- Luisa, cariño. No pienso volver a la Brigada. Aunque echo de menos investigar, te echaría más de menos a ti si te volvieras a ir a Asturias con tus hermanas. Pero es algo importante, y debo por lo menos acudir… ¿lo entiendes no?

La mujer asintió con lágrimas en los ojos, la respuesta era la que ella esperaba. Se levantó y abrazó a su marido, luego se dirigió al armario y escogió un traje para él mientras decía.

- Si va estar toda la plana mayor debes ir elegante…

Mayo respiró aliviado al escuchar esa frase y terminó de prepararse con el traje que su mujer había elegido.

Tras vestirse tomó un café sólo largo para despejarse y se montó en su coche, un Dodge fabricado por Barreiros que había comprado de segunda mano hacía muchos años pero del que le costaba desprenderse.

En menos de veinte minutos llegó a la central del Cuerpo General de Policía, un trayecto de cerca de cuarenta minutos quedaba reducido a menos de la mitad en ausencia de tráfico. Observó que se habían colocado controles de la Guardia Civil y de la Policía Armada en las salidas de la ciudad así que intuyo que la situación sería muy grave, y que era más que posible que le pidieran que volviera a dirigir la unidad de nuevo.

Aparcó en la entrada de la central, en la puerta estaba Ramírez esperándolo fumando su octavo o noveno ducados al menos ya que unas cuantas colillas estaban a sus pies. Ramírez lo abrazó nada más verlo como si hubiera visto a un ángel. Luego lo acompañó a la sala de reuniones sin escuchas dónde sólo se reunían cuando el asunto era de interés nacional.

Nada más entrar en la sala sus preocupaciones se confirmaron. Reconoció inmediatamente al Ministro de Gobernación Jesús Tordesillas; al Ministro del Ejército de Tierra el general Yagüe; al General de División de la Policía Armada Rodrigo Santamaría; al de la Guardia Civil el general Andrade y a Carlos Infante que es el actual comisario general del Cuerpo. Había dos personas más en la sala que no reconoció, en un primer momento creyó que serían de los servicios de información del gobierno (el CESID y el SECED) aunque pronto se dio cuenta de que no pertenecían a los servicios secretos por sus trajes de corte italiano y coste desorbitado. Eran los secretarios de Gobernación y del Ejército de Tierra y parecían estar asustados de estar en dicha sala.

Cerraron la puerta tras entrar y tomó asiento al lado de Carlos Infante al que saludó con un fuerte apretón de manos. El resto de los presentes inclinaron levemente la cabeza o sonrieron tímidamente. La situación debía ser de vital importancia si no habían realizado el protocolo de saludos típico de cualquier reunión.

Tomó la palabra Ramírez que fue directamente al grano como solía ser su estilo. No era una persona que le gustara dar rodeos y menos en esta situación.

- Buenas noches a todos, lamento que nos hayamos tenido que reunir debido a esta situación pero es de vital importancia que empecemos a trabajar en el siguiente caso.

Ramírez pasó unos dossieres a cada uno de los presentes y luego se sentó de nuevo. Al abrir las carpetillas todos pudieron ver fotos de una escena del crimen. En ella un hombre yacía en el suelo ensangrentado. Vieron que había alguna foto más y que en otra de ellas mostraban el cuerpo de una mujer alrededor de un charco de sangre al que le falta el miembro superior derecho, que parece haber sido arrancado de su cuerpo.

El Ministro de Gobernación tras revisar las fotografías le reprendió:

- Joder Alfonso, no me digas que nos has hecho venir por un par de asesinatos sangrientos.

El resto de asistentes seguían serios, así que algún dato más conocían. Tomó la palabra el general de la Policía Armada.

- Uno de los asesinados es Fernando Lorenzano, párroco de Puebla del Brollón. Era amigo personal del actual Sumo Pontífice en Roma y trabajó como enlace entre el Vaticano y nuestro gobierno en el pasado. Nos han informado que el Vaticano acaba de abrir una investigación sobre lo sucedido con carácter urgente.

El Inspector Mayo levantó las fotos y encontró una foto del párroco con el actual papa Francisco I. Ambos sonreían y parecían llevarse bien. Seguramente el gobierno quisiera agradar a uno de sus principales aliados políticos, y por ello querrían tener a los mejores investigadores en el caso.

- Además al inspeccionar el inmueble nos encontramos con un artefacto explosivo en el salón, parece haber sido dejada allí porque no se encontró material para crear dicho artefacto. La bomba era sofisticada según el informe preliminar del TEDAX. El explosivo plástico era Goma-2 ECO, su peso era de cinco kilogramos. El detonante era un teléfono móvil prepago que estaba apagado por lo que no podía ser detonado a distancia. Los técnicos están inspeccionando los circuitos pero parecen contener muchas trampas para que su desactivación sea compleja. Me han indicado que no se trata de ningún aficionado, el que hizo esa bomba sabe lo que hace y quieren que exploten realmente.

El silencio reinó durante unos minutos tras la breve ponencia. Las bombas no eran algo extraño en el país, ETA y otros grupos terroristas de ideologías marxistas y nacionalistas habían atentado con bombas cientos de veces pero en este caso la bomba desactivada y encontrada al lado del cadáver de un párroco cruelmente asesinado. Cinco kilogramos de explosivo plástico podrían volar un edificio colocado inteligentemente y durante estas semanas había multitud de desfiles y aglomeraciones debido a las fiestas de Navidad. Una bomba de ese tamaño en un sitio concurrido podría conllevar una matanza; pero incluso que la del Hipercor de Barcelona. Por eso había controles en los accesos de Madrid, estaban preparándose para un atentado en la capital.

Ramírez volvió a tomar la palabra y dejó claras sus verdaderas intenciones.

- Ignacio, quiere que vuelvas a dirigir la Brigada sólo para este caso. Lo he comentado con los generales Yagüe, Santamaría, Andrade y con Carlos Infante y creemos que eres la mejor opción posible. La única para poder atrapar a este mal nacido. Tendrás los recursos que necesites, y tras esto te juro que no te volveremos a molestar con asuntos policiales. ¿Aceptas ayudar una última vez a tu país?

La cara de Ignacio Mayo no reflejaba sentimiento alguno. Intuía desde su llegada a la central las verdaderas intenciones de su amigo y era respetado por los generales y especialmente por Carlos Infante con el que había compartido despacho al ser compañeros de patrulla durante doce años. Mayo había servido fielmente a su país desde que ingresara en la legión a los dieciocho años, habían pasado cuarenta y dos años desde aquel momento y no se arrepentía de aquella decisión tomada en caliente tras una discusión con su padre.

- Acepto Alfonso, pero quiero libertad para investigar todas las líneas posibles lleven a donde lleven…sin esta condición no habrá acuerdo.

Tras darle su palabra el Ministro de Gobernación de que no habría interferencias externas, un apretón de manos cerró el acuerdo. Ignacio Mayo se reincorporaría temporalmente a la Brigada e intentaría atrapar a este sádico asesino aficionado a las bombas. Mañana a primera hora mandaría un mensaje a sus antiguos agentes e intentaría resolver el caso lo antes posible.

Tras las despedidas de rigor y salir del edificio se dirigió al coche y al abrir la puerta la imagen de Luisa apareció en su mente. Se apoyó en el coche y susurró entre dientes:

- Cuando se lo cuente Luisa me va a matar…