Partida Rol por web

Mientras Tyrol se retiraba, Roslin le susurró en voz baja al Comandante

-Esto complica las cosas...deberíamos tratar el asunto más en privado.

Asintiendo conforme el Comandante Adama se puso en pie.

-Bien, todos menos el Coronel Tight, el teniente Adama, la teniente Trace y el doctor Baltar pueden irse. Recuerden, una vez más, que la información presentada en esta reunión es confidencial.

En silencio y con rostros preocupados, uno a uno, los no incluidos en a lista fueron saliendo. La puerta se cerró a sus espaldas, ominosa.

Adama se paseó por la sala, llevándose una mano preocupado a la cara unos segundos antes de anunciar en tono preocupado.

-Hay al menos un Cylon a bordo de Galáctica.

Baltar tragó saliva, intentando parecer tan sorprendido como los demás.

Sin embargo resultaba dificil cuando sus sospechas parecían confirmarse.

¿Un... un Cylon? preguntó entrecortado ¿Quiere decir uno de esos centuriones? Es imposible que se esconda en la nave, ¡son enormes!

Baltar era consciente de lo ridículo de su pregunta, pero no podía decir más. No sin tener que dar unas explicaciones para las que no estaba preparado.

Galen se limitó a asentir y responder - Si señor, antes de abandonar el estrado y dirigirse a cumplir las órdenes indicadas. -

Mientras estaba en el estrado Galen no ha parado de darle vueltas al asunto de dónde puede estar el detonador. Si el objetivo de los Cylon es demoralizarles seguramente atacarán a aquello que les mantiene con la moral alta... aquello que les permite luchar por su supervivencia... aquello que constituye el puño de los humanos contra las tostadoras... -¡¡LAS NAVES!!- exclama para sí. Acelera el paso para salir lo antes posible de la sala y avisar a Boomer de que se presente ante el comandante antes dar las instrucciones debidas para que se revise hasta el último hueco de cada nave de combate actualmente en servicio.

Starbuck ni siquiera intentó mostrarse sorprendida. Su modo de mantener fija la mirada en el Comandante Adama dio a leer todo lo que debía dar a los ojos que correspondían. Para los ajenos, no cabía duda que la seca y explosiva mujer se debatía internamente entre dos poderosas fuerzas que le impedían reaccionar, siquiera mover el gesto. Todas aquellas palabras que había puesto sobre la mesa, todos aquellos enfrentamientos, todo lo experimentado y pedido una y otra y otra vez; todo aquello resumido en una simple frase. Una frase que casi sonaba a una traición, aún cuando condecía con sus pensamientos más profundos, muy a pesar de la negación natural que experimentaba hacia la idea de un Cylon que no fuera una tostadora galáctica. Esa negación, ya fuese por su propia ignorancia sobre las técnicas que podía dominar Baltar, ya fuese por su arrogante esperanza que le indicaba que no podían estar tan jodidos, se había venido diluyendo en los últimos días, como si sobre ella un ácido hubiese sido dejado goteando. Con las palabras de Adama, simplemente desapareció.

La reacción de Baltar le pareció antinatural. Si ella misma, siendo quien era, podía sospechar de la posibilidad de que eso fuese cierto, si ese hombre era en verdad un genio no era posible que se sintiese sorprendido. Giró la cabeza y le clavó la mirada, buscando en sus ojos, con uñas y dientes, de forma feroz. Si era cierto que aquel hombre era quien era, y para el Comandante era tan importante que estuviese allí escuchando eso, es que tenía mucho más que decir. Pero se comportaba como un imbécil, tanteando un terreno que ni siquiera debería intentar tantear, ocultando cosas, cuando había tanto en juego. Alguien que podía decir algo, algo de verdad, y que no lo decía. Starbuck dejó que la ira le saliera por los ojos, que quemara al contacto visual, pues su gesto permaneció igual. Habían pasado de la sospecha de una jerarquía menor a una certeza: la guerra había cambiado, radicalmente, y la balanza se había inclinado de forma casi absoluta hacia el lado de los Cylon.

- Ya tenemos la causa por la que dejaron de atacar - dijo, repentinamente - Un Cylon se introdujo en el Galáctica junto con la población civil.

Starbuck se sintió abrumada por el peso de su propia certeza, y reaccionó endureciéndose.

- No importa cómo lograron cambiar de forma: importa si siguen siendo iguales en la forma que tengan ahora - siguió, dirigiéndose a Baltar y luego al Comandante. Dirigió una fugaz mirada hacia Apollo, como al paso - Si se mantienen de la misma manera a pesar del cambio, deberíamos poder rastrearlos utilizando los mismos instrumentos o modos que veníamos utilizando. O los mismos, pero adaptados. ¿Cuál es la estrategia, Comandante?

La noticia fue un jarro de agua fría. Pero no por el hecho de que no esperara que podía haber cylons en la flota, no, eso en parte se estaba empezando a hacer más o menos evidente. Lo realmente sorprendente fue la reacción del Comandante, hasta ahora cauto, reflexivo, sin precipitarse en nada, había dicho fríamente que había un cylon entre nosotros. Eso cambiaba muchas cosas, nuestra futura forma de actuar, las sospechas y reduciría las decisiones estratégicas a un número muy reducido de personal para evitar filtraciones.

-¿Un cylon? ¿y ahora qué hacemos? Encontrar agua es indispensable, pero si no averiguamos pronto quién es el infiltrado o no conseguimos pararle los pies, pueden volver a sabotearnos, y no habríamos hecho nada aunque consiguiéramos agua si no podemos detenerlos.

La Presidenta Roslin meneó la cabeza y suspiró llevándose la mano a los ojos.

-Todos los aquí presentes sabemos que hay Cylons que parecen humanos...- la mirada de Laura se paseó por todos los presentes incluido el doctor Baltar- y sino me fallan los cálculos solo hay dos persons más en la tripulación que lo saben. Para el resto....por mucho que se hayan extendido los rumores son sólo eso, rumores y tienen que seguir siéndolo- al decir esto miró a la teniente Thrace quizás intuyendo la opinión de ésta al respecto o quizás sabiéndolo a ciencia cierta. -Comandante...¿creo recordar que el doctor Cottle había hecho la autopsia del que se hacía llamar Leoben, verdad?- inquirió mirando a éste con la ceja enarcada.

Adama asintió sin dejar de pasearse arriba y abajo de la sala.

-En efecto...las pruebas y test que hizo confirmaron que tanto exterior como interiormente son idénticos a los humanos por lo que es imposible detectarlos como se detectaría a una máquina. Además...por lo que hemos visto hay al menos dos modelos...quién sabe cuántos más habrá- frunció el ceño y puso la típica expresión de alguien que se está comiendo un limón muy ácido. Volviéndose hacia el doctor añadió- Doctor Baltar, creo recordar que se le había encargado diseñar algún tipo de detector cylon así como elaborar una lista de tripulantes con posibilidades de ser agentes cylon ¿tiene algún resultado que mostrarnos?

Te hallabas de pie, apoyado en la transparente barandilla de tu terraza, contemplando las olas iluminadas por el sol del lago que se extendía a tus pies y a los lados. El trino de los pájaros llegaba hasta tí, arrullante y relajante, acunándote con una serena sensación de tranquilidad y relajación. Mientras notabas como el sol del mediodía de caldeaba la espalda y saboreabas el regusto del vino que acabas de tomar de una copa entre tus manos, una voz suave y cadenciosa sonó desde algún punto detrás tuya.

-¿Recuerdas la primera vez que mentiste a una mujer?- pausa- A parte de tu madre, claro...- notaste el asomo de una sonrisa en esas últimas palabras. aA volverte descubriste que Cáprica estaba metida en el yakusi con solo los hombros y la cabeza mojada fuera de él, una nube de espuma rodeando su cuerpo desnudo. Su pelo rubio estaba echado hacia atrás y sus cejas y pestañas brillaban por las gotas de agua. delante de ella, en el borde de la piscina había una toalla roja y una bandeja con una botella de champan, una copa y una montaña de fresas.

Baltar soneía. Le encantaba jugar al despiste con aquellas mentes inferiores, en especial con aquella prepotente teniente. Que piense lo que quiera, pronto la rubita caería rendida a mis pies, es imposible que no desee a alguien con mis cualidades...

Y de pronto, mientras Gaius estaba sumido en sus lujuriosos pensamientos con la teniente Thrace, ella resurgió. En un momento estaba en la reunión más importante de la humanidad, y en otro, se encontraba de nuevo en aquella paradisíaca playita, junto al lago que tantas veces había profanado, y con la misma mujer con la que lo había hecho.

Baltar sonreía. Qué tiempos. Allí hicimos el amor, y allí. Oh, y por supuiesto allí, cómo olvidar ese día...

Ella habló, lo que le sacó de su ensoñación. O quizá le introdujo de lleno en ella, ya no estaba muy seguro de qué era lo real y qué el sueño de los locos.

Sí contestó sonriendo aquella pobre becaria. rememoró Se pasó un mes llamándome, la muy inocente. Pensaba que era el hombre de su vida La sonrisa lacónica de Baltar volvió a aflorar, en tanto él se acercaba a la hermosa mujer rubia de sus sueños, colocandose frente a ella ¿Volverás a desaparecer o esta vez te quedarás conmigo?

Baltar se aflojó la corbata, su mente divagando enfrente de una mujer desnuda en un jakuzzi, mientras su cuerpo debía encontrarse en la reunión. A pesar de todo, un fino hilo de consciencia lo unía a la realidad, lo justo como para no quitarse la ropa delante de aquellas personas.

En su imaginación ¿o tal vez no? Gaius se agachó y tomó un par de copas de champagne, ofreciendo una ya sentado a la belleza acuática.

Con una sensualidad y lentitud que te hipnotizó por completo, Cáprica sonrió tomando la copa que le tendía y bebió un pequeño sorbo antes de volver a ponerla en la bandeja.

- ¿y era bonita?- preguntó mientras sonriendo de forma sesgada se ponía en pie. El agua espumosa resbaló entonces por sus pechos firmes y liso vientre y durante unos segundos solo pudiste contemplar a la diosa del agua que estaba ante tí, cuya piel brillaba dorada por la luz del sol. Inclinando la cabeza a un lado, Cáprica se agachó para coger la toalla roja y tras salir del jacuzzi se la enrolló al cuerpo, hecho que tu consideraste como un delito.

No tan hermosa como tú, querida respondió Gaius tragando el champagne como buenamente pudo.

Los ojos del doctor no podían escapar. La mujer rubia surgió del agua cual sirena, sus pechos húmedos y firmes entonando su propio canto mortal. Baltar sentía cómo sus pasiones más bajas se inflamaban, el deseo lascivo llenaba su mente, apartando casi cualquier otro pensamiento de ella.

Casi sin poder evitarlo, Gaius gimió cuando ella tapó sus encantos con la toalla.

Un silencio espectante reinó en la sala mientras todos los ojos se volvián a mirar al doctor. Sin embargo, éste, en vez de contestar, guardó silencio y parecía tener la mirada como ausente. Abrió la boca varias veces como si fuera a balbucear algo y sus ojos se abrieron pero no con expresión de sobresalto. Parecía...parecía que estaba disfrutando.

Un detector de cylons. Hasta a mí me sorprende esa noticia, un hecho que desconocía y se me había ocultado. Y al parecer no soy el único sorprendido, la sala estaba enmudecida expectante, deseando oír la respuesta del Doctor Baltar.

Pero Baltar era demasiado infantil y teatrero para decir algo claro. Le gustaba ser el centro de atención y alargar las escenas más de lo necesario para que estuviéramos pendientes de él. O eso, o no había avanzado nada en su detector, siendo más un sueño del Doctor que una realidad posible. No importaba cual era la verdadera causa de su silencio, éste se empezaba a poner incómodo y no podía durar más.

- Por favor Doctor, la respuesta a esa pregunta es vital para seguir una investigación y encontrar a posibles infiltrados.

Yo suelo actuar con calma y reflexionar antes de actuar, pero no pensaba mirar más esa cara prepotente esperando a que se dignara a darnos una respuesta clara. La necesitábamos ya.

El Comandante Adama se comía un limón demasiado ácido para su organismo, y Starbuck intentaba tragar algo del tamaño de un ladrillo. Aquella noticia era un piedrazo en toda la cara, y el silencio de Baltar frente a una pregunta tan delicada como la que le habían hecho no hacía más que agregar arena a su garganta. No podía tragar lo que estaba escuchando, y menos de esa manera. Así que luego de tanto insistir y tantas largas, de tanta preocupación, todo ya se sabía, todo ya se había comprobado, y hasta ese cabronazo estaba enterado. Aquello era tan grave que Starbuck no hubiera podido encontrar palabras para decir lo que pensaba, ni aún si se lo hubieran pedido. Pero ello no era el caso, y la única persona que parecía tener algo interesante que decir disfrutaba de la atención como una jodida furcia. La diferencia era que ella merecía respeto, y aquel individuo merecía una golpiza.

Apolo habló antes que Starbuck pudiera hacer algo. Quizás eso era lo mejor que le podía pasar a la reunión: era clavado que si alguien hacía algo fuera de lugar, algo que aquel sujeto no esperara a cambio de sus excelentísimos conocimientos, no sólo tardaría aún más en darlos a conocer si no que lo haría entre una retahila de tonterías hiladas únicamente por la coherencia de una conciencia demente. Podía imaginarse claramente la situación que Baltar gimoteando y poniendo a todos con los pelos de punta, aún más, cuando aparentemente era tan necesario. Era increíble cómo el destino se empeñaba en dar aquellos golpes de puño directo a todas sus caras. El hombre más importante en ese momento en toda la nave era un renombrado imbécil cuyo único interés aparente era el llamar la atención de cuantos pudiera... y socavar la atención que recibía cualquier otro.

Aquella era una charla para diplomáticos. Starbuck no lo era: pero había visto el medio.

- No entiendo por qué tanto silencio - dijo - A menos que sea para anunciar que lo ha logrado fabricar.