Partida Rol por web

Thognar, saco su escudo y hacha de batalla enana en mano, se colocó al frente del grupo, y comenzó a caminar hacia el puente.

Cuando llegaran, teniendo en cuenta las advertencias de Brurhwol, sobre los Kuo-toas, extremaría precauciones y antes de cruzar el puente examinaría su estado, rastros a su alrededor y si se ve movimiento cerca...

Gerald no tenía ni idea de qué eran los kuo toas esos, pero supuso que -con su perra suerte- tarde o temprano tropezarían con ellos, o sea que ya lo descubrirían. Probablemente por las malas.

Gracias por todo, Brurhwol; por la mercancía... y por los consejos.

Ya no quedaba más que emprender el camino hacia la ciudad esa, visitar la posada, preguntar por una mujer encapuchada -como si solo hubiera una-, dar con ella y Acabar con el Gran Mal. Chupao.

Bueno, chicos, adelante. Que el camino no se va a andar solo.

El mago estaba loco, muy loco. Zumbado como una zarihuella dirian algunos, pero era una persona estudiada, y aglo recordaba....

Son humanoides jorobados de piel verdosea que tienen una gran cabeza, ancha como la de una rana, pero con una boca más parecida a lo que sería un pez con dientes. Son anfibios, asi que respiran tanto dentro como fuera del agua, y nadan mejor que andan. Habitan zonas de agua siempre (templada o fría), aunque es más habitual verlos bajo tierra. Fueron creados por los Aboleth, por lo que es probable que hablen ese idioma, aunque algunos hablan Infracomún. Y sabes que resisten muy bien el frío.

Os despedisteis del enano, quien os saludó agitando el brazo mientras os ibais. Enseguida disteis con una carretera adoquinada, emergía desde el enorme túnel que quedaba al oeste y se dirigia hacia el océano y la ciudad al fondo. Agradecisteis poder pisar el adoquin, puesto que el resto del terreno estaba compuesto por piedras rotas y sueltas, arcilla resbaladiza, y cantos que os machacaban los pies a cada paso.

Avanzasteis con rapidez, dejando atrás el cráter por donde habiais venido, el mar se iba haciendo cada vez más inmenso a medida que os aceracabais. La pared a vuestra derecha indicaba que el puente que ibais a cruzar quedaba en un lateral del mar, dirigiendo los pasos directamente a Pedestal. En la parte central del océano, una solitaria isla surgía sobre el cristalino agua a más o menos media milla de distancia, quizás más, brillando ligeramente con una luz azulada de una fuente que era imposible discernir desde aquella distancia.

Un poco más adelante, siguiendo el camino, la costa se abria brevemente hacia vuestra derecha, chocando con la pared a unos 500 o 1000 pies, y hacia la izquierda mucho más, alargando la costa durante millas. El puente que teniais delante también era muy largo y no alcanzabais a ver el final. Arcadas de enormes y masivos bloques de piedra se mezclaban, mucho más adelante, con la esculpida cara sur de la Gran Gruta (la que quedaba a vuestra derecha).

Cuando el enano comerciante les comento que tenían que cruzar un puente, Thognar, nunca se imaginó que sería de estas dimensiones.

- Por el yunque de Torag, nos espera una larga caminata, y me da en la nariz que no será un simple paseo....acto seguido, Thognar comenzó a avanzar por el puente, que bordeaba el gigantesco océano subterráneo, sin prisa, pero sin pausa...

Tienes razón, Thognar, pero todo viaje empieza con un primer paso. Así pues -dijo Gerald, subiéndose la capucha. A Gerald le pareció que aquel momento llamaba para un poco de épica.- ¡vamos a ello! ¡Y que las Fuerzas del Mal teman nuestra llegada!

Dicho esto, empezó a andar con brío hacia el puente. Tampoco es que pudiera caminar muy rápido con su pesada armadura puesta, pero al menos intentaba aparentar cierto ánimo.  Ya habría tiempo de sobra para aburrirse a lo largo del camino: parecía que el viaje hasta Pedestal les iba a tomar unas cuantas jornadas. Gerald empezó a tararear una tonadilla aprendida en sus días de chico de los recados en el templo.

Iomedae es mi pastora, con ella nada me faltará... el cielo y la tierra están llenos de los cadáveres de sus enemigos, hosanna y aleluya...

El grupo continuó por el puente, y de pronto se dieron cuenta de algo. Un poco más adelante, algunas de aquellas masivas rocas que conformaban el puente se habían fragmentado y estaban colocadas torcidas, de tal forma que para pasar de una a otro deberían de dar un salto (seguramente), es decir, aún se podía pasar ya que las esquinas estaban lo suficientemente cerca para que saltaran de una a otra, pero como estaban muy destrozadas deberían de tener cuidado.

El grupo se acercó con cuidado, estaba claro que las piedras que tenían delante eran un poco resbaladizas.

La serena y sombría superficie del Mar Taciturno comenzaron a ondear, y el aire se llenó con el fuerte olor a pescado podrido. Cuatro humanoides, de carne bulbosa y con aletas vestigiales, se arrastraron fuera del agua desde las profundidades del océano. Sus enormes fauces estaban llenas de filas de afilados dientes. 

Thornar, escupio en el suelo y sin moverse, se preparo con su hacha de batalla enana. Aunque parecián feroces y agresivos, prefirio no comenzar el combate, nunca se sabe, quien puede o no ser tu aliado, más en un lugar desconocido como este...

- No queremos problemas, pero si es lo que queréis no dudaremos en cortaros a trocitos...Comento Thornar, preparado para atacar, en caso de que no quisieran dialogar.

-Maese enano, esto no tiene buena pinta. Dijo el mago, que sabía distinguir a un pescado que se come de uno que te come y desde luego por el olor, no deben saber nada bien....Lo mejor es una bola de fuego, ya lo decía mi madre, el pescado mejor a la brasa.

Acto seguido el mago empezó a entonar una tonadilla en una arcana lengua, desconocida por casi todo el mundo, abracadabra, pata de cabra.... y al instante un polvo apareció alrededor de los hombrecillos y los coloreó de purpura.

Les has lanzado... ¿¡purpurina!?

Gerald no creía que lo que estaba viendo.

¿Pero tú has visto sus dientes, hombre de dios? ¿Qué será lo próximo? ¿Confeti y serpentinas? Si lo llego a saber, le compro al enano un pastel de cumpleaños, le ponemos unas velas y ya tenemos una fiesta montada...

Viendo el puente el gnomo se golpeó la cabeza, ante su estupidez. Tenían que haber preguntado cómo un buhonero con un carro de aquellas dimensiones era capaz de llegar a Pedestal si para ello debía atravesar un puente como aquél. O había magia de por medio u otra ruta más sencilla.

En fin, lamentarse ya no servía de nada así que siguió el camino que encabezaba Thognar.

El gnomo casi se chocó contra el enano cuando este se detuvo en seco. Fue entonces cuando vio la amenaza que tenían delante de ellos. Miró a aquellas criaturas con curiosa atención aunque alerta tras la advertencia lanzada por el enano colgando su escudo ligero en su brazo.

Dudaba que los kuo-tas entendieran las palabras del enano, sí la amenaza física, y ninguno de los ocho idiomas que él hablaba le serviría para comunicarse con ellos, así que tendría que improvisar pero solo podría hacerlo tras escucharles hablar, si es que lo hacían.

El bicho que estaba más cerca de Thognar fue a atacarle, sus golpes fallaron pero Thognar lo tomó como una acción hostil y contraatacó con todas sus fuerzas, dejando al bicho moribundo.

El conjuro del mago parecía, efectivamente, purpurina. Pero aunque su intención inicial era otra, la de fulminarles con una bola de fuego, su acción se vió recompensada. Los tres bichejos se llevaron las manos a los ojos. Estaban ciegos por culpa de aquel polvo pegajoso. Y cuando uno de ellos se acercó al enano para pegarle estaba tan torpe que su ataque no fue ni intimidante.

Que me aspen... ha funcionado.

Los cuatro Kuo-Toas apenas se tenían en pie, y Gerald decidió aprovechar la ventaja. Dio un decidido paso adelante, desenvainó a Methuval y se la clavó en uno de aquellos hombres de las profundidades.

¡Alejaos o por Iomedae que feneceréis aquí mismo!