Partida Rol por web

Caminos por decidir [Finalizada]

Epílogo

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07/08/2012, 19:00
Director

Fue confuso, pero lograron salir del pueblo y recorrer varios kilómetros en noche cerrada, nadie mencionó el incidente con Rainer, no hasta que estuvieran a salvo con oro en sus bolsillos y ninguna orden de captura sobre sus cabezas. Conforme se acercaron a los terrenos de Von Drachensturm vieron que algo iba mal, muy mal: la mansión estaba en llamas y del lugar salía a toda velocidad un carruaje negro. El mismo carruaje negro de los sectarios. Isidro lanzó una dura mirada a Johannes y Wolfgang mientras corría gritando el nombre de su señor: debían haber matado a ese hombre, se lo dijo. Si el noble no estaba vivo ninguno cobraría su recompensa, ¡ojalá hubieran cogido todo ese oro! El edificio ardía, no había ni rastro de los guardias ni los perros. Los soldados provinciales cayeron sobre ellos antes de que pudieran reaccionar; armados con alabardas, lanzas y espadas rodearon a los aventureros; huir fue inútil, algunos iban a caballo y rodearon a los aventureros en las inmediaciones de la mansión en llamas.

Apresados. Se les acusaba de un crimen contra el estado: el asesinato de un noble. Hablar de la secta skaven fue un error, pues les acusaron también de prender fuego a una propiedad artesanal. Nadie sabía nada en ese pueblo de niños desaparecidos o de ratas gigantes. Para colmo conforme durante el juicio se presentó un nuevo cargo: el intento de asesinato de un sacerdote de Ulric, un hombre de fe que había intentado detenerles cuando prendieron fuego al taller Rottmeier. No podía testificar, pues tenía un pie en el reino de Morr, pero no hizo falta: unos niños les vieron apuñalarle en varias ocasiones. Lo cual les señalaba a todos como adoradores del Caos. Se llegó a la conclusión de que el noble, un poco loco reconocían las autoridades, había dado con una secta del Caos y los acusados, adoradores y cultistas (típico de la gente de baja cuna) le habían asesinado antes de que les delatara.

Condenados por el asesinato de Von Drachensturm se les sentenció a morir en la horca. No hubo perdón para ellos. Las sogas se anudaron en torno a su cuello y el verdugo les dejó caer al vacío. Nadie les hizo caso. Hasta su última exhalación se defendieron: los skavens, fueron los skavens. Pero nadie les creyó.

Al fin y al cabo, no existen esas cosas llamadas skavens.