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Día del Sol, 8 del Serenith del 4711 AR

El cloqueo de gallinas consiguió desvelar el largo sueño de Desther. En muy poco tiempo, había conseguido dominar diferentes aspectos del don entregado a los mártires, a los inquisidores. Aunque su padre, el viejo Victori, le había comentado que en un elevado porcentaje de ocasiones el final de los elegidos de Pharasma era funesto, la determinación del joven muchacho no se había resentido ni tan siquiera un ápice.

Bajó de la buhardilla en la que se solía encerrar, y cruzó la jamba de la puerta. Seguramente, su padre se encontraría tomando el aire fresco de la mañana, pero el sonido de una conversación le llamó la atención. En el patio del Guardián de Hierro, Victori dialogaba con Ilnar, la madre de Bareth, uno de los muchachos que habitualmente solían jugar en la plaza mayor de la localidad. El anciano notó la presencia de su hijo, a lo que dijo:

- ¡¡Desther!! Me alegro que hayas despertado. Ilnar ha acudido hasta aquí para comentar que Bereth no ha echo noche en casa...- con cara extrañada .

El largo sueño de aquella noche no había sido tranquilo para Desther, sus inicios en la senda del inquisidor y la expedición con los Vengadores de Pharasma habían escrito un punto y aparte en la hasta ahora sosegada vida del joven Redge. Se sentía motivado ante su nueva dedicación a la vez que temeroso de no llegar a dar la talla.

Cuando bajó al patio del "Guardian de Hierro" su padre le reclamó, a lo que se acercó y le escuchó atentamente mientras miraba con curiosidad a Ilnar, vecina de Ravengro

- Bereth, ese chico... - dijo con serenidad posando una mano tranquilizadora sobre el hombro de Illnar - ¿Cuándo y dónde se le vio por última vez? Tal vez se haya perdido por algún camino.-

Un leve escalofrío recorrió el cuerpo de Desther cuando un pensamiento cruzó su mente. Han pasado cosas extrañas últimamente en la aldea, solo espero que el pequeño Bereth no se haya visto involucrado...

La mujer miró al joven inquisidor. Su rostro quebrado por el dolor y el nerviosismo era patente. Intentó tomar algo de aire con un largo suspiro, mientras se entrecortaba por el llanto contenido.

- No sé dónde puede haber ido... no sé... - balbuceaba apenada la mujer, mientras Victori ponía una mano compasiva sobre su hombro. - Le gusta mucho acercarse al río. Le gusta cazar ranas... Le gusta cazar ranas cerca del Memorial Hawkran- convino la madre desesperada.

-Ya veo... cerca del río. Tal vez en la caza de alguna de esas ranas se haya desviado un poco y no sepa volver a casa... ¡No temas Illnar, iré a buscarle!- dijo con tono decidido, esperando infundir esperanzas en la desolada madre.

Luego se acercó a su anciano padre, Victori, y lo llevo a un lado para murmurarle algo - Padre... iré a ver que encuentro. Intenta calmar a Illnar. Os informaré tan pronto como sepa que ha sido de ese chico. Rezo a Pharasma para que tan solo se encuentre perdido.-

Acto seguido Desther entró en la herrería y unos cuantos minutos después salió ataviado con su armadura, capa de abrigo y alabarda, dispuesto a emprender la busqueda de Bereth con un agrío sentimiento de temor acerca del destino de este.

Desther salió apresuradamente de la herrería con cierto malestar en su fuero interno. No sabía cómo explicarlo, pero estba convencido de que a Bereth le había sucedido algo. Durante unos segundos, quiso creer que el muchcho tal vez se había adentrado demasiado en las tierras más allá del río. Tal vez, se había quedado rezagado en el pantano, aunque algo en su instinto le decía que había algo extraño en todo este tema.

No tardó mucho en llegar a la linde por donde discurría el río, y sin perder un segundo, siguió su trazado intentando llegar con premura hasta el punto donde se hallaba el Memorial Hawkran. Una vez allí, no halló rastro del muchacho. Únicamente, la estatua y un macabro detalle escrito en sangre sobre ella...

VES...

¿Tres letras?¿Una palabra?... ¿Qué siginificado encerraban tales trazos de sangre escritos sobre la estatua?...

El ánimo de encontrar a Bereth extraviado fue decayendo en Desther a medida que avanzaba junto al curso del río. Una vez llegó al Memorial Hawkran observó con serenidad y atención aquel escrito ensangrentado. ¿Qué significa esto? ¿Tendrá que ver con la desaparición del pequeño Bereth? pensó el joven inquisidor.

Desther se acercó cautelosamente al monumento. Examino el escrito con atención para determinar si la sangre estaba fresca y por lo tanto si había sido realizado recientemente. También buscó algún otro rastro de pisadas o de más sangre alrededor que le condujera al posible causante de aquello.

Después de no haber logrado hallar ningún rastro y de tampoco llegar a entender el significado de la inscripción, Desther no desistió en la busqueda de Bereth. Decidió dar una vuelta por la zona en busca de algo más por lo que se acercó hasta el mismo pantano donde desembocaba el río.

Con todos estos extraños sucesos, ¿tendrá que ver algo la Senda Susurrante, los más antiguos enemigos de mi familia, con la desaparición del niño? pensó el inquisidor.

En caso que no encontrara nada en el pantano, Desther decidió que volvería a la herrería tomando el camino que pasa por medio de Ravengro. Tal vez alguno de aquellos taciturnos aldeanos sabia algo o había visto a Bereth.

El joven inquisidor decidió internarse en la espesura. Era peligroso, eso ya lo sabía, pero el deseo de hallar al desaparecido chaval, le llevó a tomar la decisión, que tal vez, era sin duda la más arriesgada. Cruzó el río por un vado que el alguacil Caeller le había enseñado, y se adentró en las traicioneras balsas pantanosas, en busca de pistas para poder continuar sus pesquisas.

El lugar era bastante lúgubre y húmedo. Además el sol, se alzaba el día de hoy radiante, con lo que hacía que la temperatura aumentara e hiciera más engorroso si cabe, caminar por los lodazales que circundaban Ravengro. Por unos instantes, le vinieron a la cabeza historias de luces danzantes, capaces de captar la atención de los imprudentes que se envalentonaban a cruzar el pantano, pero no tardó en apartar tales idead de su mente.

Tras un buen rato transitando por los mojados caminos, algo llamó la atención de Desther. En un resguardado claro de tierra yerma y seca, encontró una tela destripada y ensangrentada... No tenía ningún tipo de duda... Esa camisa de tela gruesa pertenecía a un chaval...

Desther examinó con atención la pieza de ropa.

El joven inquisidor revisaba el trozo de ropa encontrado cuando un potente zumbido lo sacó de sus conjeturas. Oteó a un lado y otro, y su sorpresa fue enorme al ver como un pequeño enjambre de estirges se dirigían en su dirección. Para Desther, estas alimañas no eran desconocidas. Había escuchado muchas cosas de labios del alguacil Caeller, sobre estos parasitarios insectos, y si algo tenía claro es de que eran unas criaturas verdaderamente peligrosas...

Por suerte para él, se hallaban a suficiente distancia para que no lo hubieran detectado. Se antojada de rigor discernir con rapidez el próximo paso a seguir...

El joven inquisidor se sobresaltó al oir aquel horrible zumbido que se acercaba a su posición ¡Estirges!. Desther se guardó el trozo de tela en su bolsa de viaje, sujetó fuertemente su alabarda y salió disparado en dirección contraria a las estirges que se acercaban, esperando encontrar una roca u otro elemento donde pudiera esconderse y observar el movimiento de las criaturas de lejos y sin ser visto.

No sé si podré enfrentarme solo a tres de esas criaturas. Necesitaré la ayuda de los vengadores de Pharasma si quiero avanzar por aquí en la busqueda del Bereth... o lo que quedé de él. Pensó con tristeza el joven inquisidor, que ya daba por hecho que ante tal enjambre su cometido sería salvar los restos del niño para entregarlo a los brazos de la Dama de las tumbas.

Las criaturas prosiguieron su vuelo acercándose peligrosamente a la posición del inquisidor. Seguramente habrían notado el rastro oloroso de Desther, y eso las había atraido  hasta el lugar. Pasaron un rato sobrevolando el lugar, pendientes de hallar alguna víctima que drenar del cálido humor sanguíneo...

Desther, oculto tras una piedra, observó con cautela las estirges y como se iban acercando a su posición. Aunque trató de hacer el mínimo ruido estaba convencido que no lograría permanecer oculto mucho más, así pues aferró con firmeza su alabarda y esperó a la reacción de aquellas criaturas aladas. Si estas se acercaban más estaba dispuesto a cargar contra ellas des de aquella pequeña colina en la que se encontraba.

Desther marró en su intento de permanecer guarecido tras las rocas del lugar. Por unos segundos deseó ser algo más hábil en dicha disciplina, pero no era el momento adecuado para lamentarse. Un par de esas criaturas de largos aguijones, detectaron su presencia y no tardaron en acercarse hasta el solitario inquisidor, con muy malas intenciones...

Desther observó aterrado como las estirges habían detectado su presencia y se acercaban a su posición. Fue entonces cuando se dió cuenta de su error en haberse ensimismado con aquellas criaturas, tenía que haber huido de allí antes.

Ahora las cosas se habían complicado para el joven inquisidor, pero este aún confiaba en poder escapar de las criaturas lo antes posible y de una sola pieza.

Las dos criaturas que detectaron al joven inquisidor, batieron sus alas similares a las de un murciélago, recorriendo una larga distancia sin oposición. Estaban dispuestas a llegar hasta donde fuera para chuparle la sangre al poco afortunado Desther. Una vez junto a él, comenzaron a sobrevolarle desde varios puntos, intentando hincar su prosbocis afilada en la carne del muchacho...

La situación adquiría un cáliz cada vez más tenso, dos de aquellas aladas monstruosidades volaron directas hacía Desther dispuestas a atacarle. Era evidente que la situación de peligro en la que el joven inquisidor se encontraba requeriría de una reacción rápida.

- ¡Pharasma, protégeme por favor! dijo el desesperado inquisidor cuando echó a correr con todas sus fuerzas en sentido contrario a donde se habían aproximado las estirges con el fin de que le perdieran de vista y pudiese llegar a Ravengro, dónde no dudaría en recurrir a sus nuevos amigos, los vengadores de Pharasma, para proseguir con la búsqueda de Bereth.

El joven inquisidor, superado por lo que podía ser un combate letal, decidió huir como alma que lleva Asmodeus. Realizó una periciosa maniobra, que le permitió darse la vuelta en un corta fracción de segundo, pero descuidó uno de sus flancos con dicho movimiento, permitiendo que una de esas alimañas le acertara con su afilado aguijón. A pesar de eso, el muchacho continuó con su carrera en busca de ayuda, aunque notaba cierto peso, sobre uno de sus hombros, al tiempo que un líquido cálido regalimaba por su antebrazo.

Desther corrió desesperado por conservar su vida. Por unos minutos, pensó que había conseguido escapar de las estirges, pero lejos de eso, notó como su vitalidad se escurría cual el agua de una cascada. Así es como cayó en la cuenta del  peso que se posaba sobre su hombro izquierdo. La criatura que le clavó la prosbocis, se había anclado con sus patas a su piel, y succionaba con fuerza parte de la sangre del inquisidor.

Tenía que pensar algo rápido...