Partida Rol por web

Sin pensarlo dos veces Kormack, Ogna, Traishor, la burra Dientes y el lobo abandonaron el tor que había servido como tumba durante incontables años al antiguo rey osgo. Ya habían tenido demasiadas experiencias en peligrosos subterráneos como para querer pasar un rato más de lo necesario en ellos. Cuando Zanc distinguió a sus compañeros al otro lado de la formación rocosa les indicó la dirección hacia donde emprenderían el rumbo, la ciudad de Cherrybroof, hogar de su difunto compañero Spujnur. El gnomo descendió la escarpada pared y se reunió con sus compañeros disfrutando de su nueva adquisición, la pequeña daga que serviría de espada corta a alguien de su tamaño. Todo había salido a pedir de boca.

Los cuatro caminaban orgullosos y sonrientes por haber salido indemnes de semejante situación; sobretodo teniendo en cuenta las vivencias que habían sufrido hacía escasos días donde habían perdido a amigos y familiares. Las canciones de Ogna hacían más ameno el caminar y sin haber repetido ninguna canción de su amplio repertorio llegaron hasta el gran monumento de las tres razas, llamado así por el antiguo pacto entre elfos, humanos y enanos que limpió estas tierras de tribus de orcos y goblins. A esas alturas, miles de improvisados compañeros de viaje se habían unido a su grupo. Una nube de moscas rodeaba a Dientes, y más concretamente al enorme saco de seda que contenía el cadáver del misterioso mediano. Su hedor se hacía más y más perceptible a medida que el sol calentaba el capullo. Algunas veces incluso, debido al traqueteo del cuerpo sobre el lomo de Dientes, extraños sonidos semejantes a flatulencias surgían de él, y su olor no hay que decir que superaba con creces el olor de Kormack después de una opulenta cena a base de fréjoles.

Dejando atrás las gigantescas espadas de piedra tomaron lo que supusieron era La Vieja Carretera, un amplio, largo y embarrado camino que a cada metro que se avanzaba a su través hacía preguntarse a uno quién era el gracioso que había dado a esta senda de cabras el apelativo de carretera. Poco a poco y paso a paso, con un tomo de barro en las suelas de las botas que permitía a Zanc presumir de altura, las casas de la pequeña villa de Oaksville aparecieron ante sus cansados ojos. La pequeña villa era una congregación de medio centenar de casas que crecía en torno a una plaza cuadrada que poseía el único pozo en kilómetros a la redonda. La población poseía en la parte sur de la misma una empalizada defensiva con varias torres de vigilancia que controlaban el acceso desde las llanuras que se extendían más allá. Ninguno de ellos había estado aquí con anterioridad y ahora sin la presencia del explorador semielfo estaban a ciegas en lo a información de la zona se refería.

Ante ellos se abrían nuevos horizontes y nuevos retos de los que obtener riquezas, cosa que hacía fantasear al enano mientras caminaba al frente de la formación hacia la muralla de madera. Probablemente tendrían que descansar en la villa si no querían pasar otra noche al raso, cosa que con este clima no era muy aconsejable visto lo visto. Puede que en ella hallaran alguna pista sobre su descompuesto y apestoso compañero. La corazonada de que su cadáver podría reportar beneficios no iba desencaminada pero las cosas no iban a ser tan fáciles como se esperaban en un principio...

Faltan pocas horas para que se ponga el sol con lo que llegar a Cherrybroof antes de que anochezca es imposible. 
En la entrada sur de la villa se puede ver una gran puerta de madera que en estos momentos aún permanece abierta. Está flanqueada por dos torres de piedra que sobresalen por encima de la empalizada de madera al menos 20 pies. La muralla se eleva hasta los 18 pies de altura (3 metros) y está formada por troncos de pinos enteros uno al lado de otro. Sobre la muralla pueden distinguirse las siluetas de al menos dos guardias que portan lanzas y que al veros acercándose han detenido su patrullar. En la misma puerta otros dos guardias impiden el acceso al interior de la villa cruzando sus lanzas mientras aguardan vuestra llegada.

El viaje hubiera sido hasta agradable si no hubiera sido por el apestoso hedor que desprendía el cuerpo. Ogna se hacía la loca, como si la idea no hubiera sido suya y fuera cosa del enano, así que le lanzaba miradas cargadas de reproche.

Menos mal que en su amplio repertorio de curiosas historias y anécdotas había muchas sobre damiselas cuyo sedoso pelo olía a rosas, eunucos de piel suave y perfumada*, y nobles tan honorables que sus excrementos eran inodoros. Todo ello con el fin de que sus compañeros no la recriminaran la idea de llevarse el cuerpo del mediano. Ella había pensado que metido en el capullo  estaría tan mono e inofensivo como cuando lo habían encontrado.

- Lo malo de las moscas, y ls verdes son las peores las muy guarras, es que te introducen los huevos bajo la piel y luego eclosio...- Se llevó la mano a la boca. No podía permitirse contar sus macabras historias que tanto le gustaban porque asustaban al rudo enano. La verdad es que también gustaban de copular frenéticamente cobijadas en vello espeso, como el de las barbas de los enanos. Ogna daba gracias a los dioses por tener el pelo ralo.- No, no, no. Vamos Dientes, dales con la cola que para eso la tienes.

La ausencia del explorador era un problema, pero al menos se dirigían a un lugar civilizado, aunque fuera un pueblucho. 

- Oaksville ...- Decía de vez en cuando mientras caminaba con las botas embarradas. Trataba de recordar alguna historia en particular sobre aquel asentamiento. Quizás en todos los libros que había leido hubiera alguna referencia al pueblo. ¿encontrarían allí al notario?

En cuanto vio la muralla y la presencia de guardias la joven muchacha correteó para ponerse en primera posición. Al pasar junto a los demás les advirtió.

- Dejadme hablar a mí.- Dejó las riendas de Dientes al druida.- No te acerques mucho hasta que nos dejen pasar.-No tardó mucho en llegar hasta los soldados que custodiaban la puerta. - Alabados sean los dioses. Por fin llegamos a Oaksville.- A todo el mundo le gustaba que la gente conociera la ciudad donde vivían. Les hacía parecer importantes. Si Ogna viviera allí se ahorcaría.- La muralla es aún más impresionante de lo que nos habían dicho y, fijaos chicos...- Miró atrás a sus compañeros haciendo un ostentoso gesto con la mano en señal de admiración por lo que veía.- Guauuuu, estos os dan una paliza con poco que se esfuercen jeje. Somos aventureros que llegamos cansados y desearíamos pasar la noche en esta maravillosa villa. Hemos sufrido algunas pérdidas y nos gustaría recomponer tanto nuestros cuerpos como nuestras mentes. 

El enano recibía las miradas de Ogna confuso. ¿Carrrajo mirrrarrrá? - Y alguna vez se metió la mano en la boca para cerciorarse de que no tenía comida. Apunto estuvo de tirarle una de las ratas, pero prefirió rascarse la cabezota. Finalmente habló y la expresión del enano fue clara. Sacó las ratas y las tiró al campo. Ale, ya no tengo apetito! Esperrro estés contenta... - decía enfurruñado. No había cosa peor que alguien que le quitase el apetito. Pero ahí no acababa la cosa, la mujerzuela se pasó todo el viaje diciendo - Oaskville...Oaksville... grrr! - la imitaba Kormack que veía su forma sociable de ser cordial y amigable ennegrecerse con aquel ser insípido y taciturno. Finalmente cuando llegaron Kormack soñaba con una jarra de cerveza, pero nuevamente Ogna en su afán de protagonismo empezó a hablar. El enano agarrando a la burra no cesó en su avance y apartó a la chica con un leve empujón. ​Que me impidan ientrar... - dijo casi para Ogna y siguió hasta la puerta, hasta arrimarse a una de las lanzas lo suficientemente cerca para que tocase su cuello.
Y bien, ¿Cuánto cobrrrra por iafeitado? JUA JA JA JA... - Estalló en una sonora risa. Se alejó un poco de la lanza y con el dedo en la punta intentó acompañar sutilmente la lanza para que la bajase un poco ​- O eso o baja esta lanza... No vamos a lucharr. Sólo quierrro beberrr cerrrveza. ¿Tenéis cerrrveza? - Preguntó con una el ceño fruncido - Esperrro que sí, si no me irrré de aquí...

Los dos hombres recibieron a la muchacha con una gran sonrisa y henchidos de orgullo debido a los halagos hacia su pueblo. Las miradas de ambos se cruzaron y con un leve asentimiento retiraron la alabardas para dejar pasar al grupo. Sed bienvenidos a Oak... - Decía el más mayor de los soldados cuando la llegada del enano lo hizo detenerse al instante. El movimiento de las aletas nasales era tan evidente que incluso Zanc, varios pasos atrás, pudo ver como olfateaban el aire. Sus rostros se contrajeron de repulsión. Todo el mundo sabía que algunos enanos rehuían el baño como un gato escaldado huye del agua fría, pero aquello era demasiado. Su postura torno más seria y tensa ante la broma del enano y su intento de tocar la punta de la alabarda; pero tras su declaración de intenciones y cuando su estruendosa risa despertó y espantó a los pájaros que se habían posado en los árboles cercanos para dormir, ambos soldados y los de las murallas se relajaron lo suficiente como para no resultar amenazantes.

El más joven de ellos asintió con bruscos movimientos de cabeza ante la pregunta sobre si en la villa existía alguna taberna que pudiese proporcionarles cerveza. No abrió la boca temeroso de que si la abría el desayuno, la comida y puede que su estómago huyesen a través de ella. Su compañero, más acostumbrado a aquellos olores de descomposición, preguntó al enano y a la muchacha. ¿Alguna mercancía que declarar? - Puede  que la pregunta se debiese a que las mercancías dedicadas al comercio tuviesen que pagar un portazgo al entrar en la ciudad. Mientras aguardaba la respuesta de una bolsa que pendía de su cinto extrajo cuatro cintas rojas de tela. Por favor, utilícenlas para atar sus empuñaduras a los cintos de sus armas. Está prohibido desenfundar armas en el interior de la ciudad. - Pidió amablemente mientras alcanzaba las tiras a la muchacha. Parece ser que hoy es el día de los aventureros... - Susurró para su compañero aunque sin tratar de ocultarlo en absoluto ante los recién llegados.

Por cierto, qué demonios traen ahí que huele tan sumamente mal. ¿Es alguno de sus compañeros caídos? - Preguntó al fin el más joven cuando reunió el suficiente valor para preguntar.

Ahora sí, el enano encontró útil a la mujercilla. Diles, diles que hay ahí... Zanc y yo vamos adelantándonos. ¿Vienes TRraishorrr? ¡Vamos a por cerrrrveza! decía cogiendo a Zanc por el brazo... Todo enano necesitaba acompañante para beber, ¿o quien escucharía sus historias o vería lo grandes bebedores que son? Se rascaba el culo... ¡Ganas de quitarrrrse la arrrmadurrra! ¡VAMOS TRRRRAISHORRRR! Se nos queda dorrrmido, eh? JUA JA JA JA! 

Por fin consiguieron escapar de aquella cueva que al entrar le había dado tanto miedo al druida ya que vio como eran sus compañeros y temió de no poder volver a salir. Estaban caminando hacia un pueblo que se llamaba Oaksville, parecía un buen sitio para quedarse y al druida le daba un poco igual mientras se deshiciesen de aquel cadáver que ya empezaba a oler más y más mientras más tiempo estaba expuesto al aire libre.

Esta Ogna... como se le ha ocurrido llevarnos un cuerpo que estaba dentro de una araña, encima se cree que nos van a dar algo por encontrarle sólo porque sea notario. Aunque me hizo mucha gracia cuando después nombró a su familia diciendo que en su casa nunca se tiraba nada, ¿Acaso se iba a comer al cadáver? - Sonrió mientras pensaba en aquella posible situación mientras iban llegando a Oaksville. A ver si piensa ya tirar al cadáver porque esto huele un poco mal.

Llegamos a Oaksville y Ogna se quiso convertir en la líder del equipo cuando se adelanto para hablar con el guardia. El guardia estaba haciendo las típicas preguntas que se solía hacer cuando llegaban unos guerreros de las afueras. Hasta que se dio cuenta que había un cadáver ya que se notaba que el olor provenía de él. Kormack prefirió irse a beber y llevándose al gnomo le pregunto al druida si le acompañaba.

Claro, me encantaría. Bueno Ogna - Se giró hacia ella. Te vamos a dejar haciendo los tramites mientras nosotros damos una vuelta por el pueblo. Acercándose a sus compañeros para adentrarse al pueblo hizo un gesto al lobo para que le acompañara.

Y el enano se fue con sus compañeros enganchando al gnomo por la cabeza con sus fuertes brazos, y bueno a Traishor no llegaba, pero lo enganchó igualmente mientras los zarandeaba y cantaba una cancion de su pueblo. La que cantaba con su difunto hermano. Y ahora que todo había pasado y quería beber una cerveza fue cuando le entro la melancolía y la tristeza. YYYYYYYYYYYYY OTRRRRRRA CERRRRVEZA QUE ESTE ENANO DE BEBERRRA YYYYYY YA VAN TRIES CERVEZAS QUE ESTE ENANO MEARRAAAAAAAAA. YYYYYYYYY OTRA CERVEZA QUE ESTE ENANO SE TOMARRERAAAA YYYYYY YA SERRAN CUATROO LA CERRRRRVEZAS QUE MEARRRAAAAAAA... gritaba a pleno pulmón sin importarle la vida tranquila de aquel apacible pueblo. La discreción y el sigilo era cosa para "elfos" como el mismo enano diría...

Ogna elevó los ojos al cielo al ver las tonterías de sus compañeros y cómo la dejaban allí sola para dar todas las explicaciones.

- Es un pobre mediano. Falleció víctima del insaciable apetito de una Reina Araña a la cual di muerte con este mismo estoque- Dijo con orgullo al guardia de la puerta mientras ataba la cinta alrededor de la empuñadura.Derechos de jactancia se decía entre los bardos otros simplemente lo llamaban fanfarronear.- Esperábamos encontrar un lugar donde enterrarlo dignamente, alejado de la apestosa guarida de esos arácnidos. No quería que se comieran su cuerpo hasta no dejar más que los huesos, ¿sabes?- Se quedó un segundo pensativa antes de continuar.- Dígame, buen hombre, hay algún lugar donde podamos darle sepultura en el que sus familiares puedan venir a visitarlo tranquilamente?

Zanc intentaba limpierse el barro de las botas mientras Ogna hablaba con los guardias, seguro que tenía un gran carisma y embelesaba a los guardias al igual que hacía con ellos cuando cantaba o contaba sus historias, el pequeño Gnomo se había sentado en el piso y quitado una de las botas mientras la golpeaba contra el piso buscando eliminar los últimos residuos de barro que impregnaban la suela, por el rabillo del ojo presencio el bochornoso acto de Kormack, desaprobando su actitud con un gesto de negación con la cabeza y disimulando una risita burlona en su rostro... -Definitivamente no tienes remedio Kormack, Jejejeje, deja hablar a Ogn.....- Cuando terminaba la frase y se terminaba de acomodar la bota, fue interrumpido por el fornido brazo del enano que dejó peligrosamente la cara del Gnomo cerca de la apestosa axila del guerrero....-Ahhhhh!, suéltame!!!, QUE APESTOSO!!!, necesitas un baño urgentemente! creo que no lo soport....- nuevamente su frase fue interrumpida, pero esta vez el olor del enano había provocado que el pobre Gnomo perdiera el conocimiento... Así, durante el resto del trayecto, Kormack arrastró a Zanc hasta la taberna mas cercana, al menos no estaba consiente cuando Kormack empezó con sus canturreteos infernales.

Cuando estaba por llegar a la taberna, el pequeño Zanc recobró el conocimiento y como pudo se liberó de las ataduras del enano... -No vuelvas a hacer eso!!!, CREI QUE MORIRÍA!!!- Exclamaba con desespero mientras resoplaba agitadamente buscando recobrar el aliento.

Después de unos segundos se incorporó y observó a su alrededor, ¿por donde comenzaría a averiguar acerca de este tal "notario"?, ya habría tiempo para eso después, por ahora una cerveza no sonaba nada, pero nada mal, así que sin más, afianzó sus pantalones y sopesó sus armas, las cuales ahora portaban un listón... ya se enteraría después que eran normas de la guardia local y que en el lugar estaba prohibido desenfundar sus armas. Con nuevos alientos ingresó a la taberna mientras buscaba un lugar adecuado para sentarse... -Venga!, no os quedéis rezagados... esa cerveza me caería como anillo al dedo!- Indicó a sus compañeros mientras saludaba con un gesto de cabeza a los demás inquilinos de la taberna y observaba con disimulo si había alguien que portara finos trajes o joyas, al igual que el difunto mediano aparentaba portar en su tiempo.

Los guardias se abrieron a un lado ante el paso impetuoso del enano y sus dos compañeros. Para los guardias fue un alivio que se fuera ya que con sus movimientos y su conversación los estaba poniendo nerviosos. Faltaba poco para cerrar las puertas de la ciudad y no tenían intención alguna de tener que pasar allí más tiempo del necesario. 

Vaya muchacha, quien lo diría. Se ve que eras muy valiente. - Felicitó el guardia más mayor a Ogna sin salir de su asombro por la historia que contaba la muchacha. Tus actos te honran y has obrado muy bien. - Se giró a continuación para señalar con el dedo hacia la parte oeste del pueblo. - Tenemos un cementerio en el que podréis dar sepultura al cuerpo. Por favor, no os demoréis ya que de lo contrario podría desatar alguna epidemia o algo parecido. - Concluyó al fin mientras echaba un vistazo al capullo y se tapaba nariz y boca con la manga de la camisa. Acto seguido hizo un gesto con la cabeza indicando que Ogna podía pasar.

Cuando la muchacha consiguió entrar en la ciudad sus tres compañeros corrían calle arriba para posteriormente desaparecer a través del quicio de una puerta de madera desde la cual llegaban el sonido inconfundible de canciones y conversaciones animadas.  Tras ellos varios parroquianos asomados a las ventanas de sus casas escrutaban la calle en busca de aquel borracho que había pasado por allí gritando y cantando. Inevitablemente sus malhumorados rostros acababan centrándose en Ogna y su mula mientras caminaba en pos de sus compañeros.

A medida que se aproximaba a la taberna la muchacha pudo distinguir sobre la puerta un letrero de madera en el que aparecía un cerdo mamando de una cabra. En él podía leerse "El lechón lechal". La taberna era una edificación de tres plantas de base construida en piedra y cuyos niveles superiores estaban hechos en madera. Se encontraba situada frente al único pozo de la ciudad; el cual como ya hemos dicho era también el único en kilómetros a la redonda. 

Los pasos de la porta antorchas quedaban silenciados por el sonido de los cascos de Dientes golpeando contra el suelo empedrado a medida que recorrían las silenciosas calles. Éstas presentaba grandes charlos de agua, testigos mudos de la última tormenta la cual había acabado con la vida del explorador del grupo. 

Con una enigmática sonrisa Ogna, la porta-antorchas, se despidió de los guardias. Observó con una mirada cargada de malicia a sus compañeros que se iban a beber dejándole cargar con el muerto. Mientras disolvía el barro de sus botas en los charcos pensaba en sus cosas.

De buena eres tonta, Ogna. Si ya lo sabes.

Dejó que disfrutaran con la bebida y azuzó  a su fiel Dientes para que la siguiera hacia el cementerio a paso rápido.

- Te has ganado un merecido descanso, Dientes. Sólo hace falta un esfuerzo más.- Por las indicaciones del bello guardia parecía que no tenía pérdida.

La sombría figura recorría las lápidas en el más absoluto silencio. No era porque así lo desease si no porque era algo intrínseco en su ser. Losse leía en voz baja los nombres escritos en las lápidas deseando no encontrar en ellas el nombre de su antiguo amigo Spujnur. Las últimas noticias que tuvo del explorador semielfo fueron que buscaba un grupo de aventureros para explorar unas ruinas de las que había conseguido un mapa, el famoso complejo de Harrum-Zhasal. La promesa de tesoros no era algo que hiciese saltar de emoción al corazón de Losse pero hubiese acompañado a su amigo de no ser porque en esos momentos el elfo seguía una pista que parecía fiable acerca de aquellos misteriosos hombres que vestían capas amarillas. Lástima que al final aquella pista quedase en nada; y no sólo eso, si no que el grupo que acompañaba al elfo cayó víctima de un encuentro fortuito con unas tribu errante de orcos y goblins hacía escasos días. Pocas veces Losse había tenido que correr para salvar su vida pero he aquí que para su dolor tuvo que hacerlo esta vez y dejar a sus compañeros en manos de esas criaturas. Ahora vagaba solo, sin un rumbo fijo; pero el saber que estaba cerca del hogar de su antiguo amigo Spujnur le dio pie a acercarse hasta Cherrybroof para saludarlo. Al comprobar que no se encontraba en su casa imaginó que había encontrado a un grupo de aventureros para buscar las antiguas ruinas. Preguntando el el pueblo le indicaron que hacía un mes que había partido hacia el sur, hacia Valigar, con lo que perfectamente podría haber pasado por Oaksville, donde ahora se encontraba.

Cuando ya había desistido de buscar a su amigo unos pasos sacaron al elfo de sus meditaciones. Al girarse para comprobar quien podría acercarse hasta el cementerio a justo antes del anochecer se sorprendió al ver a una muchacha pálida que tiraba de las riendas de una mula.

Mula y muchacha llegaron hasta el cementerio cuando los últimos rayos de luz abandonaban el pueblo. Buscó un lugar donde poder enterrar el cuerpo del mediano cuando un movimiento entre unas lápidas le hizo ponerse en guardia. Una estilizada y silenciosa figura se movía de tumba en tumba como un ánima observando los nombres de aquellos que yacían allí enterrados. Para sorpresa de Ogna al disintguir las facciones del extraño personaje se trataba de un elfo ataviado con una capa verde y un arco colgado a la espalda.

El golpe de calor que azotó las caras de los tres compañeros fue demoledor y al momento hizo que las mejillas de los tres se enrojeciesen. El interior de la taberna era una algarabía entre gente cantando, gritando y bailando. Todos bebían como si fuese el último día en sus vidas y una nube de humo se acumulaba por encima de las cabezas de los parroquianos. Las miradas que la gente echaba al extraño trío eran fugaces y la mayoría de ellas terminaba en el lobo que seguía a los tres hombres. Pese al ruido y al humo en el interior de ella se respiraba felicidad y la gente brindaba y se abrazaba con evidentes muestras de camaradería. 

Aunque la planta baja estaba construida en piedra, tanto suelo como paredes estaban recubiertos de madera. En las ellas colgaban lámparas de aceite que alumbraban expléndidamente el interior de la estancia. Además de las lámparas las paredes estaban adornadas con cabezas de ciervos, jabalíes e incluso un Oso lechuza. Dos grandes chimeneas en las que ardían grandes troncos de leña calentaban la habitación y probablemente las plantas superiores. En torno a una veintena de mesas con sus correspondientes sillas completaban el mobiliario de la gran habitación desde la que salían varias puertas y dos escaleras que ascendían a las habitaciones superiores.

Losse se hizo a un lado al ver llegar a la joven y lentamente se llevó la mano al pecho. Él sabía lo que era perder a sus seres queridos y no comprendía otra razón que no fuera honrar su memoria para visitar un cementerio.

Losse se inclinó levemente y se dirigió a ella:

- Mis más sentidas condolencias, amiga.