TURNO 4

La esperanza tanto de oficiales como de los aventureros por salir con vida de aquel lóbrego lugar se hizo aún más patente cuando los marineros abordaron el Trueno del Mar con gritos de guerra y con la melodía de fondo de la canción de Ogna. Tanta era la confianza mostrada que alguno de los hombres se lanzaban sin pensárselo al combate. Tal fue el caso del maestro armero Baldtomanne quien tras más de diez años sin verse enfrascado en una lucha cuerpo a cuerpo se atrevió a medir los aceros de igual a igual con el pirata que luchaba contra Kormack. ¡Muere maldito! – Gritó al abalanzarse con la daga por delante para ensartarla entre las costillas del hombre. El pirata no pudo hacer más que abrir la boca en busca de aire y dirigir sus ojos vidriosos al oscuro techo de la caverna antes de caer al suelo sin vida.

Un episodio parecido sucedió pocos metros más atrás. Esta vez Hasain, armado con una ballesta que había recogido de entre las pertenencias de Davros, terminó la tarea que Losse había comenzado. El virote surcó el aire a una velocidad endiablada clavándose en uno de los ojos del pirata cuando éste levantaba su mirada de odio buscando al elfo everlunita.

¡SÍ! ¡JA! ¿HABÉIS VISTO ESO? – Exclamó victorioso levantando el puño en alto para después buscar a sus camaradas. Lamentablemente tan sólo Ogna se encontraba cerca del marinero como para apreciar dicho disparo y ésta, con semblante serio y vista perdida en el infinito, parecía no ser consciente de lo que sucedía a su alrededor.

Con ese último cadáver adornando las viejas tablas de los muelles finalizaba el acoso de los enemigos más cercanos. Aún existía la amenaza en forma de catapulta de la de proa del Skirganden pero al menos ya nadie más se interponía entre los aventureros y el barco que los había traído hasta aquel maldito lugar.

Phernangrim era el segundo de a bordo del Trueno del Mar y la máxima autoridad en el barco debido a la ausencia de Hasler y del difunto Fyumir. Sin vacilar un instante tomó el mando de la nave colocándose allí donde el desaparecido capitán solía hacerlo para tener una panorámica perfecta de la cubierta. Era un hombre de baja estatura pero de cuerpo compacto y fuertes extremidades. Tan moreno de piel que podría hacerse pasar por habitante de las calientes arenas del Anauroch o del desierto de Calisham su origen no obstante se hallaba mucho más al norte, concretamente en el lejano e inhóspito norte, en una región conocida como el Valle del Viento Helado.

¡Señor Ethel'ce! ¡Agarre ese timón huérfano!

¡Anlocen! ¡Aldwen! Acompañad al señor Kliger  a sus aposentos y volved cuanto antes.

Peelisa, Saracler haceos cargo de las balistas de popa y entretened a esos bastardos…¡Que no levanten sus putas cabezas! ¿Entendido?– Gritó de espaldas a los dos oficiales. Éstos, sin cuestionar las órdenes en absoluto, tomaron las escaleras del alcázar que llevaban al puente de toldilla para hacerse cargo de las dos balistas.

¡Atentos el resto! - Tomó aire. - No tenemos tiempo que perder…  - Se dijo entre dientes.

¡DESPLEGAD LA MAYOR! ¡ABAJO ESA VELA DE PROA! ¡IZAD EL GALLARDETE! – Con órdenes precisas el norteño iniciaba los preparativos para hacer que el barco estuviese listo para partir en cuanto el mago estuviese de vuelta.

Ley'char, por favor, hágase cargo de los heridos y póngalos a cubierto. – Ordenó a la curandera del barco. – Peelisan, yo me haré cargo de guiar al señor Ethel'ce, usted acompañe a la señorita Ley'char y ayúdela en todo lo posible.

Una vez tuvo a sus hombres centrados en sus tareas se dirigió al único miembro del grupo de aventureros que se encontraba a bordo en ese momento. ¡Usted señor Kormack! ¿Me harían el favor usted y sus compañeros de comprobar dónde se encuentra el resto de la tripulación? Por mucho que queramos este barco no se moverá con diez personas por mucha experiencia que tengan. - No tenía muy claro si el enano habría entendido su súplica por lo que miró con impaciencia hacia la pasarela en busca de alguno de los otros miembros del grupo.

Allen vio cómo Davros le adelantaba a la carrera para subir al barco y dado el jolgorio que se montó en el Trueno del mar concluyó que los piratas habían sido eliminados.

Las órdenes que, por el momento, el nuevo capitán repartía a los oficiales eran tan precisas como las del propio Hassler, estaba claro que Phernangrim sabía cómo manejar una tripulación a la que conocía bien. Los marinos se afanaban por cumplir lo exigido por el hombre de oscura tez mientras los aventureros se reunían para, como había sugerido Phernangrim, bajar a las bodegas del Trueno del mar en busca del resto de la tripulación.

-Buen trabajo- comentó a sus compañeros, -ahora busquemos a Zanc y liberemos al resto de los marineros para que podamos abandonar esta isla infernal cuanto antes-. El paladín sabía que, por más que quisiera buscar a Hassler, lo más importante ahora era abandonar la Boca de la sirena, recoger a su hermano y volver a Athkatla cuanto antes para informar de los acontecimientos que se avecinaban.

...y no soy una escoba! ¡Yo! ¡Vishna la deseada, espada de reyes y magos! Arrojada al suelo en favor de un mísero y antipático arco... ¿Qué será lo próx...? - Relataba enfadado el estoque parlante hasta que Ogna la recuperó del suelo restableciendo el vínculo mental entre arma y portadora.

¡Oh! ¡Manos-delicadas! ¿Qué sucede? - Preguntó cambiando inmediatamente el tono de sus vibraciones a una forma más solícita y zalamera. ¿Hay algo en lo que la siempre útil y afilada Vishna pueda ayudar?

El alma del diablillo se replegó a un rincón apartado en la mente de Ogna lo suficientemente alejado de los recuerdos de la muchacha como para no sufrir tentaciones de indagar en ellos sin permiso. Desde la última regañina al salir del baluarte de los piratas el diablillo se cuidaba mucho de mostrar su orgullo abiertamente o de hacer algo que pudiese molestar a Ogna. Lo último que quería era acabar con su brillante y pulido filo en el fondo del mar olvidada por todos. Parecía que tras aquella pregunta el estoque iba a volver a uno de esos extraños y escasos silencios mentales, sin embargo no fue así, aunque esta vez fue para bien.

Por cierto Manos-Delicadas, - Añadió con una vibración de baja intensidad para evitar alterar hilo mágico de la canción de Ogna. – no quiero interrumpir. – Silencio – ¡Que me oxide si así lo hago! – Silencio. – ¿Interrumpo? - Silencio – No, yo creo que no. – Vibración. – Sólo… - Silencio.- Quería avisaros de que la comunicación con esa mente inquieta se ha cerrado de repente. – Comentó refiriéndose al hechizo que permitía la comunicación entre el pícaro y ella.

Losse subió al barco finalmente. Con dos de sus pociones se restableció de las heridas que había sufrido tanto en el muelle como en el barco que incendiaron. Se elevó por la pasarela hasta alcanzar el Trueno del Mar y así establecer un plan. Mientras deliberaban cuales serías sus próximos movimientos, Losse introdujo de nuevo el arco en el brazalete, al igual que uno de sus pergaminos aprovechando el espacio libre que había dejado la daga que entregó al marinero.

- ¿Habéis pensado en algún plan? De momento no sabemos nada de Zanc, pero sería bueno ver donde se encuentra para saber si necesita nuestra ayuda. -

- ¡A las bodegas, rápido, no hay tiempo que perder!- Se dirigió al grupo de aventureros.- ¡Es Zanc!

Ogna se apresuró a guardar su arco y empuñar a Vishna cuando con preocupación escuchó su molesta vocecilla en su cabeza acompañada de las consiguientes vibraciones. 

Sí, yo también lo he notado Vishna. Ahora te necesito más que nunca.

El vínculo con Zanc estaba roto, como le confirmaba su estoque, y eso sólo podía significar que el gnomo había caído. No habían llegado a tiempo. Negaba con la cabeza y los ojos abiertos como platos, incapaz de derramar una lágrima por el que había sido su compañero tanto tiempo. Es verdad que no le consideraba un amigo, pero no quería que esos malditos malnacidos se lo llevaran a la tumba. Se negaba a aceptar que era tan insensible como para no luchar por la vida del gnomo. Mieleri, Gleric, Hasler, Walven, aquello ya se estaba pasando de castaño oscuro. ¿Pero qué podía hacer ella frente a una mole que por seguro sería ese minotauro del que le había informado Zanc? Su poesía cambió de inmediato a una melodiosa cancioncilla, un poco ñoña sí, pero capaz de inspirar a los demás la apremiante sensación de pérdida que sería inminente si sus compañeros no hacían algo por Zanc.

Cielo, espérate,
deja que llegue para besar su frente
y decirle que le quiero por última vez.
 

Morwing corría dirección al barco, cuando de pronto la figura de Davros le adelantó por su derecha corriendo como alma que lleva el diablo. El elfo se miró por unos instantes sus cortas piernas y aunque no era ni mucho menos lento, no pudo evitar sentirse muy inferior, casi como un enclenque, cuando vio como el prominente bárbaro seguía alejándose más y más…

Ya en cubierta, los versos subliminales en el canto de Ogna resultaban preocupantes: el pequeño gnomo se enfrentaba en solitario nada más y nada menos que a un minotauro. El grupo debería acudir presto a su ayuda o la vida de Zanc corría un grave peligro. – Quizá ya sea demasiado tarde…, pensó el hechicero para sí mismo al igual que sus compañeros, dudas que se vieron despejadas cuando Ogna aseguró que el vínculo mágico que le unía a él estaba roto: Zanc había caído.

- El resto de prisioneros se encuentran en las bodegas, contestó Morwing a Phernangrim. – Allí están custodiados por un minotauro, y nuestro compañero Zanc que estaba tratando de liberarlos hace rato que no sabemos de él, continuó dejando una pequeña pausa para que fueran conscientes de la situación. – Nosotros bajaremos ahora, vosotros intentad acabad con aquella maldita catapulta y poned el barco en marcha cuanto antes… si tenéis problemas aquí arriba hacédnoslo saber, sentenció para liego dirigirse nuevamente al mago del Trueno del Mar.

- ¡EHHHHH KLIGER!, le gritó, - Ya que seremos nosotros los que ARRIESGUEMOS las vidas enfrentándonos al minotauro…, quiso hacer hincapié en ese detalle por ácido que fuera el comentario, - … quizá en tus aposentos tengas algo que nos pueda ser de utilidad para enfrentarnos a esa terrible criatura.

Al oír las palabras de Morwing el mago no pudo evitar detenerse. Su semblante serio no dejaba lugar a dudas de los sentimientos que atesoraba en su interior con respecto al hechicero pero aun así asintió animándolo para que los acompañara.

El resto de compañeros se encontraron apiñados en torno a Ogna quien propuso separarse en dos grupos para bajar a las cubiertas inferiores: Davros y Losse tomarían el acceso que cruzaba las tres cubiertas, unas diminutas escaleras de mano que, sin que ambos compañeros lo supiesen, el pícaro Zanc había utilizado antes que ellos para colarse en las bodegas de carga. Mientras, el resto tomaría las escaleras más amplias del centro de la embarcación. Nadie puso objeción alguna al plan propuesto por Ogna mediante gestos, por lo que tan pronto hicieron sus rápidos preparativos, corrieron hacia sus puntos de acceso rodeados por los oficiales que descolgaban cabos, poleas y desplegaban las velas las cuales caían como sábanas inmaculadas desde los altos mástiles.

La cubierta de batalla estaba hecha un completo desastre. Toneladas de mercancías se encontraban repartidas por doquier esperando su turno para ser depositadas en la cubierta inferior. Para cuando el grupo más numeroso llegó hasta allí, los gritos de horror de los marineros fue lo primero que escucharon. Inmediatamente después las siluetas de aquellos hombres, corriendo despavoridos en su dirección seguidos de cerca por algunos piratas, aparecieron como fantasmas en el oscuro interior del barco. Surgiendo desde detrás entró en escena una inmensa mole astada por tanto un gran hacha de guerra. El minotauro era una criatura cincelada en puro músculo de más de ocho pies de altura. Kalat Kassor podría haber parecido mucho más amenazador de haber contado con su orgulloso pelaje asomando desde de las uniones de la armadura pero el reciente incidente con Zanc lo había reducido a la nada; de hecho, aún era apreciable el olor a quemado que desprendía su cuerpo y que se mezclaba con el cargado ambiente del interior.

Davros y Losse se descolgaron por las escaleras cercanas a los aposentos donde el grupo había pasado la mayor parte de tiempo de su travesía a bordo del Trueno del Mar. La escena que se abrió ante a ellos no dejaba lugar a dudas de la situación en la que se encontraban los marineros después de la incursión de Zanc. Mientras el gnomo sorteaba las embestidas de Kalat, éstos habían aprovechado para desatarse y correr en búsqueda de la cubierta superior en donde la supuesta ayuda estaba combatiendo a los piratas. Con lo que no contaban era con que el gnomo cayese víctima del gigantesco minotauro tan rápido y tras ese descalabro volcase la ira por las heridas recibidas contra la tripulación que huía despavorida. Aquello se había convertido en una cacería y los marineros eran las presas. Sin embargo, de entre todo aquel casos, algunos aún mantenían la cabeza fría. Tal era el caso de Ghuelbort, la asesina duergar que había contemplado inmóvil como Zanc era destrozado por un hachazo del monstruo. Ella, al contrario que su descontrolado camarada, prefería atrapar a los marineros puesto que Todler había sido tácito en sus palabras al decir que los quería vivos. En ese momento, cuando la irrupción del bárbaro y del explorador la sorprendió, se encontraba reteniendo a un hombre asustado que se hallaba arrinconado contra la pared.

El enano vio como el viejo armero le mataba al pirata.- ..Otro de esos... aquí no había quien respetase un combate. En fin... No había tiempo para soliloquios pues el segundo  de a bordo se puso a dar órdenes. El enano asintió a su súplica, iba en camino cuando Ogna decía que Zanc necesitaba ayuda y allí fueron todos... Dejarrrme a mi prrrrimerrro. - Dijo palmeando el pecho de Allen. Y allí iba su escudo y su hacha...

TURNO 1

Ghuelbort nunca agradecería lo suficiente al marinero que tenían frente a ella el hecho de que la hubiese avisado de la llegada de los dos aventureros. Fueron sus ojos, reflejos del pánico, los que delataron a Losse y Davros tan pronto entraron en la estancia. La enana duergar, que ya conocía de vista a ambos al haber coincidido con ellos en la Torre de las Drizas aquella maldita noche, no hacía mucho que se encontraba bajo las órdenes de Todler. No pertenecía a ninguna tripulación puesto que ella trabajaba siempre bajo contrato y sólo para realizar tareas muy concretas. Desde su llegada había sido un agente libre con permiso para recorrer la isla en su totalidad. Aquel aciago día en que los aventureros tuvieron su bautismo de sangre en la torre, se encontraba allí como invitada a la cena por el mago Chantalian de Argluna. Ambos se conocían de sus días en los que ayudaban a los Magos Rojos Zhay como agentes encubiertos. Desde entonces habían mantenido el contacto ya que ambos se caían realmente bien mutuamente. Tras la trágica muerte del mago a manos de Morwing la mujer se había visto obligada a buscar otro amigo poderoso y de entre todos eligió a uno de los de más peso, de forma literal, de toda la isla.

Sabía que vendríais hasta aquí hijos de mil padres... - Susurró girándose con un movimiento centelleante. De su cinturón extrajo una pequeña bolsa de cuero que tardó sólo un pestañeo en abandonar su mano para volar en dirección a Davros. La bolsa de mara

A medida que bajaba las escaleras el paladín escuchaba cómo los gritos se hacían más claros, aquel minotuaro debía estar creando el caos sobre la pobre tripulación desarmada.

Las sospechas se confirmaron una vez pisó el suelo de la cubierta inferior y vio a la mole chamuscada con los ojos inyectados en sangre repartiendo mandobles a diestro y siniestro. A la vez observó a dos piratas a su derecha quienes no tardarían en abalanzarse sobre ellos. -Kormack, yo aguantaré contra el minotauro mientras tú te deshaces de aquellos dos, no tardes en venir- concluyó con una sonrisa hacia el enano.

Dio uno pasos hacia el minotauro y, con la rodela y el espadón a modo de escudo espetó, -¿Dónde está el gnomo? Bestia inmunda-. El paldín quedó horrorizado antes la visión de los cuerpos de varios marineros descuartizados seguramente ante la imponente criatura, - Parece que tendré que tener cuidado con este bicho-

Al bajar las escalera lo único que vio (y olió) Ogna fue al minotauro. No le gustaban las cosas grandes pues acababan intimidándola, por eso le gustaban los elfos, tan menudos y delicados. Como casi siempre, al igual que cuando vio al enorme elemental de tierra, o al gargantuesco demonio salido del antiguo templo de Mystra, su primera reacción fue echar a correr, salir por patas, hacia la dirección contraria. Sin embargo, alguien tenía que bajar a las bodegas para ayudar a Zanc, ¿qué habían hecho con el gnomo esos cerdos? Ella podría ser la elegida y así escaparía de aquel campo de batalla. Pero no, cuando miró al otro lado, vio correr a dos compañeros del Trueno del Mar huyendo despavoridos, gritando como damiselas indefensas recordándole inevitablemente a Mieleri. Su corazón palpitó con el orgullo del guerrero y, sin pensarlo demasiado que ella era más una porta-antorchas, salió en su ayuda. 

¡Vishna, prepárate! Esta vez vas a beber sangre humana.

Al cruzarse con los tripulantes del trueno del mar trató de tranquilizarlos con un guiño cómplice del ojo que les decía "dejádmelos a mí". Tenía que hacer un esfuerzo tremendo para mantener la concentración en su sencilla balada a la vez que mantenía la guardia para no ser insertada en los filos de aquellos piratas. Se acercó lentamente a ellos, fintando en algunas ocasiones para tratar de buscar un punto débil en sus defensas. Cuando lo vio no dejó pasar la oportunidad. Vishna, espada de Reyes y poderosos Magos, que no un palo de escoba, era afilada y puntiaguda. Con suma delicadeza, pero fría y dura, se introdujo por el hueco que dejaba la armadura del pirata bajo la axila. Cual vampiro, su estoque mágico lamió la sangre del pobre incauto que, sin lugar a dudas, acabaría muerto por el dúo formado por Manos Delicadas y Vishna. No había sido un gran golpe, sólo un aviso. Les daba la oportunidad de rendirse y salir enteros del Trueno del Mar. Sólo tenían que deponer las armas.