Aquellas bestias ajenas al peligro que se enfrentaban corrieron hacia el enano. Una de ellas se estrelló contra el escudo del enano, lo próximo que encontró fueron dos hachazos que decapitaron su cuello, la cría que lo seguía recibió un horrible golpe en el lomo que lo tumbó rápidamente. -MÁS!- gritó el enano, aún veía como Losse abatía a más y más objetivos. Y una piedra aplastaba a buena parte de aquellos cerditos salvajes. -VENIRRRRRE A PRRRROBARRRME!!!- gritaba el enano intentando atraer al máximo de aquellas bestias.

Harto de esperar a los torpes enemigos,se adentro en la empinada e irregular pendiente frente a él.

Con paso firme se acercó hasta que tuvo al alcance a tres de ellos y, entonces... Nada. Una roca suelta cedió bajo su pie derecho, provocando que su golpe se elevada por encima de la cabeza de su objetivo. - Joderrrr -

La impaciencia se paga, la mala suerte se lo recordaba de nuevo a Davros.

TURNO 4

La algarada levantada en las faldas de la colina por los gritos de los gibados se hacía cada vez más intensa a medida que los aventureros desplegaban su potencial. Flechas y golpes, unidos a grandes despliegues de magia arcana, disminuyeron en gran número a la horda de demonios que se abalanzaba sobre el desperdigado grupo. Sin embargo, y pese a los esfuerzos, los gibados se aproximaban de una forma lenta e inexorable. Fue así como se produjeron los primeros tanteos y encontronazos entre los demonios y los combatientes más adelantados. Jeldrich, Kormack y Davros, este último con peor fortuna, pues uno de los demonios consiguió dibujarle una fina línea de sangre en sus piernas como columnas, establecieron una línea de combate firme contra gran parte de los que descendían por la ladera. Pero no era suficiente. En el camino, justo por donde el grupo había llegado, más gibados comenzaron a moverse a pequeños saltitos en dirección a la retaguardia de los aventureros. Viendo aquello, los guardias de la finca Filguien que estaban cerca de Lord Eradack, decidieron hacer piña en torno a éste. Selpen, aún mareado, se acercó entre tropiezos hasta ellos también.

Nos van a rodear… - Dejó escapar en tono suplicante el semielfo, con los ojos dilatados por los esfuerzos de vomitar.

Con las nubes tóxicas ya disipadas por el viento, Losse volvió a respirar tranquilamente y así pudo advertir a Ogna del peligro al que se exponía adelantándose tanto. - ¡Ogna, vuelve al grupo, aquí podremos defendernos mejor entre todos! - Por su parte, el elfo lanzó un par de flechas más a uno de los gibados dañados por la roca y acabó con su vida. Otra flecha más estaba reservada para una de esas criaturas y, si bien no pudo acabar con su vida, lo dejó tan malherido que cualquiera de los que considerara secundarle acabaría con él.

Mientras tanto, otro paso más hacia atrás volvía a poner un fragmento de tierra más de por medio antes de que llegaran cuerpo a cuerpo, algo que no tardaría demasiado en producirse si continuaban con un avance tan rápido.

Ogna no entendía las advertencias de Losse. Se estaba divirtiendo contra aquellos monstruos que no parecían ser más que la escoria de los demonios. Era como practicar tiro en una diana grande y lenta. Cargó otra flecha y disparó haciendo otra vez que la saeta se clavara en el pecho de uno de los gibados que se tambaleó al recibir el preciso impacto.

- ¡Otro menos!- No les estaban dando ni tiempo a reproducirse. Sí por ella fuera se hubiera quedado allí disparando más flechas pero sentía en el cogote la enfurruñada mirada de Losse que le decía "retroceeeedeeee". Así que se dio la vuelta y se colocó junto a Morwing. Allí se metió los dedos en la boca y pegó un fuerte silbido para que Pino II volviera a su vera con el regalo para ella: su estoque. Puede que pronto Vishna tuviera que bailar junto a ella en una danza mortal para los gibados.

Pino II recogió el estoque con su boca de perro llena de babas y vómito y, a pesar de la sensación incómoda en su estómago, meneo el rabo feliz de complacer su ama humana que tanto le hacía disfrutar con sus paseos y sus juegos. Trotó de nuevo hasta ella ocupando un sitio a su lado para que tomara el estoque de su boca, evitando también así que el elfo paliducho que había intentado matarle se juntara a ella.

- Grrrr.

- ¡Buuuueeen chico!- Exclamó Ogna al ver que volvía a tener a Vishna al alcance de su Mano Delicada.

Morwing celebró que tanto los soldados como Ogna se fueran acercando a su posición. Cada vez era más cercano el momento en que el combate con aquellas criaturas pasaría al cuerpo a cuerpo, y estar unidos en bloque facilitaría mucho las cosas.

Así pues, mientras los gibados continuaron acercándose, Morwing hizo un nuevo intento con su arco. Lo tensó y divisó como a lo lejos uno de ellos ya llevaba alojadas un par de flechas de Losse además de estar visiblemente chamuscado debido a la bola de fuego del clérigo. – *A ver si hay suerte…

La flecha salió nuevamente bien dirigida sólo que en esta ocasión, quien sabe si por pura fortuna, en lugar de alojarse en el hombro de su objetivo, alcanzó el cuello llegando incluso a atravesarlo. - ¡Bien!...Otro menos…, celebró el hechicero. Momento dulce que duró muy poco cuando divisó como por el flanco opuesto comenzaban a acercarse otro buen puñado de aquellos malditos demonios. - ¡Cuidado! ¡Por allí!

Ya no había marcha atrás y tanto Jeldrich como Kormack comenzaron a sufrir las primeras arremetidas de aquellos seres. - ¡¡¡VOLVED A VUESTRO OSCURO AGUJERO, MALDITOS SERES!!!, gritaba el clérigo mientras con expertos movimientos de escudo repelía cada uno de los ataques. No consiguió ser tan diestro sin embargo con el uso de su maza, que a pesar de alcanzar a uno de ellos, no parecía afectarle en absoluto. 

Acérrrrcate más - le decía Kormack al nuevo, parecía que aquellos cerditos parecían arremolinarse cerca del meapilas del Dios Sol, más que con un robusto enano de montaña. Si te rrrrodean puedes pasarrr apurros - le comentaba casi preocupándose por aquel humano. Más que por el humano porque se acercasen los cerditos demoniacos...

¡Sueltame bestia carente de tacto! ¡No aprietes tanto! ¡No es un maldito hueso lo que tienes entre los dientes! Para tu información, ya que parece que por tus modales seguramente lo ignores, soy ¡Vishna! Hoja predilecta de Magos y Reyes. - Cuando Ogna recuperó el contacto mental con Vishna, ésta se hallaba tan enfrascada en la discusión unilateral con Pino II que las vibraciones mentales entraron en la cabeza de Ogna como un el agua abandona el cauce de un río durante un desbordamiento. Cuando por fin la espada se percató de que su vínculo mental se había reforzado por el intelecto superior de la muchacha, la conciencia del diablillo pareció moverse por la cabeza de la muchacha volando de rincón en rincón, como si ésta buscase algo. Después de unos segundos de desorientación, mientras Vishna se asentaba y se relajaba al encontrar lo que buscaba, el diablillo cargó contra su portadora. ¿En serio Manos-Delicadas? ¿En serio? ¡Una bestia carente de cerebro! ¿A eso tengo que rebajarme? ¡Mira cómo me ha puesto la empuñadura! ¡Estoy asquerosa! Me siento peor que cubierta por herrumbre. ¿Qué ha sido eso? ¡Hay veces que parece que no sabes lo que tienes entre manos! - Espetó amenazadoramente. De pronto, el estoque pareció meditar. - Un día, cuando yo no esté...me echarás de menos! ¡Vaya si me echarás de menos! - Exclamó amenazadoramente. Pero claro, aquello, a priori, no tenía sentido en absoluto. Era una bravuconada propia del enfadado estoque porque, ¿a dónde podía ir a parar un espíritu encerrado en un estoque?

La insignificante herida que había recibido no le habría molestado en ningún otro momento pero, el estar tan cerca del final de toda ésta gran aventura, el reencuentro con Morwing, la masacre de Oaksville, todo ello parecía provocar que los sentimientos reprimidos de Davros luchaban por salir en forma de brutal ansia asesina.

Y así fue, la gota de sangre que derramó resultó más que suficiente para liberar todo ese sentimiento. La negra oscuridad se tornó grana, no había vuelta atrás.

Avanzó unos poco pies, apoyando su enorme mano en la fría tierra y se incorporó acto seguido, sujetó de nuevo su arma con ambas manos y tres de esos seres infernales cayeron, con facilidad pasmosa ante la aterrada mirada del soldado bajo las órdenes de Morwing.

TURNO 5

La lucha continuaba y con ello las primeras gotas de sudor comenzaron a aparecer en la frente de Jeldrich debido al gran esfuerzo que suponía mantener a sus dos rivales a raya… y esto acababa de comenzar…

- LO, ¡LO INTENTARÉ!, respondió a Kormack a la vez que continuaba moviendo su escudo de forma disciplinada para evitar ser golpeado. Sin embargo el clérigo era muy consciente de sus limitaciones y viendo el terrero inclinado en el que se movía el enano, acercarse a él sólo supondría una dificultad añadida al combate. – ¡Lazhánder me protegerá!¡¡ÉL NOS HARÁ SALIR VICTORIOSOS!! ARRRRRGGG!!!, exclamó mientras, con un perfecto movimiento coordinado, apartó escudo y dejó escapar su maza para golpear de nuevo la cabeza de uno de aquellos seres aunque con idéntico resultado que la vez anterior. - ¡MALDITOS!, exclamó frustado a la vez que su escudo recuperaba su posición habitual.

La frustración de Jeldrich era entendible. Los gibados resultaban ser unos seres más duros de lo que aparentaban por su tamaño y lentitud. Sin embargo, aquello no importaba a Davros que, desencajado por la rabia, repartía golpes a diestro y siniestro con el antiguo mangual del Gran Muzhal. Varios eran los que se apilaban en la base de la colina justo por debajo del gigantesco bárbaro. Pero aquello no parecía amedrentar a los demonios, pues éstos seguían acercándose a los miembros del grupo espoleados por una fuerza invisible. Otro más cayó destrozado por un golpe de mangual emitiendo un agudo chillido.

Justo en aquel momento, varios demonios que descendían por la retaguardia del grupo se arremolinaron alrededor del clérigo de Lazhánder y de su compañero Kormack para lanzar sus diminutas garras contra los dos aventureros. Lo mismo que los demonios poseían sus defensas naturales, el clérigo y el enano tenían sus recursos y gracias a sus escudos, armaduras y defensas mágicas los dos escaparon sin rasguño alguno.

Un puñado de aquel grupo de gibados decidió escindirse del grupo principal para dirigirse hacia los aventureros que se habían establecido en torno a la figura de Morwing.  Se unían así a la carga que los gibados que habían descendido más próximos al camino realizaban en ese momento. Uno de aquellos seres se quedó atrás, mirando con malicia hacia adelante al mismo tiempo que otro de sus congéneres lo imitaba desde el otro lado del campo de batalla. En rápida sucesión dos nubes apestosas aparecieron en dos puntos separados: una bajo los pies de Pino II y otra bajo la figura de Jeldrich.

Con los aventureros concentrados en la inminente llegada de los demonios, la docena que se hallaba atrapada en la densa telaraña conjurada por Morwing seguía sin cejar en su empeño de abandonar las ataduras mágicas. Dos lo acabarían logrando, desprendiéndose de las últimas hebras que los asían por las extremidades.

Pino II dio un brinco cuando escuchó una voz extraña dentro de su cabeza que le hizo apretar con más fuerza sus mandíbulas, tanto que casi se corta con el afilado filo del estoque. Afortunadamente para él sólo abrió la boca para soltar el arma cuando su ama alargó la mano para hacerse con ella. Parecía que iba a usar ese largo colmillo para enfrentarse a los apestosos monstruos que se les acercaban. Pro su parte el animal mágicamente convocado aún padecía del estómago como para enfrentarse a ellos pero no tardaría en reponerse. Con bravura tomó posición para recibir la embestida de aquellos seres e impedir que tocaran un pelo a la adorable humana que tantas horas de diversión le había dado. Ella , a pesar de su fragilidad, era poderosa. Sentía su coraje dentro de él y, por lo que veía, no necesitaba aguantar la respiración para soportar el hedor de esos demonios.

Es una diosa.

Por su parte Ogna estaba concentrada en el avance, lento pero inexorable, de los gibados. Tensó otra flecha y se encomendó a Mielikki. 

De tan cerca es difícil fallar.- Se dijo y,efectivamente, cuando dejó escapar la flecha, ésta se alojó en el cuerpo del primer gibado como si de mantequilla se tratase. Aún así no logró pararlo pero ya daría cuenta de él más tarde si es que sus compañeros no acababa con él antes.