TURNO SORPRESA

El enano aguardaba el momento de entrar en batalla. Agarraba su hacha con ansia mientras la voces pululaban por su cabeza. Podía oír a Sylphamen, sabía que todos sus compañeros la quería muerta, pero Kormack quería cobrarse esa presa. Había matado a su vasallo y pese a que le importaba poco tenía que matarla por cuestión de honor y orgullo. No podía tolerar que alguien hiciese una afrenta como esa y salir impune. Bebió otra poción y se dispuso a ordenar el cinto para la batalla que estaba apunto de acontecer...

Las palabras que se oían de la habitación contigua fueron aportando mucha información. Por una parte un grupo de humanos, probablemente piratas, titubeaban de su misión en aquel lugar… no obstante no cabía duda que pertenecían al bando enemigo y por ello debían ser aniquilados. Por otra parte la voz demoniaca, de un Herzou como posteriormente indicó Ogna, daba a entender no sólo que sabía de la existencia de los aventureros, si no que habían derrotado a la horda de gibados. Por último la voz de aquella mujer, si realmente se trataba de una maga podría ser una terrible amenaza, aún más que el demonio… por el contrario, sus palabras indicaron que aún no habían conseguido abrir del todo el portal por lo que el grupo de aventureros aún podría disfrutar de una última oportunidad para desbaratar el elaborado plan de Lorevor.

Como el tiempo apremiaba no había lugar a vacilaciones. Así pues el hechicero avanzó, con decisión a la vez que cautela para no ser detectado. Colocó su mano en el hombro de Kormack y con un gesto cómplice le indicó que le acompañara hasta la puerta que daba acceso a la habitación. Se colocó frente a ella… tomó una gran bocanada de aire por lo que estaba a punto de desencadenar y, llegado el momento, asintió con la cabeza al enano para que golpease la puerta.

-¡limbo malina!, exclamó en el mismo momento que pudo ver el interior de la habitación para concluir con un gesto con su mano derecha hacia un punto de la misma. De pronto, un denso banco de niebla amarillento comenzó a alzarse por el lugar indicado por el hechicero, llevando las manos de más de un soldado a la garganta tras inhalarlo. 

Con el movimiento de Ogna, parecía que todo debía iniciarse cuanto antes. Por lo que había podido escuchar, aquello estaba infestado de humanos y, gracias al regalo que le hicieron los compañeros de la guardia de Risen "Gota fría", Losse iba a encontrar más facilidades para luchar con ellos y con Sylphamen. Extrajo con facilidad la poción de su cinto y se la bebió. Inmediatamente supo, que ya no había vuelta atrás.

Tras el corto respiro, el grupo volvía a hacer frente a más enemigos. No había comparación posible con el anterior encuentro, tan sólo Sylphamen era mucho más peligrosa que diez veces el número de gibados que acababan de derrotar y, además, un poderoso demonio la acompañaba... el resto de enemigos, humanos, era desdeñable, pero aún así habría que acabar con ellos.

Kormack era el que recibiría los primeros ataques, Morwing iniciaba el combate con lo que seguro sería un mortífero hechizo, Losse, Ogna y Davros, entrarían justo después para enfrentarse a los supervivientes, no era un gran plan... De hecho, ni siquiera era un plan, pero no tenían muchas opciones.

TURNO 1

Una niebla de un mortecino color verdoso se extendió en un visto y no visto a lo largo de una amplia sección de la sala justo en el instante siguiente a que la puerta se abriese de golpe tras la patada de Kormack.  Los rostros de horror de los supuestos soldados se ahogaron más por la sorpresa que por el tóxico veneno que se desprendía de la nube que crecía a su alrededor. Con la puerta abierta de par en par quedó a la vista una enorme criatura semejante a un sapo. En efecto, como había supuesto Ogna, se trataba de un Hezrou, demonios que servían señores demoníacos comandando criaturas como los gibados. Sus fuertes brazos y piernas quedaban en segundo plano al echar un vistazo a su dura piel, abultada y de aspecto rocoso y con la dureza de la mejor de las corazas.

¡ESTÁN AQUÍ, ESTÁN AQUÍ! – Gritó el soldado más cercano a la puerta, que por suerte se había librado de los efluvios de la nube aniquiladora. Aquel grito era esperable, sin embargo no era el que todos hubiesen deseado escuchar. Sylphamen, si se encontraba en el interior del túnel, se mantuvo en silencio. De los tres soldados afectados por la nube, dos no tuvieron ni siquiera oportunidad de levantarse. Tan pronto el venenoso aire llegó a sus pulmones éstos comenzaron a sufrir dolorosas convulsiones que acabarían inevitablemente con su vida.

Cuando sus compañeros acabaron de abrir la puerta y pudo ver por fin al Hezrou en todo su esplendor a Ogna comenzó a quedársele la boca seca. Esto no era bueno. Y es que ya tenía la garganta irritada de haberse puesto a entonar sus poesías durante el largo combate contra los gibados. 

- Ejem, ejem. - Carraspeó para retomar fuerzas con la seguridad de sentirse protegida por el manto de invisibilidad. 

No puedo confiarme pues el Hezrou sabe luchar a ciegas el muy cabrón.- Eso la ponía en una situación delicada si iba a cantar un poco. ¡Y vamos que iba a cantar! El aspecto del demonio era muy desagradable y le recordaba a un enorme sapo de rasgos humanoides.  Incluso en aquella delicada situación le pareció cómico pues Morwing siempre había tenido una extraña relación con Bagul, su sapo. ¿Acaso caería rendido el hechicero ante los encantos del Hezrou? Una divertida cancioncilla comenzaba a venirle a la cabeza. Sólo tuvo que dejarla fluir.

Ese sapo verde 

se esconde y se pierde;

así no lo besa 

ninguna princesa.

Los primeros soldados enemigos comenzaron a caer a la vez que los aventureros se agolpaban todos ellos en la puerta de entrada a la gran sala. – ¡Estamos demasiado juntos! Debemos movernos…, comentó el hechicero con una voz preocupante que retumbaba con cada una de sus imágenes duplicadas. Insulso para sus compañeros era complicado saber cuál de todas aquellas réplicas de Lord Eradack era la verdadera. – Intentaré avanzar un poco, anunció, - Recordad mantener la respiración durante el combate, ese jodido bicho tiene más recursos de lo que parece… y bajo ningún concepto entréis en contacto con la nube verdosa…. ¡Dili Makita nga más!. Tras aquellas palabras, todas las imágenes de Morwing desaparecieron en un abrir y cerrar de ojos. Tan sólo Losse, sin duda el que tenía los sentidos más agudizados, pudo interpretar que el hechicero había entrado al fondo del salón.

¡¿QUÉ ES ESTO?! - La voz, rota por el dolor que la nube aniquiladora provocaba en los pulmones del supuesto soldado, consiguió salir de su boca a duras penas. Sólo entonces, con la puerta abierta de par en par, Jellis logró distinguir las figuras de Kormack y Davros a través de la abrasiva niebla. ¡A ELLOS, QUE NO PASEN! ¡A MI LA TRIPULACIÓN DE LA ESTRELLA DE ILUSK! – Gritó hacia sus compañeros. Éstos no llegaron a reaccionar. Sus cuerpos carecían de todo rastro de vida. Sus rostros, un macabro rictus deforme en el que reflejaba lo horroroso de su sufrimiento hasta alcanzar la placentera muerte. Abriéndose paso como pudo, Jellis alcanzó el portón justo cuando su camarada superviviente se incorporaba a la refriega. Este último había aparecido de la nada, plantándose frente al enano pelirrojo y lanzando un barrido con su alabarda que pasó tan sólo una pulgada por encima del casco de Kormack. Entonces, al igual si hubiese visto un fantasma, sus ojos a punto estuvieron de salirse de sus órbitas.

¡SEÑORA! ¡SON LOS DE LA TORRE DE LAS DRIZAS! ¡ESTÁN AQUÍ! ¡ESTÁN AQUÍ MALDITA SEA! – Vociferaba con la boca desencajada por el horror de volver a encontrarse frente aquellos que prácticamente habían acabado con el grupo mercenario Zokk. Ahora, casi un mes después y a miles de millas de la Torre de las Drizas, varios de aquellos asesinos se encontraban inexplicablemente frente a ellos. ¿Serían éstos los aventureros de Crímmor que había comentado Sylphamen? Por supuesto que sí, no podía ser casualidad que después de tanto tiempo volviesen a aparecer.

Tras tomarse la poción, Spujnur se rodeó de un fino aura de color azul después de que Losse pronunciara la palabra "humanos". Con un paso largo, se situó detrás de Kormack y, con el espacio que le dejaba su estatura atacó al pirata que tenía frente a él. El impacto desprendió un azote mágico a aquel humano que desgarró la mitad de su hombro derecho, haciendo que sangrara como un manantial. El segundo flechazo lo envió directo al mundo de los muertos al introducirse en el mismo lugar donde se había alojado la anterior flecha. Kormack tenía el camino despejado.

El elfo lunar aún tendría tiempo para un tercer ataque, el cual dirigiría al pirata que se postaba frente a Davros y que acababa de salir de la nube creada por Morwing. El proyectil acabó alojado en el costado derecho de su abdómen y el sangrado no fue menor que el que ocasionó en su compañero ahora muerto. - ¡Centráos en el demonio los dos! ¡Dejadnos los piratas a nosotros! -

El enano  esquivo con habilidad el lanzazo de su oponente, al incorporarse volvió su mirada a Losse tras dos flechazos dejaban a uno fuera de juego. -¿Ia empezamos?- dijo con una voz seria. El enano dio un paso y con un movimiento de su diestra su escudo de Hierro se convirtió en un escudo pavés. En el centro, el escudo de armas del clan de la familia Quebrantahuesos. El enano vio al aquel alfeñique gritar como una enana. -CALLA YA...- dijo intentando golpear a su enemigo, pero su hacha parecía fría. Parecía celosa y el arma de otra. Si el enano no pensase que aquella arma era un objeto diría que estaba disgustada como una mujer celosa. -SERRRRÁ POSIBLE.- gritaban los bigotes del enano, su rostro congestionado parecía anticipar su cabreo. En el rabillo del ojo veía a Davros coger carrerilla para destrozar a ese oponente... Y el enano ya estaba henchido de pura rabia.

¿Aguantar la respiración?- La advertencia de Morwing no hizo más que aumentar su angustia. Es verdad que los Herzou en eso eran parecidos a los gibados pero es que ella cantando no podía parar de respirar. Aún así miró a Pino II para ver si había comprendido el mensaje. Las orejas gachas y el rabo entre las piernas le confirmó que sí. Para Ogna el mayor problema sería que el demonio usara su habilidad innata de conjurar a otro ser semejante. ¿Podría evitarlo? Se distrajo observando como el llamado Muro hacía aguas por todas partes. Si no estuvieran en una situación donde arriesgaban su vida se hubiera reído hasta mearse en las bragas, como presa de un hechizo de Carcajada de Thasa.

En eso consiste la lucha enana. Embutirse en una armadura pesada y esconderse tras un escudo para ponerse delante y dejarse dar de leches. ¡Wow!- Era un poco humillante pero bueno, mientras así no llegaran a donde estaba ella hasta le encontraba utilidad al enano. Pero es que sus movimientos con el hacha eran tan cómicos que, al lado de Davros, Kormack parecía un bebé blandiendo un arma afilada.

Porque con un beso

él se hará princeso 

o príncipe guapo; 

¡y quiere ser sapo!

Dejando aparte ese tema, su rivalidad enquistada con el compañero con el que más tiempo había compartido de aventuras, Ogna retrocedió a una posición más segura. No había espacio suficiente para librarse de lo que un Herzou podía provocar en ellos pero, aún peor sería, si lograba conjurar otro igual o algo peor. Conocía bien lo que eran capaces de hacer, si las historias que había leído eran ciertas. Todo era teoría, jamás se había enfrentado a uno, eso por demás.

Se echó hacia atrás, invisible como estaba, tanto como pudo, hasta dar con su espalda contra la pared, cerca de Pino. Allí observaba los gestos y reacciones del Herzou mientras preparaba uno de los conjuros que había aprendido de ver a Morwing usar su varita.

Lentamente, como quisiera saborear los últimos instantes antes de conocer el rostro de su enemigo, el demonio se giró sobre su voluminoso cuerpo. Sus inexpresivos ojos, empequeñecidos por la presencia de la enorme boca que dominaba casi todo el rostro, estudiaron con malicia la situación. Frente al humano que servía a Sylphamen se apelotonaba un grupo heterogéneo de personas aguantando la posición. Ijax no era estúpido aunque otros demonios lo considerasen así, podía ser impulsivo, indómito tal vez, pero no una mole descerebrada. Miró con desprecio la nube que le rodeaba y a los humanos muertos por ésta. Poco le importaba lo que les sucediese a todos los que le rodeaban si ello servía para defender el portal hasta la llegada de su señor. Un siseo precedió a la carrera del demonio hacia la puerta. El suelo temblaba bajo su peso con cada paso desprendiendo polvo de las columnatas más cercanas. 

¡¡IZKIA MEZLA!! - Gritó con voz poderosa cuando se plantó frente al enano. De inmediato una ola de poder golpeó a todos los presentes dejándolos sin habla, con las extremidades entumecidas y, en el peor de los casos, totalmente paralizados. Justo una fracción de segundo después una serie de luces de color rosado impactaban una tras otra sobre la cara del demonio. Aquello le obligó a cerrar los ojos y a llevarse las manos a la cara para evitar más daño, lo que de haberlo pillado justo en el momento en que invocaba su poder innato a buen seguro hubiese echado por tierra sus acciones. Sin embargo, el mal ya estaba hecho.

Sylphamen, alarmada por los gritos de los soldados, no se sorprendió en absoluto de la llegada de los aventureros. Sabía que la aparición de éstos en Crímmor no había sido casual y que, a poco más que indagasen, acabarían dando con el paradero del portal. Se lo había dicho por activa y por pasiva a Klessenis: cada retraso aumentaba la probabilidad de que aquello saliese mal. Era hora de esforzarse al máximo...

Vamos...sígueme. - Ordenó a la oscura figura que la acompañaba. 

Las gotas de sudor iban acariciando la frente del clérigo hasta caer sobre el suelo del aciago campo previo a la fortaleza. Con el puño cerrado, Jeldrich continuaba con el salmo que traería un poderoso aliado hasta él para ayudarle en su causa, sin embargo éste no terminaba de llegar… Sabía que se trataba de una acción muy laboriosa pero también era consciente que aquello se estaba demorando demasiado. Su compañeros habían decido adentrarse hasta el corazón del enemigo mientras que los últimos gritos de auxilio del resto de soldados de Lord Eradack se apagaban en la lejanía victimas probablemente del otro ejercito de gibados.

Con todo ello presente, Jeldrich continuó, ahora entre dientes, mientras las primeras dudas comenzaron a rondar en su mente. A su recuerdo llegó la imagen de la horrible creación de Sylphamen acompañada del pánico y el caos que fue provocando en los inocentes habitantes de Crimmor. Imaginó pueblos en llamas, personas descuartizas, niños pequeños llorando desconsolados y un cielo en llamas que auguraba el mismísimo apocalipsis. – Quizá cuando termine ya sea demasiado tarde…, si aquí nos han recibido con una horda de demonios… ¿qué malvadas criaturas aguardarán en el interior del templo?, pensaba hasta que poco a poco fue interrumpiendo su oración para concluir en silencio, con la cabeza agachada mientras negaba frustrado con ella.

-¡¡NOOOO!!, exclamó antes de golpear el suelo con un duro puñetazo. – Lazhánder, espero estar haciendo lo correcto, dijo mirando al cielo mientras se incorporaba. El clérigo parecía esperar una señal, un golpe moral de su dios que le mostrase que actuaba correctamente, un milagro que nunca llegó…

- De acuerdo..., si esta es tu voluntad que así sea..., dijo mientras se recomponía y se preparaba para la batalla. – Este es mi destino… ¡No permitiré que el mal prevalezca!¡NO SI PUEDO IMPEDIRLO!... Si con ello debo ir hacia la muerte… ¡acudiré a ella y la abrazaré con fuerza! ¡A MÍ TU GRACIA, LAZHÁNDER! ¡¡¡A MI TU LUZ!!!, gritó fuera de sí cuando inicio la carrera desbocado y una luz resplandeciente rodeaba todo su cuerpo.

Aún totalmente preparado para aquella situación, Davros sucumbió ante la pavorosa presencia del horrible demonio. Las fuerzas le abandonaron, una sensación muy parecida a cuando "la bestia" le devolvía el control de su cuerpo.
Pero, lo peor de todo no era eso, si no que se encontraba en un estado en el que no podía pensar ni reaccionar, con su enemigo frente a él, quería destrozarle, pero era incapaz.
Con todos sus compañeros junto a él, en ese espacio tan reducido tan sólo podía limitarse a defenderse y confiar en recuperar pronto su estado normal.
¿Volvería a rendirse ante su propio demonio? Era posible, y Davros lo deseaba aunque no quisiera admitirlo.

La rabia y la impotencia se apoderaban del guerrero.

- Grrrrrrr -

En cuanto reconoció que el Herzou iba a hacer de las suyas le atacó con todo lo que tenía, que tampoco era tanto. Los proyectiles impactaron en la cara monstruosa del demonio pero no fueron suficiente para detener su maligna magia. Cuando el aura que emitió el demonio impacto en ella se sintió vaciar de todo lo bueno que conocía. Trató de resistirse con fiereza pero no pudo contrarrestarlo. Vio a Pino desvanecerse y de su amor con Losse ya sólo quedaban reproches, celos y resquemor. No le importaba ya que Davros fuera machacado por aquella mole o que Morwing quedara reducido a algo incapaz de soportar el peso de sus propios huesos. Se sintió tan débil que apenas podía soportar el peso de Vishna en su mano, a punto de resbalársele de su agarre. Temió por la suerte del feto que se aferraba a sus entrañas, lo único que la mantenía sujeta a aquel mundo. Era la luz que veía en medio de la oscuridad, la guía que utilizó para soportar todo aquella desesperación que la inundaba ahora por completo, rodeándola de negrura y frío, como en un barco a la deriva en una noche de tormenta.

TURNO 2

No pudieron verlo debido al conjuro de invisibilidad, pero de haber sido posible el grupo de aventureros habrían visto como los ojos del hechicero se abrieron como platos tan pronto el demonio pronunció sus palabras de poder. – Oh, no…

Un conjuro tan maligno como poderoso golpeó contra todos los presentes y aquellos con el corazón más puro serían los más afectados.

Morwing observó las secuelas de aquella terrorífica magia, Selpen y sus hombres quedaron paralizados como si de estatuas de piedra se tratasen, mientras que sus compañeros, incluso los más fornidos, parecían caer presos de un letargo sin poder presentar la más mínima resistencia.

Debía reaccionar cuanto antes pues el Herzoug se disponía a dar el golpe de gracia. Tomó una gran bocanada de aire mientras se alejaba para guardar una prudencial distancia de seguridad. Tras ello, cogió uno de sus pergaminos y sin dudarlo leyó las escrituras mágicas a la vez que un tercer ojo comenzó a brillar con fuerza en la frente del hechicero. Un rayo oscuro, prácticamente inapreciable, golpeó entonces sobre la espalda del demonio que para desdicha del hechicero no notó efecto alguno…

Si bien los aventureros estaban padeciendo lo suyo a raíz del poder del Hezrou, los padecimientos de Jellis a causa de las flechas alojadas en su cuerpo no eran menos. Medio derrotado y con su cerebro pidiéndole a gritos que se rindiese o saliese corriendo de allí, a duras penas pudo sujetar la alabarda sobre su cabeza. Y es que con aquella criatura demoníaca a su lado ninguna de las opciones que su cuerpo le pedía hubiesen sido sensatas. Tan pronto el demonio lo hubiese visto huir o mostrar flaqueza en el combate éste lo habría destrozado con una de sus garras. No le quedaba otro remedio que presionar pero, hacerlo contra un enano protegido tras su escudo era tan inútil como tratar de derrumbar un muro con los puños. La alabarda se estrelló contra el escudo pavés sin molestia alguna para Kormack quien esperaba la llegada del golpe del demonio.