Mientras la batalla contra los matarifes continuaba llevándose a cabo, Morwing se centró únicamente en continuar avanzando. No debía quedar demasiado tiempo para la apertura del portal y la intensidad de la luz rojiza no paraba de recordárselo al hechicero.

No obstante había un detalle que obligaba a Morwing a replantearse cuidadosamente su siguiente paso. - ¿Por qué la maga no salió en la ayuda de Klessenis?, pensaba.  Tratándose del cabecilla de aquella trama hasta la llegada de Lorevor el hecho de que Sylphamen le hubiese dejado su suerte, a pesar incluso de los gritos de ayuda del demonio, no debía significar nada bueno… - Debe estar tramando algo… debo tener la mente clara.

Así pues, el hechicero pensó que más valía echar un vistazo previo de la situación en la sala de convocaciones que adentrarse en ella al más puro estilo enano. Juntó las palmas de sus mano a su rostro y comenzó a susurrar un escueto conjuro… - Car Fairë…

De pronto, y aunque su imagen no era visible para ninguno de sus compañeros, la silueta de Morwing comenzó a hacerse borrosa, emulando incluso a un humo grisáceo. Sus ojos se convirtieron en blanco hasta el punto de dejar las cuencas casi vacías. Sus pies parecían desaparecer, dando la impresión de que levitaba en el aire… y su rostro, envejecido por la apariencia de Eradack, comenzó a carecer de piel.

Con aspecto fantasmal, Morwing comenzó a moverse de forma más parecida al humo de una hoguera que a un ser de carne y hueso…y todo ello para terminar perdiéndose entre los sólidos muros de la sala del templo… 

Klessenis cayó a plomo tras recibir las puntiagudas flechas de losse. Su cadáver impactó contra el suelo cerca de donde combatía Davros, junto a quien se encontraba Jeldrich apoyando al bárbaro en su su carnicería con sus conjuros sanadores. En la otra entrada Kormack permanecía impasible ante los ataques de aquellas criaturas intentando mantenerlas a raya. Losse y Ogna se encontraban en la retaguardia, ayudando con sus canciones y flechas a sus compañeros.

Pero Allen aún no sabía cuál era la situación del grupo, no sabía contra quién combatían ni por qué estaban allí.

Observó que su fiel montura había sufrido bastante daño a causa de las explosiones y las garras de aquel ser infernal, por lo que optó por agradecerle su valentía con una de las pócimas que portaba, -Bebe amigo, te encontrarás mejor-, le dijo con sutileza mientras aguantaba con cuidado el vial cerca de su hocico. Cuando hubo derramado hasta la última gota en el buche del majestuoso animal, descendieron hasta unos metros del suelo cerca de la posición de Losse y Ogna, los miró y les dedicó una sonrisa. -¿Qué está pasando?, ¿contra quién combatimos?-, preguntó sin perder de vista los posibles enemigos que pudieran sobrepasar la posición del enano, -¿Quién era ese demonio?-, terminó preguntándoles.

Con Davros casi en plenitud física, Jeldrich debía ubicarse ahora para enfrentarse al resto de enemigos. Era consciente que sus defensas aún quedaban lejos  a las de Kormack, que su movilidad distaba mucho de ser la del explorador y que sus ataques jamás llegarían a ser tan potentes como los de Davros, sin embargo gozaba de la gracia de Lazhánder, un Dios que viendo la naturaleza de sus enemigos no dudaría en otorgarle su poder una vez más. – Obséquiame con tu luz abrasadora, Lazhánder, ¡los haré caer a todos!, entonó a la vez que sus extremidades comenzaron a iluminarse en un rojo fuego. 

- Ese matademonios era un iztaik. Era Steznag, con otra apariencia claro. No hay tiempo para explicaciones Allen...- Ogna sangraba profusamente por las heridas recibidas.-...si no nos apresuramos el Heredero se plantará ante nosotros, en este mundo y lo arrasará todo. Sylphamen está por aquí, es el último obstáculo que nos queda. Pero no tenemos tiempo, la invocación debe estar a punto de finalizarse.

Una nueva oleada de enemigos se aproximaba, debería recurrir a todo lo que pudiera para defenderse, el poder mágico del clérigo no era infinito y debían conservar recursos para Sylphamen.

Otro leve Susurró, y sintió como su chaleco mágico se activaba, enseguida notó que era más ligero.

¡Dejad la cháchara para otro momento... ¡CLONK! - Recriminaba a Allen y Ogna cuando el mangual golpeó el suelo junto al demonio frente a él. 

- Mierrrda... CONCÉNTRATE, CONCÉNTRATE -

La rápida reacción del experimentado guerrero al volver a levantar el mangual fue lo único que le salvó de recibir otra herida, la cabeza del mangual encontró la mejilla del matarife cuando la garra de éste acariciaba el rostro de Davros.

Con un paso hacia atrás, buscando una mejor posición y manteniéndose en el foco de sus enemigos, se situó junto a otro de aquellos seres. Un golpe seco en el pecho le quedó en el sitio. Dos en el flanco derecho y un puñado al frente...

- ¡SIGUE AGUANTANDO!

Con la amenaza de Steznag ya terminada, Losse continuó con el trabajo de matar a los matarifes que habían interpuesto como distracción hasta la llegada del Heredero. Uno de ellos se econtraba a una posición cercana a la de Jeldrich, con lo que decidió acabar con él para que no le interrumpiera en sus curaciones. Dos flechas cercioraron su muerte y llenaba el suelo de otra de aquellas criaturas. Kormack y Davros se estaban desenvolviendo bien en el combate, por lo que prefirió acabar con otro que se debatía entre la vida y la muerte a unos metros de Ogna. Tras otro proyectil del explorador, dejó de convertirse en un problema, por muy leve que este fuera, para seguir centrándose en los que aún quedaban en pie.

Allen se había acercado hasta Ogna y Losse para preguntar por los demonios que allí se encontraban y, con su pegaso tan cerca, la oportunidad para acercarse a Sylphamen estaba más próxima. - Allen, llévanos a alguno hasta Sylphamen. Morwing ya va de camino, a ver si entre tres consiguiéramos acabar con ella antes de que finalice sus convocaciones. -

El antiguo vestíbulo, lugar sagrado y pulcramente cuidado en los días en que Morwing paseaba por él, se había convertido en un matadero repleto de cuerpos de demonios destrozados por doquier y grandes charcos de una sangre negra y espesa que se extendía alrededor de los dos grandes focos del combate. Davros y Kormack seguían manteniendo sus posiciones a pesar de la cantidad ingente de demonios que entraban por los pasillos. Al menos, de momento, el torrente de criaturas parecía haber cesado, pero no así sus gritos provenientes de ambas entradas al salón. Además, para complicar las cosas, desde el túnel por el que habían llegado, comenzaron a llegar las voces de los piratas que habían suplantado a la guardia de la ciudadela. Junto a ellos, probablemente regresasen también los gibados que habían salido a hacer frente a los hombres de Lord Eradack. Todo apuntaba a que la lucha iba a ser cruenta, hasta el último hombre o demonio en pie.

Los matarifes se lanzaron a pares contra el bárbaro y contra el enano ártico. Mientras que en la zona situada al norte Davros añadía una baja más a la interminable lista y detenía, gracias a la ayuda de Jeldrich, a un par más, Kormack debía vérselas a solas contra los que tenía a su lado. No es que le importase lo más mínimo, ya que el enano se sentía cómodo y fresco a pesar de que de vez en cuando, como en este caso, uno de los matarifes volviese a clavar sus garras contra el más castigado de sus brazos. 

El resto de demonios, incapaces de entrar a atacar a los dos aventureros más adelantados, comenzaron a rodearlos para ir en busca de los más atrasados, como era el caso de Ogna, Losse y el recién incorporado Allen.

Ogna estaba en éxtasis. Su voz reverberaba dentro de su cuerpo debilucho y, como un autómata de los que hacía Sylphamen, no se dedicaba a otra cosa que continuar cantando y cargando flechas en su arco mágico. Dos dieron muerte a uno de los matarifes que se le acercaba sin disimular. La tercera se clavaba en otro matarife cercano, abría así el camino para que otros acabaran con su vida. 

El enano mato al primer con un hachazo limpio, la réplica llegó al siguiente que le dio tal golpe que lo dejó tiritando. Su hacha se clavó al que estaba a su siniestra matándolo en el acto. Casi en el mismo instante, con el escudo, se quitó a un matarife que había aguantado el anterior asalto. Su hacha iba en búsqueda de otro de aquellos demonios que consiguió esquivar el golpe de forma extraordinaria y sorprendente.

TURNO 6

La balanza comenzaba a inclinarse hacia el lado de los aventureros. Con la mayoría de los matarifes detenidos y con Klessenis derrotado, las esperanzas de cerrar el portal antes de que el Lorevor lo traspase se convertían en algo tangible y realizable. La intensa luz que emanaba del centro del portal hacía prácticamente imposible distinguir lo que sucedía en la plataforma de invocación. Una corriente de aire comenzaba a levantarse en dirección al interior de la sala. Medio minuto atrás no había sido evidente, de hecho cualquiera que hubiese reparado en ellala hubiese confundido con una mera brisa propia de aquella clase de templo abandonado. No obstante, ahora, cuando los miembros cercenados de los matarifes desperdigados alrededor de Kormack comenzaban a alejarse del enano, aquel viento se convertía en preocupante.

Pero, si hubo algo igualmente preocupante y más cercano en el tiempo,  eso fue la materialización de Ethegax en el mismo espacio en que había desaparecido segundos atrás. Lo hizo con un rugido mezcla de furia y alegría por verse liberado del maldito laberinto al que Morwing lo había exiliado. El demonio miró a ambos lados en busca de la figura del hechicero pero no lo encontró. Sin embargo, a quien sí localizó fue a Kormack, que se encontraba justo a su lado. Sonrió…

El enano estaba confiado aniquilando a todos aquellos matarifes de forma tranquila y sosegada, un raspón, un arañazo es lo máximo que conseguían aquellas desesperadas criaturas que veían en el hecha del enano su fin. Por desgracia Ethegax se materializó delante suya, la sonrisa del enano desapareció y apareció en la cara de aquella diabólica criatura. El enano buscó a su espalda el apoyo de Jeldrich, sin saber como había desaparecido... La palidez llegaba al rostro del enano que encontraba delante suya lo que podía ser su fin. -E-eeeeh! ETHEGAX.- gritó el enano advirtiendo del peligro que se había manifestado. Sus compañeros parecían muy relajados...

La vuelta de Ethegax a éste plano volvía a poner las cosas más difíciles para los aventureros, eso fue lo que empujó a Davros a volver a dar uso a sus brazales mágicos. Kormack se enfrentaría cara a cara con Ethegax, con lo que si quería ayudarle pronto, debería ser rápido.

De nuevo, otro susurro dotó de vida a los secos músculos de los brazales, sujetó con fuerza el mangual y comenzó a golpear a diestra y siniestra, empezando por los más cercanos, eliminando las amenazas para Jeldrich, que también quería asistir al enano. Una vez que los huesos para romper, alrededor de Davros, estaban destrozados y ya en el suelo, continuó con los siguientes. Hipnóticos, sería la palabra que muchos elegirían para describir los terribles movimientos del bárbaro. Así, uno a uno, en una fulgurante ráfaga de golpes, los demonios junto a él cayeron uno a uno, dejándoles el paso libre tanto a Davros como a Jeldrich para ayudar en la batalla frente a Ethegax.

Corrió hacia el centro de la sala, para llamar la atención del último grupo de matarifes que se había unido a la batalla.

- ¡¿DÓNDE ESTÁ EL RESTO? ¿NO VÉIS QUE NO SOIS SUFICIENTES?! ¡JA! - Les gritaba mientras jugueteaba con el mangual de una mano a otra, cada vez más confiado en sus posibilidades.

La buena marcha del combate se vio rápidamente interrumpida por la llegada de Ethegax tras la liberación del conjuro de Morwing. Losse se desplazó para apoyar a Kormack en el combate, pero su disparo fue repelido por la espesa piel de esa criatura capaz de corroer incluso las armas mágicas. - ¡Necesitamos apoyo aquí! ¡A ver si entre todos podemos acabar con él! -

La vuelta al combate de Ethegax hizo que la conversación con Ogna y Losse quedara en un segundo plano. El paladín sabía lo que allí ocurría y debía actuar con presteza para evitar que Sylphamen concluyese su invocación.

Con un leve aleteo de sus majestuosas alas, el pegaso se posicionó donde Allen le había ordenado y espoleó a la bestia mágica para que se lanzase veloz sobre la cabeza de Ethegax. Pensó en la muerte de Zanc, en la horrible muerte que hubo tener, lo que le dio la rabia que no necesitaba pero la que sin duda daría un plus de fuerza a su ataque. Cuando el demonio quedó lo suficientemente cerca como para que el ataque con su espadón fuese efectivo, apretó con fuerza la empuñadura y soltó la mortal estocada. Por fortuna, la carne de aquella criatura sufrió el doloroso tajo de la brillante espada del paladín dejando a su paso una fea herida en su hombro izquierdo haciendo que la sangre fuese expulsada con gran violencia unos metros detrás de Ethegax.

Allen concluyó su ascendente carga a unos metros del suelo para evitar así quedar expuesta a los ataques de los esbirros a su ya magullada montura.

La acción de Davros fue tan brutal como efectiva. Ni siquiera parecía estorbarle el hecho de que Jeldrich se encontrase tan cercano a él... Con movimientos precisos, el bárbaro fue lanzando el mangual de un lado a otro para terminar descuartizando a cada enemigo cercano que se entraba a su alcance. - Teniendo a Davros y Lazhather de nuestro lado...la victoria será nuestra!, pensaba confiado un Jeldrich al que pronto le cambiaría el rostro con el regreso de Ethegax. -¡Oh, no!, se lamentó a la vez que acudía hacia el nuevo rival a batir siguiendo los pasos de Davros. - Castígale con tu Luz, señor!!, exclamó dando paso a un brillante rayo de luz que tras impactar en la espalda del babau rompió en una luminosa explosión de fuego.

La visión de Morwing desde el interior del muro no fue nada alentadora. Ya no era sólo la presencia de numerosos matarifes más, o el regreso acompañado con gritos de furia de Ethegax, ni siquiera aquella descomunal criatura posiblemente otorgada de vida gracias al poder arcano de la maga...no, la gran cúpula de invocación era numerosa. Muchos miembros demoníacos invocaban al unísono para traer de regreso a Lorevor, y lo peor aún es que estaban cerca de conseguirlo... - Debo detenerlos!
Mientras sus compañeros luchaban duramente contra los matarifes y el recién llegado Ethegax, Morwing debía decidir si acompañarlos en sus ataques o iniciar una ofensiva contra las nuevas criaturas de la gran sala. Sin embargo algo en su interior le obligaba a desistir...un objetivo mayor se encontraba por encima de ayudar a sus compañeros...y retrasarse en un intercambio de conjuros con la maga sólo le haría perder tiempo a él y facilitar la victoria de Lorevor.
Así pues, el hechicero sacó uno de sus pergaminos. Su aspecto era tan fantasmal como él mismo, y tras un leve gesto activó un conjuro que le otorgaría mayor velocidad hasta su verdadero objetivo: La cúpula de Invocación 

Ethegax se dobló hacia atrás tras el impacto luminoso de Jeldrich y el fuerte corte de Allen. El terrible grito de dolor que abandonó su garganta fue desgarrador. Éste rebotó en cada esquina de la alta sala y fue repetido por el eco varias veces sin perder apenas intensidad. Aquello fue una verdadera afrenta para Ethegax, poco acostumbrado al papel de víctima. El demonio se volvió con los ojos inyectados en sangre para tratar de cazar al paladín o a su montura pero no sirvió para nada. La velocidad del pegaso era tal que cuando Ethegax quiso darse cuenta montura y jinete se encontraban sobrevolando el grupo de excitados matarifes que venían como apoyo. El babau resopló y gritó de nuevo, ésta vez con las renovadas fuerzas que la rabia le insuflaba.

A su alrededor, pequeños en comparación con el imponente demonio, pasaban corriendo más matarifes en busca de presas. Indisciplinados desde que eran concebidos, los diablos rojos se lanzaban en oleadas a por sus víctimas sin pensar en las consecuencias. Así, mientras que unos cargaban contra Davros incluso siendo conscientes de la cantidad de cadáveres que lo rodeaba, otros trataban de derrumbar el muro enano a base de garrazos y mordiscos. Sólo uno lograría dejar su impronta en forma de tres surcos en el rostro de Kormack. De no haber sido por el casco seguramente una de aquellas afiladas garras le hubiese arrancado un ojo.

Los dos guerreros, pasada la última acometida, tenían la oportunidad de acabar con los matarifes restantes antes de que el resto de demonios y piratas hiciesen acto de presencia. Los dos últimos matarifes que atravesaban la entrada hacia la sala de invocación saltaban a la desesperada a por Davros ocupando el espacio de los dos congéneres que acababan de ser destrozados por el antiguo mangual del gran Muzhal, mucho más peligroso en manos del bárbaro. Sólo uno de los dos lograría acertar en el blanco. Un fino hilo de sangre procedente del cuello empapó más aún las sanguinolentas vestiduras de Davros. 

Por su parte, Losse y Ogna, que seguían manteniendo una posición retrasada, veían acercarse a otro demonio hacia su posición. Llegó a grandes zancadas hasta colocarse a escasos centímetros del cazador everlunita quien pudo apreciar el nauseabundo olor que escapaba de sus fauces.

Allen, que se veía libre de las acciones de los matarifes, tuvo la oportunidad de ver lo que les aguardaba en el interior de la sala de convocaciones. No había rastro de Sylphamen pero sí de lo que debía ser una de sus creaciones: un enorme constructo metálico que se erguía cuan alto era desafiante a pocos metros del paladín. No obstante aquella no era la única amenaza. Al fondo de la sala rectangular, una línea de matarifes acompañados por un hezrou servían como última defensa viviente antes de la plataforma de invocación. En ella, varios demonios de largas extremidades seguían con la vocalización de los conjuros propios para abrir el enorme portal ardiente. Entre todos ellos destacaba una abominación rojo sangre rodeada de tentáculos que lo conectaban a decenas de personas enjauladas sobre él. Aquel monstruo sin duda estaba drenando las vidas de aquellos que supuso serían los habitantes de Oaksville y los verdaderos soldados de Ciudadela Felbar. De pronto, lejana y difusa a través de las llamas, la inmesa figura de Lorevor comenzaba a hacerse visible. El Heredero hacía acto de presencia.