Dos más. Manzanas maduras cayendo de sus ramas. Los supuestos soldados se desplomaron ante las acometidas combinadas de Allen, Jeldrich y Ogna. Aquellos que aún no habían sucumbido ante la fuerza de los aventureros, o bien se encontraban ciegos, o bien estaban seriamente heridos, o bien se preparaban para recibir otra serie de golpes, a cada cual más devastador.

Quienes aún podían actuar alejados de todo peligro, o eso creían, se encontraban en la alta muralla sur. Ve tú, yo te sigo ahora. – Había indicado uno de los arqueros a su compañero en referencia al tema del portón. Cualquiera que fuese objetivo de aquellos hombres para con el Fuerte Bueno, gran parte de su éxito descansaba en aquel portón. ¿Quién habría esperado que unos aventureros llegasen a pedir explicaciones cuando ya habían despachado a los guardias de la ciudad? Ya se buscaría un responsable para que pagase aquel error, eso si es que quedaba alguien vivo para ello.

Entre jadeos, Elmar, corrió como poseído hacia la torreta que protegía la única entrada al complejo. Debería descender las tres plantas a la carrera si quería llegar al mecanismo que habilitaba el conjunto de poleas que permitían subir y bajar la pesada puerta. Oxidado debido al poco uso que se le daba, ya que durante la estancia de la señora Lamia la puerta de Fuerte Bueno siempre se mantenía abierta, era complicado accionar el mecanismo incluso con dos personas fuertes. Elmar, en su carrera, buscaba en su estresado cerebro la forma de romper aquellas cadenas obligando al portón a descender y permanecer allí tendido hasta que la siguiente y última parte del plan que a ellos les concernía, la que menos le gustaba, llegase al fin.

Un golpe sordo se escuchó en la puerta del torreón donde la sirvienta había dado la voz de alarma a los aventureros momentos atrás. Alguien descorrió el cerrojo atropelladamente y la puerta, una preciosa puerta de madera de nogal con incrustaciones de bronce en ella que imitaban una enredadera, se abrió de sopetón hacia el interior. De ella, armados con espadas y escudos, y sin las armaduras de la guardia de Crímmor, surgieron tres hombres más, aunque se adivinaba un cuarto en el oscuro interior del recibidor de la torre. Por los gritos de la mujer, Jeldrich y Allen, los más cercanos, adivinaron que traían a un rehén con ellos.

¡Tirad las armas o le corto el pescuezo a esta pelleja! – Gritó uno de los piratas desde el interior de la torre.

Los supuestos soldados se alejaron pasillo adelante ignorando lo cerca que habían estado de atrapar a uno de aquellos inoportunos aventureros. Debido al estruendoso caminar de éstos y de los gritos de pánico de la mujer que retenían en la planta superior, escuchar al sigiloso Zanc, incluso corriendo, era una tarea imposible para aquellos oídos poco entrenados. No obstante, los oídos de Zanc se encontraban muy atentos en ese momento. De pronto, aquello que estaban esperando, sucedió.

¡Alto! ¡Cuidado! - Gritó Jell saltando por encima de una cuerda que alguien había tendido a lo largo de uno de los escalones. Por suerte, pudo agarrarse al pasamano y evitar la caída escaleras abajo. Hubo golpes entre los piratas debido a la brusca detención de su carrera. Sin embargo, no todos se percataron de a qué se refería su compañero. Dos de los soldados cayeron rodando por las escaleras uno sobre el otro llevándose consigo las sillas de la mesa que había frente a las escaleras. 

¡Mierda! ¿Quién coño ha puesto eso ahí? - Exclamó uno de los que se había salvado por los pelos. ¿Estáis bien? - Preguntó a sus dos camaradas. Éstos, entre quejidos, confirmaron que no tenían ningún hueso roto pero, aunque Zanc no podía verlos, imaginó por sus voces que el golpe no había sido poca cosa.

El gnomo, una vez confirmado que su trampa había tenido cierto éxito, prestó atención a lo que sucedía por encima de su cabeza. El forcejeo entre la mujer y uno de los soldados había llegado a su fin. Un sólo movimiento más, y te rajo el cuello, ¿me oyes? - Escuchó el pícaro decir al pirata. Vas a salir ahora ahí fuera y a decir a esos hijos de puta que suelten las armas o yo mismo te abriré en canal. ¿ME OYES?

El mago observó como los dos aventureros revolvían cada rincón de la habitación tratando de localizar una puerta secreta o algo que se hubiese podido pasar desapercibido en un primer momento. Nada. Definitivamente aquella aprendiz, si es que era tal, se había cuidado muy bien de no dejar rastro en la habitación de sus actividades. Sólo un hecho alarmó al explorador. Marcas de pies sobre el quicio de una ventana. ¿Saldría volando de allí aquella chica cuando no quería que se la detectase? Vhensijet no creía aquello posible puesto que, para él, aquella muchacha no reunía las facultades necesarias para ejecutar tales hechizos. Aun así, la cara del traicionado mago, reflejaba sus dudas. La verdad es que últimamente la he dejado mucho de lado. Tan sumido me hallaba en mis progresos que olvidé que existía. Ella siempre merodeaba por mi laboratorio que es donde guardo las larvas en un estado de letargo. Debió cogerlas de allí cuando me reunía con Thousanpark en la habitación de invocación. Pero eso debió ser hace varias semanas... - El mago resopló liberando así parte del agobio que atenazaba su pecho.

No, mis gólems sólo me obedecen a mi, es una forma de protección. No me gustaría que nadie los pudiese utilizar en mi contra. Estos dos, de hecho, los creé cuando llegué aquí. En Luskam, donde no nos ponen tantas trabas, - añadió con amargura - tengo algunos más poderosos. Pero aquí hubiese sido imposible fabricarlos. Sólo con su peso hubiesen hecho ceder las viejas vigas de este taller. 

No, no es necesaria mi presencia para que actúen. - Respondió al fin. Ellos ejecutarán mis órdenes hasta ser destruidos, da igual si los mando al fondo del mar, siempre buscarán la forma, dentro de sus limitaciones por supuesto, de cumplir mis deseos. - Se rascó la incipiente barba con denuedo. Si Sylphamen fue capaz de crear a ese gólem de carne, perfectamente podría haber hecho otras cosas semejantes. - Comentó preocupado. Definitivamente alguien debió de volverla en mi contra. Yo nunca le hubiese permitido soltar sus creaciones y dejarlas deambular por las calles. ¡Es un suicidio! Habríamos atraído las sospechas de los Magos Encapuchados, y créeme, es lo que menos necesitamos en estos momentos. No quiero acabar con mis huesos en la prisión del hechicero.

El enano miraba a ambos con rostro serio, parecía que se encontraban ante un galimatías y para su desgracia no tenían a Morwing. Aquel mago siempre esclarecía los hechos. -Hmmm... Había rrrrrestos de cadáverrrres en una sala aquí al lado.- dijo el enano -¿Son suyas o de su aprrrrrendiz? Aquellos rrrrestos parrrrecían de grrrranjerrrros bastante corrrrpulentos, quizás las piezas que dierrrrron nacimiento a aquel monstrrrruo de carrrrne.- para el enano tenía todo el sentido del mundo, pero al ser tan ignorante a lo que magia se refiere podían ser de Vhensijet, aún así el origen de aquellos cadáveres era macabro y desconocido. -Desde luego aquellos cadáverrrres son una mala publicidad parrrra tus arrrtes.- dejó caer el enano. Aquel mago parecía preocupado por los mago encapuchados y quizás tuviese ahí una baza. -Hace nada vimos a los magos encapuchados... esa aprrrendiz tuya puede meterrrrte en muchos prrrroblemas.- decía el enano hilando los sospechosos restos de cadáveres humanos que había en la casa con la llegada de los magos encapuchados. Dejando caer que podían andar tras la pista de la desaparición de campesinos. 

Las prisas por acabar con el mayor número de soldados lo antes posible, unidas a la aparición de aquellos tres soldados más, que amenazaban con degollar a alguien, distrajeron a Davros lo suficiente como para que su objetivo herido agradeciese a los dioses vivir un poco más.

La espada golpeó por dos veces  la pared de la torre - Joderrr - , provocando un par de fuertes estruendos, pero sin llegar a rozar al enemigo arrinconado.

Un paso más, ésta vez vez hacia atrás, le daría otra buena oportunidad de acabar con los que seguían en pie a su lado. Más tarde se preocuparía de los recién llegados, si es que sus compañeros le daban la oportunidad...

El pirata que portaba la alabarda, quien ya había visto que Davros no era inalcanzable pese a su tamaño, pareció tomárselo con calma. Pasó el dorso de su mano enguantada por sus labios para limpiar el sudor mientras meditaba el próximo movimiento. Aquel gigante, con la enorme espada, los tenía bloqueados. Había visto como la bruja había alejado corriendo hacia el portón, cosa que no le gustó en absoluto. Los refuerzos estaban allí y muy pronto más llegarían desde la casa señorial, pero su pellejo era suyo y no estaba dispuesto a arriesgarlo a la ligera. Bien, tómale la espalda... Haz lo que digo y no protestes. - Susurró a su compañero. ¡AHORA! - Gritó al instante a la vez que lanzaba un ataque de tanteo contra las pierna herida de Davros. El pirata que se encontraba protegido detrás del escudo tragó saliva y entrecerró los ojos temeroso del golpe que podría recibir. Habría replicado de haber tenido tiempo y, de salir de esa, tendría sus más y sus menos con su compañero. Sin embargo, en ese momento, no vio otra solución. Agachó la cabeza, tensó los músculos y se dispuso a rodear a Davros por su derecha. Tranquilo, tranquilo...- parecía pensar a medida que se movía haciendo rápidas fintas para despistar al inmenso bárbaro.

Aliviado porque sus compañeros habían terminado con la vida de los dos guardias que rodeaban al paladín, Allen comenzó a pensar en su siguiente movimiento pero, para su sorpresa, no sería el que había imaginado.

De una de las casas del fuerte aparecieron tres soldados más acompañados por una mujer, posiblemente una sirvienta, a la que amenazaban con corrtar el cuello si el grupo de aventureros no abandonaba las armas. -Intenta hablar con Zanc y Losse para que nos ayuden*-, dijo a Ogna mientras se giraba hacia los recién llegados y levantaba el espadón sobre su cabeza.

-Está bien calmaos. Ya se ha derramado suficiente sangre, ¿no creéis?-, comenzó diciendo en tono conciliador, -No sabemos quienes sois ni qué pretendéis, sería buena idea que nos lo aclaraseis ahora antes de que esto nos lleve a una carnicería aún mayor. La pregunta obvia es para quién trabajáis y qué pretende hacer con este fuerte, ¿no sabéis que existe un ejército de orcos que se dirige hacia aquí?-.

El pequeño bribón continuó con su ascenso por los escalones hacia la tercera planta con una sonrisa dibujada en su ahora invisible rostro, la algarabía de los soldados y el ruido que provocaron al caer le había confirmado que al menos en parte, su trampa de lazo había funcionado, imaginarse la cara de aquellos imbéciles rodando escaleras abajo le causaba una enorme gracia que contenía debido a la situación que se vivía en la planta superior. 

Finalmente logró llegar hasta el tercer piso, una vez allí observó la situación y se acercó a la pared con su acostumbrado sigilo.

La situación en el pasillo no era muy distinta a la que Zanc había imaginado mientras se deslizaba sigiloso por los escalones que daban a la tercera planta. Esta planta se veía mucho más refinada que las inferiores, destinadas a la servidumbre: papel cubriendo las paredes, farolillos con ostentosos adornos que aportaban una luz rojiza al lugar, alfombras de pieles de animales. El único elemento disonante era un bruto con la camisa arremangada hasta los codos  que intentaba retener por la fuerza a una mujer que rozaría los cuarenta años, bien parecida, con excelente figura y con ropas acordes a su posición.

La señorita Lamia Crytrapper, pese a la situación que estaba viviendo, se mostraba orgullosa y desafiante. Cuando Zanc se asomó a la esquina pudo ver como otro pirata merodeaba al fondo del pasillo, posiblemente vigilando otra habitación donde tendrían retenidos a la mayoría de los miembros del servicio.

¿El cadáver? - Preguntó sorprendido. ¿Qué cadáver? - El mago miró a ambos aventureros aguardando una explicación. Cuando ésta llegó, y pudo ver con sus propios ojos el cuerpo del granjero tendido sobre la camilla, se cubrió la cara con ambas manos. ¿Pero qué estás haciendo insensata? - Susurró totalmente espantado. Está fresco...no puede llevar aquí más de unas horas.... - Aunque en un principio no lo dijo, el mago parecía seriamente preocupado. Las piezas que faltaban en el cuerpo, cabeza y brazos, le hicieron temer lo peor. Como comentaría después a Kormack y Losse, el que hubiese dejado allí el resto sólo podía significar una cosa: ya tenía el resto de cuerpo preparado para adosarle los brazos y la cabeza. ¿Qué se proponía la aprendiz? Era un misterio, aunque para su maestro todo indicaba que estaba preparando de nuevo un gólem de carne. Lo único que no conseguía explicar es el porqué sólo necesitaba los brazos y la cabeza. 

Sé que esto no es una buena publicidad. - Contestó al enano. - Y lo será menos si mi aprendiz decide hacer una locura. No puedo arriesgarme a que los magos encapuchados me asocien con toda esta locura o estaré perdido. - Se dijo a si mismo. Será mi fin...

Por fin había llegado a la tercera planta, desde ahí pudo observar al pirata que tenía a la mujer de rehen y uno más alejado hacia el fondo del pasillo. - Bien!.. -Creo que a 2 puedo controlar sin problema- Se animaba a si mismo mientras empezaba a trepar por la pared hasta llegar al techo, una vez allí visualizó a su objetivo mientras su corazon empezaba a latir con más intensidad y la adrenalina previa a un combate empezaba a inundar su cuerpo.

Risas nerviosas corrieron entre los piratas recién llegados. Aquellos que habían visto morir a sus compañeros no reían en absoluto pero en sus rostros se podía leer que ya sabían que un ejército de orcos se acercaba. Eso no es asunto nuestro estúpido. - Graznó el más pegado a la pared. Nuestra misión aquí está casi cumplida. En cuanto esos pieles verdes aparezcan por esa puerta habremos acabado aquí.  No me importa qué le pase a todos esos bastardos tras esas murallas ni a vosotros tampoco. Ya has oído a mi compañero. O sueltas las armas o esa puta muere aquí mismo y después vosotros con ella. ¿ME HE EXPLICADO? -Se atrevió a gritar a Allen a pesar de la carnicería que había a sus pies y al hecho de que tres de aquellos soldados vagasen sin rumbo por el patio con las manos extendidas hacia adelante.

Con varios enemigos más derrotados, Jeldrich sabía que sería cuestión de tiempo hasta que acabasen con todos ellos. Seguía pensando así incluso cuando nuevos rivales salieron de una de las casas… - Lazhánder, continuará a nuestro lado…él nos protegerá…

Sin embargo el hecho de que esos nuevos “invitados” llevaran consigo a una joven inocente como rehén, hizo cambiar al instante el rostro del clérigo y apretar con rabia el puño con el que sostenía su maza… - ¡NO TENEIS HONOR!, respondió a sus amenazas con firmeza.

Tras un breve silencio, tremendamente tenso, en que las miradas de unos y otros se cruzaban entre ellas, Jeldrich meditaba ante tan delicada situación.

- Malditos…. Traicionáis a vuestro pueblo…. y con actos tan cobardes como el que mostráis amenazando a esa pobre mujer… y todo, ¿por qué?¿por un puñado de monedas?, dijo amenazante, - Pues te diré algo, cretino, no has podido elegir peor el bando en el que estás… podrás hacer daño a esa pobre joven…pero… pero el radiante la sanará y devolverá a la vida sana y salva…mientras que tú, DESGRACIADO…. ¡¡VAGARÁS ESTA NOCHE EN EL INFIERNO!!... ¡¡¡¡¡SEÑOR, A MÍ LA LUZZZZ!!!!, exclamó con su mano izquierda apuntando al falso soldado…

La mano de Jeldrich comenzó a iluminarse con una intensa luz que hizo entrecerrar los ojos a los rivales que tenía delante. De pronto esa luz se focalizó en un único punto de su mano y salió despedida en forma de rayo contra el soldado que amenazaba a la joven inocente. Éste golpeó de lleno la frente de su rival, parando al instante su ritmo cerebral, convirtiendo sus ojos en dos cuencas en blanco y haciéndolo caer al instante fulminado… - Una luz celestial antes de la eterna oscuridad…, comentó satisfecho… - Pensad vuestro próximo movimiento…pues no habrá piedad para los malvados… ¡Tirad las armas AAAHORAA!, sentenció.

El súbito rayo de luz potente como el mismo sol iluminó por completo la estancia e incluso las habitaciones superiores. El resplandor fue tan intenso que uno de los alabarderos, queriendo cortar la mano del clérigo, hubo de cejar en su empeño y detener su ataque. Cuando se disipó el intenso brillo cegador los tres soldados se volvieron sobre sus talones. Con horror vieron a una sirvienta con parte del vestido quemado y humeante donde aún se veían pequeñas llamas devorando el mandil negro que le llegaba hasta las rodillas. Ésta se cubría la cara y lloraba desconsoladamente con algunas quemaduras en sus antebrazos desnudos. A su lado, una masa deforme y ennegrecida era todo lo que quedaba del pirata que momentos atrás la había arrastrado por el pelo escaleras abajo. Su cuerpo había quedado irreconocible. Por suerte, ni Zanc, ni Kormack ni Ogna estaban allí para verlo; aquella imagen hubiese traído a sus mentes la escena de Spujnur, totalmente calcinado por el rayo que segó su vida para siempre.

Los soldados quedaron dubitativos durante unos instantes. No soltaron las armas pero, aquella visión, los dejó profundamente conmocionados. 

Por la cara de preocupación y sus palabras, aquel hombre parecía estar horrorizado con lo que contemplaba. Pero eso no le eximía de su culpa, aquel "arte", como él lo llamaba, había desatado un mal incalculable para la pequeña ciudad de Crimmor. - Quizás debiste pensar mejor a quien enseñar ciertas cosas. - Dijo Losse con actitud severa. - Haz lo que creas conveniente, pero no seré yo quien te ayude a tapar todo lo que has desencadenado. -

El elfo dejó un momento al hechicero trazar un plan en su mente para encubrir todo aquello antes de retomar la conversación que le había venido a la cabeza sobre Bealedur. - Por cierto, ¿cómo podemos estar seguros que no eres tú el causante de todo ésto? Bealedur te gritó en aquella isla que ya habías cumplido con creces tu misión. No vuelvas con el cuento de que fuiste a aquel lugar a reclamar dinero a Thousanpark. Cuéntanos la verdad. Guardas relación con los hechos acontecidos de alguna manera. Si realmente buscas poner fin a todo ésto, te ayudaremos, pero nos gusta saber con quien tratamos antes. Con todo lo visto aquí, comprenderás que tengamos dudas. - Losse era de todo menos un soldado y no creía que el mejor castigo pudiera proporcionárselo un inepto que le decía a los demás lo que tenían que hacer mediante eso que llamaban "leyes". - Y no pienses que iremos a la guardia o a los magos encapuchados. Sinceramente, me la trae al fresco lo que tengan escrito en sus libros de justicia. Sólo demostrarás que eres digno de seguir haciendo lo que te gusta si colaboras con todo lo que sepas para poner fin a este mal y si en el futuro encaminas tus actos a ayudar a las personas. -

El enano al ver las reacciones de Vhensijet lo tenía claro, aquel tipo era más que sincero y parecía dispuesto a cooperar. -Bien, nunca es tarrrrrde parrrra enmendarrrr una acción... Conocemos al generrrral que comanda la defensa de la ciudad. Con tu ayuda estarrrrían en deuda y quizás, tu trrrrrabajo y tu prrrrresencia serrrrían valorrrrados.- dijo tendiendo un puente de fraternidad al mago. -...Ayudanos a encontrrrrarrr a tu aprrrrendiz y a parrrrarrrla.- dijo pararla, pero el enano pretendía matarla. -Crrrreo que puedes darrrr con ella antes que nosotrrrrros.- Y mientras Losse investigaba minuciosamente la habitación -Lleva a Hebrrrrrafina a su habitación, deberrrrías explorrrrrarrrlo, se llevó unos buenos golpes... miente más que habla, no quiso cooperrrrarrr...- dijo justificándose. Las claras advertencias de Kormack nunca deberían tomarse a la ligera y aquel tipejo parecía no importarle nada... aunque en ese momento el enano no lo supiese ya sospechaba que quizás Vhensijet podría sanar al mediano, o que quizás este no llegase a morir y así salvarlo de lo que hubiese sido una muerte segura. Mientras Losse exploraba y Vhensijet se encargaba de su anfitrión. el enano fue a destruir el altar demoniaco.

El paladín quedó impresionado por la contundencia y valores demostrados por Jeldrich. Sin duda congeniaría con el clérigo de una forma en la que no lo había hecho con ninguno de sus compañeros hasta el momento, o eso dedujo de su actuación y sobre todo de sus palabras.

Ante la visión de los desorientados guardias tras el conjuro que había calcinado al hombre que mantenía como rehén a la sirvienta, Allen optó por lanzarse hacia aquel que tenía intención de abrir el portón. El soldado les había dicho que esperaban la llegada de los orcos, hombres verdes les llamó, por lo que viendo la situación actual era de vital importancia que aquellos seres no pudiesen entrar en la fortaleza.

Con la mano que aún permanecía agarrada a la crin de su montura, giró a la bestia mágica hacia aquel que pretendía llegar hasta el mencionado portón y espoleó a su compañero para que se lanzase hacia él. Cuando llegaron a su altura, el gran espadón que portaba el paladín gracias a la velocidad imprimida por su veloz montura, cortó como si fuese sebo la cabeza del pobre soldado quien a buen seguro no sintió dolor alguno al recibir el limpio corte que dejó el afilado espadón de Allen.

Paró tan solo un metro después de donde quedó tirado el decapitado cuerpo el guardia y gritó, -¡Aún estáis a tiempo de rendíos, si no todos y cada uno de vosotros morirá hoy aquí!-