Ogna aguardó en silencio unos instantes. Notaba el vínculo activo pero nadie hablaba al otro lado. Por un momento temió que la sirvienta hubiese sido una trampa pero, tras unos segundos prudenciales, la muchacha escuchó una voz madura, de una mujer mayor pero no anciana. Su tono, acelerado y entrecortado, indicaba que se hallaba bajo mucha presión y, tal vez, bajo vigilancia.

Los soldados... - Se detuvo - de la guardia, se han vuelto locos. - Silencio prudencial. - Nos han encerrado en las habitaciones y no nos permiten salir. Está lleno de ellos.

Tras el doloroso rayo de luz, ambos aventureros abrieron los doloridos ojos. Conservaban la vista pero, de no haber reaccionado a tiempo, hubiesen estado en un grave aprieto. Sin lugar a dudas, quien hubiese ideado aquella trampa, se trataba de un mago bastante poderoso. Ninguno de ellos imaginó a Hebrafina como tal, puede que alguien más estuviese aliado con él y hubiese permanecido todo ese tiempo en la sombra. Cuando por fin los destellos en su vista se desvanecieron contemplaron algo que en un principio no tenía mucho sentido proteger en una habitación secreta. No era otra cosa que decenas de camisas, pantalones y botas utilizados por los soldados de la ciudad. En ellos se distinguían los blasones de Crímmor y Amn. Además de ello, un cofre de madera, pequeño y alargado, dejaba entrever el brillo de las monedas de oro a través de su tapa medio abierta. Entre la multitud de monedas de mithril que contenía, ambos encontraron un sello de impresión de la ciudad de Crímmor. La imagen las armaduras con los distintivos de Oaksville, Cherrybroof y Athkatla encontrados en la Isla de la Sirena Muerta se materializó en sus mentes.

¿Habría estado Phaymust Hebrafina todo ese tiempo creando ropas para soldados impostores igual que lo que se proponían en el atolón? De ser así, ¿cuántos de esos hombres se encontrarían entre las tropas de la ciudad? Una calor incómodo comenzó a hacer presa de sus cuerpos. ¿Se verían traicionados desde dentro? En sus cavilaciones se encontraban cuando un sonido lejano los alertó. Había sido una puerta abriéndose en algún lugar de la planta donde se encontraban. No estaban solos.

El enano cuando por fin recuperó la vista miró a Losse quien parecía recuperarse con normalidad, una vez entraron en la sala el enano encontró lo que sería el comienzo de una nueva amistad. -Mith-Rhil-eh.- pronunció en lengua enana. -Buen trrrabajo, camarrrrada... Acabas de ganarrrte un hacha.- y no se refería a que le fuese a regalar un hacha, si no que aquella suma de dinero suponía el pago por una gran alianza. El hacha de Kormack acababa de ser comprada. -¿Quierrres que carrrgue tu parrrte?- le decía el enano guardando el dinero como si no hubiese mañana una puerta se escuchó al fondo, el enano casi no prestó atención hasta que Losse le advirtió del problema. Cuando el enano se levantaba ya llevaba todo el dinero -Puede que esto nos sirrrrva.- dijo cogiendo el sello de impresión. -Voy delante...- El enano cargaba su pesado escudo pavés y en su otra mano llevaba el hacha.

¡JA! No en vano era la más rápida de Murann.- Ogna esa escurridiza, ágil y veloz, desgarvad...ejem...estilizada y flexible como un junco. Notó como se formaba en enlace entre la sirvienta y ella y después con Zanc. Esperó un tiempo prudencial, angustiada porsi la pobre mujer no estuviera acostumbrada a la magia y eso la delatara. Pero finalmente llegó su mensaje y la expresión en el rostro de Ogna lo dijo todo. Ojiplática y con la boca abierta agarró a Allen del brazo enlatado y les comentó lo que le había dicho la sirvienta sabedora de que el mensaje llegaría a Zanc y Davros a través del conjuro.

- Dice la...- ¿Chacha?¿Sirvienta?¿La señora que limpia? Indecisa por emplear un epíteto contrario a las ideas que defendía normalmente la bardo, y sobre todo a sabiendas de que la mujer podía escucharla, quiso ser políticamente correcta.-...la integrante del servicio de los Crytrappers que los soldados se han vuelto locos y los tienen encerrados. Dice que está lleno de ellos.- Miró alrededor en busca de los soldados ocultos mientras esperaba la reacción de sus compañeros antes de añadir.- No se preocupe señora, los liberaremos. No haga ninguna locura pero manténgame informada si pasa algo y ve que no corre peligro.- Trataba de tranquilizar a la mujer pero, ¿cómo iban a liberarlos ?¿Cómo si tenían rehenes? Puede que alguno tuviera que morir.

¡Maldita sea!- Ogna odiaba la extorsión y violencia cuando se ejercía contra los más desfavorecidos. ¿De qué soldados hablaba la mujer? ¿Los que había mandado Heomar? Eso implicaría su traición. ¿Los que estaban al servicio de los Crytrappers? También cabía la posibilidad de que un poderosos demonio estuviera detrás de todo y controlara a los guardias mentalmente.

Zanc se detuvo en seco ante los susurros provenientes de una edificación a su espalda. Instintivamente se pegó a la pared de la casa y se agazapó cuando vio las advertencias de Davros y Ogna. - Claro!! Esos caballos estaban ahí por eso.... Pero, ¿por qué tendrían los soldados retenidos a los sirvientes de la famila Cryttaper? - Pensaba para sí mientras se escurría por el lateral de la pared hasta llegar a una de las ventanas, con suma cautela se asomó al interior de la casona intentando discernir lo que había en su interior. 
- Buscaré la manera de colarme al interior, pronto sabemos que diantres está pasando acá. - Susurró a Ogna mientras esperaba su oportunidad para infiltrarse al edificio.

Ogna pudo sentir los suspiros de la mujer a través de su hechizo ; aunque no podía verla, se la imaginaba con sus ojos fijos en una puerta temiendo ser descubierta. Llegaron anoche, - Dijo de pronto - en gran número, preguntando por la señora. Hubo un largo silencio en el que la porta-antorchas pensó que la mujer había sido descubierta. Ésta mañana temprano nos encerraron en las habitaciones. No sé qué habrá pasado con la señora. - Su voz temblaba tanto debido a que, con seguridad, estaba reteniendo el llanto. Son soldados de la ciudad pero son todos muy malhablados y con muy malos modales.

No, con nadie. - Añadió sin venir a cuento. Sí, sí señor.

Con paso cauto, típico de su raza aunque estos vistiesen las más finas vestiduras de los reinos, Phaymust, el dueño del taller textil, recorría los pasillos con temor a lo que podría encontrarse. ¿Ha...hay alguien ahí? - Preguntó con voz entrecortada mientras se examinaba las habitaciones por las que instantes atrás Losse y Kormack habían pasado. Mierda... - Se le escuchó decir a poca distancia. Ambos aventureros se imaginaron al mediano mirando con ojos aterrorizados la puerta abierta de la estancia que ahora mismo ellos ocupaban. Nos han descubierto... ¿qué vamos a hacer ahora? - Preguntó. 

Han entrado por el balcón. - Añadió al cabo de unos instantes como si alguien al que los aventureros no podían oír le estuviera interrogando. Sí, sí...por favor.

El enano hizo un gesto con la mano y salió corriendo en dirección al ruido. -UUAAAAAAh.- gritó con intención de intimidar a todos los que estuviesen en el pasillo. Un enano con cara de auténtico loco gritaba hacia ellos, con un hacha y un escudo, casi no les dio tiempo de reaccionar antes de tener al enano pegado a ellos... El pasillo incluso parecía más estrecho, el pequeño Hebrafina iba a saber lo que era un enano del ártico...

El hallazgo, aunque jugándose la vista con aquel fogonazo, permitió que ambos aventureros se encontraran con un tesoro más preciado por los enanos que por ninguna otra raza. No había duda de que se trataba de mithril, pues bien lo sabía con la armadura que portaba el elfo lunar. - Es precioso. Repartiremos todo una vez acabemos. Sí, lleva mi parte, eres un tío robusto. - Dijo al enano mientras palmeaba su fornida espalda. - ¡Alto! ¡Un momento! Alguien viene. Prepara tus armas. -

El enano y el elfo esperaron mientras escuchaban la conversación del individuo consigo mismo o bien, alguien a quien no podían escuchar. - Demonio - Pensó el explorador. Aguardaron hasta que llegó el momento de actuar. Losse agarró una poción de su cinto y se la tomó, aumentando su valor y su vitalidad al momento.

- ¡Maldita sea! - Zanc hizo caso omiso a las palabras de Davros y desapareció tras la esquina de la mansión principal. Dudó un momento entre seguirle o mantener su posición junto a la puerta pero, tras mirar hacia atrás y ver que Ogna estaría bien protegida por Allen y Jeldrich, se decidió por seguir los pasos del gnomo, teniendo especial cuidado junto a las ventanas de aquella magnífica construcción.

Cuando llegó a la esquina, sus ojos se posaron en las ventanas de la pequeña casa en la punta noreste del fuerte (13).

TURNO 1

Lo que menos podía imaginar el pequeño, bien perfumado y mejor vestido Phaymust Hebrafina era que de aquella habitación donde, durante meses, había almacenado aquel extraño cargamento, pudiese surgir Kormack. La irrupción del enano en el pasillo fue brutal, bárbara y, en definitiva, terrorífica. Con un torso casi tres veces el del sorprendido mediano, Kormack, avanzaba a grandes zancadas haciendo retumbar el suelo con cada uno de sus pasos; su hacha en alto, su rostro dominado por una espesa barba pelirroja y su grito de batalla hicieron que el propietario del taller prácticamente cayese de espaldas del susto. Paralizado por el horror armado que se acercaba imparable hacia él sólo pudo abrir la boca, emitir unos estúpidos balbuceos y extender los brazos y las palmas de las manos hacia adelante, como si con aquello pudiese detener a la mole que se le venía encima.

Kormack sólo logró ver a un mediano, con grandes ojeras debido a la falta de sueño y a la preocupación, detenido en mitad del pasillo, temblando por su vida. No escapó a tampoco al enano, y posteriormente a Losse, el hecho de que Phaymust había dicho en la despedida de Lord Hembelan la noche anterior, que hoy no se encontraría en la ciudad debido a negocios que requerían de su presencia en la ciudad de Amn del sur conocida como Murann. ¿Qué hacía allí?

Antes de que Davros desapareciera en pos de Zanc, Ogna le señaló con su dedo acusador, formando un enlace mágico entre ellos dos también. Se había quedado sola con los dos santurrones. No le gustaba la idea de separarse.

- La mujer dice que los soldados llegaron de la ciudad anoche preguntando por su señora, Lamia Crytrapper, en gran número. Les han encerrado en las habitaciones y no saben donde se encuentra ella.- También decía que tenían muy malos modos y eran malhablados. Lo primero que pasó por la cabeza de Ogna es que fueran suplantadores o incluso piratas disfrazados.

Te vas a poner las botas Vishna.- Desenfundó el estoque y se pegó a la pared de la torre desde donde la mujer les había avisado. Pro las ventanas podía ver que tenía unos 4 o 5 pisos. Dejó que Vishna olfateara el ambiente mientras ella leía un pergamino.

Pudo notar en la conversación de la mujer cómo estaba siendo vigilada y casi la pillaban poniendo en riesgo su vida.

-Muchas gracias por la información. Os liberaremos, ya lo verás. No te arriesgues más a no ser que veas que es estrictamente necesario.

Finalmente, gracias a los avisos de una sirvienta de la familia Crytrapper y las habilidades de Ogna, el grupo pudo descubrir que el fuerte probablemente ya estaba tomando por algún grupo de malhechores. Quienes eran, cuantos y los motivos por los que estaban allí eran dudas que aún estaban por resolver…

Jeldrich pudo presenciar como el grupo de aventureros no era precisamente novato a la hora de infiltrarse en fortalezas. En un abrir y cerrar de ojos, el pequeño gnomo y Davros tomaron la delantera para reconocer la situación y tratar de dar algo más de luz a todo aquel asunto.

Por su parte, el clérigo, junto a Ogna y Allen, esperó paciente la toma de decisiones. No quería resultar un estorbo teniendo en cuenta que su fuerte no era precisamente la movilidad sigilosa… Por ahora, sería más conveniente recibir órdenes o propuestas de sus nuevos compañeros y así no meter la pata… 

-Muévete y te rrrrrompo el cuello.- dijo el mediano muy serio. -¿Con quién hablabas?- dijo mirando alrededor de Phaymust, bien era verdad que no había escuchado una respuesta, pero aquel tipo escondía un as bajo la manga. -Cuéntame donde está tu amigo demonio y no te matarrrré. - le dijo directamente, no había que ser un genio para saber que el demonio estaba cerca, Losse se había topado con aquella bestia, fue ese demonio el que mató al soldado, el que sorbía la cabeza a Hembelan. Lo primero que haría Kormack sería acabar con aquella bestia. -Cooperrra. Es la única forrrrrma de acabarrr bien. ¿Estás sólo en la casa?- Kormack no le preguntó por nada más, podía preguntarle por el altar o por los escudos, pero nada de eso tenía importancia ahora, lo importante era saber si estaba sólo.

¿De...demonio? - Preguntó con una mezcla de miedo y sorpresa. ¡No! No hay ningún demonio aquí. - Contestó inmediatamente al ver la posición agresiva del enano ártico. ¿No eres tú Kor...korlack? - Preguntó al reconocer al enano. ¿Qué haces en mi taller? - Preguntó tratando de tomar la iniciativa y un poco el control de la situación. Sin embargo, viendo el temblor que presentaba en todo su cuerpo, era prácticamente imposible. Estoy...estoy solo. ¿Por qué lo preguntas? ¿Con quién iba a estar? - Mintió.

El enano miró inquisitivamente al mediano. -No vuelvas a mentirrr.- le dijo levantando el hacha. -Tie escuché hablando con alguien... Además vi el altar...- dijo señalando la habitación donde estaba el altar demoniaco. -Última oportunidad... ¿Con quien hablabas? ¿Hay alguien más? Sé tu plan... Cuéntamelo todo o te mato.- acabó diciendo... Aquel tipo le estaba comenzando a sacar de quicio.

Zanc y Davros, los dos compañeros más adelantados de los cinco que habían entrado en el fuerte, trataron de rodear la casa señorial por la parte noreste de la misma. Tanto el bárbaro como el pequeño bribón habían escuchado algunos murmullos correspondientes a conversaciones al otro lado de la puerta principal pero, desde su posición,  discernir sobre lo hablaban era prácticamente imposible debido a que, quienes conversaban, varios hombres adultos, se encontraban lejos de la puerta. Entrar a las bravas en la casa sin saber qué o quiénes estarían aguardando en el interior podría convertirse en un suicidio. Zanc, inquieto por naturaleza, decidió que debía echar un vistazo desde más de cerca. No sorprendió a su compañero por tanto que no tardase en escurrirse por uno de los laterales hasta topar con una ventana que daba a una de las habitaciones del servicio. Con una mirada rápida como el rayo confirmó que se encontraba vacía; sus dedos, igual o más rápidos que sus ojos, entraron en acción. La ventana se abrió de forma silenciosa. Antes de que la primera ráfaga viento moviese las cortinas, Zanc, ya se encontraba dentro sobre una de las mullidas camas con colchón de lana.

La habitación, tal y como la encontró Davros al seguir a su pequeño y habilidoso compañero, era modesta, algo propio del servicio, pero mucho mejor que la mayoría de las mohosas estancias en las que se había alojado durante su vida como guardián de caravanas. Al parecer, deducido por el número de camas, tres doncellas la compartían. Éstas habían dejado sus camas perfectamente cubiertas con un tosco pero fino edredón de lino y sus ropas recogidas en un armario.

¡Si me viera mi madre! – Exclamó un hombre con voz ronca muy cerca de la puerta.

¡Ah! ¿Pero es que la conociste? – Preguntó otro desde más lejos con sorna y sin poder disimular el arranque de risa que le producía aquella frase.

No tardaron en corear varios hombres con sus carcajadas semejantes a graznidos aquella ocurrencia. Desde luego, sus voces, su pronunciación basta,  su total carencia de disciplina y la conversación, la cual trataba sobre lo ligera de faldas que había sido la madre de uno de ellos, dejaba muy claro que aquellos seis o siete hombres no eran tres soldados modélicos precisamente, si es que eran soldados tal y como había indicado Ogna.

- No me jodas - Pensó Losse al ver como Kormack había sacado su lado diplomático. Él no se lo hubiera pensado, demasiadas pruebas tenían como para matarlo en ese mismo instante y sin mediar palabra. No obstante, el explorador cayó en que no se había movido de su posición y, probablemente, su presencia hubiera pasado desapercibida. Así, optó que la mejor opción sería no moverse aunque sí quedaría atento por lo que pudiera presentarse delante de él.

El enano mientras hablaba con Hebrafina y se planteaba noquearlo veía como aquel retaco podía llevar cosas de valor. Con una mirada de arriba abajo escrutó todos los objetos de valor del mediano, así como si portaba armas y el valor de todo lo que llevaba.