Partida Rol por web

La lancha me lleva rápidamente al muelle, donde me espera un coche. En el maletero hay, siguiendo mis instrucciones, dos bolsas de botes de spray rojo y varios bidones de gasolina. Vamos hacia el hospital.

La puerta de atrás está desguardada, como siempre. Sólo algunos médicos cansados y desencantados que han salido a fumar y que no cuestionan lo que ven. Menos todavía si lo que ven es... nada. Entro ofuscado cargando con la gasolina y los sprays y me dirijo al sótano. Ahi, entre equipo antiguo y artefactos almacenados, espero a los dos brujah, rociándolo todo con combustible.

- Se esta preparando una buena fiesta, por lo que veo.- Escuchas y al segundo la ves. Uno de tus azotes mas temidos es la primera en llegar.- ¿Cuales son las ordenes?.- pregunta extendiendo la mano para que le pases el bidon. No es trabajo de un principe mancharse las manos, despues de todo.

Le entrego gustoso el bidón de gasolina, pero tomo otro del suelo. No soy un hombre que tema mancharse las manos para hacer su trabajo.

- Muy sencillo. Provocar el caos. Destruir. Asesinar. Necesito veinte muertos esta noche. Diecinueve deben ser enfermos terminales, más allá de toda salvación. El número veinte... De ese me ocupo yo. - Le lanzo un bote de spray.- Hay que hacer una pintada por todas partes: 'La culpa es tuya, John'. Luego, quemar el hospital. Obviamente, las pintadas deben estar en sitios que no vayan a arder, y debemos provocar una alarma de incendio antes de prenderlo todo fuego; sino, serían más de un centenar de víctimas, y sólo quiero a veinte. Tu te ocuparás de la planta alta. Cuando empiece la alarma de incendios, huye y cubre el barrio de pintadas. ¿Preguntas?

Sigo rociándolo todo de gasolina, mientras calculo el tiempo mentalmente.

- ¿Alguna preferencia sobre edad o sexo?.- Pregunta sin dudar de tus ordenes. Cuando le contestas simplemente asiente y comienza a agitar el spray

- Mas efectivo que el esto seria pintar la frase con la sangre de las victimas y tal vez tomar unas fotos para que salgan en los periodicos a primera hora de mañana... Si me da su permiso.

La emoción de la batalla se va apoderando de mi... Cómo necesito esto... EL sótano entero impregnado de gasolina. Todo a punto para estallar.

- Tienes razón, Trece. Con sangre sería más impactante, pero necesitamos que esto parezca obra de los mortales, no nuestra. Por eso debemos actuar de forma más torpe de lo usual. Si necesitas sangre, tienes a tu disposición litros y litros embolsados. Procura mantener la Mascarada a toda costa. Lo de sacar fotos me parece una idea excelente. Las víctimas... Me da igual. Mientras sean moribundos, todo perfecto. Parece que nuestro otro asociado no vendrá... Lo haremos entre tu y yo. Sube arriba y termina con diez vidas. Cuando termines, deja una llamada perdida en mi teléfono, sal corriendo, deja las pintadas y saca las fotos. Gracias por todo, Trece.

Le lanzo mi sonrisa más honesta, la que reservo para el campo de batalla, y salgo hacia la recepción del hospital oculto de la vista de los mortales. Mi objetivo:  moribundos en las plantas inferiores del hospital.

Trece baja la cabeza con respeto y desaparece para cumplir su mision. Al mismo tiempo escuchas un susurro acercarse, aunque no puedes verle hasta que esta a pocos metros.

- Disculpe la tardanza, Mi señor... Las voces y susurros me mantuvieron a la espera de noticias que ofrecerle. Mi señor, he oido que el hijo del cazador esta intentando reclutar mas miembros para su causa. Planean algo señor, son mas astutos de lo que parece. Incluso he llegado a temer que la muerte de John no fuera mas que un sacrificio para la causa y que con ello buscaran un trofeo mayor... Señor, temo por vuestra cabeza.- Concluye sin darle mas vueltas.- Sospecho ademas que pueden estar siendo guiados por una mano en la sombra, vos os astuto y pienso que el nombre del sospechoso recorre su mente tanto como la mia.

- Descuide, escuche la orden que dio, 9 humanos moribundos y para vos la gracia del ultimo. Si no precisa de mas cumplire mi mision de inmediato.

Escucho a Sam con atención, anticipando la carnicería que sucederá a continuación.

- John muerto... No cambiaremos el plan. Mantengamos el nombre de John en las pintadas, que su hijo crea que no sabemos de su muerte, o que somos otro bando, más peligroso. Sam, es importante que esto parezca hecho por mortales. No queremos a nuestros camaradas lanzándose a nuestro cuello indiscriminadamente. Sube y haz tu trabajo... Y muchas gracias por la información. Nuestros amigos recibirán sus recompensas justas en su momento. Ven mañana a palacio a primera hora, tenemos que hablar más seriamente.

La aparición de Sam me da nueva libertad. Voy al recibidor de urgencias del hospital, buscando a la doctora o enfermera más joven y bella que pueda encontrar, con intención de hipnotizarla con mi presencia para poder sacarla fuera y dejar su cuerpo a la vista del mundo.

La recepcionista es una mujer mayor de unos 55 años, con cara de agria. Todo esta muy tranquilo, no hay visitas por los pasillos y los medicos no reparan en ti.

Al fondo ves a una joven con una bata y cara de sueño. Parece una de las estudiantes de medicina haciendo sus practicas oblgatorias, la observas un momento y te das cuenta de que la saluda todo el mundo, parece muy querida en el hospital. Hasta la agria recepcionista fuerza una sonrisa para saludarla. Sin duda seria un golpe para el hospital perder una joven promesa de la medicina, una chica brillante y apreciada...

Escuchas una alarma y los medicos corren acia arriba, sabes que alguien a dejado de respirar, puede que de forma natural o por causa de uno de tus azotes cumpliendo su labor. El caso es que dejan a la joven sola, junto a la recepcion por si se diera alguna urgencia.

De pronto nuevas alarmas suenan y ves a la chica inquieta, cuando suena la cuarta alarma ves que se decide a ir rumbo a los ascensores para ayudar. El desconcierto crece en el hospital.....

Recibes el mensaje de Trece, un segundo despues el de Sam.... Su trabajo esta terminado.

Corro hacia ella, derrochando Presencia seductora.

- ¡Disculpe! ¡Señorita! ¡Por favor! ¡Necesito su ayuda!

Llego a su lado. Compruebo que me saca casi media cabeza de altura, y aprovecho mi pequeño tamaño para resultar más convincente.

- Doctora, tengo un problema fuera. Se trata de mi madre. La estaba trayendo al hospital... le ha dado un ataque... no sé de qué se trata. Está ahí fuera, a cincuenta metros de la puerta... No puedo moverla... Pesa demasiado. ¿Me ayudaría? ¿Por favor? Temo por su vida...

Siempre me divierte jugar a mostrar debilidad delante de los mortales, a parecer como un cordero degollado. Todo aquello que no puedo hacer frente a los otros Vástagos, el mundo de los mortales me lo permite con creces.

- Bueno yo...-murmura algo sobrecogida por tu repentina intervencion.- Aun no soy medico pero hare lo que pueda.

Sale corriendo dejando que tu la guies, de una forma completamente imprudente, con mas corazon que cabeza. Sin imaginar que sea una trampa.

Corro con la joven hasta doblar la esquina, asegurándome de estar apartado de ojos intrusos que puedan vernos. Al llegar ahí, espero a que me alcance, sin perder mi expresión de cachorro perdido en gasolinera.

- Es aquí, aquí está mi madre.- Señalo a una sombra tras unos cubos de basura, quedando un paso detrás de ella. En ese momento, pongo mi mano en la parte de atrás de su cabeza. - Lo siento.

Empujo la cabeza con todas mis fuerzas hacia la pared, golpeando repetidas veces hasta que deja de moverse. Sigo golpeando, salpicando samgre, desfigurándola por completo. El olor de la sangre me enardece, me llena de deseo, de ganas de alimentarme. Hago un enorme esfuerzo de voluntad. Dejo caer el cuerpo y rasgo sus ropas, dejando a la vista sus pechos y colocándola en una postura casi sexual. Cuando estoy satisfecho del resultado, saco el spray de la mochila y hago la pintada en la pared:  'Es tu culpa, John'.

Vuelvo a salir corriendo hacia el hospital. Entro por la puerta de atrás, por donde entré la primera vez, y vuelvo al sótano impregnado de gasolina. Busco una alarma de incendio y la activo de un golpe. Cuento cinco y enciendo la hoguera médica. Salgo corriendo hacia el Elíseo.

Manchas de sangre mezcladas con ceniza, olor a gasolina... soy una prueba andante. Mejor así. Que los súbditos sospechen. Que duden. Que teman. Que me crean capaz de cualquier cosa. Cuando las ratas aprenden a cantar, es necesario degollarlas.