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Crónicas Giovanni I: La última cena

4. El interrogatorio

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04/10/2011, 23:46
Director

Fueron conducidos al exterior mientras el fuego se apropiaba del castillo donde habían sido torturados y convertidos en monstruos. Les esperaban dos grandes carruajes tirados por cuatro caballos, ambos con gruesas contraventanas y postigos dobles.

Encadenados y custodiados por soldados y por vampiros, los prisioneros fueron llevados a uno de aquellos carros, empujados al interior y maltratados. Tres soldados subieron con ellos. Su mirada era pétrea y seguían las órdenes ciegamente. En las manos llevaban unas curiosas varas de metal acabadas en un pincho.

-Este viaje será mucho menos cómodo que el anterior -dijo Rodrigo antes de cerrar la puerta y los postigos.

Se escuchó el chasquido del látigo y el carro inició su penosa marcha. Leonore se encontró a sí misma encadenada junto a Damian. Parecía muerto, con aquella madera sobresaliéndose del pecho. Las viejas decían que ese era el modo de detener a un vampiro y evitar que saliera de su ataud. ¿Por eso lo tendría puesto?

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09/10/2011, 13:13
Director

Cuando Leonore arrancó la madera del corazón de Damian, éste recuperó la capacidad de moverse. Como si volviese de un sueño vívido, sus músculos sufrieron calambres al regresar a la vida.

Uno de los guardias que iban con ellos la chistó y clavó en su costado una vara punzante. No le hizo demasiado daño, pero el dolor interno la golpeó como un mazo.

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12/10/2011, 14:47
Director

-¡No dejaré que se me lleven como a un animal! -gritó el anciano, que se acababa de recuperar de su inconsciencia-. ¡Soy un hombre! ¡Un anciano! Merezco algo de respeto.

Hizo ademán de levantarse y los guardias procedieron a castigarlo con las varas. Hincándoselas con saña hicieron brotar un pequeño riachuelo de sangre desde sus heridas. Aquel líquido derramado les recordó el hambre que sentían, el monstruo que rasguñaba sus entrañas.

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20/10/2011, 22:44
Director

Durante horas viajaron en la oscuridad. Los baches del camino hacía que el carruaje entero traqueteara, y cualquier palabra o intento de escapar fue evitado por los guardias con las varas. Después de la larga incertidumbre, se detuvieron. Las puertas se abrieron y uno por uno fueron arrastrados al exterior. Muchos más guardias los esperaban allí. Los encadenaron y llevaron a través de un patio hasta el interior de un castillo. Bajaron un piso y allí, en una celda subterránea, los echaron a los dos. Los encadenaron a la pared y los dejaron a su suerte sobre un lecho de paja y heces petrificadas.

De pronto sintieron mucho sueño y les costó mantenerse alerta. Un pequeño agujero cerca del techo comenzó a clarear: debía de dar al exterior y anunciaba el alba.

Notas de juego

Haced una tirada de Humanidad a dificultad 6. Si no la pasáis, os quedáis dormidos.

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24/10/2011, 14:51
Leonore Valkor

La vampiro contempló la luz con una mezcla de pavor y admiración. Si iban a vivir por la noche el resto de sus vidas, dudaba que volviese a ver algo así. Casi le daban ganas de rozarlo con los dedos, pero presentía que no era bueno. Su propio instinto se lo decía. También le recordaba que tenía mucha hambre, un hambre distinta e insaciable que hacía que se removiese incómoda tratando de calmar a la bestia que rugía en su interior.

La mujer alargó el pie y le dio a Damian con insistencia, tratando de despertarle para que la luz no llegase hasta él.

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02/11/2011, 21:49
Director

Tuvieron que moverse cada hora. Dormir allí no era sencillo: el haz de luz se movía y tenían que adoptar distintas posturas según avanzaba el tiempo. De ser más en aquella lúgubre celda, no habrían sabido cómo ponerse. Pero al fin el sol les acabó dando tregua: se ocultó y los sumió de nuevo en la oscuridad, que no duró demasiado. La puerta se abrió y varios guardias le indicaron que debían ponerse en pie y seguirlos. Los señores querían hablar con ellos.

Tintinearon sus cadenas a lo largo del camino, confuso por lo oscuro y por las vueltas que dieron. Los llevaron a una sala de piedra con una puerta cerrada al otro lado. Allí aguardaban Hardestadt y otros cinco vampiros, que los observaban con aires de superioridad. Los guardias les obligaron a doblar la rodilla frente a ellos dándoles patadas. Cayeron se boca sobre la piedra helada.

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02/11/2011, 22:00
Hardestadt

-He aquí a los grandes conspiradores. Bah, apenas un hatajo de babosas sin fuerza para resistir un ataque. Ahora vais a contarme lo que sabéis. He de decir que la piedad es escasa en este lugar. No volveréis a ver la luna, me temo. Pero si confesáis, puedo hacer que a puerte sea rápida y sin dolor. Una decapitación es un modo honorable y suave de morir. ¿Qué me decís? ¿Confesaréis? -inquirió Hardestadt pomposamente, mientras sus acompañantes reían.

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03/11/2011, 00:00
Hardestadt

-Menuda estupidez. ¿Quién Abrazaría a sus presas sin pensar en a quién dan la sangre? -preguntó Hardestadt negando con la cabeza-. Muy bien. Si no queréis hablar de lo que quieren hacer vuestros compañeros, lo lograremos de otro modo...

Dicho esto, entró en la sala contigua seguido por los otros vampiros. Los guardias los condujeron allí. Una vez dentro no les quedó ninguna duda de que estaban en una cámara de tortura. A la fuerza sentaron a Leonore en una silla con grilletes y a Damien en el potro. Una anciana los conteplaba cloqueando sentada en una silla. Les sonaba de algo, pero no se fijaron en ella lo suficiente como para saber por qué.

-Vamos, muchachos, hablad. Ya habéis visto lo que es este lugar y lo que os espera.

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03/11/2011, 00:49
Hardestadt

-Me temo que no me creo una palabra.

Uno de los presentes hizo girar el torno del potro y Damian sintió un dolor terrible en sus extremidades según se estiraban. Hardestadt hizo una señal y uno de los guardias tomó un cuchillo de una bandeja. Se acercó a Leonore y le clavó la afilada punta en el brazo. La mujer nunca había sido herida, a diferencia del soldado, y no había conocido un dolor así. Lo peor fue que no se contentó con dibujar una línea: levantó el trozo de piel mientras separaba el músculo con la hoja. Su carne roja y seca estaba a la vista y una cortina de piel se desplegaba hacia un lado.

-Ahora es el momento de confesar.

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03/11/2011, 13:20
Hardestadt

-No existe la misericordia para los miembros de la Conspiración de Isaac. Dime, niña, si tanto quieres que detenga este sufrimiento... ¿qué es lo que planeais? ¿A qué se debía esta reunión? -susurró Hardestadt en su oído-. Si no me dices algo, mi criado seguirá cortando. Adana quiere unos guantes nuevos y creo que tú tienes más o menos su medida. ¿Quieres eso?

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03/11/2011, 16:01
Director

-¿Qué opinas, Rafael? -preguntó Hardestadt al hombre de pelo castaño y hermosísimo que apretaba la rueda del potro.

-Pamplinas. Digo que no están diciendo todo lo que saben. Quizá es que estamos siendo demasiado gentiles.

-Muy bien. Continuad.

Rafael apretó una vez más el potro de tortura y Damian sintió que sus hombros amenazaban con salirse del sitio. Otro tanto ocurría con las caderas. Incluso cuando más aullaba y más proclamaba su inocencia, el hombre hermoso seguía sonriendo. Dio otra vuelta más y luego otra. Con un sonido de cuerda rota, las fibras musculares del guerrero acabaron destrozadas. Notó cómo se le desconyuntaban brazos y piernas y los huesos le chirriaban fuera del sitio. Una mujer de pelo oscuro aplaudía enardecida por sus gritos mientras otra de pelo claro negaba con la cabeza mirando a Leonore.

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03/11/2011, 16:12
Adana de Sforza

-¿Qué dijeron sobre los Cappadocio? -preguntó la mujer rubia a Leonore. El criado empuñó el cuchillo de nuevo y la sujetó de la muñeca, dispuesto a clavar.

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03/11/2011, 17:18
Rafael de Corazón

-Criatura, la muerte es vuestro destino, pero si quieres que sea plácida debes colaborar. Dinos nombres. Miembros de la Conspiración -dijo el hombre que acababa de destrozar a Damian.

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03/11/2011, 17:20
Hardestadt

-¿Qué iban a hacer con Japheth? -siguió Hardestadt.

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03/11/2011, 22:20
Hardestadt

El hombre de la capucha asintió a Hardestadt. Éste se irguió en toda su altura y se mesó la barbilla.

-Eso ya está mejor. Claudius Giovanni y el resto buscando destruir a Japeth. Pero... ¿por qué? Afílale un poquito más el brazo. Creo que el dolor ayudará a que recuerde.

El soldado hizo lo que su amo le ordenaba. Hundió el cuchillo en la muñeca y comenzó a levantar la piel en dirección al codo. Era fascinante: no sangraba. Cualquier hombre vivo al que desollasen debía sangrar como un cerdo. Eso sí, el dolor era tanto o peor que cuando aún estaba viva.

-¿Lo recuerdas ahora?

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03/11/2011, 23:14
Hardestadt

-No lo recuerda. Hazle el guante a Adana -dijo Hardestadt con simpleza. Y el soldado lo cumplió con eficiencia.

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03/11/2011, 23:19
Director

Las siguientes horas se confundieron con una eternidad. Sus cuerpos de vampiro eran demasiado resistentes al dolor y al sufrimiento. No se desmayaban, no morían, y la tortura más brutal y la más refinada eran lo mismo. Acabaron convertidos en jirones doloridos y en mentes vacías, ya fuese en el potro, sobre las brasas o con el cuchillo. Ni siquiera cuando usaron la garra de gato, aquel artilugio de metal que les arrancaba trozos de piel y carne de los mismos huesos, supieron decir algo que satisfaciese a los vampiros que los torturaban.

Hardestadt, cubierto de sudor sanguinolento, se volvió hacia la espectadora que sentada en su taburete había observado todo el proceso.

-Anciana, ¿qué deseas hacer con esta basura que tan mal nos ha entretenido esta noche?

La mujer se puso en pie y se acercó a Leonore. La noble jamás había imaginado que tanto sufrimiento sería posible. Le habían despellejado los dos brazos y colocado brasas en ellos, apretado los pies con las horribles botas y descoyuntado en el potro como a su compañero de penurias. La vieja le acarició el cabello y la miró fríamente. Le hizo un corte en la mejilla con una uña. Aquel dolor no era nada comparado con lo que habían sufrido hasta el momento. Tomó algo de su sangre y se lamió el dedo con la lengua. Luego se acercó a Damian. El soldado había perdido todos sus dedos y tenía el pecho en carne viva, y aquí y allá se veían las blancas costillas. Tomó algo de sangre y lo aplicó en su propia lengua. Tras hacer esto se dio la vuelta y miró a Hardestadt sonriendo.

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03/11/2011, 23:27
Durga Syn

-¡Mi joven gigante, parece que ninguno de tus pollitos es un gallo! Son pizarras en blanco, tabulae rasae, y no saben nada de nuestro mundo. Y si ni siquiera tienen el sentido de reconocer en qué han sido convertidos ahora... ¡no hablemos de qué hacer con sus nuevas alas!

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03/11/2011, 23:29
Director

-Muy bien, pues al tejado con ellos. Tenemos muchas cosas que hacer y va a amanecer en pocas horas -contestó Hardestadt arrojando la garra de gato al suelo.

-Pero, mi señor Hardestadt -interrumpió una de las mujeres, la que vestía de negro y tenía un broche de plata en la garganta-. No creo en malgastar recursos, aunque sean tan... insignificantes como éstos. Estaría encantada de crear un Vínculo de Sangre con cada uno de ellos para que no nos pudiesen hacer daño. Así podrían servirnos, ayudándonos a rastrear a sus sires, que han violado conscientemente las Tradiciones de Caín.

Hardestadt se rió a carcajadas, y algunos más se le unieron:

-¿Acaso creéis que los esfuerzos de esta noche me han sacado los sesos del cuerpo, señora? No, no, no Vincularéis a ninguno de estos neonatos, Tremere. ¡Si sus amos volviesen a por ellos podrían traicionarnos!

-Pero son bastante poderosos, Hardestadt. Serían unos excelentes esclavos -comenta el hombre envuelto en una capucha, apestando a tumba.

-Son ignorantes y podrían desenmascararnos a todos -dijo Rafael-. Aunque podría ser convencido para tomar al soldado como esclavo...

-Quizá podría coger a unos pocos y Vincularlos a mí -ofreció la mujer de pelo oscuro-. ¡Serían mis niños queridos! Me bebería su médula y todos estaríais satisfechos...

Entonces empezó una agria disputa. La mujer de negro y el que parecía un leproso abogaban por salvarlos, mientras que Rafael y el joven de cabello castaño pedían sus muertes. Adana se abstenía, indecisa, y la mujer de pelo oscuro cambiaba todo el tiempo de opinión. De discutir sobre los prisioneros pasaron a descalificarse unos a otros, montando un gran escándalo hasta que la vieja los interrumpió.

-¡Sois idiotas!

-Será mejor que no te excedas, gitana -advirtió Hardestadt-. Estás aquí gracias a nuestra indulgencia.

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03/11/2011, 23:39
Durga Syn

-Malgastáis incluso las oportunidades y preciosos recursos que Dios pone ante vosotros. ¿No veis que aquí, acobardados, están los espías perfectos?

-¡Pero son desconocidos e indudablemente débiles! Podrían volverse en contra nuestra en cualquier momento, anciana -se burló Hardestadt.

-¿Y arriesgarse a las iras de esta recién creada unión de las legiones de todos los Vástagos? Tendrían que estar todavía más locos que los conspiradores, que apenas son lo bastante fuertes para mantenerse frente a vosotros.

-¿Pero por qué iban los conspiradorea a fiarse siquiera de estas patéticas criaturas? Si yo fuese el traidor Claudius Giovanni, acabaría con ellos apenas cruzasen mis dominios.

-¿Y qué si lo hace? Si mueren, muertos están, y vosotros no perdéis nada que no perderíais de matarlos vosotros mismos -insistió la gitana.

-¡Estás tan loca como un Malkavian!

-Puede que todavía más. Pero he podido ver que estos indignos novatos tienen un importante papel en nuestros enmarañados planes. ¡Mirad, este huevo ha sido puesto al amanecer!

La vieja sacó un gran huevo de gallina de entre sus ropas. Pasó el huevo sobre los labio de Leonores y de Damian. Después, cascó la cáscara sobre un pequeño tazón. Del interior surgió sangre, densa y roja.

-No soy una inexperta en las artes de mi gente y puedo deciros que esto es una señal de que estos pollitos están destinados a tener un papel en este largo y sangriento drama. Qué papel exactamente aún está por verse... ¡pero se les debe permitir que lo interpreten!

Los vampiros contemplaron asombrados la sangre y la cáscara del huevo. Hardestadt suspiró:

-Tus adivinaciones gitanas no han fallado nunca, pero no me fío del todo de ti. De todas formas, el tiempo avanza y estoy cansado de esto. Será mejor que no te equivoques en un asunto tan crucial, anciana. Que así sea: perdonaremos la vida a estos miserables neonatos para que puedan rastrear a sus sires.