Partida Rol por web

El joven Boris contempló atónito cuán duro resultaba lidiar con semejantes monstruosidades.
Su corazón le latía desbocado en el pecho, de modo que se obligó a sí mismo a relajarse y a ralentizar su respiración. Al fin y al cabo, sus compañeros estaban luchando con denuedo y él no tenía derecho a fallar en ese momento.
Con mano firme, tentó en su aljaba para extraer una saeta. Cuando la estaba tensando vio con alarma que la punta estaba totalmente mellada y roma: era una de aquellas flechas que habían encontrado a la entrada de la gruta. - ¿Por qué diablos las guardaste junto a las otras?- Se reprendió a sí mismo.

A punto estuvo de soltar el obtuso proyectil y sacar otro, cuando una parte de su cerebro le dijo: "Oye, por probar..."
Así pues, tensó de nuevo su arco y al soltar, la saeta silbó con un sonido muy distinto al de las flechas convencionales; estaba claro que no cortaba el aire del mismo modo.

La ferocidad del ataque de Haggar, digna de un animal depredador acostumbrado de la caza en la naturaleza, esparció en una lluvía de restos de huesos amarillentos por toda la entrada a la estancia. La cadena de Jalles falló en su impactó en otro de los esqueletos, probablemente el guerrero instruido en las artes de Xian encontró su debilidad tras la herida que la cimitarra del no-muerto le había inflingido en su brazo.

Por otro lado, el bribón arquero guiado por su instinto hizo uso de una de las flechas melladas que encontró en las afueras de la cripta, unas saetas más bien poco útiles pero que dada la visible resistencia de los esqueletos a las flechas convencionales, afiladas por lo general, podría surtir algún efecto. El disparo fue certero e impactó en el cráneo de uno de los no-muertos, que cayó decapitado al suelo fruto de la contundencia del disparo y salió rodando como si de un balón se tratara. El resto de la estructura esquelética se derrumbó sobre si misma como un castillo de cartas Harrow.

Por último, uno de los esqueletos que aún quedaban por derribar atacó con sus dos garras al oso Haggar y logró clavarle una de sus amarillentas y largas uñas en el cuello, haciendole aullar de dolor.

El asalto había sido fructífero. Dos adversarios más habían sucumbido. Pero había que afianzar esa ventaja y estudiar los posibles peligros futuros. Parecían haberse adaptado al combate e iban ganando poco a poco la partida.

En base a esta nueva situación, Paul decidió que Jalles era la clave para terminar de decantar definitivamente el combate e ir en ayuda de Bronco, muy expuesto en su posición. Tendió la mano e imbuyó en él una parte de sacra esencia vital.

Bronco dio un paso rápido, para evitar ser flanqueado por aquellas criaturas sin alma y mente. Haggar, su pequeño oso, había vuelto a demostrar por qué los de su especie eran especialmente temidos en los confines de Nirmathas, eliminando a uno de los molestos no-muertos. La cosa parecía comenzar a solucionarse, ya que un trío de aquellas criaturas yacían desparramadas en montoncitos de huesos enmohecidos, pero aun así, el semiorco sabía que no podía desfallecer en su lucha.

Nuevamente lanzó un golpe lateral contra una de aquellas criaturas, pero esta vez, la hoja de su enorme hacha impactó contra el suelo. Aquellos esqueletos animados mediante siniestras energías, se movían más rápido de lo que el druida era capaz de comprender...

El fallo de la ofensiva del semiorco a causa de la enorme rapidez de los esqueletos dejo en tablas el combate singular que mantenía con uno de ellos, ya que el golpe que posteriormente trato de asestarle fue facilmente contenido por Bronco. Sólo quedaban tres.... pero el combate no parecía haberse dado por finalizado y no podían confiarse, varios de los integrantes del grupo ya habían salido suficientemente heridos.

Haggar proseguía en sus treces. Continuaba luchando con aquellas criaturas con una fuerza y tesón inconmensurable. A pesar de que sus ataques eran poco efectivos contra aquellos enemigos, el osezno proseguía combatiendo en pos de llegar hasta su amigo, y así fue como lanzó un nuevo mordisco terrible que arrancó varias costillas ancladas en el esternón. Sin embargo, aunque el ataque fue brutalmente espectacular, no consiguió acabar con aquel esqueleto tambaleante. 

Comenzaba a tener hambre...

El arquero parpadeó un par de veces al ver el efecto que tuvo su disparo. - ¡La hostia! ¿Habéis visto eso?. Fruto del miedo que sentía, el joven pronunció estas palabras más alto de lo necesario, dado que tenía a sus compañeros relativamente cerca.

Boris contempló cómo el oso que estaba situado delante suyo atacaba con saña al esqueleto, pero éste no terminaba de caer. Eran duros los desgraciados.
Tanteó en su carcaj en busca de otra de esas flechas: las del penacho áspero eran las "buenas". El problema era que disponía de poca munición. Teniendo en cuenta que nada más atravesar la puerta se habían encontrado con esta bienvenida, a saber qué podían encontrar más adelante. ¿Sería muy profundo el complejo funerario?

Pero realmente, en ese momento lo importante era sobrevivir, ya verían cómo se las apañaban cuando los enemigos estuviesen muertos de nuevo.

Inspiró profundamente y soltó la cuerda liberando el esperanzador proyectil.

El esqueleto que tenía ante sí se desmoronó al impactarle una flecha que llegó desde atrás. Con un poco de hueco lanzó la cadena hacia su derecha para tratar de golpear al esqueleto que acosaba al oso. No logró discernir si había conseguido su objetivo pero al no haber consecuencias aparentes discernió que había fallado...

Mierda de seres.....

El combate se estaba tornando difícil para los portadores de la LLama Eterna. Aquellos esqueletos eran frágiles y endebles como copas de cristal pero su naturaleza nigromántica les confería resistencia hacia la mayoría de las armas que no fueran contundentes.

El esqueleto que había conseguido clavar su garra en el cuello de Haggar seguía enzarzado con el oso, rasgando su piel y clavando sus uñas pozoñosas en la robusta piel del animal logrando desangrarle cada vez mas. La furia y el dolor del oso se podían percibir a través de sus fuertes aullidos, cada vez más acuciantes. Haggar estaba realmente en apuros...

Por otra parte, Bronco se separaba cada vez más del grupo en dirección a los dos cuerpos inertes que yacían en el centro de la sala atrayendo consigo a dos de los esqueletos. Uno de ellos se aferró al cuello del semiorco como si tratara de arrancarle los ojos con sus garras, logrando desgarrarle parte del torso.

El esqueleto seguía mordiendo con saña el leñoso cuello del druida. Un quejido apagado salió entre los colmillos del semiorco, que lo reprimió acostumbrado al dolor como si fuera parte de su esencia, algo necesario para medrar.

El chamán giró como pudo, mientras el no-muerto seguía enganchado a su cuerpo. Bronco había escuchado los lastimeros rugidos de su osezno, y sin dudarlo, avanzó con su hacha en ristre.

El enorme cuerpo del druida apareció sombrío tras el esqueleto que magullaba a Haggar. La cuchilla de su hacha viajaba en un arco perfecto de arriba a abajo, desmenuzando a aquella criatura malévola y dañina. Haggar ya estaba libre. El oso ya podía descansar.

Parecía que el combate no estaba tan ganado como se había imaginado Paul unos instantes antes, y los esqueletos siguieron haciendo mella en las defensas de los elegidos de Kassen, sin que estos pudiesen devolver las acometidas.

Pero cuando la situación parecía enquistarse, si no peor, volverse en su contra, apareció de nuevo Bronco, que eliminó a otro esqueleto con una descarga de su imponente hacha. Era hora de afianzar de nuevo la posición de ventaja y terminar con aquel combate que se estaba convirtiendo en peligroso. Paul, viendo las diferentes heridas del grupo, invocó las puras energías de Erastil, cambiando su objetivo esta vez, para que sanasen las heridas de los integrantes del grupo.

Ya sólo quedaban dos de aquellos cuerpos alzados que no habían hallado el descanso eterno que debieron tener. El esqueleto que seguía aferrado al semiorco trató de degollarlo con un rápido tajo de su cimitarra oxidada por el paso del tiempo pero la fuerza del chaman era muy superior al endeble esqueleto y le rechazó con un empujón.

El osezno comenzó a lamerse las heridas mientras las energías curativas de Paul, comenzaron a subsanar el daño que aquellas criaturas habían ocasionado. Haggar dejó caer sus peso sobre los cuartos traseros y comenzó a limpiar las manchas de sangre seca de su pelaje marrón.

No deseaba meterse en el combate, pues Bronco ya le había hecho una indicación para que no luchara más. Era importante que el pequeño oso garra de runas, descansara tras la brega con aquellos esqueletos andantes.

Ya sólo quedaban dos sacos de huesos, pero estos eran duros.
Bronco se estaba separando del grupo en un intento de alejar a las criaturas de los demás.
Boris se percató de que había un hueco por el que él podría pasar, aunque pasaría muy cerca de los esqueletos...
No se lo pensó dos veces: rodeó al oso (que se estaba tomando un merecido descanso) y corrió buscando una mejor posición, evitando el contacto con sus enemigos.
Se colocó cerca de lo que parecía un cuerpo allí tendido y no pudo evitar decirle: - ¡Cómo te levantes tú también, te reviento!.
Buscó una flecha y esta vez, el penacho le resultó suave en su mano; era una de sus flechas. Notó el tacto entre sus dedos mientras tensaba y el proyectil hendió el aire en pos de su objetivo.

El combate se prolongaba en demasía, la mala suerte o la poca experiencia hacían que los enemigos perdurasen y les acosase insistentemente. Jalles se sentía frustrado por su poca aportación en aquel trance, no había conseguido ningún impacto de los que había intentado y su pequeño orgullo se luchador se sentía herido. Dio un paso al frente y lanzó la cadena hacia el esqueleto que se encontraba más hacia la izquierda y el arma se dirigió hacia el pecho del monstruo

POR FIIIIIIN!!!!!!

Pero poco duró su alegría... la cadena traspasó los huecos del esqueleto sin causar daño alguno...

Cuando el arquero quiso salir a combatir de cerca a los esqueletos para obtener un mejor campo de visión, uno de los esqueletos aprovechó el momento para atravesarle con la cimitarra pero el bribón supo esquivarla bien. Cuando disparó, su flecha fue bien encaminada e impacto de lleno en el cráneo de otro de los esqueletos, haciendole caer de espaldas y, fruto del golpe, desmembrarse por completo. A pesar de su aficción a la bebida y su infame reputación, el bribón gozaba de una puntería magnifica y lo estaba demostrando a lo largo de aquel viaje.

Por otra parte, Jalles demostraba un gran dominio de esa extraña arma suya que era una cadena. A pesar de todo, no era el medio más letal para acabar con aquellas criaturas no-muertas que carecían de piel y músculo al que golpear duramente.

Ya solo quedaba uno de ellos, el que no cesaba de acosar al valiente semiorco que se había internado entre la horda de no-muertos con la intención de abrir un espacio para que sus compañeros combatieran.

El combate se estaba prolongando más de lo deseado. Jalles volvió a alcanzar a uno de los esqueletos, pero su arma poco pudo hacer contra esos seres. Parecía como si los duros golpes de aquella cadena afilada, fueran incapaces de vencer a uno de aquellos seres de ultratumba. Por suerte, sólo quedaba uno de ellos, y Bronco tuvo todo el tiempo del mundo para colocarse a su espalda y lanzar un terrible tajo de lado a lado, pero en esta ocasión, aunque su hacha arrancó parte de las costillas de la parrilla derecha del no-muerto, éste continuaba perfectamente operativo, y eso... Eso era una verdadera fatalidad...

- ¡¡Por las Flechas de Oro de Erastil!! ¡¡Vuelve a la sombra criatura del mal!!-

Paul comenzó a ver el final: sólo quedaba uno de los esqueléticos adversarios, aunque este se resistía a volver a su estado natural. Hacía falta un pequeño empujón para terminar de una vez por todas con aquel combate.

Paul se adelantó un paso e invocó uno de los dones menores de su deidad, para ayudar a que ese paso terminase de darse:

- Que el Cazador guíe tus pasos. - Musitó Paul con una frase atribuida en multitud de ocasiones a Erastil.

Tan sólo quedaba una de aquellas criaturas en pie. La madera del arco vibraba por la emoción contenida de su portador.
Boris sintió la aspereza de un nuevo penacho, revelándole el tipo de saeta que el destino había alojado en sus manos.
Volvió a tensar y el romo proyectil inició su letal vuelo dirigido sin compasión hacia su víctima.