Partida Rol por web

Turno 1 (Santuario: Hotel Sokol (2) - RdZ: 0)

-. Miércoles, 6 de Junio de 2012 -- Praga, República Checa .-
-. 10:04 am .-

Las paredes del pequeño y antiguo hotel Sokol, a metros de la estación de bus, se encuentran desconchadas y sucias. La puerta de entrada está barricada, junto con las pequeñas ventanas del piso inferior.

Vilem observa desde una ventana del primer piso, detrás de unas cortinas que han visto mejores épocas... 20 años atrás.

Apenas hay movimiento en la playa de estacionamiento de la terminal de bus, y en las calles. Aquí había muchos de los bastardos cuando todo empezó, hace unos dos meses... pero ahora se han desperdigado por la ciudad. Cazando, a los pocos vivos como ellos, probablemente...

La vía del tren elevada pasa a pocos metros, y está desierta. En el peor de los casos podríamos intentar llegar a ella saltando desde el tejado, piensa, si no tuviéramos a una embarazada.

Un golpe en la puerta y una mujer que entra, como si la hubiera llamado con el pensamiento. Tereza da un paso dentro. Tenemos que hablar de los suministros.

El rubio fortachón asiente, y ambos descienden. El resto de la pequeña banda de supervivientes se encuentra en lo que antaño fuera el salón desayunador del hotel; no más que dos mesas pequeñas y viejas y algunas sillas. 

Vilem se queda de pie, apoyado en una de las columnas, las viejas sillas probablemente no aguantarían su pesada constitución.

Ha perdido muchos kilos en estos dos meses, pero todavía sigue siendo mucho más corpulento que la mayoría de sus compañeros.

Jugando con una pesada palanca metálica en sus manos, como si fuera de plástico, observa al resto de personas. Antes eran más, pero algunos han ido quedándose atrás. No se separa de la palanca en ningún momento, le ha servido para forzar puertas más de una vez desde que la encontró, y también ha reventado algún cráneo zombie, por que negarlo.

-Arriba no hay nada. Ni comida, ni nada que nos sirva. ¿Habéis tenido más suerte por aquí?

Tereza no dice nada, pero a sus pies hay una docena de botellas de agua grandes, seguramente producto de la cocina del hotel.

Mikolaj se pasa la mano por su pelada cabeza mientras observa un cuadro antiguo manchado de sangre. Intenta imaginar a la gente que trabajaba y vivía aquí, en cómo sería todo en este lugar antes del desastre. Entonces, un repentino crujir de su estómago le devuelve a la realidad. Tiene hambre. En realidad casi a todas horas tiene.

Miko, como le gusta que le llamen, vuelve a sus tareas dando un vistazo al salón del hotel después de registrar un par de habitaciones. Las estancias no son muy grandes, y no hay muchas cosas de utilidad, aunque como refugio no está nada mal. Hay camas, sillas, mesas, y tiene más de un acceso por si hay que huir repentinamente.

-Yo tampoco he encontrado nada-confiesa Miko resignado mientras pone sus brazos en jarra, con su mano izquierda rozando la empuñadura del hacha de carnicero que cuelga de un cinto atado al cinturón-¡Ey! Pero veo que tú has tenido más suerte Tereza-exclama el grandullón con una sonrisa.

 - No ha habido suerte por abajo. Allí están el cuarto de calderas y el almacén frigorífico... hace días que debió fallar el sistema de energía de la cámara frigorífica, todo su contenido se ha echado a perder... maldición.

 El joven de tez bronceada se posa las manos en el rostro, ascendiéndolas lentamente por su frente hasta enterrar los dedos en su melena. Parece fatigado. Como todos los presentes. Sus ropas, camiseta, pantalones y cazadora tejana negra, muestran manchas de polvo y grasa en varios puntos.

 - Tendremos que encontrar otro refugio pronto...- Dice con un inglés con fuerte acento a la vez que saca de un bolsillo de los tejanos una voluminosa navaja con la cubierta de color rojo y empieza a moverla con unos distraídos malabares. Por lo visto es un pequeño tick que habeís observado en él cuando se sume en sus pensamientos.

—¡Eh, mirad lo que encontré! — desde las escaleras que daban al piso de abajo se escuchó una voz femenina, que hablaba en un inglés de marcado acento escocés.

Segundos después, la muchacha, aparecía en la sala, apretando varios paquetes, contra su pecho, con ambas manos. Tiró lo que llevaba, encima de una de las desvencijadas mesas y admiró su hallazgo con una sonrisa.

—Pastas y arroz integral. Eso que dicen de que las pastas engordan es mentira, leí que lo que engorda es la salsa, así que no hay problema —cogió el paquete de arroz y leyó la etiqueta—. El arroz es sano, también. Los chinos comen mucho y mirad los que son… —volvió a dejar el paquete en la mesa, con una mano temblorosa y se dejó caer en una silla—. Debe haber muchos zombies por ahí ¿no? Quiero decir, en China. —se quedó perdida en sus pensamientos, un instante y añadió—. ¿Quién extraña las patatas fritas? —levantó una mano, como quien expresa su votación y miró alrededor. Al ver las caras de pocos amigos de sus acompañantes, la bajó rápidamente y miró al suelo, con expresión avergonzada, mientras se acomodaba el pelo teñido de azulo con un gesto nervioso.

-Sí -respondió cuando Rubén habló de buscar otro refugio-, porque ya casi no nos queda nada. Cuando menos hay agua... -añadió mirando las botellas a sus pies, aunque estaba de más decirlo, ya todos habían visto las botellas con agua- También se nos están acabando los medicamentos, el botiquín está con lo mínimo y el que mantenían aquí tiene todavía menos... los pocos medicamentos que había estaban vencidos. Habían gasas, vendas y poco más. Sobre todo necesitamos conseguir antibióticos.

Torció el gesto, mordiéndose la cara interna de la mejilla. Pensaba.

La mención de los medicamentos, por parte de Tereza hizo levantar la cabeza de Lenore, como si hubiese estado accionada por un resorte.

—Sí, eso —apoyó la sugerencia, inclinándose en la silla y mirando a todos con los ojos bien abiertos y una expresión de ansiedad—. Necesitamos encontrar una farmacia. Necesito… —miró al suelo—. cosas de chicas, ya sabéis.

-Insumos mensuales -pensó, recordando cómo Pavel y ella solían bromear al respecto.

-Hay otro hotel a la vuelta, una residencia para estudiantes, está en la calle Křižíkova. Si consiguiéramos pasar al edificio de enfrente, subir al techo sería fácil llegar. Hay autos estacionados en el patio interior del bloque de edificios, podríamos hacernos con uno e ir hacia el Este. El Na Homolce está en esa dirección... Hay dos hospitales en esa dirección: Na Bulovce y el Hospital universitario de Motole.

-¿Subir al tejado? ¿Con tu... quiero decir, ¿En tu estado? Creo que es mejor ir al hospital si necesitamos medicinas.

Con uno de sus enormes dedos mueve un poco una de las cortinas para observar el patio interior, donde hay varios coches aparcados.

Turno 2 (Santuario: Hotel Sokol (2) - RdZ: 1)

-. Miércoles, 6 de Junio de 2012 -- Praga, República Checa .-
-. 9:42 pm .-

El agua pronto se va acabando, especialmente ya que la utilizan para preparar algo del arroz que ha encontrado Lenore. Gracias a Dios en el lugar todavía hay gas; con poca presión pero la pequeña llamita es un milagro que calienta el agua. Comen en silencio, pensando seguramente en algo más suculento, o más nutritivo.

Mientras la luz se escapa, los sonidos de la ciudad muerta se amplifican. Los únicos sonidos, los gemidos que forman un coro, como ruido blanco de fondo permanente.

Algunos disparos resuenan en dirección al río; alrededor de media docena, pero los estampidos son claros. Y entonces pueden atisbar a varios engendros que, atraídos por el ruido, comienzan a moverse en esa dirección. Uno de ellos, al pasar frente al Sokol, se detiene, los ojos blancos y lechosos levantados hacia el cielo rojo del anochecer. Cubierto de sangre ya coagulada y con medio torso arrancado en grotescos jirones de piel, carne verdosa y astillas de hueso, camina golpeando en su vaivén el pulmón marchito que cuelga por su costado.

De alguna forma, parece distinguir que alguien está vivo aún. 

Sus pasos lo llevan hasta al gruesa puerta de madera, y pueden escuchar como sus manos raspan el otro lado, levemente, pero sin pausa. Los gruñidos son animales, y quedos, pero resuenan en la relativa tranquilidad de la calle...

Bajó la mirada y se llevó una mano al vientre, apretó los labios. "En tu estado", aquella observación resonó como eco en su cabeza y sin embargo no la sorprendió. Tenía que pasar y pasó. Su estado era una limitante para el grupo y a medida que el tiempo pasara lo sería todavía más. ¿Qué pasaría si durante el trabajo de parto eran atacados? Pero eso era pensar demasiado a futuro, un futuro al que no sabía si podría llegar. Mejor ponerse en un supuesto más cercano: ¿Si sufría una fuerte contracción producto de un golpe o algo? ¿Si el embarazo se complicaba? ¿Qué iba a pasar entonces? No era justo, para nadie y ella lo sabía.

-No te preocupes por mi estado -respondió amablemente-... Ninguno lo haga. Estoy bien ¿vale? -su mirada se paseó por los rostros de todos- Miren, yo se que nadie lo ha dicho pero que lo piensan. Yo también lo haría de estar en su lugar. Les agradezco mucho que se preocupen por mi. Yo se que no estaría aquí de no ser por ustedes, pero no quiero que ninguno se arriesgue por mí. Ninguno. Voy a serles todo lo útil que pueda, mientras pueda, pero tienen que pensar en lo mejor para el grupo... en sobrevivir. Y si para sobrevivir me tienen que dejar atrás, lo hacen y punto. Así que ahora pensemos en qué hacer y cómo, y no se detengan a pensar en si voy a ser capaz o no.

Tereza estaba completamente segura de lo que decía, llevaba bastante pensando acerca de ello, y su decisión no respondía a sentimentalismos de ninguna clase. Es más, habría sido exactamente la misma si, por ejemplo, estuviera herida o enferma.

-Venga, cambien esas caras, que aquí nadie se ha muerto ni está en un funeral -bromeó, aunque su broma carecía por completo de la gracia necesaria para resultar graciosa-. Voy a vigilar la calle desde la otra habitación -prefería dejarlos solos para que hablaran y decidieran tranquilamente, ella no quería influír, ni para bien ni para mal, en esa decisión- y después me vengo a cocinar.

Llegó la tarde y con la tarde la noche. Nadie había vuelto a mencionar la conversación de la mañana por lo que Tereza desconocía si habían decidido ya qué hacer o no, y aunque deseaba saber, optó por no preguntar. El sonido del disparo los reunió a todos otra vez. Se había oído lo suficientemente cerca como para resultar inquietante porque bien sabían que no haría sino que atraer a todos los zombies de las cercanías.

Sintió que el corazón se le detenía cuando oyó los arañazos en la puerta. Era una vieja puerta de roble, gruesa, firme, que podría soportar los embistes de un puñado de zombies -al menos eso parecía-, pero si el número aumentaba...

-¿Qué hacemos? -susurró intentado no hacer ruido- Sabe que estamos aquí... -añadió nerviosa.

La declaración de Tereza durante la conversación de la mañana fue muy clara. Miko intentó comentar algo, decirle que de ninguna manera la abandonarían, pero tan sólo abrió la boca y la cerró un segundo después sin decir nada. Lo cierto es que en la actual situación es difícil hacer promesas. Los ánimos y esperanzas suenan demasiado huecos.

El día transcurre dándole vueltas al siguiente paso a tomar. Miko suele escuchar ideas más que proponerlas. Ha estado tanto tiempo a las órdenes de otros que le cuesta tomar la iniciativa. No obstante, desde que estalló el caos, eso empieza a cambiar un poco.

-Está claro que debemos salir a buscar más suministros. Medicamentos y comida, por lo menos…-dice esto último con una mirada de pena al plato de arroz que tiene en sus manos-La cuestión es si nos quedamos aquí, y traemos lo que encontremos, o vamos a buscar también otro lugar. Creo que debemos decidir un sitio en el que establecernos, al menos durante un tiempo. Lo que propongáis me parecerá bien.

La noche llega, y con ella una visita sorpresa.

-Por el ruido parece que sólo es uno-contesta Miko a Tereza en voz baja-Hay que mirar por la ventana con cuidado y asegurarse. Si es sólo uno tenemos que apartarlo de ahí o pronto atraerá a más.

Miko coge su hacha de carnicero.

-Propongo esto: Alguien viene conmigo hasta la puerta y la flanqueamos. El que me acompañe la abre y se esconde detrás. Yo, que estoy al otro lado, en cuanto entre le machaco la cabeza y cerramos rápidamente la puerta.

Tereza parece muy segura de sí misma, pero Villem siente que tarde o temprano habrá problemas.

El plan de Miko suena coherente, un solo zombie no suele dar muchos problemas.

-Yo voy contigo. Y que venga Lenore también.- sentencia Villem.

En el fondo Villem sabe que la puerta de madera no aguantará demasiado. Ha tirado unas cuantas puertas abajo, y aunque la del hotel es gruesa las visagras son antiguas. Unos cuantos zombies más y la echarán abajo.

-Acabemos con este y mañana podemos intentar ir a ese hospital.

 El ingeniero se vió sorprendido ante las palabras de Tereza, sumido como estaba en sus propias cabilaciones. Ante ellas, simplemente permaneció en silencio. Las palabras estaban de más. Cuando estuvieran en la situación se haría lo mejor posible... pero no hace falta sumirse en hipótesis.

 Tras comer un poco de insulso arroz, con el cual soñaremos en las próximas horas si no somos capaces de encontrar nada más. Se desata la ya habitual conversación de ¿Qué hacemeos?

 - Creo que sería sensato intentar dar con un transoporte, uno de grande y con potencia, pues tal y como van las cosas es posible que en algunos puntos nos encontremos con vías obstruidas, por eso sería necesario poder abrirnos paso a través de ellos. Quizás un camión potente. Quizás encontremos un lugar adecuado para escondernos con él y si hiciera falta nos podemos largar por patas con ese.

 No se terminó de decidir por nada en concreto, la idea de salir para explorar era algo muy poco alentador.

***

Se quedó medio dormido en una de las butacas cuando las voces de sus compañeros le despertaron de nuevo. Tenían visita. Tras la sorpresa y el pánico inicial, resulta que no es nada muy grave... de momento. Uno de esos seres se les había plantado ante el hotel.

 Pronto se dió la idea de quitarnoslo de enmedio, no era una idea agradable, pero tenía que hacerse. De echo, hacía semanas que nada era agradable.

 - Tal vez tras abrir la puerta lo podríamos mantener a distancia con una mesa o un banco mientras lo eliminaís...

Rubén propuso que encontrara un vehículo grande, que les permitiera abrirse paso por las obstrucciones que pudiesen encontrar a su paso.

—Estoy de acuerdo, en que debemos conseguir algo para movernos —dijo Lenore—, pero no tiene que ser un camión. Por más grande que sea, podemos terminar atascados en el camino, de todas maneras.

Sonrió y señaló hacia el norte con un dedo.

—Tenemos un río a pocos metros. Todo lo que necesitamos es un barquito. Ellos no nadan, ¿no? Es la ruta más fácil para salir de la ciudad. Sin zombies, sin atascamientos y barricadas. —sonrió de oreja a oreja—. No me digáis que no será super divertido.

Cuando Vilem propuso que ella los acompañara a dar cuenta del zombie de la entrada, Lenore alzó una ceja y lo miró, esbozando una leve sonrisa.

—¿En serio? ¿Puedo ir? —preguntó con fingido entusiasmo y agitó las manos en el aire, en un gesto de triunfo—. ¡Yipiii! ¡Qué alegría ser tan popular!

Se asomó a la ventana y miró al cadáver caminante, que aporreaba la puerta, sin cesar. Cuando se incorporó, tenía una mirada pensativa.

—Cuando les rompes la cabeza dejan de moverse, ¿no? Porqué, en vez de arriesgarnos a abrir la puerta, no le tiramos algo encima —miró alrededor—. Hay muchas cosas pesadas aquí, que podemos usar. Si eso falla, podemos ir a por él.

-Sí, Lenore, pero con lo desiertas y silenciosas que están las calles cuando lo que se le arroje se estrelle contra el suelo va a retumbar. El sonido atraerá a todos los zombies que anden por las inmediciones. Deberíamos tratar de bloquear esa puerta, hacer una barricada. Hay muchos muebles en este lugar, algunos bastante pesados y firmes. Podríamos ganar algo más de tiempo. Eso o hacer lo que propone Rubén. No se, me parece que es lo menos riesgoso.

Lenore se rascó la cabeza, pensativa.

—Tienes razón, pero el problema no es que el zombie pueda entrar. Sólo está allí, aporreando la puerta. El problema es que el ruido que hace atraiga a otros. —se asomó por la ventana y se apoyó, en el marco, sobre los antebrazos—. Todos los zombies de la zona han ido al lugar de donde provinieron los disparos. No creo que arrojarle, digamos… una maceta, haga mucho más ruido que el que vayamos a hacer nosotros, para matarlo en persona. Para eso sí que vamos a tener que abrir la puerta. Si vienen más y no hacemos a tiempo de cerrarla… bueno, ya sabéis. —se encogió de hombros—. Pero si queréis hacerlo de la manera divertida, vamos a allá.

-A la manera divertida entonces-concluye Miko.

Él, Vilem y Lenore se acercan hasta la puerta despacio. No obstante, el zombi del otro lado parece sentirlos a juzgar por su gruñido y golpeteo creciente.

Siguiendo el plan, Lenore se coloca a un lado y Vilem y Miko en el otro. Ella será la encargada de abrirla y esconderse detrás. Miko intentará un ataque, y Vilem se mantiene cerca por si tiene que darle apoyo. Todos se miran unos segundos, respiran profundamente, Miko hace un gesto afirmativo con la cabeza y comienza la acción.

El zombi casi tropieza y cae de boca por el efecto de la gravedad. Esto provoca que Miko se vea obligado a detener el impulso que ya estaban tomando sus brazos. El muerto viviente consigue mantener el equilibrio, y comienza a girarse lentamente hacia los dos grandullones. Justo entonces, Miko descarga un fuerte tajo en dirección a su cráneo, el cual parte en dos como una bola de queso. El cuerpo de la criatura cae a plomo desparramando parte de sus sesos. Cerca del mismo queda la otra mitad de su cabeza.

Agarrándolo de uno de los camales del pantalón, Vilem aparta rápidamente el cuerpo para que no estorbe a la puerta, y casi en una sincronización perfecta Lenore cierra esta con rapidez.