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Días extraños

Crisis de fe

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25/11/2009, 13:29
Elías

Elías intentó moverse, pero se dio cuenta de que su ropa y la silla se habían fundido y que tenían más o menos la misma composición. Al tirar el cuello de la camisa se le clavó en la tráquea y le asfixió. Dejó de intentarlo y miró a un lado, al Padre Agustín. Y después se dio cuenta de que él también sangraba. Por debajo de la ropa de cuero y gomaespuma, tenía un enorme tajo en la caja torácica.

Notas de juego

Post de Narradora

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25/11/2009, 13:34
Padre Agustín

El sacerdote miró a Elías, confuso. Después miró al fondo, al frente, a Dalila, a todas partes...

-¡Dios Bendito! ¡Estoy ciego!

Al igual que el Discípulo, tenía heridas sangrantes, aunque en su caso eran por todo el cuerpo.

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25/11/2009, 13:40
Elías

Elías apretó los dientes y se quitó la camisa, como pudo, para liberarse. El dolor era insoportable. Miró al padre Agustín, y a Dalila, y a Burp. Todo era horrible.

- Un teléfono... Ne-necesito un teléfono...

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25/11/2009, 13:52
Dalila

Dalila soltó un grito al ver a Burp. El Adepto miraba al frente y se reía entre dientes, muy contento. No parecía importarle la herida que le cruzaba la cara.

-Joder... Burp... No, no, no... -La Adepta Virtual sujetó a su compañero de los hombros y lo sacudió-. No entres en Silencio ahora, cabrón... ¡Joder!

Cuando Elías habló, Dalila se acercó a ayudarle.

-Ha salido todo mal... -Se lamentó ella-. Pensé que podría con la Paradoja y con la Tecnocracia... Pero me equivocaba. Todo se ha ido a la mierda.

Otros Adeptos entraron a la habitación cuando Elías se desvanecía.

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25/11/2009, 13:55
Director

Elías despertó después de un intranquilo sueño. Pesadilla, más bien. Todo se mezclaba en él. Los ojos ciegos de Agustín, Verónica y la rabia contenida, su propia tristeza, el destino de Jacobo... Todo. Era como si hubiese metido su día en una batidora y lo hubiese licuado todo hasta una mezcla heterogénea de horror y dolor a partes iguales.

Se encontró tendido en una cama metálica, con electrodos por todo su cuerpo y vías en las dos muñecas. Su torso estaba curado, aunque le quedaría una cicatriz. Un feo recuerdo de la profunda decepcion que sentía.

Junto a él, en una cama parecida, estaba Dalila, aún inconsciente. Sus daños habían sido más severos por haber creado ella el Efecto que había generado la Paradoja. Pero al menos no estaba sumida en la locura, como Burp. Elías nunca había vivido un episodio de Silencio, pero sabía que era horrible.

Nadie se había molestado en quitarse aquellos pantalones que parecían cuero de asiento. Se encontraba solo.

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25/11/2009, 14:04
Elías

Elías continuó tumbado y cerró los ojos. Le daba miedo levantarse. No tenía ánimos. No valía nada la pena. Verónica era una Tecnócrata. Y por su insistencia, había puesto en peligro a todo el grupo. El padre Agustín, ciego. Dalila, herida. Y Burp...

Apretó la mandíbula y por rabia y dolor, las lágrimas salieron solas, empapando la camilla.

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25/11/2009, 14:09
Verónica

-Enfoca tu mente -decía Verónica cogiéndole de las manos-. Llévala hacia donde deseas, escucha los pensamientos de los demás, cámbialos. Usa tu fe. Usa el poder del Uno.

¿Acaso había creído en eso alguna vez? En los siete años que hacía que se conocían, ¿había dicho la verdad en algún momento?

-Vuelve pronto a Madrid -decía su voz en el contestador de su teléfono móvil-. No sé qué te van a enseñar esos magos gallegos, ¡pero te echo de menos! ¿A quién voy a enseñar todo lo que sé?

¿Por qué volvió a Madrid? ¿No fue por ella? ¿Por qué ingresó en el Coro? ¿No fue por ella, una vez más?

-Elías, aunque hayas fracasado en tu Búsqueda, no pierdas de vista el final del camino. Quieres ayudar al mundo. -Su voz era templada, su mirada amable-. Ten fe. Aunque sea duro, ten fe.

¿Qué fe tenía una Tecnócrata? ¿En qué podía creer alguien como ella?

-Sin confianza en ti mismo, no lograrás lo que te propongas -señaló-. Pero sin confianza en los demás, nada de lo que consigas tendrá sentido.

¿Cómo podía confiar en nadie ahora?

-Haces que la gente se sienta mejor, ¿sabes? Ellos saben que responderás, y yo sé que puedo pedirte lo que sea y me ayudarás.

Basta de recuerdos.

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25/11/2009, 14:22
Elías

Elías abrió los ojos, y suspiró con rabia. Necesitaba respuestas.

Se quitó los electrodos del cuerpo, y apretando la mandíbula, también se deshizo de las vías. Se levantó, y buscó una salida al exterior. Iba a volver, e iba a hablar con Verónica. Quería entender por qué lo había hecho. Por qué le había mentido. Por qué había jugado con él, y con sus sentimientos.

Porque sí, en el fuero más interno de Elías, tras capas de educación cristiana y de celibato por costumbre, la amaba. Quería a Verónica, y por eso estaba tan dolido. Porque el amor es irracional. Como la magia. Ahora... Nada tenía sentido en su mundo.

Quería mirarle a la cara, y que le amara, o le destruyese, pero quería verla. Aunque fuera por última vez.

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25/11/2009, 14:29
Director

Tras conseguir algo de ropa y despedirse, prometiendo que iría a verlos para comprobar cómo evolucionaban, regreso a casa. Le pesaban los pies y el corazón, pero caminaba rápido por si acaso los Tecnócratas, de algún modo, le iban a dar caza.

Pasó por la calle sin mirar a nadie a los ojos, con la luz naranja de las farolas hiriéndole los ojos y las pupilas dilatas por las drogas de los Adeptos. Le habían dicho que no tendría dolores hasta el día siguiente, pero que era probable que volviesen muy fuertes. Así que pasó por la farmacia del barrio a por analgésicos y subió a casa.

Justo en el momento en que cerró la puerta, sonó el teléfono. Qué coincidencia.

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25/11/2009, 14:39
Elías

Elías sacudió la cabeza, y cogió el teléfono, sin ánimos. Suponía que era Trece.

- Sí.

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25/11/2009, 14:40
Verónica

-Elías.

Era la voz de Verónica y tampoco parecía muy animada.

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25/11/2009, 14:42
Elías

Se quedó helado, pero Elías tuvo fuerzas para responder. Ahora no era el tiempo de callar.

- Por qué lo hiciste. Quién eres de verdad...

Tragó saliva para intentar deshacer el nudo en su garganta.

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25/11/2009, 14:44
Verónica

-Es difícil de explicar y por teléfono no es seguro. ¿Por qué no nos encontramos? -Verónica suspiró. De fondo se escucharon pitidos de coches y quejas-. Estoy cerca de La Latina. Me gustaría verte para explicarme.

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25/11/2009, 14:48
Elías

- ¿También me vas a meter en un coche y a hacerme desaparecer? - dijo con amargura.

Luego suspiró.

- Ven a mi casa.

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25/11/2009, 14:51
Verónica

-No, no voy a hacerte desaparecer -dijo ella-. Pero me gustaría verte al aire libre. En la calle. Los dos. Te juro que no habrá ningún tecnócrata escondido para darte caza. Sólo quiero hablar. Creo que tenemos mucho de lo que hablar.

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25/11/2009, 16:17
Elías

Elías dudó, pero al final sucumbió frente a sus sentimientos y al deseo de ver a Verónica.

- En la Plaza de los Carros, frente a la Iglesia de San Andrés, en 15 minutos. ¿Te viene bien?

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25/11/2009, 16:27
Verónica

-Perfecto. Te veo allí.

Verónica colgó.

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25/11/2009, 16:29
Verónica

Elías colgó a su vez. Se preparó en silencio y salió al lugar de la cita.

La noche estaba en calma. Un jueves como otro cualquiera, cielos despejados y cuajados de estrellas, y luna llena y hermosa en el cielo. En la plaza no había más gente que una señora paseando al perro y el propio Elías, de pie, esperando.

Verónica llegó puntual. Su atuendo, una vez más, era decepcionante. Traje de chaqueta gris, camisa blanca, zapatos de tacón grieses. Su pelo era la única nota de color, lo único que seguía siendo de ella. Llevaba un bolso cuadrado y pequeño, también gris.

Llegó hasta el Corista y levantó las manos en señal de paz.

-Hola. Como ves, no llevo nada que pueda hacerte daño.

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25/11/2009, 16:38
Elías

Elías movió la cabeza. Ese traje era el arma suficiente que necesitaba. Un escalofrío recorrió su espalda. Verónica... Con toda su belleza, embutida en esas prendas tan... grises. Era desesperanzador.

- Ya... - atinó a decir. Caminó pesadamente hasta un banco y se sentó. - Verónica... Por el amor de Dios... Necesito...

Hundió la cabeza entre las manos. No podía enfrentarse a esto.

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25/11/2009, 16:56
Verónica

La Tecnócrata le siguió de modo urgente y apoyó sus manos sobre su hombro. Se inclinó para mirarle a los ojos.

-Elías.

Cogió sus manos y las apartó del rostro. Las mantuvo sujetas.

-Tenemos que hablar. Es importante que hablemos, ¿sabes? Para mí eres importante.