Partida Rol por web

Williams decidió dar la vuelta y volver al punto de encuentro, cuando salió del bosque y llegó de nuevo a las huertas pudo ver como el cielo se iluminaba por completo en el norte. Las lineas enemigas de antiaereos disparaban hacía el cielo rafagas que iban ascendiendo rápidamente una detrás de otra. El cielo estaba lleno de aviones y paracaidistas que trataban de tomar la costa antes del desembarco. También pudo escuchar explosiones entre el ruido de disparos constante.

No le hacía falta luna para ver, el suelo quedaba perfectamente iluminado por los "fuegos artificiales" que tenían lugar mientras él abanzaba hacía el cruce.

Afortunadamente el teniente se ocultó a tiempo y los vehiculos pasaron a su lado sin reparar en él. Tal y como había temido se trataba de enemigos. Una patrulla de vigilancia tal vez. Dos coches todo terreno pasaron por la carretera y a los pocos segundos se alejaron lo suficiente para que Parks no tuviera que preocuparse por ellos.

Continuo caminando durante dos largas horas. Ya se encontraba agotado y la oscuridad era casi total, apenas podía ver ya el asfalto y los sonidos del bosque salvaje le empezaban a inquietar de una manera alarmante. Sujetaba con fuerza su Thomson por si algún animal decidía cruzarse en su camino con malas intenciones. En ese momento le preocupaba eso más que los nazis.

Lo que más le hacía estar en ese estado de agobiante tensión y desesperación era el hecho de llevar tanto recorrido andado sin tener noticias de Carentan. Las cuentas no le cuadraban, no podía haberse desviado tanto en el salto.

Ya estaba empezando a pensar que se había equivocado de dirección cuando vio las luces de una ciudad a varias millas de allí. En ese instante se percató de que ya llegaban tarde a la misión, seguramente el contacto que les esperaba ya les habría dado por muertos, y se preguntó que sería de sus dos hombres.

Unos pocos minutos después comenzó a escuchar el ruido apagado de disparos de antiaereo en la lejanía. Le recordaban a granos de maiz explotando en la sarten antes de convertirse en un delicioso copo blanco. Un claro en las cercanías le permitió ver que ocurría.

Pudo ver como el cielo se iluminaba por completo en el norte. Las lineas enemigas de antiaereos disparaban hacía el cielo rafagas que iban ascendiendo rápidamente una detrás de otra. El cielo estaba lleno de aviones y paracaidistas que trataban de tomar la costa antes del desembarco. También pudo escuchar explosiones entre el ruido de disparos constante.

Ahora no le hacía falta luna para ver, el suelo quedaba perfectamente iluminado por los "fuegos artificiales" que tenían lugar mientras él avanzaba por la carretera.

Daniel no se asombró mucho por el fuego que los antiaereos desataban en el cielo. Intentó darse prisa para llegar al cruce donde debían encontrarse el, los otros dos soldados y su contacto, aunque dudaba de que alguien siguiera allí.

En el momento en que Daniel volvió la mirada del cielo a la carretera, escuchó la voz de un hombre que se encontraba del otro lado, en el arcen opuesto.

La voz dijo algo que Daniel no entendió en un idioma que no conocía. El susto fue tremendo, el corazón casí se le sale por la boca, no había visto a aquel hombre y lo tenía a escasos metros. En aquel momento no acertó a distinguir de que idioma se trataba, pero lo que el hombre dijo no era ni un grito ni sonó como si alguien se alarmara. Más bien como un saludo, y apenas fueron dos palabras.

Daniel no acertaba a ver bien al hombre, ya que este tenía la luz a sus espaldas y la penumbra se crecía en su frente.

Albert continuó corriendo, si parar de buscar con la mirada un buen sitio desde donde poder disparar a resguardo. Por fin, a la llegada a un claro, pudo divisar un pequeño desnivel. Sin pensárselo dos veces se lanzó hacía dicho lugar, y con innegable presteza, descolgó el fusil de su hombro y disparó. No había gastado siquiera unos segundos en apuntar, no tenía tiempo para ello, sólo tenía la determinación de acabar con su perseguidor, y esperaba que ello fuera sufiente.

El soldado nazi seguía corriendo, le sorprendio el movimiento de Albert y le hizo dar un respingo y medio frenarse cerrando los ojos, pero al ver que milagrosamente seguía vivo siguió corriendo con energias renovadas hacía Albert.

Ya casí lo tenía encima, el alemán venía de frente cuchillo en mano, con el susto todavía en el cuerpo pero valiente y terco como solo un nazi podría serlo.

Que valerosa actitud, cuanto arrojo y coraje emanaba aquel alemán. Albert pensó que quizás los dioses de la guerra estuvieran intercediendo a favor de éste, quien, sin vacilación alguna, se abalanzaba, cuchillo en mano y pocas buenas intenciones, sobre él.

Albert apretó repetidas veces el gatillo del fusil, tantas veces como le fue posible, esperando que a quemarropa sus tiros no fallasen nuevamente, y detuvieran así el avance de su enemigo, pues algo le decía que en combate cerrado, tenía él todas las de perder.

Pero que... Daniel posó la mirada en la persona que le hablaba. A su vez asió su Thompson y apuntó lo más rápido que pudo mientras esperaba ver el destello de un disparo contra el. ¿Quien eres?

Ese disparo no llegó y el hombre que se encontraba al otro lado de la carretera comenzó a hablar en aquel idioma desconocido para Daniel. Su tono de voz era de alarma. Alarma de quien se siente apuntado por un arma y cercano a ser tiroteado sin mayor dilación.

El hombre continuó hablando y su tono cambio a un tono de suplica desesperada. Daniel se centró un poco tras el susto y reconoció el acento frances. El lenguaje que hablaba aquel hombre parecía frances. Apenas sabía alguna palabra de frances pero entendió perfectamente una pequeña frase que el hombre repetía continuamente.

S'il vous plaît

Reynolds miró al cielo cuando comenzaron las explosiones y los ruidos de los antiaéreos. Eso significaba que se acercaba la hora de actuar y todavía no se había reagrupado con sus camaradas, aunque gracias a su carácter tranquilo todavía no florecían los nervios, sólo un leve cosquilleo en el estómago. Bajó la mirada a la altura de sus hombros mientras seguía caminando al Este y miró a todos los lados para buscar a sus compañeros.

Daniel bajó su arma. Se había topado con lo que parecia un civil. Puso un dedo en los labios para indicar silencio. Después llevandose la mano al casco le saludo y siguió su camino a paso ligero hacia el cruce de caminos donde debía haberse reunido con el contacto.

El civil pareció quedarse muy extrañado con la actitud del soldado. Y en lugar de continuar su camino dió media vuelta y fue detrás de Daniel.

¿Américain? Preguntó mientras le seguía.

Que valerosa actitud, cuanto arrojo y coraje emanaba aquel alemán. Albert pensó que quizás los dioses de la guerra estuvieran intercediendo a favor de éste, quien, sin vacilación alguna, se abalanzaba, cuchillo en mano y pocas buenas intenciones, sobre él.

Albert apuntó nuevamente a su objetivo, intentaba tranquilizarse y quitarse presión de encima, pero ello no sería posible del todo hasta que su enemigo fuese abatido, por ello, al tiempo que inspiraba profundamente, realizó dos disparos secos sobre su enemigo, uno tras otros, esperando que de no acertar la primera bala, por lo menos lo hiciese la segunda.

Daniel se detuvo, quizás el civil pudiera ayudarle. Se giro y dijo que si afirmando con la cabeza.