Por favor, ¿pueden llevarme a la Kommandatur?. Trabajo allí para el capitán Scrags y estarán inquietos, hace horas que debería haber llegado.
Por si les sirve de algo, la última vez que vi a los resistentes antes de perderles de vista iban en aquella dirección, dice, señalando hacia el norte de Carentan. Pero de eso debe hacer una hora, como poco.
A todo eso, finge estar asustada, y habla algo entrecortadamente, con algún que otro pucherito.
No se preocupe, señorita. Le llevaremos ante el capitán y usted misma le relatara lo ocurrido. Él decidirá que hacer.
Acompañaron a Anna hasta la ciudad y una vez allí recorrieron junto a ella las calles. Se mostraron muy gentiles y caminaron a su ritmo, ofrenciendole el brazo para que pudiera andar comodamente tras semejante susto. La gente les miraba desde las aceras sorprendidos y preguntandose que habría ocurrido.
Finalmente llegaron frente a Strags, que salía a ritmo acelerado del puesto de mando acompañado por el soldado de la patrulla que había sido mandado por delante para avisar. Tras el saludo marcial, el capitán preguntó que era lo que ocurría y le respondieron que había rebeldes en la zona que habían atentado contra la vida de aquella alemana.
El capitán mostró su preocupación de inmediato. ¿Qué es lo que ha ocurrido Hilda? Preguntó. Pasemos a dentro y cuenteme todo con detalle. Allí podrá sentarse y tomar un vaso de agua.Usted, venga con nosotros. Le dijo al hombre que la había traido. Los demás den la orden de reforzar las defensas y permaencer alerta, después de hablar con ella daré las instrucciones pertinentes. Tenemos que saber a que nos enfrentamos. Busquen al sargento Klink, que venga a verme de inmediato.
El capitán parecía algo más alterado de lo normal. No parecía deberse a que Anna estuviera en ese estado, pese a mostrar interes por su salud.
Anna repite su relato con muchas pausas, como si el susto le impidiera coordinar bien sus recuerdos, y sollozando de vez en cuando.
Después, hace un esfuerzo por serenarse y dice: capitán, le pido permiso para ausentarme hasta por la tarde; necesito ir a casa, asearme y cambiarme de ropa. Siento no estar mucho por la labor, pero esta experiencia me ha desequilibrado un tanto, y usted tiene trabajo.
El capitán Strags trató de tranquilizar a la joven alemana.
No se preocupe, atraparemos a esos canallas. Después dió ordenes a sus hombres, que Anna pudo escuchar. En ellas les precisaba que hicieran batidas por la zona para encontrar a los miembros de la resistencia y dispararan a todo aquel que vieran sospechoso. Les dijo que deían ponerse en el mayor grado de alerta hasta nueva orden.
Después volvió con Anna y le ofreció un cigarrillo. Puede irse a su casa, descanse, tranquilicese y vuelva mañana. Seguro que el susto ha sido desagradable.
Ah, y otra cosa, le aconsejo que no salga de Carentan. Por su seguridad. Y si lo hace no se aleje mucho y no vuelva de noche o no podrá entrar.
Gracias, capitán, dice Anna negando con la cabeza al cigarrillo. No sabe qué ganas tengo de que acaben con esos untermensch* de la Resistencia para que la gente honrada podamos ir seguros por la calle.
Y con eso se despide y se va en dirección a su casa, mirando disimuladamente hacia atrás por si la siguen. Una vez convencida de que no es así, se dirige al café donde la espera su contacto donde no hace signo alguno de reconocer a Fritz, sino que pide algo de comer en la barra para llevarse a casa, comentándole al del bar que esperaba a unos amigos que no se han presentado. De allí se va para casa.
*Infrahumanos
Anna llegó a su casa y unos quince minutos después alguien llamó a su puerta.
Tomando todas las precauciones que pudo se acercó a la mirilla de la puerta y vió a Fritz al otro lado. Al sentirla, comenzó a susurrar:
¡Rápido abre!
Mirando a izquierda y derecha por el rellano, Anna abrió la puerta una vez convencida de que nadie les espiaba, para cerrarla después con igual rapidez.
He estado horas esperando, hasta que me ha echado una patrulla alemana. ¿Dónde coño se han metido esa gente?
No lo sé... Fritz parecía nervioso. Se movía de un lado a otro de la habitación sin poder contenerse quieto, miraba al suelo mientras caminaba y agitaba la cabeza. Algo ha salido mal... Miró a Anna quedandose de pronto quieto como una estatua, con los ojos abiertos como platos y fijos en los de la muchacha. Mañana habrá un gran desembarco en la costa. ¿Entiendes que significa eso? Esta misión era importante...
Lo que está claro es que alguien habrá de montar guardia en ese sitio por si se acaban presentando, y yo ya he levantado demasiadas sospechas esta mañana, responde Anna.
Tienes que organizar esa vigilancia y, cuando lleguen los paras, avisarme. A lo mejor mañana podemos interceptar a Scrags de camino a la Kommandatur, pero va ser el doble de difícil.
Mañana será tarde. Los alemanes piensan que el desembarco se va a producir en Calais, por eso están tan tranquilos aquí, están moviendo efectivos a aquella zona. Mañana se descubrirá todo el pastel. Estarán más alterados y nosotros, por nuestra seguridad, deberemos desaparecer.
Pues Scrags no es vulnerable más que en ruta; para atacarle en la Kommandatur haría falta muchos efectivos, y en su alojamiento, lo mismo, responde.
Bien quedate aquí, intentare averiguar que ha sucedido con los paracaidistas. No salgas de la casa. Advirtió el alemán. Si ellos vienen a buscarte, diles que te encuentras indispuesta, mareada o algo así.
Ya les dije que me había afectado el encuentro de esta mañana. Telefonearé para decirles que me quedo en cama, contesta Anna.
Si averiguas algo, déjame un mensaje aquí, vendré a cenar.
Cuando la noche caía la puerta sonó fuertemente golpeada varias veces con ansía desde fuera. Lo cual alarmó a Anna. Aunque instantes después pudo escuchar una voz amiga del otro lado.
¡Anna! ¿estás? Era la voz de Fritz
Anna miró a izquierda y derecha, intentando traspasar la oscuridad con la mirada para ver si había alguien vigilando.
¡Ahora te abro!, dijo la mujer, corriendo a ponerse una bata y luego a abrir la puerta. Tras abrir y hacer entrar a Fritz, cerró enseguida para que no se viera luz, y le dijo: ¿Y bien? ¿Qué sabemos?
He encontrado a los paracaidistas. Están abajo, solo he subido a comprobar que todo iba bien. Voy a buscarlos. Los muy locos intentaron entrar en Carentan disfrazados de civiles.
Insuperable, dijo Anna. Encima quieren que les fusilen como espías si les cogen.
¡Maldita sea, Fritz, está todo por hacer! ¿No sería mejor que se escondieran en el restaurante, aquí van a despertar sospechas.
No te preocupes, ya me he asegurado de que nadie nos siguiera. Lo que le contaste al capitán y todo ese asunto, más el desembarco de Normandía ha hecho que los nazis esten más atentos a lo que ocurre fuera de la ciudad, que a lo que ocurre de puertas para dentro. Ha sido una suerte que no los encontraran antes. No se como diablos se las han apañado. Aunque tuvieron mucha suerte de que me los encontrara en la puerta discutiendo con los nazis. Estuvieron apunto de matarlos.
Dando medía vuelta y abriendo la puerta lentamente Kummer añadió. Voy a por ellos. Al fin se produciría el ansiado encuentro. Tras tantas cosas que no habían salido como deberían haber salido.
Hals und beinbruch, dice Anna, resignada.
*¡Suerte!